COVID-19: una guía para no caer en la desinformación
La circulación de información falsa sobre la pandemia puede ser abrumadora. Sin embargo, aquellos defensores de la ciencia climática que tienen experiencia en lidiar con la aparición de las “fake news”, ofrecen algunos consejos para combatirlas.
Un manifestante en un encuentro "antibloqueo" en Huntington Beach, California, el 1 de mayo de 2020. Su barbijo lleva un cartel que dice: "El COVID-19 es una farsa".
Si hay un grupo que logra comprender que la información falsa puede afectar la comprensión pública de la ciencia, ellos son los científicos del clima. Durante años, han estado tratando de transmitir los descubrimientos de un flujo incesante de estudios que muestran que el mundo se está calentando, mientras luchan contra las malas interpretaciones y las noticias falsas. Una infodemia similar -exceso de información tanto legítima como mal informada-, ahora se despliega a partir de la pandemia de COVID-19.
En la era de Internet, cuando los artículos de investigación se encuentran disponibles, todos pueden convertirse en expertos en COVID-19 o del cambio climático. Pero estos expertos también pueden seleccionar los datos que coinciden con sus creencias y parecen hablar con autoridad. Este tipo de personalidades aparecen en los medios tradicionales como la televisión, pero su trabajo realmente prospera en las plataformas sociales y de transmisión de video. Esto se debe a que las redes sociales siguen sin estar reguladas y la atención que nos causa una publicación -por su cantidad de "me gusta" o por su nivel de engagement o interacciones- puede incentivarnos a compartirla.
"Parece que hemos estado viviendo en un mundo mal informado durante algunas décadas, pero el desarrollo y el alcance están fuera de este mundo con las nuevas plataformas", dice Sarah Evanega, directora de la Alianza para la Ciencia de la Universidad de Cornell, una organización dedicada para corregir los conceptos erróneos.
Y este es también un momento de intenso partidismo, en el que la gente tiende a buscar a sus líderes políticos para que los ayuden a decidir cómo pensar sobre los problemas, incluida la ciencia. Esta dependencia a las inclinaciones políticas puede hacer que la gente sea susceptible a argumentos no científicos.
Personas que ignoran las señales de cierre por COVID-19 en un gimnasio al aire libre en Venice, California, el 31 de marzo de 2020.
"La gente dice, bueno, Europa está abriendo las escuelas, entonces, ¿por qué no estamos abriendo las escuelas?" o comparan el tema de COVID-19 con la gripe, dice John Cook, un experto en comunicaciones de la Universidad George Mason que estudia la desinformación sobre el cambio climático. "Ese tipo de analogías son muy simplistas y tramposas".
Para muchas personas, el cambio climático y el COVID-19 se sienten remotos, por lo que estas amenazas, aparentemente invisibles, crean una distancia psicológica. Esto puede hacer que las personas subestimen el peligro potencial y hacen que las soluciones parezcan peores que el problema en sí.
“Nos dicen que las soluciones son peores que los impactos: destruye la economía, convierte al país en socialista”, dice Katharine Hayhoe, científica climática de Texas Tech University. “Estas son las cosas que la gente dice para evitar la acción climática y, por supuesto, eso no es cierto en absoluto”.
La información falsa puede parecer abrumadora, pero hay formas de lidiar con ella, dicen quienes estudian su alcance generalizado. Al reconocer cómo se ve y de dónde proviene, los expertos dicen que podemos ayudar a clarificar los hechos.
Preparando el escenario
En todo el mundo, este año los científicos han publicado decenas de miles de estudios sobre la COVID-19 a un ritmo vertiginoso. Aunque no experimentaron un repunte tan dramático, los estudios sobre el cambio climático aumentaron exponencialmente desde 1951 hasta el final del milenio, duplicándose en número cada 11 años. Este patrón se ha acelerado este siglo a medida que los peligros de los desastres climáticos se vuelven más evidentes.
Un manifestante en un encuentro "antibloqueo" en Huntington Beach, California, viernes, 17 de abril de 2020. Su cartel dice: "Bienvenidos a los Estados Unidos de la farmaceútica, donde la libertad no es libre".
