"No veo la hora de volver a abrazar a mis hijos": cómo se vive la cuarentena en Wuhan
El relato de un padre, una médica y otros habitantes acerca de cómo vivieron el primer mes del brote de coronavirus.
El Año Nuevo Lunar llegó con sudor y temblores.
Wang Zhen estaba mirando la televisión con su esposa, sus dos hijos y sus padres en las afueras de Wuhan cuando, de pronto, sintió que no podía respirar. Se iba haciendo de noche, pero Wang sentía un dolor tan fuerte en el centro de su pecho que apenas podía levantarse del sillón.
"Lo primero que pensé fue que no debía pasarle la peste a mi familia, si es que todavía podía evitarlo", relata Wang, de 33 años, profesor de filosofía de la Universidad de Hubei.
Enseguida preparó un pequeño bolso y se fue solo en su auto, en medio del frío y la llovizna, hasta su departamento en la ciudad. Las calles principales estaban bloqueadas, pero como era local de Wuhan, sabía cómo evitar los puntos de control. Cuando llegó al departamento, se desplomó en su sofá para leer las últimas noticias sobre la epidemia.
El 25 de enero, cuando Wang descubrió que estaba infectado, China ya había confirmado 1.320 casos del nuevo coronavirus, principalmente en la provincia de Hubei, de donde Wuhan es ciudad capital. Durante las primeras semanas del brote, había oído hablar de esta misteriosa enfermedad, pero no se había preocupado demasiado. En un principio, las autoridades locales habían dicho que el virus se había originado en la vida silvestre, pero que no era posible el contagio entre humanos.
Pero la información cambió cinco días antes de que Wang se enfermara; Zhong Nanshan, el investigador principal de un equipo de la Comisión Nacional de Salud, dijo a la televisión estatal china que se había comprobado la transmisión de persona a persona. El gobierno estableció restricciones de transporte en todo Wuhan, una megaciudad con una población de 11 millones, y luego las hizo extensivas al resto de la provincia. Conclusión: habían cerrado una región dos veces el tamaño de Portugal, con una población de casi 60 millones de personas.
"La ciudad estaba totalmente desierta. Y se percibía un halo de misterio, como si se tratara del fin del mundo".
El estado de salud de Wang se deterioró y debió llamar al 120, el número de emergencia de China. Línea ocupada. Colgó el teléfono y se sentó a esperar en la oscuridad. Afuera, el nuevo coronavirus se propagaba como un incendio forestal.
La historia de Wang es similar a la de muchos otros que debieron hacerle frente a esta guerra viral. Es la historia típica del primer mes de cualquier emergencia de salud global.
Hasta el momento de esta publicación, el número de personas infectadas en China llegó a los 28.000 casos. Más de dos tercios de los afectados viven en la provincia de Hubei, y 3.800 personas padecen neumonía grave, lo que aumenta el espectro de la epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo y Grave (SARS, por sus siglas en inglés), que hace 17 años, afectó a 8.100 personas en todo el mundo y mató a casi 800.
Entonces, un coronavirus es el germen detrás de la enfermedad, pero esta cepa ha llegado a muchísimas personas en un corto período de tiempo. Ha alcanzado a más de 200 personas en 24 países y territorios en Asia, Europa y América del Norte, y las primeras víctimas fatales fuera de China fallecieron durante la semana pasada.
Los primeros casos
Zhang Li pasó la mayor parte del 1 de enero en el Hospital Jin Yintan, Wuhan, el principal centro de enfermedades infecciosas de la ciudad, que está luchando por salvar a pacientes que padecen de una neumonía grave y atípica. Los primeros pacientes llegaron el 29 de diciembre, pero hubo más al día siguiente. Y continuaron llegando más y más. Al cabo de una semana, el hospital había ocupado todas sus habitaciones. Desde entonces, Zhang y su esposo, ambos especialistas en afecciones respiratorias, han estado trabajando sin descanso, junto con el resto del personal del hospital.
"Es una batalla de vida o muerte", comenta Zhang.
