Esta ballena recién descubierta ya está en peligro de extinción
Una ballena de Rice (Balaenoptera ricei), antes llamada ballena de Bryde del Golfo de México, nada justo bajo la superficie en el Golfo de México.
No es frecuente que los científicos descubran una nueva especie de mamífero, y menos aún una que alcanza los 12 metros de longitud, pesa hasta 30 toneladas y frecuenta las aguas de una zona densamente poblada. Pero eso es lo que ocurrió en 2021, cuando los científicos anunciaron a la ballena de Rice o rorcual de Rice (Balaenoptera ricei), antes considerada una subespecie de la ballena de Bryde.
Sin embargo, la emocionante noticia vino acompañada de un dato mucho más triste: estas ballenas filtradoras, a menudo llamadas ballenas del Golfo de México por su hábitat al sur de Florida, están en peligro crítico de extinción.
Según las mejores estimaciones de los investigadores, solo quedan 51 ballenas, lo que las convierte en uno de los mamíferos marinos más raros del mundo. Según la Redlist de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés) solo quedan 26 especímenes adultos.
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Con su hábitat principal justo en medio de un corredor marítimo muy transitado, las ballenas de Rice viven bajo la amenaza constante de ser agredidas por colisiones con embarcaciones, actividades de entrenamiento militar, prospecciones de petróleo y gas, y contaminación ambiental.
El vertido de petróleo en el Golfo en 2010 contaminó casi la mitad del hábitat de las ballenas, mató aproximadamente al 17% de la población restante, enfermó a otro 18% y dejó a casi una cuarta parte de las hembras con problemas reproductivos.
Conscientes de este escenario, los científicos que trabajan con la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA. por sus siglas en inglés) han puesto en marcha una serie de proyectos de investigación para estudiar a la especie más de cerca.
Por ejemplo, un estudio reciente, publicado en enero, utilizó las características vocalizaciones de estas raras ballenas para rastrear sus movimientos, y descubrió que viajan fuera de su área de distribución principal, tan al oeste como la costa de Texas.
"Fue emocionante descubrir que siguen apareciendo regularmente en el noroeste del Golfo de México", afirma Melissa Soldevilla, directora del estudio e investigadora de biología pesquera de la NOAA. "Los registros históricos sugieren que solían estar distribuidas más ampliamente por todo el Golfo, pero no se habían visto ballenas más allá del hábitat central desde la década de 1990".
Cartografiar la distribución de las ballenas es necesario para definir su hábitat crítico según la Ley de Especies en Peligro de Extinción, un proceso que está actualmente en marcha y que se convertiría en la base de las protecciones legales.
"Una vez que sepamos dónde y cuándo se encuentran las ballenas, podremos determinar dónde se solapan con actividades humanas que puedan suponer una amenaza para ellas", afirma Soldevilla. "Esto nos ayuda a identificar y desarrollar acciones de gestión y conservación para reducir la amenaza y mejorar sus posibilidades de recuperación".
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Un cráneo conduce a una nueva especie
Las ballenas de Rice llevan mucho tiempo intrigando a la comunidad científica, que empezó a estudiar su anatomía hace casi dos décadas. Las pruebas genéticas habían sugerido que las ballenas eran una especie distinta, lo cual se confirmó gracias al hallazgo de un cráneo que apareció en los Everglades de Florida en 2019.
"Con este espécimen, por fin fue posible reunir todas las pruebas y redactar el artículo científico que describe la nueva especie", sostiene Patricia Rosel, genetista investigadora de la NOAA que dirigió el estudio de identificación de las ballenas de Rice, llamadas así por el biólogo marino Dale Rice, ya fallecido, que fue el primero que observó las características especiales de estas ballenas.
Poco después de su descubrimiento, la NOAA elaboró un plan de recuperación de la especie, que exige reducir las colisiones con embarcaciones y proteger el hábitat de las ballenas de las amenazas asociadas al desarrollo energético, incluido el ruido de las prospecciones sísmicas, así como los vertidos de petróleo.
Las pruebas sísmicas, o voladuras con cañones de aire, una herramienta utilizada en la exploración de petróleo y gas que obtuvo aprobación legal en 2018, plantean la amenaza más reciente al interferir potencialmente con la comunicación, la navegación por sonar y la alimentación de las ballenas.
"El oído para ellas es como la vista para nosotros, lo usan para todo", dice Kaitlin Frasier, asistente de investigación marina en el Instituto Scripps de Oceanografía que estudia las ballenas de Rice. "El sonido viaja muy bien bajo el agua, y estas criaturas han evolucionado para aprovecharlo. Al inyectarles nuestro ruido, les estamos dificultando lo que necesitan para sobrevivir".
Frasier es coautor, junto con Soldevilla, de un estudio de 2022 en el que se colocaron dispositivos en el fondo del océano, así como etiquetas acústicas adheridas a las ballenas de Rice, para demostrar que los cetáceos emiten varias llamadas únicas que podrían ser interrumpidas por el ruido producido por el hombre. La investigación también reveló que las ballenas de Rice duermen flotando cerca de la superficie, lo que las hace vulnerables a las colisiones con embarcaciones y otras amenazas.
"El rastreo acústico es una de las mejores cosas que se nos han ocurrido para averiguar dónde están los hábitats importantes y hacer lo que podamos para que la vida sea menos estresante en esas zonas", afirma Frasier.
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La presión continúa
Mientras tanto, algunos científicos y conservacionistas quieren que el Gobierno acelere el ritmo de trabajo.
En octubre de 2022, un grupo de cien científicos marinos internacionales publicó una carta abierta en la que pedían al Gobierno de Joe Biden que hiciera más para proteger a las ballenas de Rice. Además, se están tramitando varias demandas en los tribunales, entre ellas una presentada por el Consejo de Defensa de Recursos Naturales que exige el cese de las detonaciones de cañones de aire.
"Queremos hacer todo lo posible por mantenerlas vivas y recuperar su población", afirma Frasier.
"Hay que investigar mucho más, pero primero hay que llamar la atención de todo el mundo y asegurarse de que la gente se da cuenta de que es un problema real, antes de que sea demasiado tarde".