Así se siente pasar un año en Marte

Juegos de dados, bailes y cenas virtuales con las familias ayudaron a los seis miembros del proyecto HI-SEAS a hacer frente al aislamiento en las laderas de un volcán.

Por Nadia Drake
Publicado 2 ene 2018, 17:33 GMT-2
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Después de un año en el domo, los miembros de la tripulación salen del hábitat del proyecto HI-SEAS, en las laderas del Mauna Loa, el 28 de agosto de 2016.
Fotografía de University of Hawai'i

MAUNA LOA, HAWÁI. Sheyna Gifford levanta un puñado de rocas volcánicas rojas, mete la nariz entre ellas y toma un largo y profundo respiro.

“Guau.”, dice. “No hay planeta como el hogar”.

Gifford, médica y periodista, acaba de completar una misión simulada a Marte de un año, durante el cual ella y otros 5 compañeros de tripulación vivieron en un domo de dos pisos ubicado a 2500 metros sobre las laderas del Mauna Loa. Fue la cuarta operación del proyecto Hawaii Space Exploration Analog and Simulation (Analogía y Simulación de Exploración Espacial en Hawái), o HI-SEAS.

El domingo 28 de agosto de 2016 fue la primera vez que el equipo salió de este "Marte en la Tierra" sin trajes espaciales desde el año anterior. Durante 365 días y medio, trabajaron, vivieron, cocinaron, se refugiaron y tiritaron juntos en los días de frío extremo. Sin visitas de amigos, sin llamadas a familiares, sin nadie de quien depender salvo el resto del equipo.

Gifford levanta la mano al viento lleno de rocío que sopla a través de la montaña y se deja acariciar por la brisa. “Se siente muy bien", ella dice.

Ha sido un año largo de estar constantemente encerrados, y regresar al mundo significa no solo lidiar con una avalancha de periodistas, sino también enfrentarse a una serie de sensaciones mundanas que ahora, de alguna manera, son más significativas.

Entre ellas, el aire fresco.

“Huele como el recuerdo que tengo del océano. Ahora la pregunta es, ¿qué tan preciso es ese recuerdo? La memoria es muy falible. La única forma de saber si tengo razón es ir allí de inmediato. ¡Vamos!”, exclama Glifford. Entonces mira a las mesas en las que sus compañeros “lavanautas” disfrutan de sus primeras frutas frescas y de al menos la primera pizza en un año.

“Están comiendo mientras yo estoy oliendo tierra”, dice sonriendo.

Un experimento social

Su misión representa el tiempo más largo que ha pasado una tripulación en la versión hawaiana de Marte en la Tierra. Las simulaciones anteriores del estudio financiado por la NASA, a cargo de la Universidad de Hawái en Manoa, duraron de cuatro a ocho meses. Las próximas misiones, programadas para comenzar en 2017 y 2018, serán de ocho meses cada una.

Para cada una, los investigadores elegirán una tripulación de seis miembros y los retarán a sobrevivir aislados en un domo que funciona con energía solar, equipado con todo tipo de lujos (o bien la falta de ellos) que uno podría encontrar en un hábitat interplanetario real.

La tripulación disfrutó de comodidades como inodoros de compostaje, carne criodesecada y suministros médicos limitados (por suerte, no hubo lesiones importantes). También vivieron con un retraso de 20 minutos en las comunicaciones con la gente fuera del domo, y con espacios personales para vivir más pequeños que los armarios de los complejos cercanos. El entretenimiento incluía emocionantes juegos de dados y algunos reacios bailes de salsa. Los miembros de la tripulación recomiendan, entre otras cosas, llevar un libro digital y un ukelele para combatir el aburrimiento.

La misión no puede simular por completo cómo sería estar en Marte: la gravedad de la Tierra no ayuda con eso, para empezar.

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El hábitat del proyecto HI-SEAS fue ubicado en una región de Hawái que se asemeja al paisaje duro y rocoso de Marte.
Fotografía de Sian Proctor, University of Hawai'i

“Si eres el tipo de persona que realmente no puede disimular su incredulidad, que sabe que en la cámara de aire hay aire y que en cualquier momento podría salir por la puerta, tal vez no seas el tipo de persona que quiera unirse a esta misión”, dice Andrzej Stewart, jefe de ingeniería de la misión. “Tienes que dejar la incredulidad un poco de lado para vivir la experiencia completa”.

Sin embargo, los proyectos como HI-SEAS pueden ayudar a los científicos a ver cómo colabora un grupo pequeño en el contexto de un viaje al espacio profundo. ¿Qué hace que una tripulación sea particularmente eficaz? ¿Cuándo y por qué salen mal las cosas? ¿Cuáles son los efectos psicológicos de estar aislado de los amigos y la familia? ¿Cómo se puede entrenar a las tripulaciones para que soporten los medios estresantes?