Frente al escenario de difundir información sobre la COVID-19 a las autoridades públicas lo más rápido posible, las revistas científicas están bajo la presión de apresurar la cuidadosa investigación que normalmente se requiere para publicar novedades de la ciencia.
"Hemos publicado [estudios] dentro de la semana de la presentación", dice Jennifer Zeis, directora de comunicaciones del New England Journal of Medicine. "Esto es inusual, no somos una organización de noticias de último momento y esto supone un gran esfuerzo para nuestros recursos".
Ante la COVID-19, este impulso de información en busca de salvar vidas también llevó a una serie de artículos que aparecen en lo que se conoce como servidores de preimpresión. Estas plataformas en línea le permiten a los investigadores compartir su trabajo tan pronto como se realizan los experimentos, a diferencia de las publicaciones académicas que son más exclusivas y requieren de un proceso de revisión lento por parte de los pares científicos del posible autor.
“Ha aparecido una enorme cantidad de ciencia importante [sobre la COVID-19]. Ha sido algo sin precedentes”, dice John Inglis, cofundador de medRxiv, el servidor de preimpresiones médicas más grande. "Obviamente, algo de eso está mal".
Este servidor de preimpresión (que según su pronunciación en inglés significa "archivo médico") en particular se ha inundado de nuevas investigaciones sobre el SARS-CoV-2. En enero, el sitio publicó 390 artículos sobre varios temas. Para mayo, ese número había aumentado a 2200, la mayoría sobre COVID-19.
Un manifestante en un mitin antibloqueo en el centro de Los Ángeles, el 13 de julio de 2020.
MedRxiv emplea un proceso de selección para asegurarse de que un trabajo de investigación presentado incluya resultados y no sea una editorial o una hipótesis sin fundamento. Luego, el sitio ejecuta una verificación de plagio y examina si el artículo hace una afirmación perjudicial. Sin embargo, reconoce Inglis, este proceso no determina si el estudio es preciso, confiable o propenso a malas interpretaciones.
Inglis ve a los servidores de preimpresión como una parte natural del proceso científico, pero dice que probablemente su audiencia se ha expandido más allá de los académicos, ya que la COVID-19 ha despertado el interés de los laicos. En mayo, medRxiv tuvo 10 millones de visitas a la página y alrededor de seis millones de descargas. Eso significa que las personas que no son expertas pueden acceder a los documentos, interpretarlos de manera que se ajusten a sus creencias existentes y luego compartir sus opiniones con otros.
“La preimpresión no es mala y la revisión por pares no es perfecta. Todo es muy gris”, dice Ivan Oransky, profesor de periodismo médico en la Universidad de Nueva York y cofundador de Retraction Watch, una base de datos de noticias dedicada a destacar cuando los estudios se retractan o corrigen.
De alrededor de 50.000 artículos y preimpresiones sobre el coronavirus publicados desde enero sobre el SARS-CoV-2 y la COVID-19, Retraction Watch ha rastreado 36 artículos retractados, pero Oransky señala que generalmente se necesitan alrededor de tres años para corregir un estudio.
Ofrece un consejo sobre cómo consumir las noticias de COVID-19: no confíe solo en un estudio para proporcionarse toda la verdad, sino forme juicios después de que una serie de estudios se fusionen en torno a un consenso.
Luchando una batalla política cuesta arriba
Uno de los mayores predictores de si es probable que alguien rechace el cambio climático o el COVID-19 es la afiliación política. La investigación de Cook ha demostrado que los líderes políticos pueden influir significativamente en la actitud de una persona sobre el cambio climático y sospecha que lo mismo ocurre con el COVID-19.
Por ejemplo, una serie de encuestas y de investigaciones (en Estados Unidos) muestran que es más probable que una abrumadora mayoría de demócratas se tomen en serio el COVID-19, usen máscaras y se distancien socialmente, mientras que una minoría de republicanos probablemente haga lo mismo. Esta polarización política fue una "tragedia evitable", dice Cook, señalando el rechazo temprano y persistente del presidente Donald Trump de usar máscaras y el distanciamiento social como factores principales que impulsan la división partidista actual.
