De la escasez al exceso, la explicación de la crisis mundial del agua
No solo Ciudad del Cabo enfrenta un futuro incierto con respecto al agua. Hay muchas más metrópolis implicadas en el problema. Sin embargo, existen soluciones emergentes.
El “Día Cero”, esa fecha en la que se espera que por lo menos un millón de hogares en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, ya no tendrán más agua corriente, se había programado originalmente para abril. Recientemente se trasladó a julio. Los tres extensos años de sequía no finalizaron, pero el intenso racionamiento —que limita a las personas a solo 13 galones (50 litros) por persona al día— ha marcado la diferencia. A modo de referencia, un ciudadano estadounidense promedio, usa unos 100 galones (357 litros) por día.
“Ninguna persona en Ciudad del Cabo debe nunca más descargar agua potable en el baño... Nadie debe bañarse más de dos veces a la semana en la actualidad”, dice Helen Zille, la líder de la provincia Cabo Occidental, donde se encuentra ubicada la metrópoli.
Como muchos lugares del mundo, Ciudad del Cabo y la región circundante han alcanzado probablemente el “pico de agua”, o el límite de cuánta agua se puede obtener de esa área, menciona el científico del agua Peter Gleick, presidente emérito del Pacific Institute. Gleick, quien pasó muchos años en Sudáfrica, asegura que el país generalmente tiene buenos administradores de agua.
“Hace dos años, no hubiera predicho que Ciudad del Cabo tendría que enfrentar el Día Cero”, reconoció en una entrevista. Sin embargo, el cambio climático ha alterado el ciclo hidrológico (ciclo del agua) de la Tierra, al cambiar cuándo, dónde y cuánta lluvia cae. Esto ha hecho que la planificación de la administración del agua sea más difícil, explica. Además, nuestros sistemas de agua se construyeron mayormente sobre la base del clima más estable del pasado.
“Lo que pasa en Ciudad del Cabo puede pasar en cualquier lugar”, explica Gleick.
Riesgo global
São Paulo, en Brasil, una megaciudad de 20 millones de personas, enfrentó el Día Cero en 2015. La urbe desactivó su suministro de agua durante 12 horas al día, lo que obligó a cerrar numerosos negocios e industrias. En 2008, Barcelona, España, tuvo que importar camiones cisterna llenos de agua dulce desde Francia. Las sequías también se han vuelto más frecuentes y graves y han afectado a más personas en todo el mundo.
Asimismo, 14 de las 20 megaciudades del mundo están experimentando, en este momento, condiciones de escasez o sequía. Alrededor de 4 millones de personas ya viven en regiones que experimentan una escasez grave de agua durante al menos un mes al año, de acuerdo con un estudio de 2016 del periódico Science Advances. Casi la mitad de esas personas viven en India y China. Las poblaciones en aumento solo aumentan esta escasez.
Los datos del desastre compilados por la ONU muestran claramente que las inundaciones también están empeorando. Están ocurriendo con más frecuencia, en especial en las regiones costeras y los valles fluviales, lo que afecta a más personas. De todos los mayores desastres del mundo entre 1995 y 2015, el 90 por ciento fueron eventos relacionados con el agua; como inundaciones, tormentas, olas de calor y sequías. Las inundaciones representaron más de la mitad de todos los desastres relacionados con el clima, y afectaron a 2,3 mil millones de personas y fueron responsables de la muerte de 157.000 personas en un período de 20 años. El año pasado, los costos del clima severo —inundaciones, sequías, incendios, tormentas— en los Estados Unidos alcanzaron el récord máximo de 300 mil millones de dólares. Estos eventos desplazaron a más de un millón de estadounidenses de sus hogares.
La humanidad se está enfrentando a un desafío creciente, con demasiada agua en algunos lugares y muy poca en otros. Esto no solo se ve impulsado por el cambio climático, sino también por el crecimiento de la población y la economía, y una administración deficiente del agua, alertan los expertos.
“La escasez de agua y los problemas de inundaciones se deben principalmente al crecimiento rápido, al incremento de la vulnerabilidad y a la preparación insuficiente”, menciona Arjen Hoekstra, un profesor de administración de agua en la Universidad de Twente en los Países Bajos. “El cambio climático, sin embargo, empeora y empeorará la situación en la mayoría de los casos”, agrega.
