¿Cuáles pueden ser los efectos perjudiciales del uso excesivo de teléfonos inteligentes?
Estas pequeñas computadoras nos permiten hacer millones de tareas a diario, pero estudios recientes revelan que también pueden ser perjudiciales para los humanos.
Hace poco, como es común por estos días, recibí una llamada de mi padre vía Skype a mi teléfono inteligente. Mi padre vive en Calcuta, India, tiene 79 años y no sale mucho, ya que cada vez le cuesta más. Ese día, yo estaba viajando en tren de Dinamarca a Suecia. Mientras hablaba con él, puse el teléfono contra la ventana, con la lente de la cámara hacia afuera. Ambos pudimos observar el campo sueco cuando el tren partía desde Malmo hacia Lund. Por un instante, sentimos que estábamos viajando juntos.
Agradezco a mi teléfono por darme ese momento de conexión y muchos otros más. Pero el mismo dispositivo se ha convertido en una fuente de distracción implacable en mi vida, que me invade con una regularidad aterradora y disminuye mis interacciones personales con familiares y amigos. Durante una visita a Calcuta para ver a mi papá, me di cuenta de que, mientras estábamos conversando, miraba el teléfono a cada rato para ver las noticias de Facebook y comprobar si una foto que había publicado recientemente había obtenido nuevos "me gusta". (¡De hecho, tenía! ¡Y comentarios, también!)
Durante la última década, los teléfonos inteligentes han revolucionado mucho más que simplemente la forma en que nos comunicamos. Además de llamar, enviar mensajes de texto y correos electrónicos, más de dos mil millones de personas en todo el mundo ahora utilizan estos dispositivos para navegar, para pedir un taxi, comparar precios y comentarios de productos, enterarse de las últimas noticias, ver películas, escuchar música, jugar videojuegos, recordar las vacaciones y, no menos importante, participar en las redes sociales.
Es indudable que la tecnología de los teléfonos inteligentes ha brindado a la sociedad muchos beneficios, como permitir que millones de personas que no tienen acceso a bancos realicen transacciones financieras o permitir que los rescatistas en una zona de catástrofe identifiquen exactamente dónde se necesita de su ayuda con mayor urgencia. Existen aplicaciones para que los usuarios de teléfonos inteligentes sepan cuánto caminan por día y qué tan bien duermen por la noche. Parece que cada día surge una nueva aplicación: tu teléfono inteligente ahora puede ayudarte a controlar la higiene dental de tus hijos a través de unos cepillos de dientes con tecnología Bluetooth, que registran el tiempo que tardan los niños en lavarse los dientes (Mi esposa y yo decidimos que esto era demasiado).
Estos beneficios, sin embargo, parecen haber afectado gravemente nuestra vida mental y social. Los teléfonos inteligentes se han convertido en una especie de droga para cientos de millones de usuarios. Los científicos recién ahora están comenzando a investigar este fenómeno, pero sus estudios sugieren que cada vez nos distraemos más, pasamos menos tiempo en el mundo real y quedamos más atrapados por el mundo virtual.
El poder que tienen sobre nosotros se evidencia en nuestros hábitos y comportamientos cotidianos. Ya nunca más recordamos direcciones: hoy dependemos de nuestros teléfonos para llegar a todos lados, incluso a destinos que ya hemos visitado varias veces. Los usuarios más compulsivos tenemos los teléfonos a mano en todo momento, e incluso los miramos si nos despertamos en medio de la noche. En los aeropuertos, en los campus universitarios, en el centro comercial, en el semáforo, en casi cualquier lugar público que te puedas imaginar; en estos días, nos la pasamos viendo personas con la cabeza para abajo mirando sus teléfonos con atención. Si entras en un café y ves a alguien que simplemente está tomando café y mirando por la ventana, no creas que está disfrutando de un momento de tranquilidad; lo más probable es que se le haya agotado la batería del teléfono.
Usar teléfonos inteligentes nos ha cambiado la geografía de la mente, hoy cada pensamiento propio que podamos tener se disipa, sale por una vía de escape. “Lo que he observado en los últimos seis a ocho años es un cambio de paradigma masivo: gran parte de la atención que poníamos en nuestro ecosistema personal se ha volcado a lo virtual”, comenta Larry Rosen, profesor emérito de psicología de California State University, en Dominguez Hills y coautor de The Distracted Mind: Ancient Brains in a Hi-Tech World (La mente dispersa: cerebros antiguos en la era de la alta tecnología). "Eso significa que no estás prestando atención a lo que tienes en frente de ti. La crianza de los hijos es un claro ejemplo: no te enfocas en tus hijos. Ni siquiera te enfocas en lo que estás viendo en la televisión porque siempre estás usando dos pantallas. Está afectando todos los aspectos de nuestras vidas y, lamentablemente, creo que va a seguir haciéndolo de formas aún más drásticas.
Los investigadores han comenzado a registrar el efecto de los teléfonos inteligentes en nuestra capacidad de concentración. En un estudio, Adrian Ward, psicólogo de la Universidad de Texas en Austin, y sus colegas dieron a 800 participantes dos tareas que requerían de cierto esfuerzo mental: resolver un problema de matemáticas mientras memorizaban una secuencia aleatoria de letras y elegir una imagen para completar un patrón visual. A algunos participantes se les pidió que dejaran sus teléfonos en otra habitación, mientras que a otros se les permitió que conservaran los teléfonos en sus bolsillos. Otros participantes dejaron sus teléfonos inteligentes en un escritorio que tenían delante de ellos. Aunque los teléfonos no se usaron para cumplir con las tareas, el acceso a estos afectó el modo en que los participantes desarrollaron las tareas. Los que habían dejado sus teléfonos en otra habitación obtuvieron mejores resultados. A los que tenían los teléfonos enfrente les fue peor que a todos. E incluso se descubrió que aquellos que habían guardado sus teléfonos en los bolsillos sufrieron una disminución en sus capacidades cognitivas.
