Cómo fue la conspiración para matar a Julio César
Ante unos espectadores horrorizados, los asesinos comienzan a atacar a Julio César el 15 de marzo del año 44 a.C. Este cuadro de Vincenzo Camuccini, pintado probablemente en el año 1805, se encuentra en el Museo de Capodimonte de Nápoles, Italia.
El primer golpe se dio al mediodía del 15 de marzo del 44 a.C. Los conspiradores "desnudaron repentinamente sus puñales y se abalanzaron sobre él", escribe Nicolás de Damasco, un historiador del siglo I a.C. "Primero (Publio) Servilio Casca le apuñaló en el hombro izquierdo, un poco por encima de la clavícula, a la que había apuntado pero falló por nerviosismo".
Tras el golpe de refilón de Casca, Julio César "arrebató su toga a (Lucio Tilio) Cimbro, agarró la mano de Casca, saltó de su silla, se dio la vuelta y lanzó a Casca con gran violencia", según el historiador griego Apio de Alejandría.
Suetonio, biógrafo y anticuario romano, ofrece un relato ligeramente diferente: "César agarró el brazo de Casca y lo atravesó con su estilete", una herramienta afilada utilizada para escribir en tablillas de cera que podía desgarrar la carne.
Las dagas que mataron a César eran hojas compactas, aptas para la lucha cuerpo a cuerpo, como la que se encontró en un cuartel de gladiadores en Pompeya (arriba).
"Casi en el mismo instante ambos gritaron", escribe Plutarco, el biógrafo e historiador griego, al describir cómo reaccionaron César y Casca. César, en latín, preguntó: "Maldito Casca, ¿qué haces?". Casca, en griego, llamó a su hermano cercano, Cayo, "¡Hermano, ayuda!".
El ataque letal avanzó a toda velocidad. Apiano escribe que "Casca hirió (a César) en la cara, Bruto le golpeó en el muslo y Bucoliano entre los omóplatos". En respuesta al grito de auxilio de Servilio Casca, escribe Nicolás, su hermano Cayo "clavó su espada en el costado de César".
La mayoría del Senado romano, que no estaba al tanto del complot de asesinato, se sentó en un silencio horrorizado, demasiado asustado para huir, aunque algunos se precipitaron entre la multitud que se encontraba fuera. La frenética escena que se desarrolló en aquellos fatídicos Idus de Marzo ("idus" era el nombre dado al día del medio de cada mes) fue una mancha de sangre y vísceras.
ESCENA DEL CRIMEN
El Teatro de Pompeyo, encargado por el antiguo aliado de César, se completó en el año 55 a.C. Una estatua de Pompeyo el Grande se encontraba en la curia del complejo, donde se reunió el Senado durante los Idus de Marzo del año 44 a.C.
Los detalles del asesinato de César
La comprensión moderna del atentado se basa en los relatos de varias fuentes antiguas. Todas las versiones terminan de la misma manera: con César muerto y el futuro de Roma incierto. Sin embargo, difieren ligeramente en sus perspectivas y análisis.
Plutarco, por ejemplo, dice que el gobernante se defendió cuando fue atacado: "César, encerrado por todos lados, cualquiera que fuera la forma en que se haya dado vuelta, confrontando los golpes de armas dirigidos a su cara y ojos, llevado de un lado a otro como una bestia salvaje, estaba enredado en las manos de todos; porque todos tenían que participar en el sacrificio y el sabor de la matanza".
RETRATO DE LOS CAÍDOS
Esta imagen de Julio César fue creada después de su muerte en 44 a.C.
Cómo murió Julio César
El relato de Apiano es similar. Después de ser apuñalado varias veces, "con rabia y gritos César ahora giró hacia uno y hacia otro como un animal salvaje".
