Viruela del mono: una nueva cepa letal avanza avanza en África Central y alerta al mundo
Después de perder a una hija por la viruela del mono, Blandine Bosaku, de 18 años, que está embarazada, recibió tratamiento con antibióticos en una clínica de salud rural en el norte de la República Democrática del Congo. Cuando una mujer embarazada se enferma de viruela del simio, la enfermedad puede transmitirse al feto, lo que reduce las posibilidades de supervivencia del bebé. Los expertos en salud piden una mayor vigilancia de enfermedades en partes tan remotas de África para detectar mejor los primeros signos de un brote.
Una mujer embarazada de ocho meses cubierta de lesiones de pies a cabeza. Niños pequeños con fiebre y llagas dolorosas. Un padre que pide dinero para comprar antibióticos para su hijo enfermo de cinco años después de haber enterrado a otros dos niños pequeños infectados con viruela del mono.
Estos recuerdos atormentan a Divin Malekani, ecólogo de la Universidad de Kinshasa, en la República Democrática del Congo, quien asesora en proyectos sin fines de lucro de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre, para ayudar a reducir la exposición humana a enfermedades transmitidas por animales. “Vi muchos casos de personas enfermas de viruela del mono”, reflexiona el consultor sobre uno de los viajes que realizó a una remota provincia del noroeste de ese país, el año pasado.
El río Sangha es una popular ruta de comercio de mercancías y animales salvajes como monos, roedores y ciervos que se cazan y venden en los mercados de las aldeas de la República del Congo y el vecino Camerún. Algunos investigadores afirman que para reducir el riesgo de que las enfermedades infecciosas "pasen" de la fauna salvaje a la gente es proteger los bosques de la invasión humana.
La viruela del mono, una enfermedad vírica relacionada con la viruela a través de dos variantes conocidas, recibió su nombre en 1958 tras ser identificada en una colonia de monos de investigación en un laboratorio de Copenhague (Alemania). Los científicos creen que los roedores, y no los primates, son el principal reservorio de la enfermedad.
La forma más leve de la enfermedad es el Clado II, también conocida como la variante de África occidental, que se globalizó en mayo de este año. Hasta la fecha, ha infectado a más de 70 000 personas y ha matado, al menos, a 26 en más de cien países y territorios. Los casos en los EE. UU. y en todo el mundo están disminuyendo gracias a las vacunas y a los cuidados en el contacto estrecho entre personas.
Mientras tanto, otra variante, diez veces más mortal, avanza en África Central.
Los Centros de Control de Enfermedades de África informan que la mayoría de los 3500 casos sospechosos del Clado I (o cepa de la cuenca del Congo) de este año, que contabiliza más de 120 muertes, está en la República Democrática del Congo. En Nigeria, donde comenzó el brote de Clade II, se han registrado unos 700 casos sospechosos, con menos de 10 víctimas mortales.
Los expertos en salud consultados por National Geographic sobre el aumento constante de la variante Clade I en África Central dicen que los países deberían preocuparse por su amenaza a las comunidad global y, por ende, tomar medidas más enérgicas para evitar que esta y otras enfermedades transmitidas por animales se expandan por todo el planeta.
“Si la cepa de África occidental puede propagarse a Europa, América y otras partes del mundo, la cepa más virulenta y patógena de la cuenca del Congo también puede hacerlo”, señala el experto en enfermedades infecciosas Dimie Ogoina de la Universidad del Delta del Níger, ubicada en el sur de Nigeria. “Las partes interesadas de la sanidad internacional deben ser deliberadas para ayudar a abordar la viruela del mono y otras enfermedades en África. Si no lo hacemos, se volverá contra todos”.
Viruela del mono: advertencias sin escuchar
Ogoina tiene expertise sobre la viruela del mono: es el pediatra que en septiembre de 2017 confirmó la enfermedad en un niño de 11 años, el primer caso de viruela del simio humano en Nigeria en casi 40 años. También es el investigador que advirtió hace cuatro años que notaba un cambio alarmante no solo en la forma en que se transmitía el virus, sino también en quién se infectaba.
