Meteorito descubierto recientemente podría revelar secretos sobre el sistema solar
La roca espacial, hallada en el Reino Unido y de características muy inusuales, podría explicar el surgimiento del agua en la Tierra, e incluso, esclarecer cómo comenzó la vida en nuestro planeta.
Un trozo de meteorito hallado recientemente en Winchcombe, Inglaterra. Se trata de un meteorito raro y antiguo conocido como condrita carbonosa, y su composición podría ayudar a los científicos a reconstruir la historia temprana del sistema solar.
La noche del 28 de febrero, cayó una enorme bola de fuego que iluminó el cielo de Inglaterra. Luego de ser detectada por una red internacional de cámaras de seguimiento de meteoritos, un grupo de científicos partió hacia la tranquila ciudad de Winchcombe. Los expertos encontraron un fragmento de meteorito en una entrada de garaje y otro en un campo lleno de excremento de oveja.
Hasta ahora, se han encontrado alrededor de 510 gramos de roca espacial, que ya fueron entregados a selectas instituciones científicas, principalmente el Museo de Historia Natural de Londres, para hacer el correspondiente análisis preliminar. Resultó crucial el traslado inmediato de las muestras a los laboratorios para evitar que el entorno alterara la composición química de estos materiales casi puros.
Este meteorito es el primero que se descubre en el Reino Unido en 30 años. Se trata de un tipo bastante raro conocido como condrita carbonosa. Estos fragmentos antiguos contienen no solo los componentes básicos de los planetas, sino también elementos que podrían servir para explicar cómo apareció el agua en la Tierra o incluso aportar pistas sobre cómo comenzó la vida en nuestro planeta.
“Es el típico meteorito mágico que fascina a la gente”, dice Katherine Joy, experta en meteoritos de la Universidad de Manchester.
A primera vista, la química, los minerales y las texturas del meteorito no parecen vincularlo a ningún tipo de condrita carbonosa. Hasta ahora, cada pieza analizada parece ser ligeramente diferente a las demás.
"¿Podría tratarse entonces de un nuevo tipo o clase de meteorito, algo que nunca hemos visto antes?", pregunta Luke Daly, experto en meteoritos de la Universidad de Glasgow. Es una posibilidad interesante, pero hay que seguir investigando para poder responder esta pregunta.
La labor científica en torno al meteorito (que probablemente se bautice “Winchcombe”) acaba de comenzar. Pero dada la excentricidad de la roca, y la velocidad con la que se ha recogido, toda la comunidad científica desborda de entusiasmo.
"No lo podemos creer", dice Sara Russell, científica planetaria del Museo de Historia Natural de Londres. “Me atrevería a decir que es la adquisición más importante que hemos tenido”.
Cápsulas de tiempo que caen del cielo
Los meteoritos impactan contra la Tierra todo el tiempo, pero la mayoría no son tan grandes y no provocan demasiada conmoción. Y además, muchas veces pueden caer al mar. La gran mayoría de los meteoritos suelen hallarse en los desiertos, en especial en el desierto frío de la Antártida, una gran extensión donde los flujos de hielo, como cintas transportadoras, depositan desechos espaciales en áreas específicas, y los tonos blancos de la superficie permiten visualizar los meteoritos negros muy fácilmente.
El Reino Unido es pequeño, y los meteoritos no golpean las islas muy seguido; al haber tantas ciudades y vegetación, los meteoritos son difíciles de encontrar. Pero de vez en cuando, las rocas espaciales caen sorpresivamente muy cerca de las personas. En la víspera de Navidad de 1964, un meteorito "rebotó en una entrada de garaje, atravesó una ventana y aterrizó debajo de un árbol de Navidad", dice Matthew Genge, experto en meteoritos del Imperial College London.
En los últimos años, los cazadores de meteoritos en el Reino Unido han mejorado sus medios instalando cámaras que permiten espiar las bolas de fuego, y se utilizan para averiguar dónde caen los fragmentos a la Tierra. Durante la última década, la U.K. Fireball Alliance ha puesto en marcha seis redes diferentes de cámaras que apuntan al cielo, gestionadas por investigadores aficionados y profesionales.
