El esfuerzo para rescatar a la osa Masha y a otros animales de Ucrania
Masha llega al Santuario de Osos Libearty, en Zarnesti, Rumania, después de un viaje de 30 horas desde el oeste de Ucrania. Masha es uno de los miles de animales que también han sido desplazados a causa de la invasión rusa.
Cuando Masha, una osa parda euroasiática, llegó la semana pasada a Halmeu, en el lado rumano de la frontera con Ucrania, el cruce estaba abarrotado de refugiados: madres e hijos, abuelas y abuelos, mujeres jóvenes que viajaban solas.
Masha descansaba en la parte trasera de la camioneta que su cuidador, Lionel de Lange, había alquilado para evacuarla del país. Mientras esperaba para cruzar la frontera, abrió la puerta trasera para que tomara un poco de aire fresco. Había sido un largo viaje de 20 horas.
Pronto empezó a acercarse gente, curiosa ante el animal salvaje. De Lange estaba nervioso por cómo reaccionarían. "Cuando hemos hecho rescates de animales en el pasado, la gente dice: ‘¿Por qué ayudan a los animales y no a las personas?’", relata. "Realmente pensé que se nos iban a echar encima por esto", admite sobre el momento en el que vio que la gente se acercaba.
Pero nadie lo hizo. "Ella trajo una sonrisa a algunas caras muy, muy tristes", dice. "Creo que entendieron que ella estaba pasando por lo mismo, que no tenía a dónde ir y nadie que cuide de ella".
Masha mira hacia el exterior de su recinto temporal en el santuario, poco después de su llegada. Al principio se negó a comer y caminó en círculos, un signo común de angustia en los animales cautivos.
En su primer día en el santuario, Masha espera sobre el cemento antes de pisar el suelo boscoso de su nuevo hábitat. Los 117 osos que hay aquí han pasado la mayor parte de su vida en cautiverio y no están familiarizados con la sensación de la tierra bajo sus pies. Cuando llegan, algunos tienen miedo de abandonar el cemento durante meses, dice Cristina Lapis, fundadora y directora del santuario.
La historia de Masha y de Lange visibiliza a las víctimas no humanas de la invasión rusa y también a los cuidadores en Ucrania que arriesgan sus vidas para salvar animales.
Algunos, como de Lange, fundador y director de Warriors of Wildlife, una organización de rescate con sede en Ucrania, emprenden viajes peligrosos para escoltar a los animales a un lugar seguro. Otros permanecen en casa, cuidando de mascotas o animales salvajes cautivos en zoológicos y santuarios enfrentando la disminución de los suministros de alimentos y la tensión de los bombardeos constantes.
Todo el mundo está asustado, dice de Lange, "porque no sabemos lo que va a pasar".
El 21 de marzo, Masha llegó por fin al Santuario de Osos Libearty, en Zarnesti (Rumania), hogar de 117 osos pardos rescatados de circos, monasterios, hoteles y centros de atracciones turísticas, casi todos en Europa. Masha fue una de las primeras osas evacuadas de Ucrania tras la invasión rusa. Se une a los leones, tigres y otros animales cautivos que encuentran refugio en Rumania, Polonia, Alemania y otros países europeos.
El largo viaje del circo al santuario
De Lange salvó a Masha de un circo ambulante en 2018. Había pasado 18 de sus 22 años haciendo trucos en espectáculos después de haber sido separada de su madre cuando era una cachorra.
Cuando no la obligaban a andar en la cuerda floja, montar en bicicleta o balancear pelotas, dice de Lange, vivía en una pequeña jaula en la parte trasera de un camión. Su equipo estableció un gran recinto para ella en algunas tierras de cultivo en Sambir, cerca de Leópolis (o Lviv), en Ucrania. Pero el año pasado, el propietario terminó su contrato. De Lange tendría que encontrar un nuevo hogar para Masha.
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El Santuario de Osos Libearty, el mayor santuario de osos pardos del mundo, tenía un lugar para Masha. "Acordamos trasladarla el 28 de febrero", dice de Lange. "El jueves por la mañana, el 24, nos despertamos con los bombardeos y estábamos bajo ataque".
Dos días después, de Lange tuvo que huir de su casa en Jersón, ahora bajo ocupación rusa y en crisis humanitaria debido a la falta de alimentos y suministros médicos. Caminó y pidió aventón hasta Rumania, donde comenzó a buscar un vehículo que le permitiese volver a Ucrania para recoger Masha.
Después de ser rechazado por seis compañías de alquiler, consiguió una camioneta y la llenó con 700 kilos de alimentos, además de suministros médicos y de higiene personal para llevar a Ucrania. De Lange dice que le dijo a la agencia de alquiler: "¡Voy a Ucrania con ayuda, pero no les dije que iba a traer un oso de vuelta!".
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Masha espera dentro de un recinto temporal en su hábitat de 1.200 metros cuadrados en Sambir, Ucrania, mientras los cuidadores se preparan para sedarla para su transporte a Rumania. Fue rescatada hace cuatro años por Warriors of Wildlife de un circo ambulante, donde pasó los primeros 18 años de su vida realizando trucos y viviendo en una pequeña jaula en la parte trasera de un camión.
De vuelta a Sambir el 20 de marzo, donde Masha estaba al cuidado de un empleado de Warriors of Wildlife, de Lange sedó a la osa para meterla en su jaula de transporte y comenzó el viaje de 20 horas de vuelta a Rumania.
