Tiempos de pandemia: el traslado de la elefanta Mara de Argentina a Brasil en medio de la crisis sanitaria por COVID-19
Este ejemplar asiático, de unos 50 años de edad, dejó el Ecoparque de la Cuidad de Buenos Aires y recorrió alrededor de 2.700 kilómetros para llegar a su nuevo hogar, el Santuario de Elefantes en el Mato Grosso.
Mara, una elefanta asiática, que vivió gran parte de su vida entre circos y zoológicos, es trasladada hacia su nuevo hogar en Brasil en el medio de la pandemia de COVID-19.
Con la elefanta Mara de fondo, la fotógrafa Sofía López Mañán se quita el tapabocas para la foto y sonríe una vez logrado el objetivo. Proveniente del mundo de las artes y la fotografía documental, hace unos años trabaja en temas de conservación. "Me mueve el vínculo humano con el medio ambiente", asegura.
Nota del editor: Este trabajo fue apoyado por el Fondo de Emergencia por COVID-19 para Periodistas de National Geographic Society.
“Fue una locura. Uno naturaliza la situación, pero cada tanto, en medio del viaje, me acordaba que todo el mundo estaba guardado, que estábamos en medio de una pandemia, y nosotros estábamos ¡trasladando a un elefante!”, aún se sorprende de la travesía Sofía López Mañán (@sofialopezmanan), fotógrafa documental de vocación y volcada al conservacionismo por convicción.
Aún con algunas lágrimas en los ojos cada vez que relata esta experiencia y rememora el vínculo que la unió con Mara, ella intenta desnaturalizar la epopeya: “Es muy complicado trasladar un elefante. No solo por su tamaño, sino por todos los papeles que hay en el medio. Llevó como unos tres años poder desenmarañar esta situación”.
Según cuenta López Mañán, este ejemplar de elefante asiático que se estima tiene entre 50 y 55 años de edad, tenía fecha de traslado confirmada para el 30 de marzo. Después de completar un sinfín de carpetas, de hacer un montón de trámites, de recibir la caja de traslado especial desde Brasil en diciembre y de haber preparado al animal para este proceso (entrenamiento, cuarentena, análisis de salud) en un tiempo récord de dos meses porque unos papeles vencían en mayo... el COVID-19 se abre paso en América Latina, Argentina entra en Emergencia Sanitaria y el 20 de marzo se decreta el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio.
El viaje de Mara queda frenado.
Mara es un elefante asiático que se estima tiene entre 50 y 54 años. Nació en India, pero vivió la mayor parte de su vida en cautiverio.
No todo está perdido
“A mediados de abril me escriben del Ecoparque para avisarme que cabía la posibilidad de que el traslado se realizara igual”, cuenta la fotógrafa quien, entre las idas y vueltas de un contexto desafortunado, no pudo confirmar que estaría habilitado el pase de frontera hasta dos días antes de la partida.
Pero el día llegó: Sábado 9 de mayo. Mara, una elefanta que había pasado la mayor parte de su vida entre circos y un zoológico, tenía 5 días para completar los 2.700 kilómetros que separaban de su nuevo hogar y sitio de descanso, el Santuario de Elefantes en Chapada dos Guimarães, Mato Grosso, Brasil.
“Pongo las manos en el fuego por toda la gente que trabaja con elefantes en el Ecoparque. Dan la vida por los animales. Pero, al final no era suficiente. Mara es un animal, y tenían que volver a ser elefante”, reconoce López Mañán quien relata a pura emoción la despedida del ejemplar de sus cuidadores en Buenos Aires.
Mapa en el que se muestra el recorrido de 2.700 kilómetros que realizó la elefanta Mara desde Buenos Aires (Argentina) a Chapada dos Guimarães (Brasil).
Unas 15 personas la acompañaban en el primer tramo del recorrido. Algunos cuidadores, veterinarios, autoridades nacionales y del Ecoparque, y un equipo de logística. “Todos con barbijos, alcohol en gel y los kits ajustados al protocolo. Lo último que querés en un viaje así es que alguien se infecte (de COVID-19)”, asegura la fotógrafa.
La primera noche la pasaron al costado de una estación de servicio, durmiendo de a ratos dentro de los autos o en bolsas de dormir. Consigo llevaban la comida necesaria para alimentar a Mara, como alfalfa, fardos, manzanas, melones, sandías y zanahorias.
Si bien durante el trayecto por el lado argentino no entraron a pueblos, López Mañán cuenta que cada tanto se acercaba algún grupo de personas a ver la caja. El animal no se podía divisar más que por partes. “Hay gente que nunca vio un elefante en su vida. Y aunque lo veían por pedacitos que dejaba la caja, la gente se fascinaba”, admite.
Dos días después, con pocas horas de sueño y mucho tramo por delante, llega otro momento emotivo. Antes de pasar a lado brasileño, la mayoría del contingente se despide de Mara. En la última parte del trayecto la acompañarán una veterinaria, el responsable de logística y derivaciones, el subsecretario del Ecoparque y la fotógrafa. Gran parte del equipo que la había acompañado en los últimos años, ya había quedado atrás.
