Skaters bolivianas visten atuendos tradicionales para reivindicar sus orígenes indígenas
Un grupo de mujeres skaters, llamado ImillaSkate, decidió utilizar las típicas polleras de las cholas a la hora de practicar el deporte con el objetivo de concientizar sobre prejuicios y discriminación.
Las skaters de ImillaSkate practican el deporte en una bajada en las afueras de Cochabamba, Bolivia. A los costados del camino, hay árboles, y campos agrícolas donde trabajan muchas personas de la comunidad indígena.
En el campo boliviano, las polleras coloridas son un símbolo de identidad. Pero estas voluminosas faldas tradicionales que usan las mujeres indígenas aymaras y quechuas, también han sido objeto de discriminación, porque muchos creen que ya no guardan relación con la identidad moderna. Ahora, un grupo de skaters reintroducen las prendas en la ciudad, y durante las competencias, las usan para celebrar la herencia cultural de las cholitas.
“Las polleras son algo muy valioso para mí , dice Deysi Tacuri López, de 27 años, integrante de ImillaSkate, grupo fundado en 2018 en Cochabamba, la tercera ciudad más grande de Bolivia. “Las uso con orgullo”, agrega.
Las integrantes de ImillaSkate practican en un parque fuera del centro de la ciudad.
Estas mujeres aymara, Joselin Brenda Mamani tinta y su madre, Lucía Rosmeri tinta Quispe, visten polleras tradicionales. Para Brenda, que empezó a patinar cuando tenía seis años, la voluminosa falda se ha convertido en un símbolo de orgullo.
María Belén Fajardo Fernández es estudiante de fisioterapia y la más joven del grupo. Comenzó a practicar hace cuatro años porque le fascinaban las pruebas de equilibrio y el nivel de dificultad de los movimientos.
Tacuri considera que las polleras no son solo una expresión cultural sino también, una forma de empoderamiento. Bolivia tiene el mayor porcentaje de población indígena de la región, según indica la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Más de la mitad de la población de ese país es de ascendencia indígena.
Tacuri y sus compañeras de ImillaSkate también tienen antepasados indígenas. Y parte de su familia también sigue usando polleras.
“Es la ropa que usan mi madre y mis tías y, a ellas, las veo como mujeres fuertes. Aquí, en Bolivia, muchas mujeres que visten polleras son las jefas de hogar", aseguró la joven en una entrevista telefónica. Y enfatizó: “Para mí, las mujeres que usan polleras están preparadas para hacer cualquier cosa”.
Deysi Tacuri López, de 27 años, dice que se propone ayudar a popularizar la cultura del skate en Bolivia y a crear más oportunidades para que la próxima generación aprenda sobre sus raíces. Considera que el uso de polleras es una forma de expresión auténtica y única.
Las integrantes de ImillaSkate comenzaron a vestir atuendos indígenas con la idea de fusionar las raíces tradicionales con el deporte urbano. La palabra imilla significa "niña joven" en aymara y quechua, las dos lenguas nativas más habladas en Bolivia.
Huara Medina Montaño se cura una herida en la rodilla, resultado de sus movimientos en la patineta. Dice que ha aprendido a ser fuerte y a seguir adelante porque su ropa de “cholita” le recuerda a su abuela. De niña, andaba en patineta pero se lo tomó con mayor seriedad a partir de 2019.
Huara Medina Montaño posa con su patineta y sus trenzas largas. Este peinado es parte de su identidad cultural indígena.
Tacuri y sus compañeras se pasan largas horas practicando movimientos en el Parque Ollantay, uno de los dos lugares de la ciudad con rampas y otras estructuras diseñadas para este deporte.
Las faldas hasta la rodilla se ondulan y vuelan con cada giro, salto y caída inesperada. Según cuenta Tacuri, no es nada fácil andar en skate y hacer trucos complejos usando polleras con capas tan pesadas. “Pero es algo incomparable”, exclama.
Ubicación de Cochabamba en Bolivia.
El grupo ImillaSkate fue fundado por Daniela Santiváñez, de 26 años, y dos amigas. Santiváñez cuenta que aprendió a patinar de niña gracias a su hermano, pero que “era raro ver chicas andando en patineta”.
