Mensajes que muestran las desgarradoras despedidas de víctimas en tiempos de COVID-19
Hija: "Desearía verte en persona". Madre: "Hoy lo deseo más que nada en el mundo".
Las hermanas Dana Cobbs (izquierda) y Darcey Cobbs-Lomax perdieron a su padre y a su abuela paterna por culpa del COVID-19 la pasada primavera. Las muertes se sucedieron con una semana de diferencia.
Ha pasado casi un año desde que empezó la pandemia por COVID-19. En Estados Unidos más de 375.000 familias han vivido en carne propia el dolor de haber perdido a un ser querido, muchos en condiciones en las que las despedidas en el lecho de muerte estaban restringidas. Estas circunstancias (sumadas a muchas otras incógnitas que aún nos deja el COVID-19) le suman un enorme sentimiento de dolor, culpa y tristeza al ya traumático proceso de despedir a un ser querido.
"Esperamos poder comunicarnos con nuestros seres queridos, estar con ellos en las tragedias", señala la psicóloga clínica Therese Rando, fundadora y directora del Institute for the Study and Treatment of Loss (Instituto para el Estudio y el Tratamiento de las Pérdidas) en Rhode Island.
Según Rando, acompañar a alguien en sus últimos momentos tiene consecuencias profundas en la manera en que las personas procesan el trauma. ¿Qué implica decir adiós a la distancia, ya sea con un equipo de protección, por Zoom o por mensaje?
Seis familias que perdieron a sus familiares a causa del COVID-19 en 2020 comparten con nosotros sus historias, junto con algunos de los mensajes que intercambiaron en los últimos días de sus seres queridos.
Marco Reyes; Miami, Florida
Marco Reyes sostiene una fotografía de pequeño junto a su padre, José Reyes. Su padre pasó 12 años como prisionero político en Cuba antes de llegar a Estados Unidos.
Murió de COVID-19 el 4 de septiembre de 2020, a los 84 años.
"Viejo, te quiero mucho. Quiero que salgas de ahí caminando y tomarnos un café", le escribió Marco Reyes a su padre el 15 de agosto. José Reyes murió tres semanas después.
A principios de agosto, Marco Reyes recibió un llamado: su padre José, de 84 años de edad, tenía problemas para respirar. Decía que se sentía bien, pero no era así, cuenta Marcos. José, que emigró a Estados Unidos desde Cuba luego de pasar 12 años como prisionero político, era independiente y "de la vieja escuela".
Marco lo había visitado por última vez para el Día del Padre. Hablaron de política, mascarillas de por medio, en el departamento de José en Little Havana. José comenzó a sentirse mal a finales de julio. Mientras esperaba el resultado del examen, les prohibió a sus hijos y nietos que se le acercaran.
José fue al hospital. Peleó por dos semanas. El 15 de agosto, Marco estaba hablando por videollamada con su padre, quien le dijo estaba descansando y se sentía mejor con el oxígeno suplementario. Después de cortar, Marcos le escribió: "Viejo, te quiero mucho. Quiero que salgas de ahí caminando y tomarnos un café". Su papá respondió: "Yo también te quiero. Seguro que sí. Cuídate. Besos". Dos días después, José lo llamó a Marco. Le dijo que le dolía hablar y que iba a apagar su teléfono.
Algunos días después, José necesitó de la ayuda de un respirador. Y murió el 4 de septiembre.
Christiana Neazer; Rialto, California
Christiana Neazer perdió a su marido, Michael Neazer, a causa del COVID-19 el 15 de julio de 2020. Su bebé nacerá el 15 de marzo de 2021, el día del sexto aniversario de casamiento de la pareja.
Durante los primeros cinco años de casados, Christiana y Michael Neazer lucharon por ser padres. Christiana, estudiante de enfermería de 30 años, iba a comenzar con la medicación para la fertilidad la semana en que su esposo se enfermó gravemente de COVID-19 y terminó en terapia intensiva. Desde su hogar, usaba sus redes sociales para pedirles a amigos y familiares que rezaran. Lo que le enviaban los médicos de Mike era preocupante: su nariz sangraba, su garganta le dolía y su vía respiratoria estaba seca por el oxígeno suplementario. Era un hombre fuerte que trabajaba en seguridad y, con sus 1,85 metros, se había ganado el apodo de Mike, el Grande. Pero, cada vez estaba más débil.
Mientras Mike luchaba por su vida, Christiana se hizo una prueba de embarazo en su hogar. Luego otra. Y otra y otra. Después de seis pruebas (todas positivas) le envió a Mike dos fotos: una de ellos dos y otra de las pruebas positivas. Y le escribió: "¡LA PATERNIDAD ES LO MEJOR! NUESTRO BEBÉ LLEGARÁ EN FEBRERO/MARZO 2021. ¡PELEA, PAPI, PELEA!".
