Así eran las rutinas matutinas de algunos de los personajes más brillantes de la historia
Marco Aurelio nunca pulsaría el botón de repetición de la alarma. A Ben Franklin le encantaba sentarse desnudo. Varias celebridades históricas con mentes creativas y exitosas tenían opiniones muy serias sobre cómo empezar bien la mañana.
Incluso a las figuras más destacadas de la historia -como el emperador romano Marco Aurelio- les costaba levantarse de la cama. Este era el dormitorio principal del Palazzo Sagredo, situado en la orilla derecha del Gran Canal de Venecia, Italia.
¿Es mejor madrugar o quedarse dormido? ¿Tomar un café expreso o un té? Se amen o se detesten, los rituales matutinos pueden marcar la pauta para el resto del día.
Los entrenadores de la vida moderna y los creadores de tendencias diseñan continuamente nuevas formas de optimizar las horas del día, pero su impulso no es nada nuevo. Desde Marco Aurelio hasta Ludwig van Beethoven, los seres humanos llevan siglos ideando rutinas matutinas que inspiran productividad y concentración.
¿Qué sabiduría pueden aportar algunas de las figuras más destacadas de la historia a quienes buscan la rutina en el siglo XXI?
Marco Aurelio no vería con buenos ojos darle al "snooze".
Antes de que existieran los gurús de la autoayuda, estaba Marco Aurelio. Nacido en el año 121 d.C., se convirtió en emperador de Roma 40 años más tarde y reinó hasta su muerte en 180. Puede que dirigiera uno de los imperios más influyentes de la historia, pero sus intereses iban mucho más allá de las paredes de mármol de la Curia Julia: también era un filósofo estoico que llevaba una vida virtuosa, que promovía la sabiduría, la justicia, la moderación y el valor.
Marco Aurelio reflexionó sobre estas ideas en un diario que acabaría publicándose como Meditaciones. En él, esbozaba formas de trabajar en la mejora personal.
Una de las cosas con las que tuvo problemas fue con las rutinas matutinas. Como observó su biógrafo Frank McLynn, "Marco era un insomne que odiaba levantarse de la cama por las mañanas, un grave defecto en la cultura de Roma, donde la gente consideraba una virtud estar despierto a cualquier hora".
Como resultado, Marco Aurelio hacía un esfuerzo concertado para arrastrarse de la cama todos los días. "Por la mañana, cuando te levantes sin ganas, ten presente este pensamiento: me levanto para realizar el trabajo de un ser humano", escribió. Utilizaba este mantra como motivación para arrancar el día, no para "tumbarme en la cama y mantenerme caliente", el equivalente del siglo II a darle al botón de repetición de la alarma (snooze). Era el primer paso para vivir un día virtuoso.
Los hábitos cotidianos de Benjamin Franklin
Puede que Benjamín Franklin no fuera un emperador romano, pero el padre fundador, impresor e inventor se planteó la misma pregunta que Marco Aurelio: ¿Qué significa vivir una vida virtuosa?
Franklin mantuvo su propia lista de virtudes: templanza, silencio, orden, resolución, frugalidad, industria, sinceridad, justicia, moderación, limpieza, tranquilidad, castidad y humildad.
Creía que las acciones hablaban más que las palabras, por lo que no sólo quería respaldar estas virtudes, sino practicarlas a través de hábitos cotidianos. Para ello, Franklin planificaba su día hora por hora.
Cada día comenzaba con un madrugón. Salía de la cama a las 5 de la mañana y pasaba las tres horas siguientes lavándose, desayunando, planificando el día y contemplando una pregunta clave: "¿Qué bien haré este día?". Esta meditación matutina probablemente le ayudaba a tener intención, concentración y sentido en su trabajo.
Otro de sus rituales matutinos quizá fuera menos contemplativo, pero no por ello menos vigorizante: sentarse desnudo durante al menos media hora. En una carta de 1768 al médico francés Jacques Barbeu-Dubourg, Franklin describía la práctica de sentarse al aire frío como "un baño tonificante", que prefería al "shock" de un baño de agua fría.
Georgia O'Keeffe se inspiraba en los paseos por la naturaleza
Al igual que Marco Aurelio y Benjamín Franklin, la artista Georgia O'Keeffe era madrugadora. "Me gusta levantarme cuando amanece", declaró a la revista Life en 1968.
Aunque O'Keeffe prefería "sentarse en la cama y ver salir el sol", no se quedaba allí mucho tiempo. A veces empezaba el día dando un paseo matutino por el Ghost Ranch, su casa en las afueras de Abiquiu, Nuevo México. A veces tropezaba con serpientes de cascabel, las mataba y se embolsaba sus cascabeles.
Sin embargo, sus paseos no se limitaban a las mañanas, sino que también los hacía al atardecer.
Pero, independientemente de la hora del día en que lo hiciera, caminar por la naturaleza parece haber sido una parte esencial de su proceso artístico. La tierra bajo sus pies y el cielo cubierto de nubes inspiraron sus numerosos cuadros de los vibrantes paisajes del suroeste americano.
"Todos los colores de la paleta del pintor están ahí, en los muchos kilómetros de badlands", escribió en el catálogo de una exposición en 1939. O'Keeffe incluso recogía piedras y huesos interesantes en sus paseos, algunos de los cuales probablemente inspiraron sus cuadros.
La rutina de Beethoven con su taza de café de 60 granos
Consumido durante mucho tiempo en Oriente Próximo, el café no se popularizó en Europa hasta los siglos XVII y XVIII. Pronto se convirtió en una bebida muy apreciada por las mañanas, aunque cada vez más cara. A principios del siglo XIX, en Viena, una taza de café costaba aproximadamente lo mismo que media libra de carne de vacuno.
El compositor alemán Ludwig van Beethoven apreciaba tanto su taza de café matutina que la preparaba todos los días de la misma manera, llegando incluso a medir exactamente 60 granos -ni más ni menos- para moler. Como concluye la musicóloga Laura Tunbridge, "Beethoven contaba sus granos no sólo en busca de la taza perfecta, sino también por motivos económicos".
El café no es la única bebida en la que han confiado los artistas para dar sabor a sus mañanas. Para la escritora Maya Angelou, las mañanas eran el momento perfecto para disfrutar de su licor preferido: el jerez. "Puede que me lo tome a las seis y cuarto de la mañana [...]", le dijo a George Plimpton en 1990, "pero normalmente es sobre las once cuando me tomo una copa de jerez".
Incluso las mañanas que no empezaban con jerez, Angelou comenzaba temprano el día. Prefería escribir en habitaciones de hotel, incluso en las ciudades donde vivía. Como madrugadora, Angelou salía de casa, se desplazaba a su habitación alquilada y empezaba a escribir a las 6.30 de la mañana.
Los rituales matutinos siempre han sido tan singulares como las personas que los practican, pero la ética de trabajo antes del amanecer de Angelou revela una verdad más amplia sobre las mentes más exitosas, motivadas y creativas de la historia: para ellos, parece que a quien madruga Dios le ayuda.