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Por qué caminar puede prevenir el dolor lumbar

En un estudio reciente, los participantes que caminaban cinco veces por semana tenían un 28% menos de probabilidades de que reapareciera el dolor lumbar.

Un equipo de investigadores australianos ha descubierto recientemente que caminar con regularidad no sólo alivia el dolor lumbar, sino que ayuda a prevenir su reaparición.

Fotografía de Gollhardt & Wieland Laif, Redux
Por Rachel Fairbank
Publicado 25 sep 2024, 07:50 GMT-3

El dolor lumbar es una de las principales causas de discapacidad, y se calcula que afecta a 619 millones de personas en todo el mundo. Para muchas personas que sufren lumbalgia, su dolencia es cíclica, y el dolor reaparece incluso después de la recuperación. Casi el 70% de las personas que se recuperan pueden sufrir otro episodio en el plazo de un año.

Caminar podría ofrecer a estos pacientes cíclicos un método de alivio fácil y asequible, según informaron recientemente unos investigadores en la revista The Lancet. El nuevo estudio analizó si un programa individualizado de caminatas podía prevenir la recurrencia del dolor lumbar en pacientes que se habían recuperado recientemente de un episodio. 

Los pacientes que iniciaron un programa regular de caminatas tenían menos probabilidades de sufrir una recurrencia de su lumbalgia en el plazo de un año o más. En el caso de los pacientes cuyo dolor lumbar reaparecía, caminar con regularidad parecía prolongar el número medio de días entre episodios.

“La inmensa mayoría de las investigaciones que se han hecho sobre el dolor de espalda se centran en el tratamiento de esos episodios, pero no en la prevención”, afirma Mark Hancock, investigador de la Universidad Macquarie de Sydney (Australia) y uno de los autores del estudio. “Pensamos que era muy importante empezar a centrarnos en la prevención de futuros episodios, y dar a los pacientes habilidades para gestionar su propio dolor de espalda, sabiendo que para la mayoría de la gente se trata de una dolencia fluctuante y de larga duración”.

El ejercicio aeróbico ayuda para aliviar el dolor

Se sabe desde hace tiempo que el movimiento ayuda a aliviar el dolor lumbar, y las pruebas de que el ejercicio aeróbico es un tratamiento son excepcionalmente sólidas, afirma Comron Saifi, cirujano ortopédico del Hospital Metodista de Houston, que no participó en el estudio. Como resultado, hay una serie de directrices clínicas que recomiendan la actividad aeróbica ligera, como caminar, como una estrategia para la gestión de los episodios de dolor de espalda baja.

A pesar de ser un tratamiento habitual, la eficacia de caminar para prevenir el dolor lumbar no está tan estudiada. Aun así, caminar ofrece ventajas que ya lo convierten en un buen candidato para la prevención. 

El movimiento estimula el flujo sanguíneo a la columna vertebral, lo que ayuda a la curación al aumentar la cantidad de oxígeno y nutrientes que llegan hasta allí. Al caminar, “la columna se encuentra en una posición en la que se la desafía de forma suave”, afirma Femi Betiku, fisioterapeuta e instructor de Pilates en Westchester (Nueva York), que no participó en el estudio. Este desafío suave aplica la cantidad justa de fuerza o carga a la columna vertebral y tiene una serie de beneficios para los músculos y las articulaciones de la zona lumbar.

“Al caminar, la columna recibe una carga muy agradable, repetitiva y bastante baja, y sabemos que eso es muy bueno para los tejidos” afirma Hancock. “Todos los tejidos del cuerpo responden a la carga. Se hacen más fuertes y sanos con la carga”. En el caso de la zona lumbar, esto incluye los músculos que rodean y sostienen la columna vertebral, así como las vértebras y los discos cartilaginosos que la componen. 

El suave impacto de caminar favorece el flujo sanguíneo a estos tejidos, al tiempo que fortalece el cartílago y el hueso de la columna. Los estudios han demostrado que los corredores habituales tienen discos cartilaginosos más fuertes y sanos que los no corredores, y se cree que caminar tiene un efecto similar.

Caminar, junto con otras formas de ejercicio aeróbico ligero, también tiene el efecto de ayudar a las personas a moverse durante un momento en el que pueden no sentirse seguras de su capacidad para hacerlo. 

