¿El dolor de los animales es igual al que sienten los humanos?
Un conejo con dolor coloca las orejas hacia atrás y entrecierra los ojos. Estos gestos forman parte de una “escala de muecas” que nos revela cómo sienten malestar los animales.
Un lobo herido (Canis lupus) se lame las heridas tras una lucha por el territorio en el bosque bávaro, Alemania.
El dolor puede ser bueno: es un mensajero. Nos indica que hay un problema y que debemos encargarnos de él.
La gente puede expresar malestar, pero a los animales, a veces, les cuesta mucho más. Pero… ¿sienten dolor como los humanos?, ¿cómo podemos saberlo?
Qué es la escala de muecas
Según Marc Bekoff, biólogo evolutivo y escritor, los mamíferos comparten el mismo sistema nervioso, sustancias neuroquímicas, percepciones y emociones, todos ellos integrados en la experiencia del dolor.
Bekoff explica que no se sabe si los mamíferos sienten dolor o no, pero eso no significa que no lo experimenten.
Existen pistas que indican cómo comunican los animales (sobre todo las mascotas) el sufrimiento físico.
Por ejemplo, el perro de Dorothy Brown, Foster, tiene dolor por un miembro fantasma en una pata que le amputaron cuando lo atropelló un coche. “Se duerme profundamente, salta, llora y mira el lugar donde estaba la pata”, afirma Brown, profesora de cirugía en el hospital veterinario de la Universidad de Pensilvania, donde llevaron a Foster para tratarlo. Los humanos amputados también experimentan este fenómeno.
Brown añade que los veterinarios también recurren a los dueños para que estén atentos e informen de los cambios conductuales que puedan indicar dolor, como que ya no salten en el sofá o pierdan el apetito.
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Los científicos han desarrollado “escalas de muecas” (que al principio se usaban en niños) para ratones, conejos, ratas y caballos. Cada animal muestra determinados cambios físicos que son indicadores fiables de dolor; los conejos con dolor, por ejemplo, tensan los bigotes, entrecierran los ojos y echan las orejas hacia atrás.
Existe una base científica luego de que dueños y veterinarios afirman reconocer el dolor de sus mascotas en sus ojos y en su rostro.
Unas tortugas gigantes se aparean en la Estación Científica Charles Darwin.
Te entiendo
Interpretar el dolor es más complicado en no mamíferos, como los reptiles, que “no pueden exhibir expresiones faciales ya que muchos ni siquiera tienen párpados», escribe por email Bree Putman, investigadora posdoctoral en el Museo de Historia Natural de Los Ángeles.
Pero eso no significa que no experimenten dolor: “Reptiles, anfibios y peces tienen la neuroanatomía necesaria para percibir el dolor”, indica el libro Pain Management in Veterinary Practice.
Los reptiles evitan los estímulos dolorosos y los medicamentos analgésicos reducen dicha respuesta. Para Putman, ambos son indicadores de que experimentan dolor.
Brown explica que, en la naturaleza, las especies que son presas, como los conejos, evitan mostrar dolor para evitar que un depredador los marque como blanco fácil.
Bekoff afirma que ocurre lo mismo con los depredadores, como los lobos, para los que mostrar dolor o debilidad podría hacerlos vulnerables ante sus rivales.
También explica que las aves tienen receptores de dolor y sienten dolor como los mamíferos. En un estudio del año 2000 un grupo de pollos cojos escogió la comida que contenía analgésicos cuando les permitieron escoger su propia dieta.
Criaturas grandes y pequeñas
Independientemente de la especie de animal, los veterinarios tratan a sus pacientes “atendiendo a que puede ser algo doloroso”, señala Brown.
Esto incluye a las tortugas gigantes de Floreana que, a veces, pueden lesionarse durante el coito.
“Si el macho se cae de la hembra tras aparearse”, explica, estos gigantes pueden romperse el caparazón o una pata. “¡Tiene que doler!”.