Campaña contra el uso de sorbetes

Estrategias ambientalistas para librar a los océanos de los residuos plásticos

Por Laura Parker
Publicado 28 feb 2018, 17:45 GMT-3
Anualmente, se vierte al océano el equivalente de cinco bolsas de mercado de residuos plásticos por ...
Anualmente, se vierte al océano el equivalente de cinco bolsas de mercado de residuos plásticos por cada pie de costa. Acá, en una remota isla del mar Caribe, las botellas desechadas, los envoltorios y sorbetes son arrojados por el mar a la orilla y cubren las playas.
Fotografía de Ethan Daniels, Alamy
 

De los 8 millones de toneladas de desechos plásticos que ingresan cada año en los océanos del mundo, el sorbete plástico para bebidas, no es el mayor contribuyente. Sin embargo, este pequeño tubo, mayormente innecesario para el consumo de bebidas, está en el centro de una creciente campaña ambientalista dirigida a convencer a las personas de que dejen de usar sorbetes para así ayudar a salvar los océanos.

Los sorbetes, pequeños y livianos, a menudo no llegan a los recipientes de reciclaje: la evidencia de esto la podemos encontrar claramente en cualquier playa. Y, si bien constituyen una pequeña fracción del plástico en los océanos, su tamaño las convierte en uno de los contaminantes más traicioneros porque se enredan en los animales marinos y son consumidas por los peces. 

“Si tiene la oportunidad de decidir y no usar sorbete plástico, esto puede ayudar a que este artículo se mantenga fuera de nuestras playas y se eleve la conciencia sobre los plásticos en el océano”, declara Jenna Jambeck, catedrática de ingeniería de la Universidad de Georgia, cuyo innovador estudio del 2015 fue la primera medición de la cantidad de desechos plásticos que ingresan al océano cada año. “Y si puede tomar esta decisión, quizás puede hacer aún más”.

Los sorbetes están últimos en una lista creciente de productos de plástico que han sido prohibidos, gravados con impuestos o boicoteados en un intento por controlar la basura plástica que viaja por los mares antes de que supere en volumen a los peces, un cálculo que según un estudio del World Economic Forum, de 2016, estima podría convertirse en realidad para el 2050.

El otoño pasado, California se convirtió en el primer estado del país en prohibir las bolsas plásticas, siguiéndole los pasos a una serie de países que ya lo hicieron, como Kenia, China, Bangladesh, Ruanda y Macedonia. Francia no solo ha prohibido las bolsas plásticas, sino que se ha convertido en el primer país en prohibir también los platos, vasos y utensilios de plástico a partir del año 2020. San Francisco prohibió el poliestireno, incluidos los vasos y envases de alimentos de telgopor, la espuma de embalaje y los juguetes de playa. Y en Rhode Island la liberación de globos de aire en celebraciones es un objetivo de los activistas, después de que casi 2200 globos se hayan recogido en las orillas de Aquidneck Island en los últimos cuatro años.

La industria de los plásticos se opone a las prohibiciones cada vez que puede. Los fabricantes de bolsas han persuadido a los legisladores en Florida, Misuri, Idaho, Arizona, Wisconsin e Indiana de aprobar leyes que declaren ilegales las prohibiciones sobre las bolsas de plástico.

Keith Christman, director ejecutivo de mercados de plásticos para el American Chemistry Council, afirma que el sector también se opondrá a cualquier esfuerzo para proscribir los sorbetes plásticos.

Las prohibiciones de ciertos productos a menudo vienen con “consecuencias involuntarias”, añade Christman. Los productos de reemplazo pueden causar más daño ambiental que los productos plásticos que se prohibieron, afirma. En algunos casos, los productos que se publicitan como biodegradables terminan no siéndolo. Lo que es peor, el comportamiento de los consumidores cambia. Cuando San Francisco prohibió los productos de telgopor, afirma, una inspección de los desechos mostró que, mientras que la cantidad de basura de vasos de telgopor disminuyó, la basura de vasos de papel aumentó.

“Lo que realmente necesitamos es una buena estructura de gestión de desechos en los países que son la fuente más grande de este desafío”, declara. “Los países de rápido desarrollo en Asia no tienen esa estructura”, agrega.

