Las chinches están por todas partes: ¡Y son muy buenas en lo suyo!
Aunque pueden ser molestas, las chinches comunes no transmiten enfermedades. Gracias a su capacidad de resistencia, se encuentran en todo el mundo desde hace mucho tiempo.
La chinche común, Cimex lectularius, es un parásito humano que sobrevive con éxito en ciudades de todo el mundo.
Los diseñadores de moda y las celebridades se reunieron recientemente en París con motivo de la Semana de la Moda, pero no fueron los únicos en aparecer en los titulares. Las redes sociales y los canales de noticias se llenaron de vídeos de chinches que se arrastraban por las grietas acolchadas de la ciudad, desde los asientos del metro hasta las butacas reclinables de los cines.
Los insectos han avivado la preocupación generalizada en París y en el resto del mundo debido al número de viajeros que podrían regresar a casa con un chupasangre a cuestas. "Nadie está a salvo", tuiteó el primer teniente de alcalde de París durante la Semana de la Moda.
Aunque pueden ser molestos, estos insectos no transmiten enfermedades y suelen ser más una molestia que produce picor que una amenaza grave para la salud. Estuvieron prácticamente ausentes desde la década de 1940 hasta finales de 1990 debido al uso de pesticidas, pero han resurgido en los últimos años, con una explosión en casi todas las grandes ciudades, incluidas Nueva York y Hong Kong. Es posible que la situación de París no sea un brote, sino la prueba de un problema que viene de lejos, y un ejemplo de lo que hace que estas criaturas sean tan efectivas.
"Mi suposición es que han tenido un problema de chinches bajo el escenario durante mucho tiempo", señala Zachary DeVries, entomólogo urbano de la Universidad de Kentucky. "No aparecieron sólo durante la Semana de la Moda. Alguien las vio por casualidad y llamó la atención sobre ello... Lugar adecuado, momento adecuado... o, en su caso, probablemente lugar equivocado, momento equivocado".
Cualquiera que haya sufrido una infestación de chinches en su propia casa sabe que las picaduras de estos insectos pueden provocar ronchas incómodas que causan escozor. También es probable que la gente sepa lo difícil que es eliminar las chinches una vez que se meten dentro, anidando entre los tejidos y los cojines de los muebles.
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Cada chinche suele vivir sólo unos meses o, en algunos casos, hasta un año. Pero, según DeVries, eso es tiempo suficiente para que una población explote.
"Si dejas en tu casa una hembra que se haya apareado, muy rápidamente puede iniciar una población capaz de crecer de forma descontrolada en cuestión de semanas o meses", asegura.
¿Qué son las chinches?
Las chinches forman parte de una familia de insectos llamada Cimicidae, que incluye unas 100 especies de pequeños parásitos que se alimentan de animales de sangre caliente. Solo tres de estas especies suelen picar a los humanos, la más común de ellas se conoce como Cimex lectularius.
Las chinches adultas son de color marrón rojizo, no tienen alas y miden aproximadamente 6 milímetros (un cuarto de pulgada de largo), más o menos el tamaño de una semilla de manzana. A menudo se confunden con otros chupasangres, como las pulgas, pero pueden diferenciarse por su cuerpo plano y ovalado.
"Las chinches han sido un problema desde que se tiene constancia de su existencia", considera DeVries. Incluso, sus diminutos restos han sido hallados en tumbas egipcias de hace más de 3500 años. Pero, ¿de dónde vienen? Los científicos aún no están seguros de cuáles fueron sus primeros antepasados, pero una de las principales teorías sobre la aparición de las chinches actuales es que evolucionaron en asociación con los murciélagos.
"Hace unos 200 000 años, cuando los humanos vivían en cuevas con murciélagos, un linaje de chinches se asoció a los humanos", explica Coby Schal, entomólogo urbano de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. "Sin embargo, cuando los humanos abandonaron la cueva, ese linaje los siguió".
Las chinches se alimentan de sangre humana. A veces dejan marcas de mordeduras irritadas y otras prácticamente no dejan rastro.
El apetito de una plaga
Cada pocos meses, desde hace más de 35 años, Lou Sorkin practica el mismo ritual: se sienta en la encimera de su cocina, se toma una taza de café y da de comer a sus chinches. El entomólogo, afincado en Nueva Jersey, ha criado y estudiado estas criaturas a lo largo de su carrera, dejando que más de 200 000 chinches comieran en su brazo en las últimas décadas, según sus cálculos.