En la versión de Suetonio, sin embargo, César dejó de luchar después de los dos primeros golpes. Con la mano derecha levantó la toga para cubrirse la cabeza; con la izquierda, aflojó sus pliegues para que cayeran hacia abajo, y mantuvo sus piernas cubiertas mientras caía. César murió "pronunciando no una palabra, sino simplemente emitiendo un gemido por el primer golpe". Dion Casio, un historiador romano que escribió en el siglo III, dice que el ataque sorprendió a César con la guardia baja y no pudo defenderse. “Por la cantidad que eran ellos, César no pudo decir ni hacer nada y cubriendo su rostro fue asesinado con muchas heridas”.
"Bajo la lluvia de heridas", escribe Nicolás, "(César) cayó al pie de la estatua de Pompeyo. Todos querían aparentar haber participado del asesinato y no hubo ninguno de ellos que no golpeara su cuerpo mientras yacía".
Sin embargo, cuando un experto forense reconstruyó el crimen en 2003, concluyó que solo de cinco a diez asaltantes podrían haber apuñalado a César durante la contienda. Hubiera sido imposible que más personas hubieran atacado simultáneamente a una sola persona dada la logística y las dimensiones del lugar: espacio que provocó bajas por fuego amigo durante el ataque, con Casio cortando la mano de Bruto y Minucio apuñalando a Rubrio en el muslo.
El propio César fue apuñalado 35 veces, en el relato de Nicolás, mientras que Apiano, Plutarco y Suetonio pusieron la cifra en 23.
Suetonio describe cómo Antistio, un médico, examinó el cuerpo (en una de las primeras autopsias registradas en el mundo) y descubrió que solamente una herida había sido fatal: "la segunda, en el pecho", un golpe acreditado a Cayo Casca, en el relato de Nicolás.
Un busto de Marco Junio Bruto, líder del complot de asesinato, elaborado entre 1539 y 1540 por Miguel Ángel.
Asesinato de César: qué pasó después
Una vez muerto César, Bruto caminó hacia el centro de la curia para hablar, pero nadie se quedó a escuchar. Los senadores restantes huyeron aterrorizados, temerosos de ser perseguidos.
En ese momento no estaba claro entre el grupo quién era conspirador y si el ataque se extendería a alguno de los partidarios de Julio César.
Plutarco describe la sensación de euforia de los asesinos cuando abandonaron la cámara del Senado, "no como fugitivos, sino con caras alegres y llenas de confianza".
Se apresuraron a transmitir al pueblo que Roma se había librado de su tirano. En la curia repentinamente silenciosa, solo quedaba un cadáver ensangrentado.
Roma en tiempos de Julio César
Para cuando Julio César se paró frente al Senado en ese fatídico día, la República Romana ya se encontraba en decadencia desde hacía varios años.
Ya en el siglo anterior al ascenso de César, la desigualdad económica, el estancamiento político y las guerras civiles habían debilitado la república de casi 500 años de antigüedad.
Sin embargo, César era enormemente popular entre el pueblo de Roma, un líder militar exitoso que derrotó a Pompeyo, su aliado convertido en adversario, después de una guerra civil de cuatro años.
Sometió a Egipto y se alió con Cleopatra, con quien tuvo un hijo, Cesarión, también conocido como Ptolomeo César, que más tarde gobernó ese país con su madre.
También expandió la república para incluir partes de las actuales Alemania, Bélgica, Suiza, España y Francia. Además, aprobó leyes (ignorando la objeción del Senado) que ayudaron a los pobres y fue un autor celebrado que escribió con frecuencia sobre sus viajes, teorías y filosofía política.
CÉSAR GOBIERNA EL MUNDO
Esta moneda, acuñada en el año 44 a.C. justo antes de los Idus de Marzo, muestra dos manos unidas (signo de confianza entre César y su ejército) y un globo terráqueo, símbolo del dominio mundial de Roma.
Quién quería matar a Julio César
Muchos miembros del Senado (grupo de líderes políticos designados y no elegidos que incluía a los Optimates, pequeño grupo conservador de élite compuesto por enemigos de César, que había respaldado a Pompeyo) resentían la popularidad de César y la arrogancia percibida.