Estas cámaras “están todo el tiempo grabando el cielo para registrar cualquier tipo de destello u objeto interesante”, cuenta Jim Rowe, organizador del grupo. Durante la pandemia, diseño un código de computadora para que estas redes individuales pudieran comunicarse entre sí y rastrear cualquier objeto que cayera desde arriba.
En los últimos cinco años, el sistema ha detectado bolas de fuego ocasionalmente, pero los sitios de impacto no eran convenientes a la hora de la recolección. Hace unos años, “una bola de fuego arrojó un meteorito directamente al Mar del Norte”, cuenta Daly, y no a las tierras circundantes del Reino Unido, el norte de Europa o Noruega, donde sí podría haberse recuperado.
Bienvenidos a Winchcombe
A fines de febrero, después de años de observación y espera, se detectó una bola de fuego de seis segundos que arrojó fragmentos de meteorito por el condado de Gloucestershire, en el suroeste de Inglaterra. Un equipo de investigadores internacionales de la UK Fireball Alliance analizó la trayectoria, determinó la zona de impacto probable y enseguida llegaron expertos de toda Inglaterra a la ciudad de Winchcombe y la región circundante.
Después de unos días de observar la región, los científicos informaron a la prensa local y pidieron a la comunidad que los ayudaran a encontrar fragmentos de roca de aspecto llamativo. Y los expertos recibieron incontables fotos que mostraban supuestos fragmentos de meteorito.
Una familia encontró fragmentos de rocas negras y manchas de hollín en su entrada de garaje. Luego de escuchar las noticias acerca de una bola de fuego, enseguida se dieron cuenta de que los escombros eran meteoríticos y se pusieron en contacto con la Red de Observación de Meteoros del Reino Unido. Apenas unas 12 horas después del impacto, se había empacado una gran parte del meteorito para entregar a los expertos.
“Hicieron algo muy generoso; reconocieron lo importante que es esto para la ciencia y quisieron ayudar”, expresa Joy.
Daly y su novia Mira Ihasz se unieron a un grupo que recorrió un campo cercano lleno de excremento de oveja. Cuando una roca va atravesando la atmósfera de la Tierra, el material se va derritiendo y luego se endurece y forma una corteza negra; por desgracia, los tonos oscuros del estiércol de oveja son muy similares a la corteza chamuscada de los meteoritos.
"Bromeábamos acerca de ese excremento tramposo", cuenta Daly. Pero tras cinco días de búsqueda, Ihasz se topó con el verdadero objetivo.
El fragmento estaba a menos de 400 m del lugar que los modelos habían indicado como punto de aterrizaje, un grado de precisión muy significativo, pero no lo suficientemente exacto para los modeladores, quienes según Daly expresaron disconformidad con este nivel de predicción.
“Un meteorito inusual”
El trabajo preliminar determinó que el meteorito era una condrita carbonosa: objetos rocosos tan antiguos como el sistema solar que reciben su nombre por sus composiciones ricas en carbono. Son rocas espaciales muy raras. De los 65.209 meteoritos descritos, solo 2.639 son condritas carbonáceas.
El origen exacto de la mayoría de los meteoritos sigue siendo un misterio. Pero gracias al registro preciso de la trayectoria terrestre del meteorito Winchcombe, pudo rastrearse hasta el borde exterior del cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter.
“El origen y las características de este meteorito son datos muy importantes”, cuenta Joy. Saber esto permite determinar más fácilmente de qué tipo de asteroide se desprendió el meteorito, y además, ayuda a los científicos a comprender mejor el tipo de alteraciones espaciales que pueden provocar que las rocas se precipiten hacia nosotros.
Aunque el meteorito Winchcombe muestra características de múltiples tipos de condritas carbonáceas, lo que significa que bien podría ser un meteorito completamente nuevo, el análisis químico preliminar lo identificó como un tipo CM. Estos meteoritos se componen, entre otras cosas, de abundantes minerales que contienen agua.