Sus palabras coinciden con las del presidente chino, Xi Jinping, quien ha puesto a la región en pie de guerra para prevenir y controlar la propagación del nuevo coronavirus. Como parte de los esfuerzos del Partido Comunista, en la víspera del Año Nuevo Lunar llegaron a Wuhan 450 miembros del personal médico militar, quienes ya habían trabajado para combatir el SARS o el Ébola. El presidente Xi ordenó que se dispensaran máscaras protectoras, batas y herramientas de diagnóstico en las áreas bloqueadas, y aseguró que se aplicarían medidas contra los funcionarios que actuaran de forma negligente frente a la crisis.
Los científicos enseguida se ocuparon de descifrar las ramificaciones de la infección. Un estudio de los primeros 425 casos graves, publicado el 29 de enero en el New England Journal of Medicine, revela que la edad promedio de esos afectados era de 59 años. El principal estudio epidemiológico que se ha realizado sobre nuevo coronavirus también confirma la transmisión entre humanos, según comenta el autor principal Benjamin Cowling, epidemiólogo de la Universidad de Hong Kong.
"No hay dudas sobre eso", afirma Cowling, aunque agrega el comentario positivo de que no se han encontrado casos en niños menores de 15 años.
Su estudio y otro trabajo publicado en The Lancet, ambos dirigidos por Gabriel Leung, decano de medicina de la Universidad de Hong Kong, estiman que, en promedio, cada paciente ha transmitido el virus a 2,2 y 2,7 personas, respectivamente. Según la investigación de Leung y otros análisis, parece que la infección se incuba durante cinco a seis días sin mostrar síntomas.
El contagio se produce principalmente por contacto directo, en particular, con la tos y los estornudos de una persona infectada. En un segundo estudio también publicado el 29 de enero en el New England Journal of Medicine, los científicos encontraron rastros del virus en las heces del primer caso de EE. UU., lo que sugiere que la enfermedad también podría transmitirse a través de la materia fecal.
Para evitar la propagación masiva del virus, se están monitorizando y poniendo en cuarentena obligatoria de 2 semanas a los millones de personas que partieron desde Hubei durante el Festival de Primavera. El periodo de vacaciones se ha extendido, ya que se recomienda a las personas de todo el país que permanezcan en donde se encuentren y trabajen desde casa en la medida en que les sea posible. Se ha suspendido el turismo en grupo y se han interrumpido todos los viajes nacionales en autobús, tren y avión.
Si bien las medidas no tienen precedente y pueden resultar un tanto severas, los expertos sostienen que deben cumplirse de forma estricta. "Hay que reconocer la respuesta y acción inmediatas del gobierno chino, y el compromiso que asumieron para contener el virus”, expresa Ian Lipkin, director del Centro de Infección e Inmunidad de la Universidad de Columbia, Nueva York, cuyo laboratorio trabajó con funcionarios chinos para desarrollar pruebas de diagnóstico temprano para detectar el SARS. "Se trabaja mucho mejor que con el SARS de 2003”, sostiene.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, repitió este comentario justo antes de que la OMS anunciara la nueva epidemia de coronavirus como emergencia de salud global el 30 de enero. Esta calificación es el nivel de alarma más alto de la OMS, y suele aplicarse a brotes que afectan a personas fuera del país de origen del patógeno y requieren una respuesta internacional coordinada. En los próximos tres meses, la OMS destinará $ 675 millones para llevar acabo un plan de respuesta en países vulnerables.
"Esta declaración no es un voto de desconfianza en China", sostuvo Ghebreyesus en una conferencia de prensa en Ginebra el 30 de enero. "Pero nuestro mayor miedo es que el virus se propague a países con sistemas de salud más débiles".
Pero Zhang siente que la situación está empeorando en el Hospital Jin Yintan, Wuhan, destinado a tratar a los pacientes en condiciones más críticas.
“La tasa de mortalidad parece estar subiendo. Hoy murieron tres pacientes en mi área solamente”, contó Zhang a National Geographic el domingo por la noche. Se escuchaba cansada, su voz apagada, y daba una sensación de tristeza e impotencia. "Me pregunto si esto es una señal de que el virus se está volviendo más mortal". Zhang tiene cada vez menos colegas: algunos están infectados, otros se enferman por el agotamiento extremo.