En Bolivia, el skateboarding existe desde hace unas dos décadas. Pero, en Cochabamba, no hay mujeres referentes del deporte, y como se hartó de escuchar las quejas de su madre sobre los moretones de las caídas, Santiváñez dejó de practicar cuando era adolescente. No obstante, volvió a patinar luego de finalizar la carrera universitaria de diseñadora gráfica. Fue ahí que, Dani (como le dicen sus amigas), descubrió que no era la única mujer apasionada por este deporte.
“Un día nos preguntamos por qué todos los chicos se juntan a patinar, ¿por qué las chicas no lo hacen?”, recuerda Santiváñez, quien ahora estudia ingeniería comercial en la Universidad Particular Domingo Savio y, al terminar esta segunda carrera, espera lanzar una productora audiovisual.
El nombre del grupo nuclea sus afinidades: la palabra imilla significa “niña joven” en aymara y quechua, las dos lenguas nativas más habladas en Bolivia. Las fundadoras comenzaron a practicar juntas y, a partir de entonces, llegaron las competencias. Luego, se fueron sumando más y más integrantes.
Skaters bolivianas: la patineta como un vehículo para impulsar el cambio
En los últimos tres años, ImillaSkate ha llegado a tener nueve integrantes. Ser parte activa del grupo significa hacerse tiempo para practicar todas las semanas y poder participar en competencias, pero también, compartir los mismos principios de tolerancia para con los diversos grupos y tradiciones.
Aunque el grupo tiene su sede en Cochabamba, ha generado adeptos en las redes sociales en lugares fuera de Bolivia, y en Instagram, ya cuentan con más de 5.000 seguidores. También tienen una página de Facebook, con más de 7.000 seguidores, y un canal de YouTube, donde algunos de sus videos tienen más de mil visitas.
Santiváñez aclara que solo usan las faldas cuando patinan, no necesariamente para salir a la calle. “Lo hacemos para manifestarnos, es como un grito a favor de la inclusión”, asegura.
Ellinor Buitrago Méndez, rodeada de flores, flota con su pollera. Los orígenes de las polleras se remontan a la conquista española en el siglo XVI.
Durante una visita a un mercado en Cochabamba, las integrantes de ImillaSkate ofrecen una muestra del deporte. “El skate influyó mucho en mi vida, me llenó de coraje cuando más lo necesitaba. Y es algo que me gustaría poder compartir con otras personas”, dice Huara Medina Montaño.
El Mercado de La Cancha es uno de los más populares de la región y ofrece una amplia gama de productos, como alimentos básicos, libros, ropa, artesanías, antigüedades y artículos electrónicos.
Para estas deportistas, la patineta es un vehículo ideal para impulsar el cambio.
“El skate es inclusivo, reúne a todo tipo de personas'', dice Santiváñez. “”Se trata de una comunidad, y nos hemos fiado de eso para intentar que el mundo sea un lugar más amable”.
Tacari comenta que, primero, se propusieron el desafío de abrazar sus propias raíces. “Nosotras mismas hemos decidido conocer nuestra cultura y nuestra identidad. Queremos revalorizar nuestra vestimenta y animar a las nuevas generaciones”, dice Tacuri, quien dejó su trabajo en una carpintería para entrenar a tiempo completo, y poder participar de la competencia nacional de skateboarding, prevista para la última semana de noviembre en Tarija, en el sur de Bolivia.
Por qué las skaters bolivianas usan la pollera como insignia
El origen de las polleras se remonta a la conquista española en el siglo XVI. Inicialmente, los gobernantes coloniales las impusieron para poder identificar a la población nativa y para asimilar el atuendo a la ropa que usaba la gente más pobre en España. Finalmente, las faldas se adaptaron como parte de la vestimenta tradicional andina, más comúnmente asociada con las cholas, las mujeres indígenas del altiplano.
Así como sus ancestros combinaron las faldas con blusas estampadas, joyas de la región y sombreros para crear una identidad propia, las imillas usan las prendas con un estilo propio, intentando eliminar un estigma.
“La pollera está asociada al campo, a la gente ignorante y sin recursos. Queremos que la gente entienda que no tiene nada de malo usar pollera, son parte de nuestros orígenes", dice Santiváñez, quien profundiza: “En todo caso, tenemos que sentirnos orgullosos”.
