¿Es cierto que beber agua reduce los efectos secundarios de la vacuna contra la COVID-19?
Una buena hidratación podría ayudar a evitar una infección por COVID-19. Pero los conocimientos científicos no son certeros sobre cómo y por qué beber agua antes de una inyección podría alterar la reacción inmune.
Los profesionales médicos cargan las jeringas con vacunas contra la COVID-19 de Pfizer y Moderna el primer día que pueden aplicarlas a aquellos de 16 años o más.
Este consejo lo dan los vecinos, los artículos de revistas, los sitios web clínicos y hasta las enfermeras: bebe una buena cantidad de agua antes y después de vacunarte contra la COVID-19 para ayudar a prevenir los efectos secundarios.
El problema: no hay evidencia que respalde que beber agua extra puede ayudar a prevenir el dolor de brazos, el dolor de cuerpo y la fiebre que algunas personas sufren luego de vacunarse contra la COVID-19.
El consumo de agua tampoco reducirá la posibilidad de desmayarse para aquellas personas propensas a marearse cuando ven una aguja.
Aquí te contamos cómo el agua podría influir en tu respuesta a la vacuna y a tu salud en general en base a la evidencia disponible.
Vacunación y agua
Los científicos no han realizado ensayos aleatorios para observar cómo beber (o no beber) agua antes de vacunarse podría afectar los niveles de anticuerpos u otras respuestas inmunitarias. Es una cuestión complicada de resolver, en parte, porque la respuesta inmunitaria sigue dos caminos principales: a largo plazo, ayuda al cuerpo a aumentar las defensas duraderas contra el virus; y, en una escala a corto plazo, la vacuna también provoca "una respuesta inmunitaria innata, responsable de los efectos secundarios que las personas sienten cuando se vacunan. Los investigadores tienen opiniones encontradas sobre el papel del agua en todo este proceso.
Los estudios en ranas (un pariente lejano de los seres humanos) sugieren que la deshidratación extrema podría inhibir el sistema inmunitario, lo que hace que sea difícil para las células señalarse entre ellas, explica Sonia Sharma, inmunóloga en La Jolla Institute for Immunology (Instituto de inmunología La Jolla), en California. Y agrega que, si pensamos en los humanos, la deshidratación podría ser una de las múltiples condiciones estresantes y de mala salud que retrasa la producción de anticuerpos. Y algunas investigaciones sugieren que las personas sienten más dolor cuando están deshidratadas, señala Jodi Stookey, epidemiólogo especialista en nutrición que trabajó en Children’s Hospital Oakland Research Institute (Instituto de investigación del Hospital de niños de Oakland), en California.
Sin embargo, beber demasiada agua también es un riesgo para la salud; los estudios demuestran que disminuye los niveles de sodio y provoca dolor de cabeza, fatiga, convulsiones y hasta la muerte. Y muchos expertos argumentan que, fuera del contexto de calor excesivo o de un ejercicio de resistencia, los adultos sanos pueden adquirir los líquidos suficientes mediante la comida y las bebidas, aun si no se sienten bien uno o dos días después de que les hayan aplicado la vacuna.
Y mientras el agua podría ayudar en la prevención de piedras en los riñones y las infecciones recurrentes en el tracto urinario, es poco probable que el agua sea la única solución para aquellas personas que buscan maximizar su respuesta inmunitaria y minimizar los efectos secundarios. "El agua no es la solución mágica que te brindará la respuesta inmune óptima", cuenta Sharma. "Forma parte de los comportamientos saludables que promueven un sistema inmunitario sano".
La investigación con atletas de alto rendimiento plantea dudas sobre el potencial del agua para influir en el sistema inmunitario. Se sabe que el ejercicio prolongado, como correr maratones, provoca un aumento en las hormonas de estrés que puede reducir las funciones de los glóbulos blancos por varias horas y hacer que los corredores sean más susceptibles a enfermarse luego de haber realizado un gran esfuerzo, explica Michael Gleeson, profesor emérito de bioquímica del ejercicio en Loughborough University, Reino Unido, quien estudia las respuestas al ejercicio en materia nutricional e inmunológica.
