Cómo incide tu dieta y tu estilo de vida en la probabilidad de desarrollar cáncer
El síndrome metabólico, un conjunto de síntomas que incluyen hipertensión arterial, hipercolesterolemia, diabetes y exceso de grasa abdominal, se relaciona ahora con una mayor prevalencia y progresión de cáncer. Arriba, una paciente se toma la presión arterial en una clínica.
Cuando Urvi Shah era becaria de hematología-oncología, le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer que afecta al sistema linfático, vital para una respuesta inmunitaria sana. Shah recibió cuatro meses de quimioterapia intensa que curó la enfermedad, pero se preguntó qué papel desempeñaba la alimentación, si es que desempeñaba alguno, en la erradicación de su cáncer.
“Escuché muchas recomendaciones de amigos y familiares sobre lo que debía y no debía comer y me di cuenta de que en la facultad de medicina no aprendemos nada sobre el papel de la nutrición en la curación”, sostiene Shah. “Como paciente, quería sentirme capacitada para hacer algo en favor de mi salud”.
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Intrigada por la evidencia sobre cómo los alimentos vegetales ricos en fibra reducen la incidencia del cáncer y el riesgo de recurrencia, Shah volvió a centrar su investigación en los factores de riesgo modificables, como la nutrición, la obesidad, la diabetes y el microbioma.
Ahora especialista en mieloma y profesora adjunta del Memorial Sloan Kettering Cancer Center (Estados Unidos), Shah dirige cuatro estudios de intervención dietética (ensayos NUTRIVENTION) para ofrecer orientación nutricional a pacientes con cáncer.
Su trabajo forma parte de un conjunto creciente de investigaciones que sugieren que una constelación de enfermedades metabólicas como la obesidad, la diabetes, la hipertensión, el colesterol y los triglicéridos altos (que afectan a más del 40% de los estadounidenses) podrían ser un factor clave en la aparición y progresión de muchos tipos de cáncer.
Existe incluso un término médico (síndrome metabólico) para describir a las personas que padecen tres o más de estas afecciones. La incidencia de este síndrome ha ido en aumento durante décadas y la dieta occidental combinada con un estilo de vida inactivo son en gran parte culpables.
El consumo excesivo de alcohol, los carbohidratos refinados y los alimentos cargados de grasa, así como pasar la mayor parte del tiempo en el sofá o sentado en un escritorio, produce una respuesta inflamatoria que, con el tiempo, daña el ADN. Por desgracia, cuanto más dañado esté el ADN, más probabilidades hay de que las células normales se vuelvan cancerosas.
“Nuestra visión del cáncer como una enfermedad genética impulsó el desarrollo de terapias dirigidas a mutaciones genéticas específicas", afirma Stephen Freedland, director del Centro de Investigación Integrada en Cáncer y Estilo de Vida del Cedars-Sinai. “Pero ahora sabemos que es una enfermedad metabólica con necesidades metabólicas únicas, y muchos de los cambios genéticos que se producen en el cáncer regulan el metabolismo”.
Según estimaciones del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, en 2022 se produjeron casi 20 millones de nuevos casos de esta enfermedad y 9.7 millones de muertes por esta causa. En muchos países desarrollados, el cáncer ha superado a las cardiopatías como principal causa de muerte.
Y aunque la secuenciación genética ha hecho avanzar el conocimiento de los cambios genómicos que se producen en la enfermedad, no ha dado lugar a muchas estrategias terapéuticas eficaces.
Debido a que las células cancerosas presentan millones de alteraciones genéticas, desarrollar fármacos específicos para cada tumor es una tarea de enormes proporciones. Lo que los científicos saben es que el metabolismo defectuoso (proceso por el que las células generan y utilizan la energía) es una característica distintiva del cáncer. Esto sugiere que la reprogramación metabólica de las células cancerosas podría ser una estrategia de tratamiento viable.
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Alteraciones metabólicas y cáncer: una relación casi innegable
Solo entre el 5 % y el 10 % de los tipos de cáncer están relacionados con una mutación genética específica, y ninguna mutación se asocia a todos los tipos de cáncer. En cambio, las alteraciones metabólicas están presentes en casi todos los tipos de la enfermedad. Así pues, tiene sentido que las tasas de cáncer estén aumentando junto con la creciente epidemia de enfermedades metabólicas.
Un estudio realizado en 2024 con más de 44 000 personas en China, publicado en la revista Cancer, determinó que las personas que tenían al menos tres de los cinco componentes del síndrome metabólico presentaban un 30 % más de probabilidad de desarrollar cualquier tipo de cáncer durante el periodo de estudio de nueve años, en comparación con las que tenían menos de tres de estos factores de riesgo.
Los investigadores descubrieron que el riesgo de cáncer de mama, endometrio, riñón, colorrectal e hígado entre las personas del grupo con las puntuaciones más altas de síndrome metabólico era entre dos y cuatro veces mayor que entre las que tenían las puntuaciones más bajas.
La obesidad, uno de los componentes del síndrome metabólico, se asocia a altos niveles de inflamación que dañan los tejidos sanos y contribuyen a la aparición de al menos 13 tipos de cáncer. Por ejemplo, los estudios muestran que las mujeres obesas tienen un riesgo tres veces mayor de cáncer de endometrio y un riesgo 2.5 veces mayor de cáncer de riñón en comparación con sus homólogas metabólicamente sanas y de peso normal.
“El exceso de grasa corporal, especialmente alrededor de la sección media, impulsa el aumento de inflamación, azúcar en sangre y la producción del factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1), todos ellos relacionados con ciertos tipos de cáncer”, explica Freedland. “Los mecanismos pueden ser distintos según los tipos de cáncer, pero la disfunción metabólica es el denominador común”.
