Pandemia de VIH: avances, desafíos y barreras de acceso en el tratamiento
Micrografía electrónica de transmisión de partículas del virus VIH-1 (naranja) que se replican a partir de la membrana plasmática de una célula T H9 infectada. Imagen capturada en el Centro de Investigación Integrada (IRF) del NIAID en Fort Detrick, Maryland.
“Durante los dos últimos años de la COVID-19 y otras crisis mundiales, el progreso contra la pandemia del VIH ha decaído, los recursos se han reducido y, como resultado, hay millones de vidas en riesgo", diagnostica ONUSida en , de acuerdo con un comunicado por el Día Mundial del Sida 2022.
A pesar de que la cura para el VIH no ha sido descubierta, existen tratamientos altamente efectivos para controlar la infección. Una persona incluso puede, a través de la medicación correcta, llegar a lo que se conoce como I=I (indetectable=intransmisible). Es decir, llegar al punto en el que no se detectan rastros de VIH en pruebas diagnósticas, y por ende, esa persona ya no transmite el virus.
Sin embargo, el VIH no da tregua. Las desigualdades perpetúan la pandemia, dificultan el acceso a pruebas de detección, tratamientos y dificultan la adherencia, incluso cuando la persona ya conoce su diagnóstico. Persisten incluso en estos servicios más básicos, y son aún mayores en el caso de las nuevas tecnologías.
En América Latina, según los datos de ONUSida para 2021, existen 2.2 millones de personas que viven con VIH, de las cuales 1.5 millones se encuentran en tratamiento. En la mayoría de los paises del mundo, solo los grupos privilegiados tienden a tener acceder a los tratamiento preventivos, y mantener la adherencia a un tratamiento.
Este año, el eslogan del Día Mundial del Sida, impulsado por la ONU, es Igualdad Ya, en un intento de llamar la atención sobre el mayor enemigo de esta pandemia: la inequidad. La llamada a la acción pretende impulsar al mundo a trabajar para abordar las desigualdades y así ponerle fin a la pandemia.
En el Día Mundial del Sida, ONUSIDA insta a todos y cada uno de nosotros a abordar las desigualdades que están frenando el progreso para poner fin al sida.
¿Existe la vacuna para el VIH?
Al día de hoy, la ciencia ha encontrado diversas formas de hacerle frente al virus del VIH. Desde las barreras físicas que otorga la profilaxis hasta las vacunas post exposición, que buscan evitar la transmisión luego de haber pasado por una situación de riesgo. También se encuentra en las etapas finales del desarrollo una vacuna preventiva, en la que Fundación Huésped, fundación radicada en Argentina que trabaja en conjunto con América Latina y el caribe, ha estado trabajando desde el año 2020. Los resultados del “Estudio Mosaico”, en el que participaron 3800 personas VIH negativas de 18 a 60 años con alto riesgo de contraer VIH, estarán disponibles el año próximo.
Pero la vacuna probablemente no sea la solución mágica. “Es una herramienta más que seguramente nos ayudará”, opina Nadir Cardozo, una de las representantes de la comunidad Trans para Fundación Huésped, en diálogo con National Geographic.
En la mayoría de los paises del mundo, solo los grupos privilegiados tienden a tener acceder a los tratamiento preventivos, y mantener la adherencia a un tratamiento.
Las barreras de acceso
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que “las pruebas de detección del VIH siguen teniendo un alcance restringido: se estima que el 15% de las personas infectadas por el VIH (esto es, 5,9 millones) todavía no han sido diagnosticadas y no saben si están infectadas”. Según relata Gastón Devisich, otro referente del área de Participación Comunitaria en Fundación Huésped, el 37% de las personas que se han diagnosticado en este último año, lo hicieron en una fase muy avanzada de la infección, donde han visto su calidad de vida ya comprometida. Tal es la situación, que, en 2021, 29 000 personas fallecieron por enfermedades relacionadas al sida.
La meta puesta por los miembros de la ONU en 2016, era lograr menos de 500 000 nuevas infecciones de VIH y menos de 500 000 muertes relacionadas al sida anuales, además de la eliminación del estigma y discriminación hacia las personas portadoras del virus, para 2020. Los objetivos no fueron alcanzados.
En muchos casos, las dificultades no responden a un solo factor, sino a un complejo abanico de barreras sociales, estructurales y económicas. Se calcula que tan solo un 69% de la población infectada con VIH se encuentra en tratamiento antirretroviral.
En América Latina, entre las poblaciones vulnerables se encuentran las minorías raciales o étnicas, los refugiados, los pobres, los hombres que tienen sexo con hombres, los usuarios de drogas inyectables, los trabajadores sexuales y las mujeres que sufren desigualdad de género.
La diversidad de opciones de tratamiento responde a las múltiples necesidades de grupos heterogéneos y multiformes. “Quien no está accediendo hoy a servicios de respuesta del VIH, probablemente tampoco está accediendo a un montón de otros servicios elementales, que no están necesariamente relacionados con salúd”, explica Devisich a National Geographic.
“Llevarte la pastilla a la boca es el último eslabón de un proceso mucho más grande que empieza en ‘¿por qué la tomo?¿para qué la tomo?’ Ver si hay una vida viable de ser vivida teniendo VIH”.
Devisich, quien es representante de la comunidad de hombres que tienen sexo con hombres y vive con VIH, resalta los estigmas que rodean a las personas infectadas: “Si algún día se descubre la cura, y yo dejo de ser portador de VIH, [para la sociedad] yo voy a seguir siendo sidoso”.
El estigma social que existe alrededor de las personas portadoras de VIH y de las poblaciones vulnerables dificulta el diagnóstico temprano, pero es también un obstáculo permanente en las vidas de las personas que conviven con el virus. De acuerdo al documento de estrategia mundial contra el sida 2021-2026, las personas que viven con el VIH, las poblaciones clave y los supervivientes de violencia sexual y de género “a menudo experimentan exclusión social, pruebas de VIH obligatorias, estigma y discriminación, así como barreras de acceso que se ven exacerbadas por las restricciones de viajes y las leyes de criminalización del VIH”.
Cardozo resalta que el VIH es tan sólo una parte de los problemas que sufre la comunidad Trans: “Es difícil pedir adherencia a un tratamiento a una persona que no tiene un techo bajo el cual dormir, o que se encuentra en situaciones de violencia”. Reclama la necesidad del acceso a una salud integral: “El VIH no es lo único que nos afecta, hay un montón de otras cosas que nos atraviesan”.