Huara Medina Montaño le enseña a mantener el equilibro a la madre de otra skater. En Bolivia, el skateboarding existe desde hace dos décadas, pero las fundadoras de ImillaSkate no tuvieron referentes mujeres antes de crear su propio grupo.
Belu, miembro de ImillaSkate, se prueba un sombrero tradicional que usan las mujeres indígenas.
“Cada adorno significa algo”, dice Huara Medina Montaño sobre las polleras.
Luisa Zurita usa la pollera de su abuela mientras ella la peina.
Para usar las faldas como una forma de manifestación, las propias patinadoras debían familiarizarse con la prenda, ya que se había perdido el contacto con la tradición. El grupo ni siquiera sabía dónde conseguir las extravagantes faldas, así que recurrieron a sus abuelas para pedirles ayuda.
No todas aceptaron el plan de inmediato, porque temían ser estigmatizadas. Incluso, siendo descendiente de una mujer que había usado polleras, Luisa Zurita tuvo que hacerle entender a su familia la propuesta de usar el atuendo. Recién cuando la invitaron a participar en un programa de televisión local para que hiciera una muestra del deporte, su abuela le dio a Zurita su bendición, junto con su pollera favorita.
“En mi casa, solo mi bisabuela usaba polleras, por lo que se me hizo más difícil conseguir una", reconoce. "Pero varias de las chicas tenían polleras de sus mamás, tías y abuelas, y nos las prestábamos”, relata. Y también añade: “Al principio, nos sentimos un poco mal de usarlas porque eran antiguas y caras, fabricadas con varias capas, de mucho valor, y nos daba pena que se mancharan o se rompieran”.
Luego, las patinadoras buscaron fuera de la ciudad tiendas que vendieran faldas más baratas, así como sombreros y cintas para poner en el cabello trenzado. Cuando se presentaron en el Mercado del Cerrito, el mercado al aire libre de ropa usada más grande de Cochabamba, “todos se sorprendieron de que pidiéramos este tipo de ropa. Somos jóvenes y de la ciudad. La gente no entendía por qué queríamos vestirnos así”, dice Santiváñez.
“Pero tratamos de explicar que esto nos ayuda a entender a nuestras madres, a nuestras tías y abuelas”, agrega Tacuri.
Miriam Estefanny Morales mira en dirección a Cochabamba mientras sostiene su patineta. Dice que la vista es un recordatorio de lo orgullosa que se siente de ser K'ochala.
La joven considera que el estigma asociado a las polleras cambió un poco cuando se eligió a Evo Morales como presidente, en 2006. Durante el gobierno del primer presidente indígena de Bolivia, se aprobó una nueva constitución que reconocía formalmente 36 lenguas nativas y, también, empoderaba a los pueblos indígenas de la nación concediéndoles otros derechos como la propiedad comunal de la tierra. Morales renunció en 2019, en medio de protestas y manifestaciones que lo acusaban de intentar socavar la democracia para extender su gobierno de 14 años.
Si bien se había logrado un gran avance, Tacuri sintió que podían impulsar un mayor reconocimiento cultural.
“Las polleras se usan en eventos y exposiciones culturales. Las mujeres están cada vez más empoderadas, pero aún hay trabajo por hacer”, reconoce.
Por ahora, las imillas ya perciben un cambio en su ciudad. “Cuando era niña no se me pasaba por la cabeza que las chicas podían andar en skate. De hecho, por eso hice una pausa durante unos años. Ahora con ImillaSkate hemos creado una red. Ya no resulta tan raro ver a una chica andar en skate”, cuenta.
Varias integrantes del grupo, incluso, realizaron un viaje al interior de Bolivia para grabar un breve documental. En el video de seis minutos, que se estrenó a través de las redes sociales en septiembre, se las ve patinando con sus coloridas faldas en zonas industriales, zonas rurales, parques y otros sitios.
“Nuestro objetivo es promover e incentivar la práctica del skateboarding, expandir el deporte y, al mismo tiempo, crear nuevos espacios para practicarlo'', dice Tacuri. Y concluye: "Pero también queremos lanzar un mensaje: No olvidemos nuestras raíces".
Luisa Dörr es una fotógrafa brasileña cuyo trabajo se centra principalmente en el paisaje humano femenino.
Paula Ramón es una escritora venezolana radicada en Los Ángeles. Sigue su trabajo en @paulacramon.