¿Cómo salvar a las ranas arlequín?
Sapo arlequín en la región de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia.
Santa Marta, Colombia | El Caribe es conocido por sus atractivos turísticos, entre los que se destacan la belleza escénica y los aspectos históricos y culturales. Apenas se desembarca en la ciudad de Santa Marta, región norte de Colombia bañada por el Mar Caribe, es posible notar la presencia de personas de todo el mundo, algunas en busca de aventuras, otras curiosas por conocer la diversidad biológica de la región.
La ciudad costera tiene una población de medio millón de habitantes, está ubicada en el Departamento del Magdalena y tiene el turismo como una de sus principales actividades económicas. Pero no todos los visitantes de la región están interesados en las hermosas playas o en los buceos en los magníficos arrecifes llenos de vida marina. Muchos buscan descubrir un otro lado de la región, la Sierra Nevada de Santa Marta.
A pocos kilómetros de la costa, la Sierra Nevada es una cadena montañosa que alcanza altitudes superiores a los 5500 metros, es la montaña costera más grande del mundo. Sus cumbres más altas acumulan una capa de nieve perenne, como si formara un sombrero blanco, que encubre los secretos de esta mágica cordillera.
Fue la Sierra Nevada, no las playas caribeñas ni la bulliciosa vida nocturna de Santa Marta, lo que me llevó al Caribe colombiano. Durante una semana estuve en la Estación Experimental San Lorenzo, en el Parque Nacional Natural Sierra Nevada, en Santa Marta, acompañado de un equipo diverso interesado en compartir conocimientos y aprender un poco sobre la historia y la diversidad biocultural de la región.
El encuentro es parte del proyecto The last refuge of harlequin toads: working together to save the jewels of the forest, apoyado por el programa Meridian, de National Geographic Society. El programa involucra a científicos, artistas y comunidades tradicionales en la lucha por preservar uno de los grupos de anfibios más amenazados del planeta.
La Sierra Nevada de Santa Marta alberga decenas de especies animales y vegetales que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. La montaña es también el hogar de varias comunidades indígenas y campesinas.
Alianza global para la protección de las ranas arlequín
Diversos factores históricos y relacionados con la biología de las ranas arlequín (género Atelopus) hacen de estos animales uno de los grupos más amenazados de extinción de todo el planeta. Las ranas arlequín son anfibios terrestres, pueden tener colores muy llamativos y brillantes y viven en áreas abiertas (como los Páramos andinos) o regiones densamente boscosas (como la Amazonía).
En general, la presencia de estas ranas que habitan zonas donde predominan pequeños riachuelos de agua limpia y clara, puede ser una señal de buena salud de los riachuelos. Cerca del 80% de las especies de Atelopus sufren algún tipo de amenaza y se cree que hasta el 40% pueden estar extintas en la naturaleza (algunas sólo existen gracias a programas que mantienen poblaciones en cautiverio).
Entre las mayores amenazas a las ranas arlequín se encuentran la deforestación, la alteración del medio ambiente y, en especial, las enfermedades infecciosas. Entre las patologías que causan mortalidad de anfibios, la más letal es la quitridiomicosis (enfermedad causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis), que puede entenderse como una pandemia de los anfibios.
Las ranas arlequín de San Lorenzo (Atelopus nahumae), una especie en peligro de extinción que solo existe la Sierra Nevada de Santa Marta, en apareamiento.
Debido a que se consideran extremadamente amenazadas, además de ser especialmente susceptibles a la quitridiomicosis, las ranas arlequín reciben una atención especial por parte de la comunidad científica. La articulación y la colaboración entre los investigadores y los conservacionistas son comunes en las iniciativas destinadas a proteger a estos animales. Atelopus Survival Initiative (Iniciativa de Supervivencia Atelopus, en español) surge precisamente de la urgencia de implementar estrategias para la conservación de las ranas arlequín. La iniciativa cuenta con más de 40 organizaciones de 13 países e incluye a decenas de personas dedicadas al estudio y a la conservación de los Atelopus.
Muchos miembros también son exploradores de National Geographic, por lo que aprovechamos esta oportunidad para trabajar en un proyecto que reuniera a estos exploradores para intercambiar experiencias y pensar en estrategias para la conservación de los Atelopus. El proyecto está liderado por la exploradora colombiana Lina Valencia y el brasileño Luis Marin da Fonte (coordinadores de Atelopus Survival Initiative).