“Cuando nuestros líderes tribales nos envían señales, la tribu tiende a moverse en esa dirección”, dice Cook. "El liderazgo importa".
En un análisis de principios de abril sobre la desinformación de COVID-19, los investigadores de la Universidad de Oxford descubrieron que, si bien la mayoría de las noticias falsas sobre la pandemia las difunden los usuarios promedio de las redes sociales, los principales políticos o celebridades reciben más atención y participación en sus publicaciones.
“Un solo no experto con una gran plataforma, ya sea una celebridad o una figura política, puede tener un efecto desproporcionado en la población”, dice Evanega.
Eso ha sido especialmente cierto para la COVID-19. En un estudio publicado en septiembre, Evanega y su equipo analizaron una base de datos de 38 millones de contenidos en inglés publicados entre el 1 de enero y el 26 de mayo. Encontraron un poco más de un millón de artículos de noticias que difundieron información errónea relacionada con la pandemia.
La información errónea más popular se centró en las curas milagrosas: medicamentos sin beneficio clínico comprobado que, sin embargo, se promocionan como efectivos. En particular, su equipo también descubrió que el presidente era el principal impulsor individual de la información errónea, apareciendo en el 38 por ciento de esos artículos engañosos y la mayor cantidad de información errónea se produjeron cuando hizo pronunciamientos sobre los remedios del COVID-19.
Incluso cuando los políticos no están difundiendo información errónea, la gente puede tener dificultades para discernir qué tan es real. En un estudio publicado a fines de junio en Psychological Science, los científicos reclutaron a 1.700 adultos para rastrear qué influyó en su probabilidad de compartir información errónea sobre el COVID-19 en las redes sociales.
A dos grupos se les presentaron titulares que perpetuaban información falsa sobre la pandemia. Al primer grupo se le preguntó qué tan probable era que compartieran la noticia, mientras que al segundo grupo se le pidió que determinara la precisión del titular. Al comparar los dos grupos, un 32 por ciento más de participantes estaban dispuestos a compartir un titular mal informado que a calificarlo como exacto.
Sin embargo, en un segundo experimento, se le pidió a los participantes del estudio que juzgaran si un titular era correcto antes de compartirlo. Los investigadores encontraron que este pequeño empujón para pensar críticamente hizo que los participantes del estudio fueran tres veces más propensos a detectar información errónea.
"En las redes sociales, las personas se centran en cuánto les va a gustar" a sus amigos y seguidores sus publicaciones, la cantidad de refuerzo social positivo que van a obtener, en lugar de en la precisión", dice David Rand, uno de los autores del informe e investigador del Instituto de Tecnología de Massachusetts que estudia la toma de decisiones detrás de la difusión de información errónea.
Un camino a seguir
Para combatir la desinformación científica, Cook desarrolló recientemente el prototipo de un juego que explica diferentes tácticas de desinformación. Al exponer a los jugadores a cómo se ve la información errónea, se les enseña a pensar de forma crítica y pueden identificar mejor la información errónea más adelante.
Esta estrategia funciona en un laboratorio, dice, pero no está convencido de que la desinformación se pueda combatir a escala mundial.
“Soy un poco pesimista por naturaleza, pero después de haber trabajado en la negación climática durante 15 años y haber visto y escuchado cosas horribles, veo que esas mismas dinámicas juegan con el COVID-19 en el 2020”, dice. "La negación de la COVID-19 es la negación del clima en un avance rápido".
Hayhoe es un poco más optimista y continúa comunicando activamente su investigación climática en charlas y en las redes sociales. En el 2018, dio una charla TED, que ahora se ha visto 3.6 millones de veces, sobre cómo comunicar la ciencia climática a las personas que se muestran escépticas con respecto a la ciencia. Ella cree que las conversaciones productivas son posibles.
En primer lugar, dice, "tiene que haber respeto mutuo". Ambas partes deben encontrar un terreno común, “algo en lo que podamos estar de acuerdo”, que ayude a avanzar hacia una solución positiva.
“La pandemia de COVID-19 es una demostración realmente terrible de cómo la desinformación tiene consecuencias inmediatas sobre la salud pública”, agrega Evanega. "Realmente es una cuestión de vida o muerte".