Una mina de 11.000 años de antigüedad es descubierta en una cueva subacuática en México

El antiguo lugar, conservado como una cápsula del tiempo en las profundidades de un sistema de cuevas debajo de la península de Yucatán, nos muestra las vidas y las actividades de algunos de los primeros residentes de América.

Por Maya Wei-Haas
Publicado 6 jul 2020, 10:06 GMT-3

EN LA PRIMAVERA del año 2017, un par de buzos se contorneó, con sus aletas primero, por un pasadizo estrecho en una cueva repleta de agua debajo de la península de Yucatán, México. Ya habían nadado por casi 800 metros en el sistema de cuevas, serpenteándose entre torres de rocas que sobresalían de los techos y los suelos, cuando, finalmente, llegaron a un umbral de 71 centímetros de diámetro.

“Ese fue el portal hacia todo este otro lado”, recuerda uno de los buzos, Sam Meacham, director del Centro Investigador del Sistema Acuífero de Quintana Roo (CINDAQ).

En la cámara que yacía más allá del pequeño pasaje se encontraba una escena antigua conservada sorprendentemente en detalle: un sitio minero de 11.000 años de antigüedad para pigmentos rojo ocre, completo con herramientas y lugares para fogatas. La mina, descrita en un nuevo estudio publicado hoy en Science Advances, es uno de los pocos sitios arqueológicos que revela dónde y cómo los antiguos seres humanos extraían los pigmentos vibrantes que han tenido innumerables usos en todo el mundo, entre ellos para rituales de fallecimiento, pinturas en cuevas y hasta protección solar.

“He pasado una gran cantidad de tiempo imaginando cómo las personas han recolectado los pigmentos minerales en el pasado”, cuenta la autora del estudio Brandi MacDonald, arqueóloga de la Universidad de Missouri y experta en pigmentos ocre. “Pero poder verlo así, en un estado de conservación tan interesante, simplemente me dejó perpleja”.

El descubrimiento también nos da una inusual mirada a las vidas de algunos de los primeros residentes de América, que vivieron en Yucatán miles de años antes del surgimiento del estado maya antiguo. Uno de estos primeros habitantes fue una niña que los arqueólogos llamaron Naia, y que probablemente haya encontrado la muerte en otra cueva hace 13.000 años cerca de la recientemente encontrada mina. Al menos otros nueve individuos han sido identificados en el enmarañado sistema de cuevas debajo de Quintana Roo, sus restos conservados por miles de años luego de que las cuevas se inundaran por el crecimiento del mar hace, aproximadamente, 8.000 años.

Sin embargo, los científicos todavía debaten qué hacían esas personas en ese mundo subterráneo oscuro y profundo. ¿Estaban enterrando a sus muertos? ¿Buscando nuevas fuentes de agua?

“¿Para qué rayos iban allí abajo?”, se pregunta Roberto Junco, director del departamento de Arqueología submarina del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el organismo regulador de arqueología en México. “Ahora tenemos pruebas realmente concretas de que al menos una de las razones... era para la extracción de ocre”.

Adentrándose en la oscuridad

El descubrimiento de la mina comenzó de casualidad cuando unos estudiantes de una clase de investigación de cuevas liderada por Fred Devos, un buzo de cuevas de CINDAQ, observaron un túnel inadvertido previamente cuando buceaban por el sistema de cuevas Sagitario. Pronto, Devos y Meachan regresaron para explorar el lugar. 
Luego de nadar por un largo tiempo y contraerse para atravesar el estrecho pasaje, los buzos se sorprendieron con lo que vieron.

El sitio es una cápsula del tiempo de la actividad humana: hay pozos por todos lados y espeleotemas rotos (estalactitas y estalagmitas) dispersos por el lugar que habían sido usados como martillos improvisados. Asimismo, hay restos de rocas y carbón quemados provenientes de los fuegos que alguna vez iluminaron la caverna, y las pilas de rocas ordenadas, conocidas como mojón, marcan el camino de los mineros.

“Con Fred, inmediatamente comenzamos a señalar todo”, cuenta Meacham. “No es natural, y no hay nada que pudiera hacer esto que no fuesen los seres humanos”.

Devos se comunicó con Eduard Reinhardt, arqueógrafo de la Universidad McMaster para hablar sobre el sitio. Aunque, en un principio, Reinhardt se mostraba escéptico, al año siguiente fue a México para bucear con artefactos por la sección de cuevas, que luego se denominó La Mina”. “El sitio es fenomenal”, dice Reinhardt.

Además, la actividad minera no se limitó solo a una cueva.

En buceos pasados, Meacham dijo: “Hemos notado estas cosas extrañas y fuera de lugar”, entre ellas rocas apiladas y espeleotemas ordenados en los suelos de la cueva. 

Sin embargo, como muchas personas bucean en las cuevas de Yucatán, siempre se dudó sobre si estas extrañezas provenían de la actividad antigua o moderna, explica Reinhardt.