En un estudio publicado en Lancet, Zhang y sus colegas muestran que los 99 casos graves que ingresaron a su hospital entre el 1 y el 20 de enero presentaron una tasa de mortalidad del 11 por ciento. A nivel nacional, la tasa de mortalidad se encuentra alrededor del 15 por ciento.
El estudio identifica una lista de factores que podrían ayudar a predecir esos peores casos, entre ellos, antecedentes de tabaquismo, infecciones bacterianas, presión arterial alta, diabetes y edad avanzada. "La identificación temprana de esos factores y el tratamiento temprano son fundamentales para evitar que los pacientes desarrollen síntomas fatales", sostiene Zhang.
Otros expertos creen que la situación no se extenderá más allá de la zona crítica del epicentro del brote. La cifra total de muertes ronda los 560, y aproximadamente el 2 por ciento de los casos confirmados son casos fuera de China.
"Es probable que la tasa de mortalidad real sea mucho más baja", expresa Linfa Wang, directora del programa de enfermedades infecciosas emergentes en la Duke-NUS Medical School, Singapur. Y agrega que esto es así porque los casos confirmados son solo una fracción del total de casos, dado que muchas personas con síntomas leves no acuden al hospital y la capacidad de pruebas es limitada.
Asistencia en línea
Pero Wang sintió que le llegaba la muerte, y estaba solo en su departamento de Wuhan. La idea de no poder ver crecer a sus hijos era insoportable. Volvió a marcar el 120. Seguía dando ocupado.
Después de intentar varias veces sin tener suerte, Wang entró en pánico e hizo lo que cualquiera podría hacer en esta era digital: recurrió a las redes sociales.
Comenzó a enviar mensajes a sus amigos, colegas y estudiantes a través de la conocida aplicación de mensajería china WeChat. Le respondieron y se ofrecieron a llamar al número de emergencia por él. Un amigo de un colega del Hospital Tianyou de Wuhan le reservó una cama.
"El miedo, la ansiedad y el desconocimiento de la enfermedad están afectando gravemente a las poblaciones dentro de las áreas cerradas", afirma Liu Hao, médico del Ciming Health Checkup Group. "Gracias a Internet, hoy se pueden resolver más cosas".
Liu, oriundo de Wuhan, ha convocado a casi 100 voluntarios de todo el país -entre estos, más de 35 médicos- para ofrecer asistencia en línea. El grupo brinda orientación médica y apoyo psicológico. También aporta información acerca de cómo prevenir infecciones, y cómo alimentarse bien y mantenerse saludable durante una cuarentena.
Como no se sabe cuándo se levantará el bloqueo, "todavía tenemos mucho por hacer", expresa Liu. “La gente necesita sentir que alguien se preocupa por ellos. Necesitan saber que alguien estará allí para ayudarlos si hace falta, incluso si los hospitales no pueden atenderlos en este momento".
Unas horas después de correr la voz en WeChat, finalmente llegó la ambulancia. Dos miembros del personal médico protegidos con máscaras y trajes lo llevaron al hospital Tianyou. A pesar de la fiebre, las radiografías no indicaron signos de enfermedad respiratoria grave.
Wang recuerda que pensó "al menos no me estoy muriendo". Pero no pudo hacerse la prueba del coronavirus porque los escasos reactivos médicos estaban reservados para pacientes con claros síntomas de neumonía. Lo ingresaron para monitorearlo en una habitación compartida con dos pacientes de edad avanzada. Las camas estaban separadas por una cortina.
“Nunca conversamos. Teníamos pánico uno del otro. Probablemente nos preguntábamos si los otros habían contraído el virus”, cuenta Wang. Pero el suyo había sido uno de los casos con suerte.
Después del cierre de Wuhan, los hospitales de la ciudad se llenaron de gente. Los canales de televisión mostraban imágenes caóticas de clínicas abarrotadas, multitudes de personas rechazadas, que enviaban a sus casas con la instrucción de que se pusieran en cuarentena ellos mismos. Al no haber espacio y un adecuado protocolo de cuarentena, muchos familiares se contagiaron entre sí. Y los que mueren en casa nunca se incluyen en la lista de muertes oficiales.