Los glóbulos blancos tienen células T y B que son las encargadas de encontrar agentes infecciosos, formular una defensa y desarrollar anticuerpos que reconocen y recuerdan a estos agentes. Sin embargo, cuando los investigadores les pidieron a algunos de los corredores que bebieran más y mantuvieran su hidratación durante las carreras, sus sistemas inmunitarios mostraron el mismo nivel de inhibición comparado con los corredores que se deshidrataron.
"La idea de que beber grandes cantidades de agua puede ayudarte a evitar los efectos secundarios de la vacuna contra el COVID me parece ridícula", afirma Gleeson. "El agua no influye en la función inmunitaria".
También es poco probable que el consumo de agua ayude con los desmayos. Una de cada mil dosis de vacuna aplicadas, desencadena una reacción vasovagal que provoca mareos, aturdimiento y, en ocasiones, desmayos en los primeros 15 minutos. En base a la evidencia que demuestra que las personas son menos propensas a desmayarse si beben agua antes de donar sangre, Alex Kemper, director de la división de atención primaria pediátrica en Nationwide Children’s Hospital (Hospital de Niños Nationwide), en Columbus, Ohio, le pidió a cientos de personas de entre 11 y 21 años que bebieran hasta dos vasos de agua durante la hora previa a la vacunación y que se comporten normalmente. Descubrió que beber agua extra modificaba las posibilidades de marearse o de sentirse que se encontraban próximos a desmayarse. "La conclusión fue que no había diferencia", indica Kemper.
Potenciar la vacuna
Las preguntas sobre la hidratación y la respuesta a la vacuna caben en un grupo de preguntas mayor sobre cuánta agua necesitamos, cómo medir la deshidratación y si tenemos que ser conscientes del consumo de agua en general. La información sugiere que los adultos mayores son los más vulnerables a la deshidratación crónica, pero cuán común es sigue siendo incierto.
También es tema de discusión cómo evaluar el estado de hidratación de cada persona. Según Kemper, la sed podría ser suficiente. "Los millones de años de evolución nos han demostrado que, cuando realmente necesitamos agua, tomamos", explica. "En un día normal, tu impulso natural te hará beber agua cuando tengas sed. Y probablemente lo mismo suceda el día de la vacunación".
Dadas las incertidumbres, el consejo de beber agua podría sacar provecho del deseo de las personas de sentirse en control. Es simple y fácil de hacer, y algunos expertos creen que el consejo de hidratación previo a la vacunación es inofensivo y posiblemente beneficioso si motiva a las personas a vacunarse. "Cuantas más personas se vacunen, mejor, y si las personas quieren beber agua, seguramente no les va a hacer daño", explica Kemper. "Las personas creen mucho en el consejo del agua y, si los hace sentir mejor, ¿cuál es el daño?".
Pero otros creen que, si el agua no ayuda, alentar lo que esencialmente puede ser un placebo sería cultivar la desconfianza en el sistema médico y sugerir que los efectos secundarios normales son algo de qué preocuparse. Consentir tendencias sanitarias no científicas puede perjudicar la credibilidad de los profesionales de la salud, agrega Christopher Labos, cardiólogo y epidemiólogo en la clínica Queen Elizabeth Health Complex, en Montreal.
El profesional cree que decirles a las personas que beban agua les provoca un perjuicio mayor que decirles directamente "es solo un dolor de brazo. Va a pasar, solo hay que transitarlo”, señala Labos, que ha escrito sobre los mitos del agua. "Aunque a corto plazo es más difícil, es probable que en el largo plazo sea mejor ser honestos con las personas y decirles que no existe una cuestión de salud significativa".
Labos cuenta que, en el ejercicio de su profesión, responde muchas preguntas de sus pacientes sobre qué deberían consumir o evitar al vacunarse. "Lo que comes, lo que bebes, las medicinas que tomas no van a afectar a la vacuna", explica. "Cuanto sea tu turno de ir a vacunarte, solo ve y hazlo".