Mujeres artistas que dejaron una huella en la historia a través de sus autorretratos
Sus trabajos no solo fueron reflejo de sus más profundas vivencias personales, sino que también marcaron el camino de significativas conversaciones a nivel social.
Las selfies han dominado las redes sociales, llenando pantallas con fotos de gente con poses perfectas en escenarios sublimes, divirtiéndose con amigos o solos. Estas imágenes parecen ineludibles y, en el actual entorno impulsado por las redes sociales, suelen considerarse autocomplacientes o estimuladas por una necesidad de afirmación y aceptación.
Sin embargo, un examen más profundo de la práctica muestra el potencial de un retrato honesto del verdadero "yo", uno que puede emitir una fuerte declaración social, reclamar espacios y comunicar mensajes más grandes y amplios que las personas lo bastante atrevidas como para apuntar el objetivo hacia sí mismas.
Los autrorretratos no son producto de los smartphones. Ya desde el siglo XV, artistas con diferentes soportes los usaron como una forma de reflexionar sobre el mundo a su alrededor y los lugares que ocupan en él.
Más que solo captar los rasgos físicos, los autorretratos permitieron a las artistas canalizar sus creencias en su obra mediante formas que revelan, revolucionan y, en última instancia, conmemoran a la mujer y a su historia. Su arte es muy personal, pero también es fácil identificarse con ellas, proporcionando a los espectadores una mirada íntima a un lugar y a una época particulares, y sirviendo de plataforma para encontrar puntos en común.
En muchos sentidos, estas seis mujeres hicieron más que solo crear arte: ayudaron a abrir un camino para toda una generación de voces alrededor del mundo.
Frida Kahlo
Es casi imposible hablar de mujeres artistas famosas por sus autorretratos sin mencionar a Frida Kahlo, una artista mexicana reconocida en todo el mundo. Fue la estrella de su propio espectáculo y empleó su creatividad para destacar y alabar varios rasgos de la cultura indígena mexicana. Kahlo se pintaba sola, con monos o perdida en sus pensamientos sobre su compañero, el famoso Diego Rivera. Sea cual sea su retrato, el bigote y la uniceja siempre estuvieron presentes, dos rasgos y símbolos definitorios de una mujer cuyo arte e influencia no conocía límites.
Vivian Maier
A esta fotógrafa callejera neoyorquina, se la considera una de las mejores del siglo XX. Su arte fue su vida, aunque trabajó como niñera para familias de Nueva York y Chicago. Pese a su legado artístico y su influencia narrativa en la fotografía, se sabe poco de Maier.
El descubrimiento de 100.000 negativos y diapositivas en 2007 aporta pruebas sobre una mujer comprometida con la fotografía de la vida en las calles, retratando a pobres y marginados. Ella solía ser su propio sujeto; se fotografiaba en espejos, escaparates y otras superficies reflectantes. A veces, hacía las imágenes de forma discreta, casi como si se estuviera espiando a sí misma; en otras ocasiones, su rostro carente de expresión fue el centro del retrato.
Paula Modersohn-Becker
Google conmemoró el 142º aniversario de Paula Modersohn-Becker con un doodle el pasado febrero, aumentando la influencia de la artista alemana y empezando por reconocerla como la primera mujer que pintó un autorretrato desnudo, en 1906.
Aunque su legado se basa en su valentía a la hora de representarse de una forma que ninguna mujer había hecho jamás, Modersohn-Becker es igualmente famosa por el movimiento modernista del siglo XX, junto con artistas como Henri Matisse. Sus padres querían que fuera profesora y, sin ellos saberlo, las obras de Modersohn-Becker acabarían enseñando e inspirando a académicos y artistas de generaciones futuras.
Loïs Mailou Jones
Aunque Loïs Mailou Jones es conocida principalmente por sus acuarelas y óleos, la pintora originaria de Boston dejó su marca a la hora de explorar la dualidad de la identidad, sobre todo en su propio autorretrato. Gran parte de su obra de los años 30 incluye retratos de estadounidenses negros, parte de un movimiento mayor para ilustrar la experiencia afroamericana y rendir homenaje, simultáneamente, a la cultura africana a través de sus formas y colores.
En 1940, Jones se convirtió en el sujeto de su propio trabajo, conectando su identidad con la cultura africana tradicional. Aunque exploró su vínculo con África en gran parte de su obra, visitó el continente por primera vez con 65 años, casi 30 años después de pintar su famoso retrato.
Judith Leyster
Los cuadros de Judith Leyster eran perpetuamente cinéticos e ilustraban escenas de una o dos figuras en situaciones alegres o captaban la energía de los niños jugando. Pero entre toda la actividad que emana gran parte de la obra de Leyster, su autorretrato es una de las piezas que más llama la atención, una forma de apartarse de muchas representaciones de la época, sobre todo las de artistas femeninas.
Su obra era desconocida en gran medida y, en ocasiones, sus trabajos se atribuyeron a artistas hombres que eran activos en la época. Sin embargo, siglos después, Leyster ha salido a la superficie como una de las artistas más importantes de su generación: una mujer atrevida y osada que reclamaba su propio espacio en una industria dominada por hombres.
Zanele Muholi
Esta fotógrafa usó su arte como plataforma para defender a la comunidad LGBTQ en Sudáfrica. Comenzó su carrera documentando a aquellos a su alrededor antes de convertirse en su propio sujeto. Su proyecto, maID, es una serie continua de autorretratos en blanco y negro que reflejan acontecimientos políticos históricos a lo largo de la historia de Sudáfrica. Para Muholi, el autorretrato es un acto deliberadamente vulnerable, uno que, según ella misma cuenta, no fue fácil lograr. En su serie de trabajos, Muholi oscurece su tono de piel, celebrando ser negra y ofreciendo un contraste de la forma en que se suele representar a las mujeres negras en el espacio mediático más amplio.