El movimiento de “agua integrada”
Ciudad del Cabo, donde residen casi 4 millones de personas, tiene un clima seco más similar al del sur de California. Está enfrentando su Día Cero debido al aumento en la demanda de agua de la población y el crecimiento económico en combinación con tres años de sequía que limitaron severamente el suministro de agua. Pero lo que todavía mucha gente no advierte es que el uso típico del agua en el hogar —para lavar, descargar y cocinar— representa solo casi el tres por ciento del consumo total de agua de la humanidad, dice Hoekstra. La agricultura usa la mayor proporción, entre el 80 y el 90 por ciento, seguido por la producción de energía y la industria.
La región de Ciudad del Cabo es el corazón del campo vinícola de Sudáfrica, que en 2016 exportó 113 millones de galones (428,5 millones de litros) de vino a Europa y Estados Unidos. Pero esta exportación representa una cantidad mucho mayor de agua que se usa para el crecimiento y el procesamiento de las uvas. La mayoría de esa agua ya no está disponible para el consumo humano, de acuerdo con Hoekstra, que es el creador del concepto de la huella del agua. Él y sus colegas en la Water Footprint Network han calculado que se necesitan entre 26 y 53 galones (100 y 200 litros) de agua para que las uvas crezcan y para procesarlas para hacer una copa de vino de cinco onzas (125 ml).
En otras palabras, la cantidad neto de agua que se usa para cultivar o hacer algo, ya sea un limón, un teléfono celular o una copa de vino, es la huella de agua del producto. La mayoría del agua que se usa para hacer una típica copa de vino se pierde en la evaporación, con una pequeña cantidad almacenada en las uvas, y el resto es inadecuada para volver a utilizarla. Si bien el agua evaporada se convertirá eventualmente en lluvia, es improbable que caiga sobre los mismos viñedos, o incluso en la provincia de Cabo Occidental, lo que significa que es efectivamente una “pérdida” para la región.
De manera que eso significa que una típica botella de vino de 25 onzas (750 ml) tiene una huella de agua de casi 200 galones (750 litros). Eso significa que las exportaciones de vino de 2016 de la región implicaron un consumo neto de 113,2 mil millones de galones (428,5 mil millones de litros) de agua. Esta es agua que se pierde para la región.
Sudáfrica ya tiene 7 millones de personas sin acceso al agua. Para satisfacer sus necesidades serían necesarios 33,3 mil millones de galones (126 mil millones de litros) por año, un tercio de la cantidad que consume la industria vinícola. Como si esto fuera poco, el Cabo Occidental exportó un estimado de 231 000 toneladas de cítricos, principalmente naranjas en 2017. La huella de agua de una naranja —la cantidad neta de agua usada para cultivarla— promedia los 21 galones (80 litros). En base a eso, esas exportaciones de cítricos usaron hasta 30 mil millones de galones (115 mil millones de litros) del agua de la provincia.
No sólo se necesita agua para los cultivos, también es necesaria para hacer la mayoría de las cosas: autos, muebles, libros, electrónicos, construcciones, joyería, juguetes e, incluso, electricidad. Esta agua, que a menudo pasa mayormente desapercibida, se denomina generalmente “agua virtual”. Lo que lleva a olvidar que el agua virtual es tan real como el agua que se bebe.
Asimismo, Sudáfrica exporta productos de combustible, minerales y metales, y para todo eso se necesitan grandes cantidades de agua. Por ejemplo, exportó 211 toneladas de platino en 2012. Eso es como exportar 45 mil millones de galones (170 mil millones de litros) de agua —la cantidad de agua requerida para extraer y procesar el metal.
Otros países grandes con poblaciones en crecimiento, como China e India, también exportan asombrosos volúmenes de agua virtual, a menudo mientras enfrentan problemas de escasez de agua en los hogares considerables. “Esto simplemente no puede continuar”, explica Hoekstra.
Buscando soluciones
Todas esas exportaciones podrían producirse utilizando mucha menos agua, dice Hoekstra. Comienza con lo que él llama la “estrategia más importante de gestión del agua”: cultivar y producir cosas en el lugar correcto. En otras palabras, los cultivos que hacen un uso intensivo del agua, como el arroz y el algodón, deberían cultivarse en regiones con abundancia de agua.
En una economía global, la sequía puede ser un gran problema incluso en los países con abundante agua, debido a una dependencia creciente de las importaciones. Alrededor del 38 por ciento del consumo de agua de la Unión Europea depende de la disponibilidad de agua en otros países para cultivar soja, arroz, algodón y otros productos que importa. “Eso hace que Europa sea vulnerable a la creciente escasez de agua y a la sequía”, dice Christopher Briggs, director ejecutivo de Water Footprint Network.
