¿Es cierto que las aves migratorias se relacionan con otras especies?
Tras observar miles de registros durante décadas, los investigadores descubrieron que las aves, aun siendo de distinta especie, repiten comportamientos en cada migración anual en Estados Unidos.
Los pájaros cantores migratorios como la reinita atigrada y la reinita de Tennessee (fotografiadas aquí en una lucha territorial) pueden participar en vastas redes sociales a lo largo de sus viajes.
En septiembre, miles de millones de aves se dirigen hacia el sur como parte de la migración invernal anual, un acontecimiento tan enorme en alcance y escala que es difícil de comprender para el ser humano. Pero un nuevo estudio ofrece una ventana a la vida de estos animales como nunca antes. En el Día Mundial de las Aves Migratorias, celebrado el segundo sábado de octubre y que en 2024 coincide con el 12 de octubre, conoce más al respecto.
A partir de más de medio millón de registros recogidos en cinco puntos de migración de las regiones del noreste y los Grandes Lagos (en Estados Unidos), los científicos han revelado que las aves aun siendo de distinta especie establecen relaciones duraderas durante la migración.
Más aún: según un estudio publicado recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences, los investigadores afirman que estas relaciones podrían ser ecológicamente significativas y estar potencialmente amenazadas por perturbaciones de origen humano, como el cambio climático.
Los científicos sospechaban desde hacía tiempo que podía haber conexiones ocultas entre determinadas especies en los puntos de escala utilizados durante la migración. El estudio actual utilizó registros de 50 especies de pájaros cantores documentados a lo largo de 23 años de datos migratorios con el objetivo de desentrañar una compleja red social aviar.
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Para estudiar las migraciones de las aves, los investigadores suelen capturarlas con redes y marcarlas con diminutas bandas numeradas en las patas en lugares de escala conocidos durante el viaje. En algunos de estos estudios se han descubierto indicios de las conexiones sociales de los pájaros cantores.
Por ejemplo, cada primavera, las candelitas norteñas, las reinitas de magnolia y las reinitas de Pensilvania quedan atrapadas en las mismas secciones de redes y en los mismos intervalos de tiempo de 20 a 45 minutos.
Del mismo modo, cuando los anilladores de aves acuden a estos mismos lugares en otoño, capturan sin falta chingolos gorgiblancos, reyezuelos rubí y reinitas coronadas, de nuevo en las mismas redes y al mismo tiempo. Todo ello sugiere que estas aves no interrumpen sus migraciones al azar cuando están cansadas o hambrientas, sino que siguen pautas repetibles.
“No es fácil estudiar la migración y seguir a los animales a lo largo de sus rutas”, afirma Emily Cohen, bióloga especializada en migraciones del Centro de Ciencias Medioambientales de la Universidad de Maryland (UMCES) y autora del estudio.
“Pero, en realidad, lo que se observa es la coexistencia de todas estas especies. En el océano, peces y mamíferos marinos siguen las mismas corrientes, y en el aire, insectos, aves y murciélagos de todas estas especies”, explica.
“En cierto modo, es casi absurdo pensar que no interactúan entre sí”, afirma Cohen.
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Sorprendente: las aves migratorias no compiten entre sí
Curiosamente, el estudio actual no trata de evaluar la calidad de cada interacción entre los pájaros cantores. Se limita a registrar qué especies están presentes al mismo tiempo o, por el contrario, qué especies coinciden poco o nada en una zona.
“Con nuestro conjunto de datos, no podemos decir si estas relaciones son positivas o negativas”, sostiene Joely DeSimone, que también es bióloga de migración en UMCES y autora principal del estudio. “Podríamos estar viendo afiliaciones entre aves que se persiguen unas a otras en la red, o podríamos estar observando relaciones agresivas”.
Al mismo tiempo, los científicos descubrieron que era mucho más probable que los pájaros cantores aparecieran juntos antes que mostrar signos de evitación. De hecho, de las 50 especies, los datos revelaron que solo la candelita norteña y el reyezuelo rubí parecían evitarse mutuamente, por razones poco claras.
Para los científicos, esta tendencia social era un poco contradictoria, sobre todo en especies estrechamente emparentadas que se superponían en sus comportamientos de búsqueda de alimento. “Esperábamos ver competencia entre especies que comen alimentos similares”, confiesa DeSimone.
Piénsalo: hay millones de animales cansados de vuelos sin escalas que pueden abarcar miles de kilómetros. “Llegan a hábitats que nunca habían visto, básicamente hambrientos, y tienen que reabastecerse, reconstruir sus órganos y sus reservas de grasa, y seguir adelante”, explica.
Tendría sentido que un ave viera a otra como un competidor. Sin embargo, el hecho de que tantas especies puedan verse juntas, y de forma tan pacífica, puede indicar la naturaleza beneficiosa de una red social aviar.
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“También necesitan localizar comida con rapidez, por lo que la presencia de otras aves con comportamientos de búsqueda de alimento similares o preferencias alimentarias parecidas puede indicar a los recién llegados dónde está el hábitat bueno”, dice DeSimone.
Para los investigadores, el siguiente paso es tratar de averiguar la naturaleza exacta de estas conexiones entre aves cantoras y lo que significan para los ecosistemas, a medida que cambian el clima y los recursos de las aves.
Relaciones ocultas entre aves migratorias
“Una de las cosas más destacables de este trabajo es que analiza estas enormes y amplias migraciones entre muchísimas especies”, asegura Janet Ng, bióloga de fauna salvaje del Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Canadá.
“Hay muchos estudios que analizan las relaciones sociales entre individuos. Pero esto permite tener una visión global de lo que ocurre”.
Ng también se pregunta por las relaciones ocultas entre otros grupos de aves y respalda las anécdotas entre las aves playeras que estudia.
De hecho, algunos de sus colegas vieron recientemente una pareja de correlimos semipalmeados juntos en una playa de Massachusetts en agosto. No es de extrañar: los correlimos semipalmeados recorren miles de kilómetros cada año en una migración que se extiende desde el Ártico hasta Sudamérica.
Lo sorprendente, sin embargo, según apunta Ng, es que las marcas en las patas de esta pareja revelaban que habían sido capturadas y anilladas exactamente al mismo tiempo, dos años antes, en New Brunswick, Canadá.
“Dos años después, estas aves volvieron a encontrarse”, subraya la bióloga. “Estas aves migraron dos ciclos y luego se las vuelve a observar juntas. Así que realmente plantea muchas preguntas”.