Le respondió que no hiciera bromas con eso. Y ella le contestó que no era una broma; estaba embarazada de seis semanas y tenía una ecografía más tarde ese mismo día. Mike estaba demasiado cansado para continuar con el intercambio. Para el 10 de julio, sus mensajes dejaban en claro su lucha.
Mike murió el 15 de julio. Su bebé nacerá el 15 de marzo, el día de su sexto aniversario de casados.
Fiana Garza Tulip; Brooklyn, Nueva York
Fiana Garza Tulip sostiene la fotografía de su difunta madre, Isabelle Odette Papadimitriou, terapista respiratoria.
En marzo, Isabelle Odette Papadimitriou, una terapista respiratoria de 64 años de Dallas, reservó un vuelo a Brooklyn para visitar a su hija, Fiana Garza Tulip, y a Lua, su nieta de ocho meses en ese momento.
Después de su visita, Isabelle regresó a su hogar y continuó con su trabajo en una unidad de rehabilitación de Dallas, donde se encontró en la primera línea de la pandemia. Había pocas mascarillas y equipo de protección, pero, en los mensajes que le enviaba a Fiana, insistía en que no tenía de qué preocuparse. “Me dijo: ‘Soy muy fuerte. Estaré bien’. Y le creí", cuenta Fiana.
Luego, en julio, Fiana se enteró por su hermano que Isabelle había comenzado a sentirse mal. Le escribió, pero su madre le aseguró que estaba registrando sus síntomas y haciendo todo lo que podía por hidratarse y evitar el hospital. "Soy una mujer fuerte, voy a superarlo", le escribió Isabelle el jueves 2 de julio.
La noche siguiente, Isabelle comenzó a llamar a su hijo desde su habitación. Su situación empeoraba. Su hijo llamó a la ambulancia. Camino al hospital, los paramédicos dejaron de sentirle el pulso. Pero la revivieron. Solo una semana después de que aparecieran los síntomas de COVID-19, Isabelle entró en estado vegetativo. Murió el 4 de julio, en una de sus festividades favoritas.
Dos días después, Fiana recibió un paquete de su madre. En la caja había un par de sandalias rosas para Lua. Isabelle las había encargado unos días antes, cuando estaba en cama enferma.
"Había visto una foto de Lua descalza. Así que quiso asegurarse de que tuviera calzado”, menciona Fiana, que fundó el grupo de Facebook I Lost My Loved One(s) to COVID-19 [Perdí a mi(s) ser(es) querido(s) a causa del COVID-19]. "Todos los días, a las 7 p.m., aplaudía a los trabajadores de la salud. No me di cuenta de que estaba aplaudiendo a mi mamá".
Kelsey Ellis; Portland, Oregon
Kelsey Ellis sostiene una foto suya y de su difunta melliza, Audrey Ellis.
El pasado marzo, Audrey Ellis, enfermera de Denver, visitó a su melliza Kelsey, en Portland, para celebrar su cumpleaños n.° 29. Audrey tenía una tos que se agudizaba y, después de almorzar por su cumpleaños y de una caminata en el parque nacional, Kelsey notó que los ojos de su hermana revelaban lo exhausta que se sentía, además de un tono azulado en sus labios. Ese día, Kelsey llevó a Audrey a una unidad de atención urgente y, al día siguiente, a la sala de emergencias. Audrey ingresó en el hospital el 18 de marzo y, ese mismo día, el hospital implementó la política sin visitas.
"Tal vez no podamos ingresar en la habitación, pero ESTAMOS AQUÍ PARA TI", le escribió Kelsey desde el estacionamiento. "Gracias, hermana", respondió Audrey.
En los siguientes caóticos y espantosos tres días, Kelsey y sus padres no se movieron de al lado de sus teléfonos. Audrey parecía calma en sus mensajes. Les tradujo la jerga médica y les mostró gratitud por una enfermera que le hizo un batido de fresa. Les pidió usuario y contraseña de Netflix para poder ver Rey Tigre y bromeó sobre las dulces fotos de su novio en Instagram para que se mejorara. Les envió selfies para mostrarles lo bien que la estaban cuidando y la maraña de tubos a la que estaba conectada cuando los médicos le hacían pruebas. Tenía neumonía, y los médicos iban a intubarla y drenar los fluidos que se habían acumulado alrededor de su corazón.
A pesar de su notable esfuerzo, Audrey murió el 22 de marzo. La causa de muerte aparece como insuficiencia cardíaca. Kelsey retiró sus cenizas en automóvil sin contacto con nadie. No hubo autopsia. Tampoco funeral inmediato.
