¿Quiénes eran las mujeres que mató Jack “el Destripador”?
En el siglo XIX, este asesino en serie aterrorizó (y agitó) Londres. Las vidas de sus víctimas revelan la verdad sobre nuestra fascinación moderna por los crímenes reales.
Tras la leyenda de Jack el Destripador se esconden las historias reales de las mujeres cuyas vidas segó, entre ellas la de Mary Ann "Polly" Nichols, cuyo monumento conmemorativo en el cementerio de la ciudad de Londres puede verse en esta imagen. Todas ellas vivieron al margen de una ciudad que les prestaba más atención muertas que vivas.
Algunos dicen que era cirujano. Otros, un loco desquiciado, o tal vez un carnicero, un príncipe, un artista o un espectro. El asesino conocido en la historia como Jack el Destripador aterrorizó Londres (Reino Unido) hace 135 años. Durante el siglo siguiente se convirtió en una sombra oscura a la que atribuimos nuestros miedos y actitudes.
Pero para cinco mujeres, Jack el Destripador no fue un fantasma legendario ni un personaje de novela policíaca: fue la persona que acabó con sus vidas de forma horrible. "Jack el Destripador fue una persona real que mató a gente real", reitera la historiadora Hallie Rubenhold, cuyo libro, The Five (Las Cinco), narra las vidas de sus víctimas. "No era una leyenda".
¿Quiénes eran estas mujeres? Tenían nombres: Mary Ann Polly Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly. También tenían esperanzas, seres queridos, amigos y, en algunos casos, hijos. Sus vidas, cada una única, cuentan la historia del Londres del siglo XIX, una ciudad que las marginó y les prestó más atención muertas que vivas.
(Contenido relacionado: Chupacabras: esta es la historia de uno de los monstruos más temidos)
Artículo sobre el asesinato de Annie Chapman extraído del Illustrated Police News, 22 de septiembre de 1888. El descubrimiento del cadáver de Chapman, con heridas similares a las del asesinato de Polly Nichols, desató el terror en Londres, que se dio cuenta de que un asesino en serie andaba suelto.
Terror en Whitechapel
No todas sus historias empezaron en Londres, pero acabaron allí, en y alrededor del abarrotado rincón de la metrópoli conocido como Whitechapel, un distrito del East End londinense. "Probablemente no haya en todo el mundo un espectáculo como el de esta inmensa, descuidada y olvidada gran ciudad del Este de Londres", escribió Walter Besant en su novela All Sorts and Conditions of Men (Todos los tipos y condiciones de hombres) en 1882. "Está descuidada incluso por sus propios ciudadanos, que nunca han llegado a percibir su condición de abandonados".
Entre los ciudadanos "abandonados" de Whitechapel se encontraban algunos de los residentes más pobres de la ciudad. Inmigrantes, trabajadores temporarios, familias, mujeres solas, ladrones… todos hacinados en viviendas, tugurios y casas de trabajo desbordadas. Según la historiadora Judith Walkowitz, "en la década de 1880, Whitechapel se había convertido en la personificación de los males sociales del 'Londres marginado'", un lugar donde el pecado y la pobreza se mezclaban en la imaginación victoriana, escandalizando a las clases medias.
Whitechapel se transformó en un escenario de horror cuando el cuerpo sin vida y mutilado de Polly Nichols fue descubierto en una calle oscura en la madrugada del 31 de agosto de 1888. Se convirtió en la primera de las cinco víctimas canónicas de Jack el Destripador; un grupo central de mujeres cuyos asesinatos parecían estar relacionados y los cuales ocurrieron en un corto espacio de tiempo.
Un retrato de Catherine Eddowes extraído de la revista ilustrada Famous Crimes, Past and Present. La mujer había perdido a sus padres en la adolescencia antes de encontrarse en los barrios de viviendas del este de Londres.
Un boceto de Mary Jane Kelly que apareció en The Penny Illustrated Paper el 24 de noviembre de 1888. Mary Jane fue la más joven y misteriosa de las víctimas de Jack el Destripador, y la única que tuvo la suerte de poder alquilar una habitación con cama.
Durante el mes siguiente, se encontraron otras tres mujeres asesinadas en las calles del East End, todas asesinadas de forma similar: degolladas y, en la mayoría de los casos, con el abdomen destripado. A algunas les habían extraído los órganos. El quinto asesinato ocurrió el 9 de noviembre, cuando el Destripador descuartizó a Mary Jane Kelly con tal barbarie que quedó casi irreconocible.
El llamado "Otoño del Terror" sembró el pánico en Whitechapel y en toda la ciudad, y la misteriosa identidad del asesino en serie no hizo sino aumentar el drama. La prensa hizo sensacionalismo de los espeluznantes asesinatos y de las vidas de las mujeres asesinadas.
(Relacionado: Moda “asesina” del siglo XIX: desde vestidos con arsénico hasta sombreros con mercurio)
Polly, Annie, Elizabeth, Catherine y Mary Jane
Aunque unidas para siempre por la forma en que murieron, las cinco mujeres asesinadas por Jack el Destripador tenían algo más en común: se encontraban entre los residentes más vulnerables de Londres y vivían al margen de la sociedad victoriana.
Se ganaban la vida a duras penas en el East End, entrando y saliendo de las conocidas como workhouses (traducidas como casas de trabajo, que eran instituciones que proporcionaban trabajo y sustento a los más pobres y desfavorecidos), consiguiendo trabajos ocasionales y empeñando sus escasas posesiones para poder dormir una noche en una pensión. Si no conseguían reunir las monedas, dormían en la calle.