A los investigadores les preocupa que la adicción a los teléfonos inteligentes pueda causar que los usuarios jóvenes pierdan la habilidad de leer y comprender textos, lo que a su vez podría tener un efecto negativo en su pensamiento crítico. Estas preocupaciones se basan en los resultados de estudios como el realizado por la psicóloga Anne Mangen y sus colegas de la Universidad de Stavanger en Noruega. Dividieron a 72 estudiantes del décimo año en dos grupos, y le pidieron a un grupo que leyera dos textos en papel y al otro que leyera los mismos textos en PDF desde una pantalla. En una prueba de comprensión lectora, a los que leyeron del papel les fue mucho mejor que a los lectores digitales.
Otro estudio, realizado en la Universidad de British Columbia, reafirma lo que muchos de nosotros hemos experimentado en carne propia: el uso de teléfonos inteligentes puede afectar negativamente las interacciones sociales en el mundo real. Los investigadores, dirigidos por Ryan Dwyer, estudiante de doctorado en psicología, pidieron a más de 300 participantes que salieran a comer a un restaurante con amigos o familiares, y les indicaron a algunos que dejaran sus teléfonos sobre la mesa y a otros que los guardaran. Aquellos que tuvieron los teléfonos enfrente informaron que estuvieron más distraídos durante la conversación y disfrutaron menos la comida que los demás.
"Las personas que tuvieron acceso a sus teléfonos, también se aburrieron más, lo cual no esperábamos", comenta Dwyer. Y agrega que, probablemente, tener el teléfono sobre la mesa en una cena, no significa arruinar la comida, pero puede atentar contra el disfrute. Y es fácil imaginar el efecto que este fenómeno genera en todas las relaciones cercanas.
No es difícil entender por qué nos cuesta tanto apartarnos de nuestros teléfonos, incluso durante las comidas. "Sabemos muy bien que si queremos que una persona se concentre en algo, hay que darle una recompensa en momentos impredecibles", explica Ethan Kross, psicólogo de la University of Michigan en Ann Arbor. "Eso es justamente lo que hace el correo electrónico o las redes sociales. Como no sabemos cuándo recibiremos otro “Me gusta” o cuando nos entrará otro correo electrónico, revisamos el teléfono a cada rato”.
Nuestra compulsividad parece empeorar. Así lo sugiere un estudio realizado por Rosen y sus colegas, en el que se ha hecho un seguimiento del modo en que usan sus teléfonos inteligentes los estudiantes de secundaria y adultos jóvenes. Usando aplicaciones que registran la cantidad de veces que se desbloquea un teléfono, los investigadores descubrieron que los participantes habían pasado de desbloquear sus teléfonos unas 56 veces al día en 2016 a 73 veces al día en 2018. "Es una diferencia muy grande", afirma Rosen.
En parte, el problema son las notificaciones, que pueden desactivarse. Otro factor es "la ansiedad con la que vivimos", afirma Rosen, y que también puede tratarse con actividades como el mindfulness y la meditación. Un tercer factor, más perverso, según Rosen, es la manera en que las empresas de tecnología han "diseñado cuidadosamente sus aplicaciones y sus sitios web para que tus ojos lleguen ahí, para que se queden ahí y para que regresen".
Respondiendo a estas críticas, los fabricantes de teléfonos han desarrollado aplicaciones para ayudar a los usuarios a controlar el tiempo de pantalla en el teléfono. Pero no está claro si las aplicaciones como Screen Time de Apple y el Digital Well Being de Google Android ayudarán a los usuarios a reducir el tiempo que pasan en sus teléfonos. En un estudio de estudiantes del último año de secundaria, Rosen y su equipo descubrieron que, en ciertos momentos, los participantes verificaron las aplicaciones de control de tiempo de pantalla y se enteraron de que habían pasado más tiempo en sus teléfonos de lo que pensaban. Pero vieron que cerca de la mitad de ellos no hizo cambios en su comportamiento. (Los investigadores están haciendo un seguimiento para averiguar qué cambios hicieron los otros).
Rosen admite estar atrapado él mismo. Se reconoce adicto a las noticias, y abre constantemente Apple News en su teléfono. "La mayoría de las veces, no hay nada nuevo, pero de vez en cuando, aparece una nueva historia, que actúa como refuerzo positivo para que mire el dispositivo con más frecuencia", explica.
Aprender a vivir con la tecnología sin entregarse a ella seguramente sea uno de los mayores desafíos que enfrentamos en la era digital. "Estamos jugando a ponernos al día", expresa Kross, quien describe el universo experiencial que ofrecen los teléfonos inteligentes como un nuevo ecosistema al que todavía nos estamos adaptando. "Hay formas útiles o perjudiciales de andar en el mundo sin conexión, y lo mismo se aplica al mundo digital".
Yudhijit Bhattacharjee es un escritor que colabora con National Geographic.