Cuando las personas sufren un episodio de lumbalgia, “empiezan a favorecer ciertas posturas”, dice Kris Gordon, fisioterapeuta de la Universidad de Washington en San Luis, que no participó en el estudio. “Nos volvemos temerosos de movernos de ciertas maneras”. No moverse puede empeorar las cosas. Aunque en el momento parezca lo correcto, a la larga puede provocar rigidez, prolongando el episodio de dolor

Según la experiencia de Hancock como fisioterapeuta, muchos pacientes que sufren episodios recurrentes de dolor lumbar pueden llegar a un punto en el que temen moverse, incluso cuando el dolor no está ahí. «Existe esa sensación constante de '¿Cuándo va a volver?». dice Hancock. 

“He hablado con muchos pacientes que hace tiempo que no tienen dolor de espalda, pero siguen llevando una vida muy protegida”, por miedo a hacer algo que provoque un rebrote del dolor. Esto, a su vez, puede provocar que los músculos se agarroten, lo que puede predisponerlos a una recidiva.

Caminar ayuda a prevenir el dolor: así fue el estudio que lo demuestra

Para obtener datos concretos sobre la marcha y la prevención, Hancock y sus colegas reclutaron a 701 personas que se habían recuperado de un episodio reciente de lumbalgia que había durado, de media, entre 4 y 5 días, sin causa aparente. Para poder participar en el estudio, tampoco debían tener un programa de ejercicio regular. Aunque la edad media de los participantes en el estudio era de sólo 54 años, esas mismas personas habían declarado una media de 33 episodios de lumbalgia en el pasado.

El equipo se centró en el paciente con lumbalgia clásica. “Para la mayoría de las personas que padecen dolor de espalda, se trata de una afección recurrente y fluctuante”, afirma Hancock. Trabajos anteriores han demostrado que estos episodios de dolor suelen durar entre 5 y 6 días de media.

Los investigadores dividieron a los pacientes en dos grupos. El primer grupo recibió seis sesiones con un fisioterapeuta. En estas sesiones, el objetivo era desarrollar un programa individualizado para caminar; en el transcurso de seis meses, cada persona llegó a caminar 30 minutos al día, cinco días a la semana. El segundo grupo no recibió tratamiento.

En el grupo de tratamiento, los terapeutas ajustaron el programa de caminata en función de las limitaciones físicas y las circunstancias vitales de cada persona. Los participantes también recibieron consejos sobre cómo controlar el dolor en caso de que reapareciera.

Las sesiones individuales de entrenamiento ayudaron a los participantes a encontrar formas de integrar la marcha en sus vidas, ya fuera ir andando al trabajo o acostumbrarse a caminar a una hora determinada cada día, al tiempo que se aseguraban de que iniciaban el programa a un ritmo sostenible para sus capacidades físicas

Aunque al principio las sesiones eran presenciales, los investigadores cambiaron a sesiones de telesalud después de COVID-19, lo que les permitió reclutar pacientes en algunas zonas muy remotas de Australia, donde a veces es incluso difícil llegar a un médico de atención primaria.

El planteamiento encaja con las tendencias que los terapeutas observan en los entornos clínicos. “Lo más importante es conocer al paciente donde se encuentra”, afirma Jake Keller, fisioterapeuta del Centro Médico de la Universidad de Rochester (Nueva York) que no participó en el estudio. 

Los participantes de ambos grupos comunicaron si habían tenido un episodio recurrente de lumbalgia y cuándo, y los científicos siguieron su evolución durante al menos un año y hasta tres años en el caso de algunos pacientes.

El grupo que recibió consejos para caminar tenía un 28% menos de probabilidades de sufrir un episodio recurrente de lumbalgia que los que no habían recibido tratamiento. Entre todos los participantes cuyo dolor lumbar reapareció, el grupo que caminó pasó una media de 208 días entre recidivas, mientras que el grupo que no caminó informó de una media de 112 días entre recidivas. 

Los resultados ponen de manifiesto el amplio papel que desempeña el movimiento en la curación. “Nuestro cuerpo se cura de maravilla, pero necesita un buen entorno para ello, y el entorno de curación es el movimiento”, afirma Hancock. «Si te mueves, las cosas van mejor».

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