Hoy en día, con semejante ejemplo prístino de una mina de ocre antigua, el equipo pudo confirmar que al menos otros dos lugares sospechosos en cuevas subterráneas a alrededor de 32 kilómetros al sur de La Mina en Quintana Roo podrían haber sido operaciones mineras. Según la datación por radiocarbono, el trío de minas estuvo en uso entre 10.000 y 12.000 años atrás.

“No es un hecho aislado”, explica Reinhardt. “Hubo un programa activo para prospectar, hallar y extraer ocre. Seguramente habrá más locaciones”.

Conexiones coloridas

El equipo de investigación, en colaboración con otros científicos y buzos, comenzó a documentar la actividad minera antigua dentro de los sitios identificados. En 100 inmersiones y con un total de 600 horas bajo el agua, el equipo recabó muestras, filmó y capturó decenas de miles de fotos para construir un modelo tridimensional de La Mina. El análisis muestra una imagen colorida de expediciones subterráneas bien planificadas por generaciones de personas conocedoras del paisaje por más de 2000 años.

Según un análisis hecho por el autor del estudio Barry Rock de la Universidad de New Hampshire, el carbón alrededor de las minas proviene de maderas con alto contenido de resinas, y es probable que las hayan elegido por su habilidad para estar encendidas por más tiempo y con mayor luminosidad. Reinhardt observa que el sitio también parece preservar el pensado proceso de los mineros antiguos para excavar materiales: los mineros trabajaban en los depósitos hasta que el ocre se agotaba y luego se movían hacia un lateral para hacer otro pozo. “Entendían... algunos principios geológicos básicos que realmente no se codificaron ni formalizaron hasta mediados del 1600”, señala.

MacDonald agrega que los pigmentos tenían una calidad alta, con unas pocas impurezas y un tamaño de grano bueno. Esto significa que rápidamente imparten su tinte vibrante a todo lo que tocan. “Mancha mucho”, menciona.

No obstante, ¿qué estaban haciendo exactamente las personas con esta abundancia de pigmento? El ocre es un material rico en hierro que los seres humanos de todo el mundo han utilizado por cientos de miles de años. Los pigmentos se usaban para mezclar un lodo vibrante en almejas de mar en Sudáfrica hace alrededor de 100.000 años. 

Iluminan el contorno de las manos de las paredes de las cuevas en Chauvet, Francia, realizados hace 30.000 años. Cubren a una mujer enterrada en una cueva en el norte de España hace 19.000 años.

Los usos del ocre también son prácticos. Puede usarse como repelente de mosquitos o protector solar. Puede haber sido la base para los adhesivos en la fabricación de herramientas. Hoy en día, algunos africanos y australianos siguen usando estos vibrantes pigmentos tanto con fines rituales como prácticos.

Sin embargo, aún no queda claro cuál era el objetivo principal de las personas que excavaban las cuevas de Yucatán en busca de ocre. “En este momento, no lo sabemos”, dice MacDonald.

¿Qué hacían allí?

Algunos científicos ven algunas pistas en las minas las cuales podrían dar algún indicio de algo ritual o espiritual. Los sitios mineros están ubicados en el fondo de los sistemas subterráneos, lejos de los alcances de la luz, señala Holley Moyes de la Universidad de California, Merced, quien se especializa en el uso ritual de las cuevas mayas y no participó del proyecto. Indica que, en casi todas las instancias encontradas durante los primeros comienzos de la historia de la humanidad, los usos de esta denominada “zona oscura” están limitados a los fines rituales.

“Las cuevas producen todo tipo de cosas: buenas y malas; probablemente sean el atributo natural más sagrado”, menciona Moyes. Consideradas entradas al submundo y fuentes de agua sagrada, las cuevas son lugares particularmente espirituales para los mayas, que construyeron sus pueblos y ciudades en Yucatán miles de años después de que la mina fuera abandonada. El ocre también era sagrado para los mayas y otras culturas mesoamericanas, como los aztecas, y se lo encontraba predominantemente en arte y rituales. “Tiene que ver con ese color rojo”, señala.

Parte del desafío de comprender actividades antiguas nace de la separación moderna de los espiritual y lo práctico, indica James Brady, experto en arqueología de cuevas en la Universidad Estatal de California, Los Ángeles, quien no participó del equipo de estudio. Para muchas personas hoy, “la religión es una hora los domingos a la mañana”, menciona. Pero es probable que no haya sido así hace miles de años atrás. “Que esto provenga de un lugar sagrado puede ser muy significativo”, dice sobre el ocre, “[Y] era un viaje hacia la cueva especialmente para obtenerlo”.

Independientemente de la intención detrás de la extracción, los investigadores están fascinados con el hallazgo. La sorprendente conservación del lugar brinda la oportunidad sin precedentes de observar las actividades de los primeros residentes de América y promete ayudar a dirigir la investigación futura hacia el uso de las cuevas.

“Aquí en México, estamos muy emocionados de trabajar en este proyecto”, señala Junco de INAH. “Esto es verdaderamente uno de aquellos momentos en donde se ha producido un cambio importante”.

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