¿Por qué el Ártico tiene más plásticos que la mayoría de los lugares de la Tierra?
Los plásticos viajan por las corrientes del océano y por el aire hacia el norte y se acumulan, en ocasiones, dentro de los animales que viven allí.
En un témpano en el mar de Groenlandia, mucho más arriba del círculo ártico, Ingeborg Hallanger aspira plástico.
Nos encontramos en una porción de “hielo rápido”, denominado así porque se mantiene congelado en una maraña de icebergs pegados en una plataforma poco profunda en la costa noreste de Groenlandia. Una superficie blanca y arrugada, salpicada de estanques azules de agua del deshielo y atravesada por grietas, se extiende hasta el horizonte. Los glaciares de Groenlandia brillan en la distancia.
Hallanger, investigadora del Instituto Polar Noruego en Tromsø, Noruega, observa por un agujero que ha sido excavado en hielo ancho y pasa una manguera hacia la superficie líquida que hay debajo. Mientras otros miembros de la expedición de investigación patrullan con rifles por si se topan con osos polares, cuya aparición llevaría a una retirada forzosa hacia la embarcación amarrada ahí cerca, Hallanger prende una bomba y comienza a filtrar pequeñas partículas desde el agua.
Aquí en el Ártico, a cientos de kilómetros de la ciudad grande más cercana, se encuentra la mayor cantidad de plástico del planeta. Algunos estudios hallaron mayores concentraciones de los microplásticos en el hielo marino en estos focos de gran altitud que en las cincos infames manchas de basura del océano. Y un informe reciente descubre que los microplásticos transportados por vía aérea están cayendo en el norte junto a la nieve.
Hallanger, ecotoxicóloga, quiere saber cómo el diluvio de materiales sintéticos podría afectar los hábitats cercanos al hielo que forman las bases de la red alimenticia del océano.
“Si es real que el hielo tiene mucho plástico”, señala, “entonces, los organismos que viven en y debajo de él podrían tener uno de los espacios habitables más contaminados del océano”.
Plásticos en todo el norte
El área donde Hallanger está trabajando es una de las partes más contaminadas con plástico del Ártico. Un estudio reciente halló que, dentro de este pasaje entre el este de Groenlandia y las islas Svalbard en Noruega, un núcleo de corrientes oceánicas denominado estrecho de Fram, hay más de 12.000 partículas de microplástico por litro de hielo marino. Esa cantidad es similar a las concentraciones más altas informadas flotando en las costas urbanas más contaminadas. Y es menor que las 14.000 partículas por litro encontradas recientemente en la nieve de la parte más alta del hielo marino del estrecho de Fram.
Pero la invasión de plásticos en el Ártico no es exclusiva del estrecho de Fram. Los científicos están encontrando microplásticos en toda la región norte, desde el mar de Beaufort hasta el archipiélago canadiense y las aguas costeras de Siberia, y están comenzando a averiguar por qué están allí. Las aguas superficiales del océano albergan más cantidad de plástico que cualquier otra cuenca del océano. La cantidad de partículas medidas en algunas partes del fondo del océano ártico son las más altas del mundo. Los fragmentos de materiales hechos por seres humanos están apareciendo en la vida silvestre del Ártico. En especial, en los pájaros. Y, especialmente, un ave similar a la gaviota denominada fulmar boreal, que se ha vuelto un imán para los plásticos.
“Todos los grupos de fulmares que hemos observado en todo el Ártico en los últimos 30 años tienen plásticos dentro”, menciona Jenn Provencher, directora de la unidad de salud de vida silvestre del Canadian Wildlife Service.
La gran cantidad de plástico que hay en nuestros océanos hoy es un problema global. Los científicos estiman que se arrojan hasta 12,7 millones de toneladas métricas de basura plástica a los mares por año. Pero, además de tener una de las cargas de microplásticos más grandes del mundo, el Ártico, con sus duras condiciones de vida, su red alimentaria limitada y sus monumentales cambios climáticos que están en proceso hoy, es probable que sea especialmente vulnerable a los efectos.
“Agregamos más y más estrés a los animales que viven en el lugar”, señala Hallanger, quien está examinando las exposiciones, las rutas y las consecuencias de los microplásticos en las aves, los zorros y otros animales. “Esto podría ser lo que los deja al límite”.