Según su perspectiva, el reinado cada vez más autocrático de César amenazaba a la república. Con frecuencia sobrepasaba al Senado al decidir asuntos importantes, controlaba el tesoro y compraba la lealtad personal del ejército al comprometerse a dar a los soldados retirados tierras públicas como propiedad. Estampó su imagen en monedas, se reservó el derecho de aceptar o rechazar los resultados de las elecciones para magistrados y otros cargos inferiores, y, quizás lo peor de todo, se rumoreaba que estaba listo para declararse rey.
FORO Y FUNCIÓN
Cuando murió, César estaba construyendo dos estructuras importantes en el Foro: la Basílica Julia y el Templo de Venus, que se muestran aquí en esta reconstrucción.
República vs. Monarquía
Roma había sido estridentemente antimonárquica desde el año 509 a.C., cuando fue derrocado Lucio Tarquinio el Soberbio, y se enorgullecía enormemente de su libertad.
Ser acusado de codiciar un trono era una afrenta atroz. A los opositores les preocupaba que César quisiera restaurar la monarquía, con él mismo en control.
Aunque había rechazado públicamente una corona de oro simbólica que le ofreció en el festival pastoral de Lupercalia su primo y aliado cercano Marco Antonio, su comportamiento parecía corroborar este pensamiento.
Había instalado a sus amigos en posiciones de poder, colocado sus estatuas en templos y reaccionado con furia cuando se le quitó una diadema colocada en una de ellas.
También usaba las altas botas rojas de los reyes italianos y solía usar un vestido triunfal, que simbolizaba la victoria marcial.
Incluso su hábito de otorgar clemencia a sus oponentes podría verse como un reflejo del pensamiento soberano: para mostrar misericordia, uno tenía que estar en condiciones de tener poder sobre otra persona, uno tenía que ser un rey.
Tal era la situación en 44 a.C. Después de sus impresionantes victorias en las batallas de Farsalia, Taso y Munda, entre el 48 y el 45 a.C., César había actuado de una manera que no tenía precedentes entre los vencedores de las guerras civiles: dejó vivir a los perdedores, porque esperaba unir su poder con el suyo.
Fue de esta manera que Bruto, que había luchado contra César bajo Pompeyo, y Casio, quien había comandado la flota de Pompeyo contra César en Farsalia, fueron perdonados en lugar de ser ejecutados.
César nombró a ambos hombres para el cargo de pretor en 44 a.C, una benevolencia que irritó a muchos. Vieron la clemencia del dictador como humillante y arbitraria, yendo contra de los principios de la ley: la huella de un tirano.
Por qué matar César
Una vez que César se convirtió en dictador vitalicio (magistratura que puso los máximos poderes civiles y militares en sus manos), la carrera política de cada romano recayó en él.
Fue una amarga afrenta a los Optimates que habían sido perdonados por César, pero ahora se encontraban dependientes de sus caprichos.
Estos funcionarios decidieron asestar el golpe definitivo contra su poder. Todos los asesinos en los Idus de Marzo pertenecían al círculo íntimo de César, enemigos que había perdonado y amigos que había promovido.
Lo que unió a estos "libertadores" fue el temor a que la concentración del poder absoluto en un solo hombre amenazara las instituciones democráticas de la república.
Las ruinas de la "rostra", una tribuna para discursos públicos, todavía se distinguen bajo el Arco de Septimio Severo en el Foro Romano. Julio César lo trasladó allí en el año 44 a.C.
EL DISCURSO PÚBLICO
Para juntar apoyos para el complot, los conspiradores montaron historias sobre la arrogancia y la ambición de César. Difundieron rumores sobre sus afrentas al Senado: estaba sentado en el Foro, pero cuando los senadores se acercaron para conferirle nuevos honores, él no se puso de pie para saludarlos, lo cual era interpretado como un grave insulto. Según cuenta Plutarco, César se dio cuenta de su error e intentó justificarse a causa de su pobre estado de salud, pero pocos le creyeron. Su comportamiento fue interpretado como hubris (desmesura, arrogancia).