Una ciudad costera como Ciudad del Cabo espera resolver su problema mediante la obtención de una nueva fuente de agua: el océano. Está construyendo sus primeras plantas de desalinización. Sin embargo, estas plantas son costosas y requieren mucha energía. Gleick dice que sería más rentable para la región cambiar a cultivos que requieran menos agua y reutilizar las aguas residuales tratadas. Actualmente, la metrópoli solo reutiliza el cinco por ciento de las aguas residuales tratadas, en comparación con el 85 por ciento de Israel. Israel también eliminó los cultivos que necesitan mucha agua como el algodón e hizo importantes mejoras en la eficiencia del agua para que hubiera más agua disponible para el crecimiento de la población.
California, que recientemente sufrió cuatro años de sequía y restricciones de agua, también necesita cambiar su producción agrícola a cultivos que consuman menos agua, dice Gleick, que tiene su base allí. Y el estado podría aumentar su reutilización de aguas residuales que actualmente es del 15 por ciento, mediante el uso del excedente para recargar acuíferos agotados y usarlo en cultivos.
Cuando hay demasiada agua
Quizás irónicamente, demasiada agua demasiado rápido fue el problema de agua más reciente de California. Después de la peor temporada de incendios forestales de su historia, las intensas lluvias de este invierno produjeron aludes de lodo que mataron a más de 20 personas y destruyeron o dañaron cientos de hogares. El huracán Harvey, que azotó a Texas y Luisiana en agosto pasado, ocasionó daños por $125 mil millones, y llovió más que en cualquier tormenta en la historia de los EE. UU. Unas 890.000 familias buscaron ayuda estatal por desastre, la mayoría por inundaciones en el área de Houston, en gran parte porque muchas casas se construyeron en planicies inundables. A principios de marzo, cinco estados se encontraban en estado de emergencia (Louisiana, Kentucky, Indiana, Missouri y Michigan) debido a fuertes lluvias e inundaciones.
El rápido crecimiento de la población, la construcción en llanuras aluviales o regiones costeras bajas, y el cambio climático son las principales razones por las que las inundaciones están afectando a más personas y causan daños cada vez mayores, advierte Gleick.
El cambio climático es el resultado de la quema de combustibles fósiles y ha agregado a la atmósfera un 46 por ciento más de dióxido de carbono que atrapa el calor. Pero incluso si el combustible fósil dejare de utilizarse hoy, ese calor adicional en la atmósfera pondrá 10 veces más estadounidenses en riesgo de inundaciones por los ríos en los próximos 20 años, revela un nuevo estudio.
“Más de la mitad de los Estados Unidos debe al menos duplicar su nivel de protección en las próximas dos décadas si quiere evitar un aumento drástico en los riesgos de inundación de ríos”, reconoce el autor principal Sven Willner del Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam de Alemania (Germany’s Potsdam Institute for Climate Impact Research, PIK).
El estudio halló que los cambios en las precipitaciones causados por el calentamiento global aumentarán los riesgos de inundación de los ríos en todo el mundo. En América del Sur, la cantidad de personas afectadas por las inundaciones fluviales probablemente aumentará de 6 a 12 millones. En África, el número aumentará de 25 a 34 millones, y en Asia de 70 a 156 millones.
Vale la pena repetir que estos hallazgos se basan en el nivel actual de dióxido de carbono en la atmósfera. En realidad, la humanidad sumó 45 mil millones de toneladas en 2017, y probablemente añadirá eso o más en 2018. Willner y el estudio de su equipo concluyeron que, sin limitar el calentamiento causado por los seres humanos a menos de 3,6 grados F (2 grados Celsius), el riesgo de inundación de ríos en muchas regiones será mayor a lo que nos podemos adecuar.
El cambio climático también está provocando la elevación del nivel del mar, lo que provoca inundaciones costeras importantes durante las mareas altas y las tormentas. Más de 13 millones de estadounidenses que viven en las costas se verán obligados a mudarse en 2100 debido a la elevación del nivel del océano, según un estudio de 2017 realizado por Mathew Hauer, un demógrafo de la Universidad de Georgia. Aproximadamente 2,5 millones deberán retirarse de la región que incluye Miami, Fort Lauderdale y West Palm Beach. Gran Nueva Orleans perderá hasta 500 000 personas; el área de la ciudad de Nueva York perderá 50.000, estimó el estudio. Estos migrantes costeros probablemente irán a ciudades en terrenos elevados con climas templados, como Atlanta, Austin, Madison y Memphis.
“Si las personas se ven obligadas a mudarse porque sus casas se inundan, la migración también podría afectar a muchas comunidades sin litoral”, setenció Hauer en un comunicado.