Plástico en todos lados
De regreso en Kronprins Haakon, un rompehielos de investigación del Instituto Polar Noruego, Hallanger, graduada de Vegard Stürzinger, y yo decidimos realizar un espontáneo experimento de microplásticos. Las muestras de Hallanger, que también incluyen núcleos de hielo, piezas del hielo “de panqueque” recientemente formado y agua marina profunda, serán analizadas cuando regresen al instituto en Tromsø. Pero aquí, filtramos varias muestras de hielo derretido raspado de la parte más alta del témpano donde nadie ha caminado y examinamos los restos con un microscopio.
Los filtros están repletos de pizcas de rojo, azul, negro y amarillo más pequeñas que una goma de borrar, el tamaño máximo como para ser clasificadas como microplásticos. La gran mayoría parecen ser fibras sintéticas, junto con algunos chips y vidrios rotos.
Nuestro procedimiento es no científico en su totalidad. No hemos calibrado nuestras medidas, ni estandarizado nuestros métodos, ni evitado la contaminación meticulosamente, algo que Hallanger hará en su análisis, aunque sí estamos en un laboratorio limpio y sellado donde no se permite la ropa sintética.
Y, sin embargo, es revelador. “¡Eso es realmente alto!”, menciona Hallanger sobre la cifra de manchitas plásticas que estamos viendo.
¿De dónde viene todo este plástico que hay en el Ártico y cómo llega a este lugar supuestamente prístino?
Plástico en movimiento
Erik van Sebille, oceanógrafo de la Universidad Utrecht en los Países Bajos, ha estado trazando mapas del movimiento de los plásticos en todo el océano. Hay tanta basura en la parte norte del océano que descubre que otra mancha de basura se está formando en el mar Barents, sobre Noruega y Rusia. Gran parte de la basura parece provenir del noroeste de Europa y la costa este de América del Norte.
Van Sebille plantea una hipótesis: los plásticos se apilan cerca del borde sur del océano Ártico porque el agua del Atlántico con dirección norte se enfría y se hunde allí, accionando un sistema de corrientes oceánicas poderosas denominado Circulación Meridional de Retorno del Atlántico. El plástico es boyante, así que se queda.
“Lo llamo el zurullo que no se va cuando aprietas el botón”, dice van Sebille.
Pero la gran mayoría de los microplásticos no están flotando en la superficie del océano, están mezclados en toda la columna de agua. Y aquellas piezas sumergidas no solo se están acumulando en el Ártico; sino que también se están dirigiendo hacia la Antártida. En un nuevo estudio, van Sebille y sus colegas hallaron que las corrientes de debajo de la superficie podían mover cantidades significativas de microplásticos desde latitudes medias hasta ambos polos. Señala que, de hecho, cuando es transportado por corrientes de debajo de la superficie, “es mucho pero mucho más probable que el plástico termine en las regiones polares”.
Además, van Sebille encuentra que los plásticos también están surfeando las olas esencialmente hacia los polos, un proceso de transporte oceánico denominado Desplazamiento de Stokes (Stokes Drift). Dado que la gran mayoría de los modelos que estiman el plástico en los océanos no incluyen el aventón dado por el Desplazamiento de Stokes, la carga en el Ártico podría ser considerablemente mayor, indica.
Mientras tanto, el hielo marino transporta y almacena grandes cantidades de microplásticos en el Ártico. Pero, con el hielo derritiéndose al ritmo veloz actual, ese almacenamiento debería ser considerado temporario, señala Ilka Peeken, bióloga marina del Instituto de Investigación Polar y Marina Alfred Wegener en Alemania.
Peeken, quien estudia los efectos del cambio medioambiental en los organismos que viven en el hielo marino del Ártico, ha hallado 17 tipos diferentes de plástico en el hielo: los envoltorios, los pedazos de tapas de botellas, las pinturas, el nylon, el poliéster y los trozos de lo que alguna vez fueron colillas de cigarrillos representan aproximadamente la mitad de todas las partículas. Y agrega que, probablemente, el nylon y la pintura provengan de fuentes locales como el equipamiento de pesca y los barcos, mientras que los artículos como los envoltorios y las tapas de botella deben haber viajado grandes distancias. Puede ser que algunas basuras se hayan escapado de la Mancha de Basura del Gran Pacífico y circularon hacia el norte por el estrecho de Bering. Levantada por mares helados, la basura atrapada en el hielo recorre el Ártico en el Desplazamiento Transpolar (Transpolar Drift).