Los conspiradores de los Idus de Marzo
Al menos 60 personas, y quizás más de 80, estuvieron involucradas en el complot contra César. El cerebro de la conspiración fue Casio, quien entendió que necesitaba colaborar con alguien que otorgara peso político a un futuro ataque, elevándolo por encima del nivel de la venganza personal mezquina.
Eligió a su cuñado, Marco Junio Bruto, un respetado Optimate. Su familia afirmó descender, por línea paterna, de Lucio Junio Bruto, quien se dice que fundó la República Romana.
Con Casio planeando en las sombras y Bruto actuando como figura decorativa, se forjó la alianza. Entre este último grupo, destacan dos hombres: Cayo Trebonio y Décimo Junio Bruto Albino, ambos generales que habían luchado junto a César en la Galia y la guerra civil. Este último era primo lejano de Bruto y amigo cercano de César.
Cuando los conspiradores se enteraron que Marco Antonio, retratado en este busto de 69-96 d.C., no participaría en el asesinato de César, instaron a los demás para matarlo también, pero Bruto se opuso.
Idus de Marzo: qué hizo Marco Antonio
Plutarco relata que un año antes del asesinato, después de la victoria de César en Munda, Trebonio había sondeado a Marco Antonio sobre la posibilidad de unirse a un asesinato.
No se sabe nada más del complot, excepto que Marco Antonio se negó a unirse, aunque tampoco informó a César que se estaba tramando un plan en su contra.
Cuando Trebonio les dijo a los conspiradores que Marco Antonio no participaría, instaron a los demás para matar, también, al general romano, pero Bruto se opuso. Creía que deshacerse de César era un acto de justicia universal, mientras que matar a Marco Antonio sería visto como un acto partidista.
En cambio, decidieron que el día del asesinato mantendrían a Marco Antonio distraído fuera del Senado (era senador y general) en caso de que intentara ayudar a César durante el ataque.
Por qué se eligió ese día para el asesinato de Julio César
César debía irse para una larga campaña contra los partos dos días después de los Idus de Marzo, pero había convocado al Senado para reunirse una vez más antes de partir.
Según Suetonio, se rumoreaba que en esta reunión se haría una propuesta para proclamar a César rey de las provincias no italianas, una propuesta que los conspiradores no querían aprobar. También sabían que una vez que César saliera de Roma con sus legiones, estaría fuera de su alcance.
Según Cicerón (senador en ese momento muy bien informado), la reunión del Senado había sido convocada para finalizar una decisión sobre quién reemplazaría a César como cónsul cuando dejara Roma.
Ese año, César y Marco Antonio fueron cónsules conjuntos; con César desaparecido, Marco Antonio y el nuevo cónsul designado constituirían la máxima autoridad en Roma.
De alguna manera, el escenario estaba preparado para ellos. Aunque César había escuchado rumores de planes de asesinato en su contra (algunos de los cuales mencionaban expresamente a Bruto), había decidido ignorarlos creyendo que Bruto y los demás nunca actuarían en su contra por temor a que se desatara una nueva guerra civil si muriera.
PROTECTORES DE LOS PODEROSOS
Una estatuilla del siglo I d.C. representa a un lictor, un guardaespaldas oficial que habría asistido a Julio César y a otros funcionarios romanos.
César también había despedido recientemente a su escolta oficial de guardaespaldas, después de que los senadores prometieran protegerlo con sus propias vidas en una promesa de lealtad política. Sin embargo, estaría lejos de estar desprotegido en los Idus.
Veinticuatro lictores (encargados de salvaguardar a los magistrados) caminaban adelante suyo dondequiera que fuera. También era acompañado en la ciudad por amigos y seguidores incondicionales, algunos buscando favores, otros solo un vistazo del gran hombre.