Sierra Nevada de Santa Marta, un santuario de las ranas arlequín
Además de su exuberante belleza, la Sierra Nevada de Santa Marta es un lugar especial desde el punto de vista de la diversidad biológica y cultural. Más que preservar una enorme diversidad de especies animales y vegetales que no existe en ningún otro lugar del mundo, la región está habitada por cuatro comunidades indígenas (arhuaco, kankuamo, kogui y wiwa) descendientes del pueblo Tairona, civilización que habita la sierra desde hace cientos de años (al menos 200 años antes de Cristo).
Pero la razón que nos hizo elegir el encuentro en la Sierra Nevada de Santa Marta fue otra, estrechamente relacionada con las ranas arlequín. La cordillera alberga en sus arroyos cinco especies de Atelopus, algunas de las cuales se encuentran en alto riesgo de extinción.
Sin embargo, a diferencia de otros lugares donde habitan estos animales, en Santa Marta la mayoría de estas especies tiene poblaciones estables y saludables. Los investigadores involucrados en el proyecto creen que comprender las razones por las que estas poblaciones resisten más que otras puede ser fundamental para el desarrollo de estrategias de conservación del grupo, tanto en Colombia como en otros países.
El acceso a la Estación Experimental San Lorenzo no es fácil. Fue organizado por la Fundación Atelopus, integrada por investigadores y estudiantes colombianos que ayudan a preservar a las ranas arlequín. El trayecto comenzó desde Minca, donde tomamos un café y recogimos a Janni Benavides (exploradora de National Geographic) y a su hija Julia Alvarez, quienes participan en el proyecto y en el encuentro en San Lorenzo. Durante el ascenso a la sierra, el ambiente cambia, la temperatura desciende y el lodo acumulado en el camino nos recuerda que hemos dejado la comodidad de la ciudad y estamos dentro de un bosque tropical húmedo.
Luis Marin da Fonte (coordinador ASI); Lina Valencia (Re:wild y exploradora); y Brian Gratwicke (Instituto Smithsoniano y explorador) en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia.
El explorador Juan Manuel Guayasamin demuestra a investigadores y líderes de comunidades tradicionales locales cómo recolectar material para el análisis de la presencia del hongo Batrachochytrium dendrobatidis. Juan es co-coordinador del Atelopus Task Force, vinculado a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Durante los días que pasamos en la Estación Experimental, contamos con la presencia de un grupo bastante diverso de personas: investigadores, educadores, artistas y estudiantes de posgrado directamente involucrados en la conservación de las ranas arlequín, así como líderes del gobierno local. En los encuentros también participaron dos líderes arhuacos.
Durante las conversaciones en la Estación Experimental San Lorenzo, fue fácil entender que, a pesar de posibles conflictos de pensamiento entre los líderes de los grupos tradicionales (indígenas y campesinos) y los representantes del gobierno, los habitantes de la Sierra Nevada conservan su identidad cultural milenaria y comparten un enorme respeto por la naturaleza. Entre los pobladores de la sierra, el lugar es conocido como el corazón del mundo.
En total, participaron 24 personas de nueve países diferentes. Esta diversidad cultural e intelectual fue esencial para el éxito de la expedición y la consolidación del grupo como un equipo que comparte un objetivo sólido: asegurar un futuro para las ranas arlequín.
Las experiencias compartidas, en el transcurso de discusiones formales o conversaciones informales durante las caminatas por el bosque, incluyeron el intercambio de información sobre muchos aspectos teóricos y prácticos de la conservación de anfibios. Escuchamos ejemplos de éxitos y fracasos en protocolos científicos probados en diferentes especies. Demostramos, en la práctica, algunos de los métodos más utilizados en las investigaciones con ranas arlequín.
Al final del proyecto, los investigadores prometen entregar un protocolo que se compartirá con Atelopus Survival Initiative y el resto de la comunidad científica y que se podrá utilizar como un punto de partida para futuras investigaciones con las ranas arlequín en toda Latinoamérica.