“Es muy inusual”, dice Genge del Imperial College London. Solo se han encontrado 652 de estos meteoritos.
En comparación con la mayoría de los otros tipos de meteoritos, las condritas CM "son increíblemente delicadas", dice Daly. Los minerales que contiene se degradan rápidamente en la atmósfera húmeda de la Tierra, por lo que, si se dejan expuestos durante mucho tiempo, acaban convertidos en polvo".
“El hecho de que, siendo tan frágil y delicado, se haya recogido con tanta rapidez, resultó fundamental”, dice Joy. "Se embolsó y se entregó al museo dentro de las 48 horas posteriores al impacto, algo que no suele suceder". Esta gestión tan rápida ha permitido que sus ingredientes se conserven casi intactos, y ahora podrán revelar muchos datos sobre el sistema solar primitivo y nuestro planeta Tierra.
Secretos de la Tierra y el espacio
Un secreto tiene que ver con cómo la Tierra obtuvo su enorme cantidad de agua. Es probable que el impacto masivo con nuestro planeta que derivó en la formación de la luna hace unos 4.500 millones de años haya eliminado gran parte del agua que había cuando se formó nuestro planeta.
Si el agua que tenemos hoy en día emergió en su mayor parte del interior del planeta y escapó a través de erupciones volcánicas, o si provino de asteroides húmedos es todavía un tema de amplio debate. Según Russell, al estudiar los minerales hidratados en las condritas carbonáceas, podemos descubrir qué proceso originó el agua de los océanos del mundo.
Las condritas CM también contienen muchas moléculas orgánicas diferentes, como aminoácidos y azúcares, y es probable que este meteorito presente las mismas características. Los asteroides que impactaron contra la Tierra en el pasado habrían traído consigo esta materia orgánica, y quizás depositaron los materiales necesarios para formar los primeros organismos vivos.
“Esa química orgánica bien puede haber acelerado los orígenes de la vida en la Tierra”, expresa Genge.
Los meteoritos también pueden dar pistas sobre el tiempo antes de que se formara la Tierra. Se sabe que el meteorito Winchcombe contiene inclusiones ricas en calcio y aluminio, o CAI (por sus siglas en inglés). “Se trata de los sólidos más antiguos del sistema solar, y por supuesto, eso nos parece asombroso”, expresa Russell.
La química de los CAI sugiere que todos se formaron al mismo tiempo y en el mismo lugar, hace 4.560 millones de años, justo al lado del sol, y luego acabaron entre el material rocoso que se acumuló en los fríos recovecos del sistema solar exterior. El viaje al exterior de este material no puede explicarse fácilmente, pero si se analizan más piezas de CAI será posible desentrañar cómo se movió y se mezcló la materia a medida que se formaron los planetas y el sistema solar evolucionó hasta llegar a su conformación moderna.
Las condritas CM también suelen contener sustancias como grafito y granos de diamante, que curiosamente, son más antiguos que el propio sistema solar. Su composición química es tan diferente a la de otros elementos dentro de nuestro sistema solar que los científicos creen que provienen de atmósferas de estrellas gigantes o que se formaron en explosiones de supernovas antes de desplazarse a nuestro vecindario cósmico aún en formación.
Estos granos fueron “lanzados al universo, estuvieron flotando durante cientos de millones de años y finalmente colapsaron dando lugar a nuestro sistema solar”, dice Genge. Si bien aún no los han identificado en el meteorito Winchcombe, los científicos esperan encontrarse con estos granos más antiguos que el sistema solar.
Por lo tanto, el meteorito Winchcombe no solo podría aportar pistas sobre la historia de nuestro vecindario cósmico, sino también sobre otros sistemas planetarios perdidos en el tiempo. Las tareas de investigación ya se han puesto en marcha en todo el mundo y esperamos que pronto se desvelen muchos secretos.