"Nos enviaban flores, pero todos tenían mucho miedo de abrazar", cuenta Kelsey. "Tenemos una familia numerosa, y no pudimos estar juntos en persona y simplemente llorar. Las formas tradicionales de cierre nos fueron negadas definitivamente, y eso lleva a la falsa creencia de que nada de esto es real".
Darcey Cobbs-Lomax y Dana Cobbs; Connecticut
Las hermanas Dana Cobbs (izquierda) y Darcey Cobbs-Lomax lamentaron la pérdida de dos de sus seres queridos: su padre Morgan Cobbs, Jr., de 73 años, y su abuela paterna, Evelyn Cobbs, de 95 años.
"Destraba la puerta", le escribió Darcey Cobbs-Lomax a su padre Morgan Cobbs, Jr., de 73 años, el viernes 3 de abril. Había tenido bastante tos, pero, a pesar de esto, seguía intentando hacer cosas en la casa (cuidar de su madre de 95 años y administrar un proyecto de renovación). Se notaba que no estaba bien por su voz, así que
Darcey llamó a la ambulancia. Para cuando Darcey y su hermana Dana llegaron a la casa de su padre, los paramédicos estaban afuera, bajo la lluvia, con todo el equipamiento de protección y se encontraron con Morgan en la puerta de entrada.
Al día siguiente, Dana y Darcey se dieron cuenta de que Evelyn, la mamá de Morgan, se veía fatigada en su silla mecedora. Cuando comenzó a vomitar, llamaron a la ambulancia. Los mismos paramédicos que habían venido el día anterior por su padre llevaron rápidamente a su abuela a terapia intensiva.
La semana siguiente, las hermanas no se despegaron de sus teléfonos: buscaban y recibían novedades. Darcey le envío a su padre videos de sus cuatro hijos para que se ponga bien.
El 11 de abril, Darcey llegó a la vieja casa de Evelyn y revisó sus pertenencias que estaban guardadas de manera muy prolija. Entre ellas, se encontraba la foto del premio varsity letter a su padre en el momento que jugaba al béisbol. Le mandó una foto a Morgan.
Cuando Darcey estaba bajando las escaleras de la casa de su abuela, su padre la llamó. Tenían que intubarlo. Darcey cayó de rodillas y se puso a rezar.
Nueve días después, la abuela de Darcey y Dana (la elegante y sarcástica Meme Evelyn) murió de complicaciones por COVID-19. Una semana después, lo hizo su padre, mientras una enfermera le sostenía la mano. La imagen de su padre con su sudadera caminando hacia los paramédicos con máscaras y trajes de protección nunca se irá. A Morgan le encantaba viajar y creyeron que disfrutarían muchos más viajes en familia juntos. "Siempre pensé que iba a volver a casa", señala Dana.
Todd Bailey; Mesa, Arizona
Todd Bailey y su madre, Joyce Bailey, sostienen una foto de la hermana menor de Joyce, Kathy Jones, que murió de COVID el 6 de julio de 2020, a los 64 años.
Para Todd Bailey, de 53 años, Kathy Jones siempre fue su "tía preferida". Kathy, la menor de las cuatro hermanas de su mamá, lo llevó a su primer concierto y lo apoyó cuando dejó Arizona para vivir en Nueva York y San Francisco. Luego lo recibió con los brazos abiertos cuando regresó para estar más cerca de su madre.
A finales de junio, Kathy, de 64 años, comenzó a sentirse mal y pensó que tenía una infección urinaria. Pero, en el hospital, resultó positiva de COVID. Escribió un mensaje que decía se sentía muy mal por haber expuesto a su familia, le mandaba enlaces a Todd de lugares para hacerse la prueba y le pedía que fuera.
A medida que Kathy se enfermaba cada vez más, Todd y su madre, Joyce, dieron positivo también. Él estaba bien, pero su madre apenas podía pararse. Sentía como que todo su cuerpo tenía migraña. Todd llamó a una ambulancia para su madre el mismo día en que Kathy empeoró.
Con su madre en una terapia intensiva y la tía Kathy en otra a unos pocos kilómetros de distancia, Todd se sentó en el sillón e intentó contestar el aluvión de llamadas del hospital, así como también los mensajes y las comidas que le dejaban los seres queridos. Su madre estaba gravemente enferma y era la apoderada de Kathy.
Así que, desde su cama de terapia intensiva, intentaba comunicarse con los médicos de su hermana.
En el último mensaje a Todd, Kathy le pidió su tarjeta de débito. No le gustaba que se preocupara por las finanzas en sus últimos momentos de lucidez. En medio de la confusión, le escribió unas pocas veces más, pero no obtuvo respuesta. Kathy murió el 6 de julio.
"Había sobrevivido a tantas otras cosas y, en nueve días, el COVID nos la quitó", menciona Todd. "Muchas veces mencionó el horror, cuán desagradable hubiese sido irse de la manera en que lo hizo".