Arte y educación para salvar a las ranas arlequín
Se equivoca quien piense que la biología de la conservación, una de las disciplinas más complejas y diversas de las ciencias de la vida, vive únicamente de la investigación. Sin duda, los momentos más destacados de la expedición fueron las actividades realizadas con las comunidades locales, donde el grupo Jacana Jacana realizó conciertos junto con actividades de educación ambiental dirigidas a los niños.
Los eventos, realizados en un colegio público y en un salón de fiestas de Minca, contaron con un público predominantemente infantil, que fue contemplado con los encantadores cantos de Jacana Jacana. Las canciones del grupo, cantadas por la exploradora Janni Benavides, su hija Julia Alvarez y su esposo Andrés Alvarez, incluyen ritmos diversos y celebran la biodiversidad de los bosques latinoamericanos. Con estribillos bien pensados y creativos, las canciones imprimen en nuestra memoria historias de la naturaleza.
Como parte del proyecto, seleccionamos cuatro especies de ranas arlequín de cuatro países diferentes. Para cada una, Janni y su banda crearon una canción. La letra, trabajada en conjunto con los investigadores que actúan en la conservación de cada especie, incluye elementos relacionados con las ranas y la cultura de los países.
Janni Benavides, música y educadora, durante un concierto del grupo Jacana Jacana en Minca, Colombia. El grupo trabaja temas relacionados con la naturaleza a través de canciones y otras actividades artísticas.
Las cuatro canciones fueron interpretadas en vivo por primera vez durante los conciertos en Colombia. En poco tiempo, todos los presentes en las puestas en escena, desde los niños hasta el investigador más serio del grupo, cantaron y bailaron emocionados, entonando de modo alto y claro la preservación de la diversidad del planeta.
Las canciones, que en algunos casos cuentan con la participación de los propios científicos o miembros de las comunidades locales, se lanzarán oficialmente en los próximos meses, junto con videos musicales producidos exclusivamente para el proyecto. Las composiciones musicales y los videos estarán disponibles en Spotify y en YouTube de Jacana Jacana.
La primera de las canciones, ya disponible en internet, es un homenaje a la especie Atelopus ignescens, de Ecuador, conocida localmente como jambato negro. Los científicos creían que el jambato negro, como otros Atelopus, se había extinguido, hasta que un niño lo reencontró mientras jugaba en su jardín.
Durante una visita a la comunidad Arhuaco, se realizaron actividades de pintura y se repartieron ejemplares del libro Ranas-Arlequín, Joyas de nuestros bosques y páramos, que contiene textos informativos sobre las ranas arlequín y letras de las canciones producidas por el proyecto.
Pero la fiesta y la música son simplemente el apogeo de las celebraciones. Antes de los espectáculos de Jacana Jacana, se realizaron actividades educativas con los niños, como serigrafía, impresión de camisetas y carteles con imágenes de las ranas arlequín y distribución del libro “Ranas Arlequín, Las Joyas de Nuestros Bosques y Páramos”. El libro incluye textos escritos por algunos de los investigadores involucrados en el proyecto, acompañados de ilustraciones de la artista colombiana Sara Ramírez.
Solo nuevamente, de regreso a casa, miro una vez más las imágenes tomadas durante el viaje y recuerdo algunos de los momentos vividos durante la expedición. Al son encantador de los cantos de Jacana Jacana, me acuerdo del compromiso asumido por todos los presentes en la expedición: mejorar el conocimiento científico y compartir, a través de la educación y del arte, nuestro deseo de proteger a las ranas arlequín y todas las formas de vida existentes en el planeta. La experiencia que tuvimos en la mágica Sierra Nevada de Santa Marta superó las expectativas.
El proyecto es un paso importante en la lucha por la conservación de las ranas arlequín, un grupo de singular belleza y especialmente en peligro de extinción. Sin embargo, además, hemos establecido nuevos lazos profesionales y de amistad que serán fundamentales para la concreción de futuras alianzas e iniciativas destinadas a conservar la diversidad biológica y cultural de los bosques latinoamericanos.
El grupo que participó en la expedición reunió a 24 personas de nueve países.
Pedro Peloso es biólogo y fotógrafo, explorador de National Geographic y experto en el estudio y en la conservación de anfibios y reptiles. Sigue su trabajo en Instagram y en nuestras páginas.