Pero lo que comemos y lo que pesamos no son los únicos factores en juego. Diferentes investigaciones demuestran que incluso las personas de peso normal con síndrome metabólico tienen un mayor riesgo de desarrollar cáncer. El estilo de vida, por ejemplo, puede modificar la respuesta del organismo a la insulina y la capacidad de convertir la energía de los alimentos en combustible.
Un estudio tras otro relaciona el estrés, las alteraciones del sueño, la inactividad y la soledad con cáncer de todo tipo, independientemente del peso o el índice de masa corporal.
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¿Se puede matar a las células cancerosas suprimiéndoles el azúcar?
La teoría de que el cáncer es una enfermedad metabólica se remonta a la década de 1920, cuando el científico alemán Otto Warburg informó que las células cancerosas tienen una peculiaridad metabólica. A diferencia de las células normales, las cancerosas utilizan la glucosa casi exclusivamente como fuente de energía, incluso cuando hay oxígeno suficiente para descomponer otras fuentes de combustible, como los ácidos grasos y las proteínas.
Esta característica permite la detección precoz del cáncer mediante una tomografía por emisión de positrones (PET) con fludesoxiglucosa-18 (FDG), una prueba de imagen no invasiva que rastrea el consumo de glucosa de las células y permite identificar las cancerosas (las que engullen más glucosa).
La pregunta es: ¿se puede matar de hambre a las células cancerosas suprimiendo el azúcar?
La mayoría de los científicos no están preparados para dar ese salto, pero varios estudios relacionan el consumo excesivo de glucosa a través de bebidas azucaradas y carbohidratos refinados (también conocidos como azúcar) con un mayor riesgo de cáncer. Las investigaciones sugieren que los pacientes diabéticos que toman metformina, un fármaco estabilizador del azúcar en sangre, tienen menos probabilidades de padecer cáncer que los que no lo toman.
El nivel de azúcar en sangre mal controlado es como una golosina para el cáncer. A diferencia de las células normales, que detienen su crecimiento en respuesta a señales hormonales, el metabolismo defectuoso de las células cancerosas interfiere con estos sistemas de mensajería. De hecho, dos hormonas fundamentales producidas por el tejido adiposo (la adiptina y la adiponectina) pueden contribuir a convertir las células normales en cancerosas cuando se altera su equilibrio.
Un nivel bajo de adiponectina y alto de leptina se asocia a la obesidad y al síndrome metabólico, explica Shah. Esta proporción alterada “se asocia con un mayor riesgo de cáncer a través de la resistencia a la insulina y la inflamación, dos impulsores clave de la enfermedad”.
Sin embargo, lo que sigue siendo incierto es si las alteraciones genéticas conducen a un metabolismo desregulado en el cáncer o si un metabolismo desregulado da lugar a los cambios genéticos que se observan en el cáncer.
“El síndrome metabólico provoca cambios genéticos que predisponen a padecer cáncer”, asegura Suresh T. Chari, gastroenterólogo del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas en Houston (Estados Unidos), que investiga si ciertos biomarcadores metabólicos podrían ayudar a detectar antes la dolencia. “Pero el propio cáncer también provoca muchas alteraciones metabólicas en los años anteriores a su diagnóstico, probablemente para su propia supervivencia”.
Este vínculo, según Chari, sugiere una oportunidad: los trastornos metabólicos, como la diabetes, y factores como los niveles de lípidos y la proteína C reactiva (una medida de la inflamación) podrían ayudar a detectar antes los cánceres evasivos. Y dado que ambos procesos están tan interrelacionados, las herramientas que combaten los trastornos metabólicos también podrían combatir todos los tipos de cáncer.
Hacia una intervención precoz
Los conocimientos científicos sobre las bases metabólicas del cáncer siguen evolucionando. Según Shah, controlar factores como la glucemia, la tensión arterial y el colesterol, y tomar medidas para reprogramar las disfunciones metabólicas, puede ayudar a los médicos a detectar antes el cáncer o incluso a prevenirlo por completo.
“Existe el escepticismo de que estos factores de riesgo modificables sólo confieren un riesgo modesto, por lo que no deberíamos agobiar a los pacientes con esta información”, explica Shah. “Pero, según mi experiencia, los pacientes están ávidos de información sobre cómo pueden prevenir o reducir el proceso de la enfermedad, y hay datos sólidos que sugieren que vigilar y controlar el síndrome metabólico es una importante estrategia de prevención y tratamiento”.
En uno de los ensayos de Shah, las bebidas azucaradas se asociaron con un aumento del 40 % al 60 % del riesgo de proteínas anormales en la sangre relacionadas con el riesgo de mieloma múltiple. Por el contrario, los cereales integrales, las frutas y las verduras se asociaron a una reducción del riesgo de este estado precanceroso de entre el 30 % y el 50 %.
Las investigaciones también sugieren que conseguir un metabolismo saludable mediante estrategias de estilo de vida puede mejorar las probabilidades de supervivencia si ya se padece cáncer.
Gracias a las múltiples formas de mejorar los factores de riesgo metabólicos, los pacientes pueden tomar las riendas de su salud, al menos hasta cierto punto. Deben saber que cuánto, cuándo y qué comen marca la diferencia. Que ir al gimnasio en lugar de ver televisión puede reducir el riesgo de desarrollar cáncer y mejorar los resultados si ya han sido diagnosticados, y que cambiar los refrescos por agua con unas gotas de lima es la mejor estrategia de prevención del cáncer.
“Los pacientes tienen un poder tremendo”, subraya Freedland. “Las decisiones que toman cada día pueden marcar una diferencia drástica en su riesgo de desarrollar cáncer y otras enfermedades”, concluye.