"A nadie le importaba en absoluto quiénes eran estas mujeres", dice Rubenhold. "Sus vidas eran increíblemente precarias".
Polly Nichols conocía bien la precariedad. Nacida en 1845, cumplió el ideal victoriano de la feminidad adecuada cuando se convirtió en esposa a los 18 años. Pero tras tener cinco hijos, acabó abandonando a su marido por sospechas de infidelidad. En los últimos años de su vida, el alcohol se convirtió para ella tanto en un apoyo como en una maldición.
Ilustración de Elizabeth Stride publicada en The Illustrated Police News en 1888. Elizabeth emigró a Londres desde Suecia cuando solo tenía 22 años. Estaba casada y era propietaria de un café.
El alcohol también aceleró el alejamiento de Annie Chapman de lo que se consideraba una vida respetable. Chapman nació en 1840 y pasó la mayor parte de su vida en Londres y Berkshire. Con su matrimonio con John Chapman, cochero, en 1869, Annie se situó en el escalón más alto de la clase trabajadora. Pero su afición al alcohol y la pérdida de sus hijos desestabilizaron su vida familiar y Annie acabó en el East End.
Elizabeth Stride, nacida en Suecia, era inmigrante, como miles de personas que vivían en el East End. Nacida en 1843, llegó a Inglaterra con 22 años. En Londres, Stride se reinventó una y otra vez, convirtiéndose en esposa y propietaria de un café.
Catherine Eddowes, nacida en Wolverhampton (240 kilómetros al norte de Londres) en 1842 y trasladada a Londres de niña, perdió a sus padres a los 15 años. Pasó la mayor parte de su vida adulta con un solo hombre, que fue el padre de sus hijos. Antes de su asesinato, acababa de regresar a Londres tras recoger lúpulo en Kent, un ritual veraniego muy popular entre los londinenses de clase trabajadora.
Con 25 años, Mary Jane Kelly era la más joven y misteriosa de las víctimas de el Destripador. Al parecer, Kelly afirmó que procedía de Irlanda y Gales antes de establecerse en Londres. Tenía un pequeño lujo que las demás no tenían: pudo alquilar una habitación con una cama, la que se convertiría en el escenario de su asesinato.
Sin embargo, la creencia arraigada de que todas estas mujeres eran prostitutas es un mito, como demuestra Rubenhold en The Five. Solo se sabe que dos de ellas, Stride y Kelly, ejercieron el trabajo sexual durante su vida. El hecho de que todas ellas hayan sido etiquetadas como trabajadoras del sexo pone de manifiesto cómo veían los victorianos a las mujeres pobres y sin vivienda. "Han sido sistemáticamente 'apartadas' de la sociedad", reflexiona Rubenhold, aunque aclara que “así es como vivía la mayoría".
Estas mujeres eran seres humanos con un fuerte sentido de la personalidad. Según su biógrafo Robert Hume, sus amigos y vecinos las describían como "laboriosas", "joviales" y "muy limpias". Vivían, amaban, existían... hasta que, de repente, en una oscura noche de 1888, dejaron de existir.
(Podría interesarte: La Piedra de Scone: la misteriosa roca que se usará para coronar a Carlos III)
Una larga sombra
El descubrimiento del cadáver de Annie Chapman el 8 de septiembre hizo cundir el pánico en Londres, ya que sus heridas recordaban la espantosa brutalidad del asesinato de Polly Nichols días antes. Los investigadores se dieron cuenta de que probablemente el mismo asesino había cometido ambos crímenes y seguía suelto. ¿A quién atacaría después?
A finales de septiembre, la Oficina Central de Noticias de Londres recibió una carta con tinta roja que decía ser del asesino. Estaba firmada como "Jack el Destripador". Periódicos de toda la ciudad tomaron el nombre y lo usaron en sus titulares. La cobertura mediática de los asesinatos de Whitechapel fue en aumento. Los periódicos danzaban entre la realidad y la ficción, relatando sin aliento cada uno de los horripilantes detalles de los crímenes y especulando con desenfreno sobre la identidad del asesino.
Hoy en día, ese impulso perdura, y tanto detectives de sillón como investigadores profesionales han propuesto un desfile interminable de sospechosos, entre ellos el artista Walter Sickert, el escritor Lewis Carroll, el marinero Carl Feigenbaum y Aaron Kosminski, un barbero del East End.
La continua fascinación por desenmascarar al asesino perpetúa "esta idea de que Jack el Destripador es un juego", afirma Rubenhold, quien traza paralelismos entre la ludificación de los asesinatos de Whitechapel y la obsesión actual por los crímenes reales. "Cuando nos acercamos al true crime, la mayoría de las veces lo hacemos como si fuera una leyenda, como si no fuera real, como si no le hubiera ocurrido a gente real".
"Estos crímenes siguen ocurriendo hoy en día, y seguimos sin interesarnos por las víctimas", lamenta Rubenhold.
Los asesinatos de Whitechapel siguen sin resolverse después de 135 años, y Rubenhold cree que eso nunca cambiará: "No vamos a encontrar nada que nos diga categóricamente quién fue Jack el Destripador". En cambio, los asesinatos nos hablan de los valores del siglo XIX... y del XXI.