Arthur Bengo, de 28 años, cuenta que se infectó de viruela del mono tras comer un primate al que había disparado para alimentar a su familia en el norte de la República Democrática del Congo. Al subirle la fiebre, le aparecieron dolorosas lesiones que le dejaron cicatrices en la cara y en el cuerpo. Los Centros de Control de Enfermedades de África informaron más de 3500 casos de viruela del mono en la República Democrática del Congo, y más de 120 muertes este año.
En los primeros días del brote, los expertos pensaron que la enfermedad se estaba comportando como siempre lo había hecho en otras partes de África, es decir, al afectar principalmente a aquellos que habían interactuado con la vida silvestre infectada con la viruela del mono, mientras cazaban animales salvajes, preparaban la carne o se acercaban mucho. a una persona que había contraído la enfermedad de un animal. Por lo general, tales brotes no avanzan.
Pero de repente, Ogoina y sus colegas notaron una tendencia inusual: la mayoría de las personas diagnosticadas con viruela del simio en su clínica no vivían en áreas rurales: eran jóvenes profesionales de clase media de ciudades bulliciosas y sus lesiones se concentraban en gran medida en sus genitales. La comunidad de salud dudó de los hallazgos de Ogoina. “Lo que estábamos viendo estaba fuera de lo normal”, señala. “Así que la gente no estaba dispuesta a aceptarlo”.
Algunos expertos en enfermedades sostienen que los escépticos perdieron una importante oportunidad de erradicar el brote antes de que se expandiera. “La viruela del mono debe considerarse como un canario en la mina de carbón que necesitamos hacer una mejor vigilancia de la enfermedad en las poblaciones de alto riesgo”, reflexiona Anne Rimoin, investigadora de enfermedades infecciosas de la Universidad de California en Los Ángeles, quien ha estudiado la viruela del mono durante dos décadas, en la República Democrática del Congo. “Los lugares más difíciles y costosos para hacerlo son las zonas rurales y remotas de África”, indica. “Pero con el crecimiento de las poblaciones humanas, la movilidad y el comercio, estos virus pueden alcanzar fácilmente nuestra puerta”.
Rimoin ha advertido durante años que los casos de viruela símica van en aumento, particularmente en la República Democrática del Congo, donde la enfermedad se descubrió por primera vez en humanos en 1970 en un bebé de nueve meses. Ella y sus colegas publicaron un estudio en 2010 que reveló que la tasa de incidencia de la viruela del mono en el país se había multiplicado por 20 durante los 30 años transcurridos desde el final de las vacunas contra la viruela, que simultáneamente había suprimido la enfermedad. Los investigadores dijeron que ignorar el aumento representó la pérdida de una oportunidad para “combatir el virus mientras su rango geográfico aún era limitado”.
“Los casos de viruela del mono han seguido aumentando durante los últimos 12 años en la República Democrática del Congo, así como en otros países de África central y occidental”, explica Rimoin. Aunque el modo de transmisión del Clado I, aún de la vida silvestre infectada a las personas, es diferente de la forma en que la enfermedad se ha propagado desde África Occidental al mundo, podría cambiar. “Solo porque no lo estamos viendo ahora, no significa que no ocurrirá. Si la pandemia de COVID-19 nos ha enseñado algo, es que una infección que se desarrolla en un lugar específico, puede convertirse en una infección en todas partes del mundo”, agrega.
Por qué ocurre el salto masivo de patógenos de animales a humanos
Más de 60 años después de que se descubriera la viruela del mono en primates de laboratorio, los científicos todavía luchan por identificar los animales salvajes en los que el virus vive, crece y se multiplica.
En 2012, Malekani se unió a un equipo de investigación que intentaba reducir el grupo de sospechosos. Los científicos atraparon o compraron a los cazadores más de 350 mamíferos en un área de la República Democrática del Congo donde las infecciones de viruela del mono superaron el promedio de 660 personas por año. Encontraron anticuerpos contra la viruela del simio en siete animales, entre ellas las ardillas de cuerda, un lirón africano y una rata gigante, fuentes de alimento de los mamíferos. Unos 27 millones de personas en el país africano (una cuarta parte de la población) luchan contra el hambre, según las Naciones Unidas. Por lo que muchos no tienen más remedio que cazar para sobrevivir.