Los críticos sostienen que es fundamental poner en cuarentena los casos sospechosos. "De lo contrario, habría más fuentes infecciosas por todos lados y más infecciones cruzadas", comenta Lei Reipeng, vicedecana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong, Wuhan. Junto con un equipo de Huanzhong, ha instado al gobierno provincial a que ponga en cuarentena a todo aquel que tenga síntomas y no pueda ser ingresado de inmediato en los hospitales designados.
"No se puede simplemente dejar a esa gente sin atender y poner en riesgo a otros", expresa Lei. “La mayoría de los hoteles en Wuhan están vacíos. También hay lugar en muchos otros hospitales. ¿Por qué no podemos usarlos para poner un freno a las fuentes infecciosas?".
Afortunadamente, habría buenas noticias para los que se encuentran atrapados en Wuhan. Según el Hubei Daily, a partir de esta semana, el gobierno provincial anunció que identificará y pondrá en cuarentena de inmediato a los casos sospechosos.
Además, el gobierno ordenó la construcción de dos nuevos hospitales en Wuhan. Los programas de noticias se encargaron de mostrar las excavadoras de colores brillantes en los sitios de construcción. Más de 6.300 personas se turnaron durante 24 horas para garantizar una construcción rápida.
El primer hospital, Huoshenshan, o "la montaña del dios del fuego", se construyó en 10 días y se inauguró el martes. El Hospital Leishenshan, “la montaña del dios del trueno”, abrirá sus puertas esta semana. Entre los dos, contarán con 3.400 médicos militares y 2.600 camas.
Mientras tanto, se están acondicionando 24 hospitales generales de la ciudad para recibir pacientes con enfermedades respiratorias infecciosas. A finales de esta semana habrá un total de 13.000 camas nuevas, contó a la televisión estatal Sun Fenghua, miembro del proyecto.
"Definiremos si hay que acondicionar más hospitales en función de la evolución de la epidemia", afirma.
Camino a la recuperación
Después de unos días de tratamiento en el Hospital Tianyou de Wuhan, y habiendo tomado un par de medicamentos antivirales, Wang comenzó a sentirse mejor. La fiebre se fue. Y podía respirar de nuevo. Se había aflojado el nudo del pecho y le dieron el alta. Su recuperación está en marcha, pero China sigue luchando.
"Es demasiado pronto para saber cuándo terminará todo esto", expresa Zhang, especialista en afecciones respiratorias del Hospital Jin Yintan. "Seguiremos teniendo más casos".
Según un estudio publicado en Lancet el viernes pasado, si se toma como parámetro la cantidad conocida de casos y el modo en que se propaga la enfermedad, es probable que, al 25 de enero, un total de 76.000 habitantes de Wuhan hayan contraído el nuevo coronavirus. Los autores consideran que la epidemia se duplica cada 6,4 días. Pero el crecimiento de la epidemia podría estar disminuyendo gracias a "las medidas de aislamiento extremo que se han implementado desde entonces", comenta Leung, director del estudio.
Hasta la fecha, en los estudios revisados por pares no se han informado casos de superpropagadores (pacientes que transmiten un patógeno a muchas personas a la vez). En un artículo, publicado el 24 de enero en The Lancet, se afirma que los pacientes pueden transmitir el virus incluso cuando tienen síntomas leves o ningún síntoma. El martes, la Comisión Nacional de Salud de China confirmó que existen muchos de estos casos, principalmente entre miembros de la misma familia.
"No ocurre lo mismo que con el SARS, pues ahí solo contagias si tienes síntomas", explica Jeremy Farrar, director de Wellcome Trust, una fundación benéfica con sede en Londres que realiza investigaciones médicas. "Esto hace que sea extremadamente difícil de controlar".
Wang está cumpliendo la cuarentena en su departamento en la Universidad de Hubei, en caso de que esté infectado y pueda contagiar a otros. Sus estudiantes se turnan para llevarle alimentos.
"Dejan las cosas en la puerta y luego me envían un mensaje de texto para avisarme", explica Wang. "No nos cruzamos. No podemos correr riesgos".
Y “ve” a su familia todos los días a través de videollamadas en WeChat: "Solo quiero que esto termine pronto. No veo la hora de volver a abrazar a mis hijos”.