“Esto trata de la cohesión y el rendimiento del equipo, así que, ¿cómo podemos mantenerlo unido? ¿Cómo elegimos una tripulación y la entrenamos para que sea resistente?”, se pregunta la investigadora principal de HI-SEAS, Kim Binsted, que fue la primera persona en dar la bienvenida a la tripulación cuando abrieron la escotilla y salieron a la realidad.

“Lo que descubrimos es que no existe una varita mágica para prevenir el conflicto, todo depende de cómo lo afrontas y de cómo respondes a él. No solo como individuo, sino como grupo”.

Esto también es cierto en la vida real, señala la comandante de la tripulación, Carmel Johnston, experta en ciencia del suelo. “Pero cómo te enfrentas a eso en un domo o en un espacio pequeño es muy diferente a tener la opción de salir”, explica. “Queremos analizar todo lo que podría salir mal antes de que ocurra en el espacio, para así evitar que suceda”.

Simulación dentro de una simulación

Al menos dos de los miembros de la tripulación experimentaron muertes de familiares mientras estaban en la simulación. Otros se perdieron bodas y nacimientos. Los días festivos fueron y vinieron, celebrados a través de mensajes de texto, correos electrónicos o mensajes de video.

Este equipo, sin embargo, tuvo la ventaja de probar un nuevo componente de realidad virtual. Por primera vez, los investigadores activaron un entorno de realidad virtual dentro del hábitat que permitía a los miembros de la tripulación construir sus propias realidades y experimentar 30 entornos virtuales y mensajes enviados desde su hogar.

Algunos de estos mensajes, afirmó la investigadora Peggy Wu, tenían la forma de miembros de la familia que disfrutaban de la comida de Acción de Gracias, una escena grabada dentro de la que la tripulación se podía sumergir gracias a la ayuda de sus amigos. El objetivo, dice Wu, es ver si es posible utilizar realidad virtual para facilitar la conexión y aliviar el estrés causado por el aislamiento en las misiones espaciales.

A pesar de que apenas comienzan a analizar los datos de todo el año, los informes de la primera mitad de la simulación parecen prometedores. El miembro de la tripulación Tristan Bassingthwaighte se divirtió mucho haciendo su propio entorno de realidad virtual, que tomó la forma de una elaborada casa en un árbol.

“Tomé uno de los modelos de casa más grandes disponible, lo puse ahí arriba y me dejé llevar”, asegura Bassingthwaighte, graduado en arquitectura. “Hice un salón gigante lleno de arte natural, con una cascada y un tigre que la custodia. Puse un par de ranas, una cueva para hombres con un bar y una mesa de billar, un montón de tinas en un balcón, la parte trasera de la casa tiene varias cascadas y un barco pirata, todo lo que se me ocurrió para divertirme... Me llevó tres semanas”.

Aparte de la realidad virtual, el tiempo y el espacio personal eran mínimos. Escapar del hábitat del domo implicaba aventurarse afuera, vestidos con un traje espacial completo, y enfrentarse a kilómetros de filosas rocas volcánicas sueltas. Elegir cuidadosamente tu camino a través del revoltijo de rocas es, en el mejor de los casos, complicado, pero con un traje espacial completo puede ser desastroso. Aun así, para Bassingthwaighte, esas excursiones eran el único momento en el que en verdad estaba a solas. Deambulaba por ahí con su radio apagada, cantando a gritos AC/DC y Martin Sexton durante unas horas.

“Probablemente fuera lo más solo que estuve durante un año”, dice. “Necesitas relajarte y tener tiempo para ti mismo. Somos criaturas sociales, pero no todo el tiempo”

No hay duda de que las exigencias físicas de los vuelos espaciales son inmensas. Vivir en Marte, con su atmósfera irrespirable, sin agua líquida en la superficie y con un suelo tóxico, pondrá a prueba al más fuerte de los astronautas. Pero las demandas psicológicas de un viaje al espacio profundo también lo son. Es raro tener un día libre, y ahí está la constante, la presión innegable de ser los embajadores humanos en el cosmos.

“Representamos a las personas de la Tierra”, dice Gifford. “No podían venir todos, así que vinimos por ustedes”.

Nadia Drake es una periodista de Ciencia que escribe en el blog de National Geographic llamado No Place Like Home.

Sigue a Nadia Drake en Twitter.

Artículo publicado el 29 de agosto de 2016.

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