"No es un gran problema porque no reacciono mal al hecho de que se alimenten de mí", comenta Sorkin, que ahora trabaja en una empresa de consultoría que ayuda a la gente a identificar y tratar los brotes de plagas en sus casas.
Antes de cada comida, Sorkin exhala en los recipientes de cristal que contienen las chinches tras una fina pantalla. A diferencia de las cucarachas, a las chinches no les interesan las migas de los bocadillos ni los platos sucios. En cambio, se sienten atraídas por el dióxido de carbono del aliento, el calor del cuerpo y el aroma de una persona, incluido el olor de la ropa sucia, según un estudio de 2017.
Una vez que la chinche encuentra su objetivo, el insecto clava en la piel un tubo en forma de aguja que lleva adherido a la cabeza para succionar la sangre caliente. También inyecta una serie de proteínas en el lugar de la picadura, entre ellas un anestésico y un anticoagulante para evitar la coagulación de la sangre.
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Durante una comida, pueden ingerir seis veces su peso en sangre, y a menudo parecen "un adorno navideño" cuando se sacian, sostiene Schal. Aunque no se sabe que las chinches sean portadoras de enfermedades, su saliva puede inducir una respuesta alérgica en algunas personas y provocar grandes protuberancias que pican. Otras ni siquiera se dan cuenta de que conviven con estos insectos porque su piel no reacciona en absoluto, agrega el experto.
Parásitos proliferantes
Mediante una estrategia conocida como inseminación traumática, una chinche macho adulto pincha el abdomen de una hembra con su pene en forma de hoz e inyecta su esperma directamente en su cuerpo para aparearse. El esperma pasa a través del sistema circulatorio abierto de la hembra hasta sus ovarios, donde el óvulo es fecundado.
"La hembra tiene un aparato genital completamente funcional que el macho decide ignorar y, de todos modos, la apuñala en el costado", señala William Hentley, ecólogo de la Universidad de Sheffield, en Inglaterra. "Cómo ha evolucionado es un poco misterioso, la verdad".
Con el tiempo, las hembras han desarrollado un órgano especializado en su abdomen conocido como espermalega que está repleto de células inmunitarias, lo que ayuda a prevenir las infecciones bacterianas en el lugar de la herida. Tras esta violenta cópula, la hembra suele poner de 1 a 7 huevos al día, que eclosionan en ninfas. Estas ninfas pasan por cinco etapas diferentes de muda y crecimiento (conocidas como estadios) antes de alcanzar la edad adulta, aunque deben consumir una comida de sangre antes de completar cada muda.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército estadounidense roció los colchones con una solución del pesticida DDT (como se ve aquí en un cuartel) para evitar la propagación de chinches.
Las chinches son cada vez más resistentes
A lo largo de la historia, el ser humano ha realizado innumerables intentos de controlar los brotes de chinches. Uno de los más exitosos tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se distribuyó ampliamente el pesticida DDT, hoy prohibido, para matar insectos. Al principio, este producto químico fue excepcional a la hora de frenar los brotes de chinches. Pero en la década de 1990 empezó a extenderse una nueva población de chinches inmunes a los potentes efectos del DDT.
"Este es el problema de los pesticidas, porque en cuanto se empieza a matar a un montón de ellos, pero se dejan unos pocos, la resistencia evoluciona rápidamente en una población", explica DeVries, y añade que esto es similar a las enfermedades que desarrollan resistencia a los antibióticos en el mundo de la medicina.
Para agravar el problema, en las últimas décadas han aumentado los viajes por todo el mundo, lo que hace posible que las chinches se extiendan por todos lados y encuentren nuevos huéspedes cada día. Como resultado, las poblaciones de chinches han crecido en gran medida en este tiempo, y muchos de los insectos son ahora altamente resistentes a una variedad de pesticidas en el mercado. Los exterminadores suelen recurrir a tratamientos térmicos, ya que las chinches mueren si se exponen a temperaturas superiores a los 43 grados Celsius durante 90 minutos o más.
"La mejor forma de no tener chinches es comprarse una cabaña en el bosque, no salir nunca de ella y esconderse allí, pero entonces se pierde todo el disfrute y los placeres de la vida", comenta DeVries. "No lleves la paranoia a cuestas. No te va a ayudar y, al fin y al cabo, sólo son bichos y en este momento podemos controlarlos y lidiar con ellos".