Lo que diferencia a la campaña antisorbetes de otras iniciativas —y la razón por la que dicha campaña podría tener éxito— es que los activistas no están tratando de cambiar leyes ni reglamentos. Simplemente les están pidiendo a los consumidores que cambien sus hábitos y que le digan no a los sorbetes.

La basura se desborda de los recipientes. Los sorbetes plásticos se asoman a través de pilas ...
La basura se desborda de los recipientes. Los sorbetes plásticos se asoman a través de pilas de basura que ensucian las calles.
Fotografía de In Pictures Ltd., Corbis, Getty

¿SE PODRÁ DETENER LA MAREA?

Los sorbetes, que se encontraban mayormente en las fuentes de soda en los años 30, se han convertido en uno de los productos innecesarios de uso más extendido en el planeta. No existen cifras sobre el uso global, pero los estadounidenses solamente utilizan 500 millones al día, según el National Park Service. Con excepción de las personas que tienen condiciones médicas, los sorbetes no son necesarios para consumir bebidas o agua.

“Hace diez años, los sorbetes no estaban en todos lados. Generalmente a uno le darían uno en un bar. Ahora uno pide un simple vaso con agua helada y le ponen uno dentro”, dice Douglas Woodring, fundador de la Ocean Recovery Alliance, un grupo con sede en Hong Kong que está trabajando para reducir los residuos en el océano. “Sospecho de parte de ello proviene del temor que tienen las personas a los gérmenes”, afirma.

Woodring observó el aumento en el uso de sorbetes después del brote ocurrido en el 2003 de la enfermedad respiratoria SARS que inició en China y se diseminó a una veintena de países en América y Europa e infectó a 8098 personas, de las cuales murieron 774.

“De forma súbita, los sorbetes se propagaron”, declara. “A partir de ahí, los consumidores sintieron que tenían que tener uno, aunque la mayoría no la necesitara”.

A medida que los sorbetes proliferaron, también lo hicieron las campañas en su contra. Algunos grupos tienen nombres llamativos como Straw Wars (la guerra de los sorbetes), en el barrio de Soho en Londres o Straws Suck (los sorbetes apestan), usado por la fundación mundial Surfrider. Otras iniciativas fueron ideadas por ambientalistas de bolsillo, como la campaña OneLessStraw (un sorbete menos) creada por dos hermanitos, Olivia y Carter Ries, cuando tenían 7 y 8 años de edad.

Si el temor a los gérmenes impulsó el uso de sorbetes a nivel mundial a cifras entre los miles de millones, el video de ocho minutos que muestra cómo le extraen un trozo de sorbete de cuatro pulgadas de la nariz de una tortuga marina en Costa Rica podría haber cambiado el curso de la marea. El video es doloroso y ha sido visto más de 11 millones de veces en YouTube.

Linda Booker, una cineasta de Carolina del Norte, cuyo documental, Straws, está siendo exhibido en el festival de cine de primavera en los Estados Unidos, declara que el video de esa tortuga la inspiró en parte para elegir la lucha contra los sorbetes como un proyecto fílmico. Booker entrevistó a los científicos y los incluyó en su film.

“Creo que gran parte del catalizador para estas campañas en contra de sorbetes fue el video de uno incrustado en la nariz de la tortuga”, afirma.

El más reciente participante en la campaña antisorbetes es Lonely Whale Foundation, una fundación sin fines de lucro cofundada por el actor Adrian Grenier, quien recientemente le agregó el peso de su fama a la causa. Grenier inauguró su iniciativa en una conferencia sobre plásticos en el océano celebrada en Charleston, Carolina el Sur esta primavera contando una escena muy común en la que un mozo lleva un vaso de agua a su mesa con un sorbete dentro.

“Es una puerta de acceso, una forma de empezar”, dice Grenier. “Muchas veces, las personas se sienten abrumadas por la magnitud del problema y terminan dándose por vencidas. Necesitamos algo que las personas comunes y corrientes sean capaces de alcanzar. El desafío consiste en poder deshacernos de los sorbetes plásticos, entonces empecemos por ahí. Luego podemos seguir avanzando desde ese punto”, concluye.

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