La muerte de un lémur por tuberculosis expone la grave amenaza del comercio ilegal
La víctima es un lémur de cola anillada que vivía como mascota. En lémures salvajes, nunca se ha registrado esta enfermedad.
En Madagascar, desde 1962, es ilegal tener un lémur como animal doméstico. Sn embargo, se siguen capturando lémures de cola anillada para el comercio de mascotas. En la foto, un lémur en un centro de rehabilitación en el sur de Madagascar.
En abril de 2019, cuando ingresó al centro de rescate en el suroeste de Madagascar, el lémur de cola anillada estaba demacrado y presentaba una tuberculosis avanzada. Y en el lado izquierdo del cuello tenía una protuberancia impresionante del tamaño de una pelota de golf.
“Lo más probable es que haya vivido con una familia en la que había algún integrante con tuberculosis, y que se haya contagiado por compartir comida, platos o el ambiente con esta persona", comenta Marni LaFleur, antropóloga de la Universidad de San Diego, en California, que formó parte de un equipo que documentó el caso. Los hallazgos figuran en el último número de la revista Emerging Infectious Diseases.
A pesar de los esfuerzos por salvarlo, al lémur murió a los tres meses. Tenía menos de un año, pero al parecer, en algún momento de su corta vida contrajo tuberculosis por contacto con un ser humano, un fenómeno conocido como zoonosis inversa.
Los lémures domésticos suelen vivir en espacios reducidos y padecer desnutrición. Aunque el contacto cercano entre personas y primates no humanos aumenta el riesgo de transmisión de enfermedades, los dueños de lémures cautivos incluso invitan a los turistas a compartir sus propios plátanos con los animales.
Casi un tercio de las 107 especies de lémures (todas en Madagascar) se encuentran en peligro crítico. El comercio de lémures como mascotas está prohibido en este país desde 1962, pero actualmente se estima que hay más de 30.000 lémures domésticos. Suelen exhibirse en centros turísticos u ofrecerse para que los turistas se tomen una fotografía con ellos en la playa. En Instagram hay fotos en las que se ve a los turistas dándoles de comer de sus propios plátanos, lo que aumenta las posibilidades de transmitirles enfermedades (por ejemplo, tanto los lémures silvestres como los domésticos dieron positivo en la prueba de rabia).
Los lémures de cola anillada y los lémures marrones comunes son los más buscados como mascotas, sobre todo porque viven en grandes grupos familiares y es más fácil encontrarlos, explica Jonah Ratsimbazafy, primatólogo malgache y presidente de la International Primatological Society, una organización de investigación y conservación. Según Ratsimbazafy, el caso informado por el equipo de LaFleur es "una alarma para las autoridades y las personas que tienen lémures de forma ilegal".
Como los lémures domésticos pueden volverse agresivos, cuando se hacen adultos, suelen ser abandonados en los bosques donde podrían desencadenar brotes de enfermedades, explica LaFleur, quien también es el fundador de Lemur Love, una organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos dedicada a combatir el comercio ilegal de lémures.
Aún se desconoce si la transmisión de la tuberculosis puede ocurrir de lémur a lémur o de lémur a humano, pero después de este caso, explica LaFleur, queda claro que los animales deben ponerse en cuarentena y someterse a una prueba para detectar la enfermedad antes de ser liberados en la naturaleza.
Hasta la fecha, no se ha detectado tuberculosis en ningún lémur salvaje, y en lémures cautivos, solo en raras ocasiones. Además, dice LaFleur, no hay lémures de cola anillada habitando la zona del centro de rescate, lo que aumenta las posibilidades de que el lémur del informe se haya contagiado de un humano. Y la secuenciación del genoma reveló que la cepa de la bacteria (resistente a fármacos) que afectó al lémur no coincidía con la tuberculosis que habían padecido las personas del área del centro de rescate.
Según LaFleur, es probable que hayan traído al lémur de una parte diferente de la isla y que se haya contagiado en el camino. Y agrega que, los lémures jóvenes suelen ser separados de sus madres a los pocos meses de nacer, lo que los lleva a una desnutrición que los hace muy vulnerables a una enfermedad como la tuberculosis.
"Es casi un hecho que la enfermedad provino de un ser humano", concuerda Bobby Schopler, veterinario del Duke University’s Lemur Center, en Durham, Carolina del Norte, que no integró el equipo de LaFleur. En sus 15 años de experiencia con lémures y de testeos sistemáticos para detectar tuberculosis, nunca registró ningún caso.
Los lémures están desapareciendo debido a la deforestación y el comercio de mascotas; además, se los sacrifica por su carne, cada vez más desde que empezó la pandemia del coronavirus. En la actualidad, no quedan más de 5.000 lémures de cola anillada en estado salvaje, dice LaFleur.
Y enfatiza que, dados los riesgos de transmisión de enfermedades, las autoridades deben ser más rigurosas con las prohibiciones existentes con respecto a la tenencia ilegal de lémures como mascotas.