Después de considerar varias opciones, los conspiradores decidieron hacer su movimiento durante la sesión del Senado, donde el séquito de César se reduciría (solo los senadores podrían asistir) y el emperador estaría desarmado (las armas estaban prohibidas dentro del Senado, por lo que los conspiradores tenían que llevar las suyas cuidadosamente ocultas).
Sueños y presagios
En la noche del 14 al 15 de marzo, la esposa de César, Calpurnia (que tenía 15 años), tuvo vívidas pesadillas en las que vio a su esposo cubierto de sangre. A la mañana siguiente le rogó que no fuera al Senado.
El emperador afirmó no ser supersticioso, pero estaba perturbado por las visiones de su esposa y por sus propios sueños (de elevarse por encima de las nubes, dejando a Roma a sus pies, temblando cuando Júpiter lo tomó de la mano) por lo que por la mañana lo tomó en serio. Ordenó varios sacrificios de animales para discernir el futuro.
La esposa de César, Calpurnia, retratada aquí en la pintura al óleo del siglo XIX de Abel de Pujol La desesperación de Calpurnia, tuvo vívidas pesadillas en las que vio a su esposo cubierto de sangre. A la mañana siguiente le rogó que no fuera al Senado.
Todos los presagios eran desfavorables. Un mes antes, un adivino, o arúspice, llamado Spurinna había advertido a César del peligro que tenía ante sí.
El 15 de febrero, escribe Suetonio, Spurinna había "leído" las entrañas de animales sacrificados para significar que César enfrentaba "peligro, que no vendría más tarde que los Idus de Marzo".
Además, César estaba físicamente enfermo. Según Nicolás de Damasco, los médicos de César trataron de impedirle ir al Senado ese día "a causa de los vértigos a los que a veces estaba sujeto y de los que sufría en ese momento".
Una teoría bastante extendida sostiene que César tenía epilepsia. También es posible que sufriera un mini derrame cerebral.
Complot para matar a César: la mañana del Idus
Cuando amaneció el Idus, César se sintió agotado y con náuseas. Según Suetonio, decidió quedarse en casa y enviar a Marco Antonio al Senado para disolver la sesión.
PRESAGIOS DE FORTUNA
En antigua Roma, los adivinos derivaban presagios de entrañas de animales o reproducciones de las mismas, como este hígado de oveja hecho en bronce en el año 100 a.C.
Sin embargo, en ese momento crítico, Décimo Junio Bruto Albino apareció y convenció a su "amigo" César de ir al Senado según lo planeado, diciéndole al dictador que parecería ridículo si cambiaba sus planes debido al sueño de su esposa.
Si el dictador se sentía genuinamente enfermo, podía evitar ofender a los senadores presentándose brevemente en el Senado y luego posponiendo la sesión. El razonamiento de Décimo Bruto funcionó y César salió de su casa a las 11 de la mañana en una litera llevada por cuatro esclavos, precedidos por los lictores.
César se dirigía al Teatro de Pompeyo, un enorme complejo construido por su rival en las afueras de Roma. Dentro estaba la curia o casa del Senado, donde se llevaría a cabo la reunión.
En el camino, una multitud rodeó a la litera y abrumó a César con peticiones. En medio del ruido, César pasó por alto una nota que alguien le entregó advirtiéndole de la trama.
Puede haber sido ofrecida por Artemidoro de Damasco, un maestro griego del círculo de Bruto. Según Nicolás de Damasco, la nota fue encontrada cerca del cadáver de César entre otros papeles.
VIAJE FINAL
La residencia de César estaba en la Vía Sacra, la arteria principal de Roma, que también pasaba por el Foro. César habría sido llevado por esta ruta hasta el Teatro de Pompeyo en los Idus de Marzo.
La escena del crimen
Plutarco escribió que "(los conspiradores) se apresuraron al pórtico de Pompeyo y esperaron allí, con la expectativa de que César viniera directamente a la reunión".
Como estaba prohibido portar armas en el Senado, la daga de Bruto estaba escondida bajo su túnica. Otros senadores ocultaron sus armas en las cajas de documentos que los jóvenes esclavos, llamados capsarii, habían traído al complejo.