La ciudad de Oesso, a orillas del río Sangha en la República del Congo, es un importante centro de comercio de carne salvaje. Los animales y otras mercancías se transportan en piraguas de madera, automóviles y motocicletas. Los vendedores locales ofrecen la carne a la mitad del precio que puede costar en las grandes ciudades, donde un brote de la enfermedad podría extenderse rápidamente, e infectar a millones de personas.
El espectro de la carne silvestre infectada por la viruela del mono que se abre paso en un mercado de Kinshasa, la mayor ciudad de África, donde se consume como un producto de lujo, preocupa a Malekani y a otros expertos. Los países tienen que ayudar a la gente a reducir el consumo de carne salvaje para evitar que surjan nuevas pandemias, advierte Sarah Olson, epidemióloga de la Sociedad de Conservación de Vida Silvestre. "No va a ser una fórmula mágica, pero podría reducir la futura transmisión de la viruela del mono y otras enfermedades de la fauna silvestre a las personas".
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Para prepararse y responder a las enfermedades infecciosas alineando a los países, la Organización Mundial de la Salud (OMS) busca un tratado internacional sobre pandemias legalmente vinculante. A algunos investigadores les preocupa que el enfoque se centre demasiado en el tratamiento de la enfermedad una vez que llega a los humanos en lugar de los esfuerzos para evitar que los patógenos salten masivamente de los animales a las personas.
Esto ocurre porque los humanos se entrometen con la naturaleza. La tala de bosques para obtener madera, la agricultura y las ciudades arrasan ecosistemas rebosantes de vida silvestre. Cuando las personas intercambian animales salvajes por alimentos, mascotas y fines medicinales, corren el riesgo de exponerse a patógenos. Y para las personas empobrecidas que viven en partes remotas de África, la atención médica, cuando está disponible, puede ser inasequible.
“Podemos prevenir los efectos indirectos, al proteger los bosques, prohibir o regular estrictamente el comercio de vida silvestre y mejorar las condiciones agrícolas”, dice Aaron Bernstein, director interino del Centro para el Clima, la Salud y el Medio Ambiente Global de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard. Otro paso crucial: ayudar a las personas que viven en puntos críticos de enfermedades a obtener acceso a oportunidades laborales y fuentes de alimentos que no sean carne de animales salvajes.
“Siempre vamos a necesitar vacunas, testeos, medicamentos e infraestructura de salud pública pero centrarse solo en eso es como tratar de abordar el cambio climático construyendo solamente diques y permitiendo que las emisiones de gases de efecto invernadero se disparen”, profundiza Bernstein, quien indica que eso es lo que está ocurriendo con las enfermedades infecciosas. “Básicamente, estamos diciendo que gastemos decenas de miles de millones de dólares para contener virus que ya se propagaron, sin reconocer la causa raíz”.
Henriete Bakete Wanda, de 13 años, sentada en una sala de aislamiento del hospital donde recibe tratamiento con antibióticos para una infección de viruela del mono después de que su madre reconociera rápidamente los síntomas y pidiera ayuda. Una de cada 10 personas infectadas con la virulenta cepa de viruela del mono Clade I muere a causa de la enfermedad.
Mientras tanto, en la República Democrática del Congo, los educadores del Fondo Internacional para la Conservación y la Educación viajan de pueblo en pueblo, mostrando un video en el que la gente local habla sobre sus experiencias con la viruela del simio y cómo evitarla.
Un hombre dijo que la fiebre de su bebé se disparó tanto que se sentía como si estuviera durmiendo junto a una fogata. En el hospital, el pequeño desarrolló lesiones dolorosas que se extendieron por todo el cuerpo, la cara, las manos y los pies. La enfermedad se volvió tan grave que el bebé murió. Otros aldeanos compartieron historias similares sobre la intensidad de la cepa más letal de la viruela del mono: niños con “bultos” en la cara y la garganta tan hinchados que apenas podían beber o comer.
"Si tuviéramos que lanzar un dado, realmente tuvimos suerte con la variante que despegó en todo el mundo", dice Olson. "Todavía hay una oportunidad de entender lo que está pasando con esta otra variedad del virus antes de que se nos vaya de las manos".