El mundo tiene dos años para cumplir el objetivo de protección marina. ¿Podrá lograrlo?
Proteger el 10% del océano antes de 2020 era un pequeño paso hacia la creación de un ecosistema más saludable. Un estudio determinó que no estamos ni a mitad de camino.
La ONU está acercándose, desde hace una década, a su meta de proteger el 10% de los océanos del mundo antes de 2020. Pero es posible que no llegue a la meta.
Los científicos están de acuerdo en que las Áreas Marinas Protegidas, o AMP, son esenciales para la salud del medio ambiente: aseguran que los pescadores tengan poblaciones sanas al evitar el agotamiento de los recursos; protegen las especies en peligro; hacen que los ecosistemas sean más resistentes al cambio climático; y mantienen la biodiversidad.
En una conferencia de la ONU que se llevó a cabo en junio pasado, el secretario ejecutivo del Convenio sobre la Diversidad Biológica anunció que aproximadamente el 5,7 % del océano estaba protegido. No obstante, un nuevo estudio publicado en Marine Policy muestra un panorama menos optimista.
Ya a principios de 2018, cuando faltan apenas dos años para la meta de la ONU, el mundo no está ni a mitad de camino de su objetivo, según el estudio. (Esta evaluación está respaldada, en parte, por el proyecto Pristine Seas de la National Geographic Society.)
Los científicos determinaron que la cifra de 5,7 % también incluye regiones que estaban en diversas etapas de convertirse en áreas marinas protegidas (AMP). En algunos casos, no había más que una propuesta sobre el área. En otros, todavía estaban en discusión y no se habían aprobado plenamente.
“Decir que un área que permite la pesca comercial está ‘protegida’ es como decir que una concesión de explotación forestal es un ‘bosque protegido’. Es peor que un eufemismo, es una mentira”, sostiene Enric Sala, autor del estudio y Explorador Residente de la National Geographic que lidera el proyecto Pristine Seas.
En su propia evaluación los investigadores observaron que apenas el 3,6% del océano se encontraba en un área marina protegida implementada y tan solo el 2% del océano estaba en una AMP de acceso restringido por completo.
“AMP es el término comodín por excelencia. Hay muchísimas categorías diferentes dentro de las AMP. Puede ser cualquier cosa desde un santuario marino nacional que podría permitir la pesca comercial hasta la protección completa, que está cerrada por completo a toda actividad destructiva”, dice Kirsten Grorud-Colvert, ecologista de la Universidad del Estado de Oregón y autora del estudio.
El cierre completo de una región permite a los científicos usarla como control experimental, sostiene la científica. Ello les permite evaluar mejor el daño a las áreas marinas que siguen sometidas a la influencia humana. “Los datos son abrumadores y concluyentes para demostrar que ocurren efectos positivos cuando se cierra un área”, añade.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza establece directrices internacionales para las AMP. La Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la ONU luego actúa como sistema de registro sobre quién adhiere a estas directrices y dónde. Esta información queda documentada en la Base Mundial de Datos sobre Áreas Protegidas (WDPA, World Database of Protected Areas).
“El desafío es que la WDPA tiene que informar lo que informen los países”, sostiene la científica. “Puede ocurrir que anuncien [una AMP], pero que en realidad estén en las etapas iniciales [del proceso]. Eso es parte de lo que deriva en algunos de los desafíos de evaluar con precisión cuánto del océano está protegido”, adhiere.
Como remedio, el estudio recomienda que una mayor transparencia y responsabilidad podría ayudar a estas organizaciones internacionales a filtrar los trucos publicitarios de la conservación tangible.
“Algunos países están apresurándose para ‘alcanzar’ sus compromisos, y muchos países... ya están haciendo trampa y alegando una protección cuando en realidad no están protegiendo áreas nuevas”, asegura Sala. Y agrega: “El mundo no debe aceptar afirmaciones falsas, que no nos devolverán la vida marina”.
Grorud-Colvert advierte que es poco probable que el 2% de protección actual se eleve a 8% en apenas dos años. Pero si todas las áreas propuestas se implementan realmente, el 7,3% del océano estaría protegido.
IMPULSAR EL CAMBIO
Se hace eco de las palabras de Grorud-Colvert otro de los autores del estudio. “Mi opinión personal es que probablemente no lo lograremos”, dice Rashid Sumaila, economista ambiental de la Universidad de Columbia Británica. “Si no llegamos ni al 10%, estamos muy lejos de lo que necesitamos”.
El 30%, advierte, es la cantidad que los científicos dedicados a la protección están de acuerdo en que deben implementarse en el océano. El objetivo de la ONU de alcanzar el 1% era un pequeño paso para llegar allí.
Para comprender por qué no han actuado más países para crear áreas marinas de protección, Sumaila sostiene que hay que analizar los factores económicos de la conservación marina.
En las regiones remotas como Midway Atoll, la primera AMP de los Estados Unidos, creada durante el gobierno de Obama, la pesca no es una actividad a gran escala. En regiones donde la industria de la pesca sí es importante, establecer una AMP es más difícil.
Un estudio publicado el mes pasado mostró que la pesca industrial por sí sola ocupa más de la mitad del océano en todo el mundo, por lo que el conflicto con la industria pesquera y los conservacionistas es frecuentemente una fuente de fricción.
“Quieren anticipar los beneficios”, dice sobre los gobiernos que se resisten a implementar AMP. “En las comunidades pesqueras, la vida es dura. Los ingresos ya son bajos”.
Los subsidios, sugiere, son una manera de aliviar la carga. Si se distribuyen de manera eficiente, sostiene que sus propios datos económicos han demostrado que los países recibirán un retorno de la inversión en el largo plazo.
“Es posible desde el punto de vista biológico y económico”, añade Sumaila. Y sentencia: “La pregunta es cómo organizarlo”.