Cuando llegaron a Libearty, a otras 10 horas de la frontera ucraniana, Masha se paseaba frenéticamente en círculos, negándose a comer o a salir de su jaula. "Le trajo recuerdos, creo, de estar de nuevo en el circo ambulante", dice de Lange.
A través del vallado de Libearty, Masha observa, por primera vez en su vida, a otros osos pardos. Separada de su madre cuando era una cría, había pasado su vida aislada. "Cuando vio a los otros osos y empezó a olerlos, todos lloramos", dice Lapis.
"Por la noche, cuando llegó, fue terrible para todos", dice Cristina Lapis, fundadora y directora del Santuario de Osos Libearty. "No quería beber ni comer ni nada. Rechazaba la miel. Sólo temblaba".
A la mañana siguiente, Masha estaba un poco mejor. Tímidamente, pisó el césped. Descubrió su piscina, al ver su reflejo en el agua. Y a través de la valla de su recinto vio a otros osos. "Imagina 22 años sin ver otro oso", dice Lapis. "Cuando vio a los otros osos y comenzó a olerlos, todos empezamos a llorar".
Masha disfruta de un momento tranquilo en su recinto temporal en el santuario. Se quedará aquí mientras es supervisada por un veterinario, pero eventualmente se mudará a un hábitat de 12 hectáreas con otros 40 osos pardos.
Mientras la guerra continúa, Lapis recibe llamadas sobre osos de toda Ucrania. La semana que viene, el santuario va a recibir un oso pardo abandonado de 15 años que se encontró en una jaula fuera de un restaurante bombardeado. "No podemos dejar atrás a los animales", dice.
Ayuda para los animales de Ucrania
Según las Naciones Unidas, más de 3,5 millones de ucranianos han huido del país. Y Masha es solo uno de los muchos animales que han sido evacuados. Siete osos de White Rock Bear Shelter, en Kiev, fueron llevados a un santuario en el oeste de Ucrania el 6 de marzo.
Varios leones y tigres del Wild Animal Rescue, también en Kiev, fueron transportados a un zoológico en Polonia. Muchos refugiados ucranianos han traído sus gatos, perros, conejos, hámsters y otras mascotas con ellos a países como Rumania, Polonia y Hungría. Los tres países han suspendido los requisitos estándar de vacunas o chequeos médicos para muchas mascotas.
Sin embargo, decenas de miles de animales permanecen en zoológicos, granjas, santuarios, refugios y en las calles de toda Ucrania. Los alimentos son escasos, especialmente en lugares bajo fuego de artillería pesada, y muchas zonas son inaccesibles para la ayuda exterior.
Los zoológicos y santuarios informan que sus animales están traumatizados por los bombardeos: se acobardan ante las sirenas y explosiones aéreas, chocan con las vallas e incluso abandonan a sus crías. Algunos santuarios informan que los animales han muerto del shock.
En el zoológico de Kiev, un cuidador duerme con un elefante aterrorizado cada noche, para calmarlo. En el zoológico de Mykolaiv, en la ciudad portuaria del mismo nombre ubicada sobre el Mar Negro, tres miembros del personal murieron en un bombardeo.
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Lapis golpea la ventana de una cueva subterránea desde donde puede observar a los osos pardos del santuario. En 1998 conoció a su primera osa parda cautiva, llamada Maya, que estaba en una jaula diminuta a las afueras del castillo de Bran, conocido comúnmente como el castillo de Drácula, en Transilvania. Maya se había mordido las dos patas por su extrema angustia. Lapis la visitó y alimentó durante años. "En el momento en que Maya murió, le prometí que ningún otro oso moriría así", dice. En honor a Maya, Lapis fundó el Santuario de Osos Libearty.
Valentina y Leonid Stoyanov, veterinarios de Odesa, han rescatado a decenas de animales, salvajes y domésticos, desde que comenzó la guerra. Con el apoyo de sus seguidores de Instagram y TikTok, han podido comprar alimentos para sus protegidos y los de varios albergues cercanos.
"Nuestras vidas están completamente destruidas. Ahora ya no tenemos futuro", dice Valentina. "A pesar de ello, nos levantamos cada día y no nos rendimos. Miles de animales abandonados nos necesitan. Tienen hambre, miedo y no tienen la culpa de que la guerra haya estallado en nuestro país".
Esta semana, de Lange planea volver a Ucrania para evacuar a un león, que ahora se mantiene como mascota en Sambir. Tiene previsto trasladarlo al santuario de Warriors of Wildlife, en el Cabo Oriental de Sudáfrica.
Sobre su viaje desde Rumania para recoger a Masha, dice: "Conduciendo hacia Ucrania, me sentía feliz. Estaba asustado, pero feliz. Hay que hacerlo. Simplemente es algo que hay que hacerse".
Los osos de Libearty viven en grupos de 40 en la propiedad de 69 hectáreas. Los osos buscan comida en el bosque e incluso aprenden a hibernar. "Al principio, no saben qué hacer con su libertad", dice Lapis. "Con el tiempo, empiezan a vivir exactamente como los osos salvajes".
Natasha Daly es escritora de National Geographic y cubre la relación entre las culturas y los animales. Síguela en Twitter e Instagram.
Jasper Doest es un fotoperiodista holandés que explora la relación entre el hombre y la vida silvestre. Su historia sobre el entretenimiento de monos en Japón apareció en la edición de marzo de 2020 de National Geographic. Síguelo en Instagram.