Ahora, un nuevo estudio sugiere que los microplásticos también flotan en las corrientes de aire para aterrizar en el Ártico como nieve. Además de meterse en el agua, estas minúsculas partículas, prácticamente invisibles, podrían inhalarse, afirma la autora del estudio Melanie Bergmann, ecóloga marina del Instituto Alfred Wegener.
Posibilidades aterradoras
Muy poco se sabe sobre cómo está afectando la contaminación plástica a los ecosistemas del Ártico. Se han encontrado microplásticos, además de en aves, en los estómagos de algunas especies de peces polares, así como también en los mejillones atlánticos, los cangrejos de nieve y las estrellas de mar de aguas profundas, según un reciente informe sobre basura oceánica de la región norte realizado por el grupo de trabajo del Consejo del Ártico, Protección del Ambiente Marino del Ártico. Pero muy poco se ha investigado en esta remota y desafiante región y, aunque los experimentos han encontrado que se ha producido daño, como un comportamiento alterado en los peces expuestos a los microplásticos, los estudios, hasta ahora, no han presentado efectos en la salud de las poblaciones de animales.
No obstante, Hallanger señala que los estudios de laboratorio muestran que los productos degradados que son aún más pequeños que los microplásticos, denominados nanoplásticos, son capaces de atravesar las paredes de las células. Pueden penetrar la barrera hematoencefálica. Y hasta pueden atravesar la placenta hacia los fetos. Y, las condiciones del Ártico (el congelamiento y el derretimiento, el desgaste del hielo, los vientos y las olas poderosas), pueden ser especialmente favorables para que los microplásticos se conviertan en nanoplásticos.
“Eso es aterrador”, señala Hallanger.
Y, como en todos lados, la posibilidad de que los plásticos lleguen a los alimentos es una preocupación grande. Comidos por criaturas pequeñas en el fondo de la red alimenticia, los microplásticos pueden, potencialmente, “biomagnificarse” a medida que aquellos organismos son comidos por organismos más grandes y, finalmente, abrirse camino hacia los seres humanos.
Y, de hecho, los seres humanos podrían comer plásticos. Un nuevo estudio descubre que los estadounidenses comen y beben hasta 52.000 partículas de plástico al año, lo que aumenta el cálculo a 121.000 cuando se agregan los plásticos inhalados.
Pero el Ártico no es como otros lugares. La contaminación plástica plantea un problema especial aquí ya que el Ártico es hogar de muchas personas que descansan en el ecosistema marino casi completamente como fuente de alimentos y cultura.
“En el Ártico, la cadena alimenticia marina está muy conectada con el consumo humano”, menciona Provencher. “Si las especies tienen plásticos... Y las personas dependen de esas especies como fuente de alimentación, el efecto puede ser mucho más grande que en muchas otras áreas del mundo”.
Peter Murphy, coordinador regional de Alaska del Programa de Restos Marinos del Departamento Nacional de Asuntos Oceanográficos y Atmosféricos de Estados Unidos [National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA)], está de acuerdo.
“La subsistencia en Alaska es una cuestión y una preocupación real dado que están estas comunidades donde muchas de las calorías que ingieren provienen de la tierra y el agua a su alrededor”, señala sobre los grupos indígenas en la costa y las islas de Alaska.
La contaminación plástica en estas áreas tiene “una consecuencia mucho más directa”. Un estudio de 2015-17 que medía los microplásticos en la arena de las playas de los parques nacionales de Estados Unidos halló que la cantidad de contaminación en algunas locaciones costeras remotas de Alaska era similar a la vista en las áreas altamente populares cerca del Puente Golden Gate en San Francisco.
Hasta ahora, no hay clara muestra de que la contaminación plástica aumente la red alimenticia o presente un riesgo para las personas que comen alimentos marinos. Pero una nueva iniciativa está a punto de comenzar a monitorear la contaminación plástica y sus efectos en el Ártico. Liderado por Islandia dado que asume la presidencia del Consejo del Ártico, el proyecto lo realizará un equipo de trabajo especial del Programa de Monitoreo y Evaluación del Ártico. Hallanger y otros forman parte del proyecto.
Queda mucho que aprender sobre las consecuencias de la omnipresente calamidad plástica, afirman los científicos que estudian el Ártico.
“Todavía no sabemos exactamente qué hacer”, señala Hallanger, mirando desde el barco hacia un bloque de hielo del tamaño de un patio, donde las aves marinas patrullan en busca de peces.
“El Ártico es realmente un buen lugar para mostrar que esto es un problema global”, indica. “Y tenemos que hacer algo al respecto globalmente”.