Los refugiados de Ucrania comparten sus desgarradoras historias
Despertarse con las explosiones. La prisa por encontrar el pasaporte. Un desgarrador viaje en tren a oscuras para evadir a las fuerzas rusas. La esperanza de encontrar un “rincón cálido” para refugiarse.
Junto a muchos compatriotas, Irina Lopuga estuvo dos días atascada en un pánico silencioso de autos que avanzaban lentamente hacia la ciudad fronteriza de Przemyśl, en Polonia.
Tuvo suficiente tiempo para hablar con su marido, ya no sobre los sueños de comprar una casa o recorrer Egipto, sino sobre la supervivencia. “Hablamos de cómo el mundo entero se dio vuelta”.
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Guerra Rusia-Ucrania: alcanzar la frontera
Una vez que alcanzaron la frontera, llegó el momento de separarse. A los hombres ucranianos de entre 18 y 60 años se les ha ordenado que se queden y ayuden a la resistencia, junto a mujeres que levantan armas por primera vez y pequeños ejércitos de civiles que preparan tanto dumplings (una especie de empanada) como cócteles molotov.
El esposo de Irina ayudaría a su iglesia local a prepararse para recibir a los evacuados de Kiev. Justo antes de irse, dice ella, “se dio la vuelta y se largó a llorar”.
Entonces ella, los niños y el perro salieron corriendo.
Ahora forman parte de una de las mayores oleadas de refugiados en décadas, tratando de encontrar su propio rincón cálido en una Europa indignada y en vilo. Temerosos por su propia seguridad, los europeos han estado dando la bienvenida a las personas que componen este exhausto éxodo.
Algunos de ellos son visitantes internacionales que se encontraban en Ucrania, otros son sobrevivientes de conflictos de larga data con separatistas respaldados por Rusia en el este, pero la mayoría está compuesta por familias que se han visto separadas pero que conservan, hasta ahora, el espíritu inquebrantable.
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“Es muy difícil que tu esposo tenga que quedarse. Tienes que elegir: salvar a los niños o quedarte con él.”
Refugiados de Ucrania tratan de encontrar algo de normalidad en su carpa en el punto de recepción de Medyka, Polonia, mientras esperan continuar su camino hacia otros destinos en Europa.
“Había un millón de personas, la estación estaba tan llena de gente que no nos podíamos mover. Fue un gran horror. Las lágrimas caían como granizo.”
Valentyna Turchyn se ubica para un retrato con su madre (también llamada Valentyna Turchyn) y sus tres hijas: Maya, de cinco años, con un abrigo rosa, Tanya, de siete, y Galyna, de 16. Todos están abrigados para protegerse del frío en un refugio en Polonia después de haber huido de su ciudad natal: Cherkasy, Ucrania.
Ludmyla Kuchebko, de 72 años, de Zhytómyr, ha dejado atrás las sirenas de ataque aéreo, pero se preocupa por su hijo en Kiev. Con la mirada puesta en Dios para “no solo salvar a mi hijo, sino a Ucrania”, ella reza por cada pasajero de cada tren. “Hoy rezamos no solo por Ucrania, rezamos por Rusia, por nuestros hermanos y hermanas de allá”.
Una cama improvisada yace al aire libre en un centro de recepción de refugiados cerca del cruce fronterizo de Medyka, en las afueras de Przemyśl, Polonia.
“Fue muy aterrador cuando explotaron las primeras bombas.”
Una pila de calzado recolectado por voluntarios está lista para su distribución a los refugiados de Ucrania que ingresen a Polonia cerca de Przemyśl.
“Nacimos en Ucrania y amamos a nuestra patria. Es un país hermoso. Dios le dio todo: bosques, campos... mis preciosos campos.”
Iryna Butenko, de 33 años, y su hija Kateryna Falchenko, de ocho, huyeron de Járkov en pánico. Cuando finalmente apareció un tren, dice Iryna, “corrimos mientras nos disparaban por detrás”. Ella no quiere volver, nunca. Katya se siente segura ahora: “Nadie nos está disparando o amenazando. Mi mamá siempre está cerca de mí”.
Iryna Kuzmenko, de 41 años, y su hija, Arianda Shchepina, de 11, de la ciudad de Zaporiyia, comparten un momento tranquilo juntas fuera de la Escuela Secundaria Juliusza Słowackiego, en Przemyśl, Polonia, donde los refugiados han buscado refugio y apoyo.
Un refugiado exhausto encuentra un momento de descanso en Medyka, Polonia, cerca de la frontera con Ucrania, donde ya han cruzado unos 100.000 refugiados.
“No necesitamos mucho. Un rincón cálido es suficiente.”
Iryna Novikova, de 42 años, salió de Kiev con su hija de inmediato, sin cambiarse de ropa, cepillarse los dientes ni ducharse. “En un momento así no necesitas nada de eso. No sé cómo corrí; mis piernas simplemente me llevaban”. Su hija le había dicho que se acercaba el ataque, pero “simplemente no podía creerlo”.
Amoakohene Ababio Williams, de 26 años, originario de Ghana, dice que fue separado de su esposa ucraniana, Sattennik Airapetryan, de 27 años, y de su hijo de un año, Kyle Richard, junto con otros hombres negros justo antes de llegar a la frontera polaca, después de haber huido de Odessa. “Pensé: se acabó. Tal vez no vuelva a verla”. Él sobrevivió.
Anastasia Taylor-Lind es fotógrafa de National Geographic, miembro de TED y becaria de Harvard Nieman de 2016. Cubre temas relacionados con las mujeres, la población y la guerra.
Alice Aedy es una fotógrafa documental y cineasta cuyo trabajo se centra en temas de justicia social, incluyendo la migración forzada, la justicia climática y las historias de mujeres.
Davide Monteleone es fotógrafo, artista visual y Explorador de National Geographic con un interés particular por los países postsoviéticos. La National Geographic Society, comprometida con iluminar y proteger las maravillas de nuestro mundo, apoyó el trabajo de Monteleone. Ver más en su sitio web.
Petro Halaburda, estudiante ucraniano de producción cinematográfica radicado en Varsovia, Polonia, proporcionó asistencia en el campo y la traducción.