Paso Internacional Iguazú – Foz de Iguazú
“El trabajo del cruce entre las dos fronteras nos llevó desde las 6 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Estábamos muy ansiosos de que no faltara ningún papel”, admite López Mañán, quien relata que en los pasos fronterizos les tomaron la fiebre y se toparon con funcionarios de distintas instituciones, todos vestidos con trajes protocolares típicos de una vida en pandemia.
La fotógrafa recuerda que hasta el momento se habían cruzado con pocas personas, pero que el paso hacia el otro lado de la frontera les presentó una realidad diferente. Allí aparecieron los móviles de la Policía Rodoviaria Federal de Brasil - que controlarían todos los certificados y permisos, y los escoltarían hasta el destino final - y un grupo de personas ávidas de hacerse fotos con la caja en la que se encontraba el animal.
Kat y Scott Blais, la pareja que fundó y dirige el Global Sanctuary for Elephants - Santuario de Elefantes en Brasil.
“Yo trabajo hace muchos años acá, te puedo escribir tres tomos de todas las cosas que he visto pasar por acá, menos un elefante”, le comenta uno de los trabajadores de frontera a López Mañán.
Del lado brasileño también los esperaba la persona que le abriría a Mara las puertas de su nuevo hogar. Scott Blais es el dueño del Santuario de Elefantes en Brasil. Trabajaba desde los 13 años con elefantes en su Estados Unidos natal, abrió un santuario en Tennesse (The Elephant Sanctuary in Tennesse) y ahora se dedica también junto a su esposa al trabajo con estos animales en el Matto Grosso (Global Sanctuary for Elephants).
“Él fue más expeditivo. No hubo casi paradas en este tramo, se abría la caja solo si era necesario. Trasladó como 50 animales en su vida”, cuenta la fotógrafa quien además admite haber recibido algún que otro “regaño” por parte de Scott cuando se acercaba mucho al animal. La Policía Rodoviaria Federal los acompañó durante todo el trayecto y les facilitó el acceso a los pasos de control.
“Se eligió este lugar por un tema de semejanza climática con la India, país del que proviene Mara. Y hoy en día, el lugar cuenta con la presencia de otros tres elefantes”, afirma López Mañán. Ella también explica que animales como esta elefanta, que pasan el mayor tiempo de su vida en cautiverio, no pueden ser reinsertados en vida silvestre de cualquier manera, por eso se recurre a este tipo de santuarios que son sitios donde pueden estar en plena naturaleza, sin estar expuestos a la exhibición, pero que a la vez siguen teniendo cuidados, controles de salud y no se los incentiva a la reproducción. “La idea es que tengan una vida mejor, manteniendo ciertos protocolos. Acá desayunan y cenan, se les da lo correcto de comida. Además, se les siguen limpiando las patas (el animal en cautiverio suele tener problemas en las patas por la falta de caminata entonces se puede infectar) y se los siguen tratando”.
La elefanta Mara cada vez se mueve con mayor soltura en su nuevo hogar.
Una elefante itinerante
El viaje de Mara fue largo, pero mucho más largo que la distancia que separa Buenos Aires de Chapada dos Guimarães. Esta elefanta, después de su nacimiento en cautiverio en la República de la India, fue trasladada un zoológico en Hamburgo, Alemania. Allí vivió hasta mayo de 1970 cuando fue llevada a Montevideo, República Oriental del Uruguay para incorporarse al “Circo África”.
En junio de 1971 es adquirida por el “Circo Sudamericano” y llega a la Argentina. Pasó por otros más antes de incorporarse al “Circo Rodas” en marzo de 1980, donde permaneció por 15 años. Por un decomiso judicial de animales, Mara es reubicada, en octubre de 1995, en el Jardín Zoológico de Buenos Aires.
Varios años más tarde, en junio de 2016, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires informó que el zoológico se cerraría como tal, que se haría un progresivo proceso de transformación a lo que hoy se conoce como el Ecoparque y se comenzaría un trabajo para la derivación de los animales. Los trámites para el traslado de Mara llevaron un largo tiempo, y a pesar de la espera y del estallido de una pandemia inesperada, el equipo de profesionales, veterinarios, cuidadores y autoridades logró el objetivo que se tenían planificado.
“Cuando llegó al santuario al principio se asustaba con los pájaros locales, gallos y unos cuervitos chiquitos. Al segundo día ya vocalizaba. Mara siempre vocalizó, lo hacía con sus cuidadores. Pero, en estos animales también es un símbolo de llamada a la manada”, explica López Mañán.
La elefanta Mara y su nueva compañera inseparable Rana en el Global Sanctuary for Elephants - Santuario de Elefantes de Brasil.
Al día siguiente, la elefanta empieza a vocalizar con una de sus compañeras llamada Rana. Se empezaron a buscar y no se separaron. “Scott me decía, nunca vi a Rana reaccionar así. Se hicieron inseparables, comen y duermen juntas. La hipótesis o lo que se cree es que, tal vez, cuando vinieron de Hamburgo, compartieron ese barco o que en algún momento estuvieron juntas”, cuenta ilusionada la fotógrafa, de regreso en Buenos Aires.
Y aunque aquella posible historia de un pasado compartido entre las dos elefantas no pueda ser confirmada, la complicidad entre ambas invita a pensar que Mara, finalmente, se siente a gusto en su nuevo hogar.