Llegó César. Mientras entraba por la puerta, los senadores se levantaron. La cámara no era mucho más grande que una pista de tenis moderna y al menos 200 hombres tenían que estar presentes para formar el quórum. Había poco margen de maniobra.
El asesinato de César
No todos los conspiradores eran miembros del Senado y no está claro cuántos de los senadores permanentes deseaban ver a César muerto. Frente a sus asientos se levantaba la plataforma desde la que César presidiría la sesión sentado en un trono de oro. Los conspiradores se apresuraron a reunirse alrededor del trono.
Tan pronto como César se sentó, y mientras el resto de los senadores seguía de pie como una muestra de respeto, los asesinos, escribe Plutarco, "lo rodearon en una masa compacta, poniendo a Lucio Tilio Cimbro frente a ellos con una súplica en nombre de su hermano, que estaba en el exilio. Todos los demás se unieron a sus súplicas y, apretando la mano de César, besaron su pecho y su cabeza".
A PUNTO DE ATACAR
Publio Servilio Casca levanta su daga mientras Lucio Tilio Cimbro distrae a Julio César tomándolo por su toga en esta pintura al óleo de 1865 de Karl von Piloty, que se encuentra en el Landesmuseum de Hannover, Alemania.
Al principio, César ignoró las peticiones. Pero cuando los senadores no lo dejaron ir, trató de levantarse por la fuerza. Fue entonces cuando Tilio, que pudo haber estado arrodillado ante César, agarró su toga por los hombros en un gesto de súplica. Esto impidió que César se pusiera de pie y dejó su cuello expuesto. Según Suetonio, César gritó: "¡Por qué, esto es violencia!"
Apiano dice que Tilio luego gritó: "¿Qué estás esperando?". La respuesta, por supuesto, fue nula. El resto, como se suele decir, es historia.
Conspiración contra César: las consecuencias
Después de la muerte de César, Marco Antonio organizó un gran funeral. La popularidad del dictador fue tal que se desarrolló un motín que llevó a la cremación improvisada de César en el Foro.
Algunos de los asesinos, incluidos Bruto y Casio, tomaron esto como una señal para abandonar Roma, aunque ninguno renunció a sus posiciones oficiales. Los asesinos restantes dieron un giro positivo a los eventos, celebrándolo como el fin de la tiranía.
Se negoció una amnistía, a través de un acuerdo del Senado para ratificar todas las decisiones de César. Se acuñó una nueva moneda, que mostraba dos dagas y el pileus, la gorra de la libertad usada por los esclavos romanos liberados, mostrando la fecha: Idus de Marzo.
Según la historiadora Mary Beard, fue una celebración de la libertad que resonó en Roma al igual que el Día de la Bastilla en la Francia moderna.
MONEDA DE LA CONSPIRACIÓN
Acuñada por Bruto entre los años 43 y 42 a.C., esta moneda lleva la inscripción Eid Mar (Idus de Marzo) y conmemora el asesinato de Julio César.
En última instancia, la muerte de Julio César tuvo el impacto opuesto de lo que los asesinos habían esperado. Las dagas que le clavaron ese día de marzo asestaron un golpe fatal a la ya herida República Romana y allanaron el camino para el imperio.
Gran parte del público se volvió contra los asesinos, y se produjeron guerras civiles. El sentimiento popular volvió a girar hacia César. Un cometa, visible durante el día por una semana, apareció en el cielo durante los juegos celebrados en su honor. Al cabo de dos años, de hecho, César ya estaba completamente deificado.
La muerte de César abrió el camino para que su heredero e hijo adoptivo de 19 años, Octavio, emergiera como el primer emperador de facto de Roma (el futuro Augusto).
Octavio pasaría los siguientes años persiguiendo a los asesinos de César: los cabecillas Bruto y Casio cayeron en el año 42 a.C., y el último, perecería ocho años después.
El historiador Josep Maria Casals es especialista en la historia de la Roma imperial temprana.