Los huracanes son cada vez más lentos y devastadores
Cuando los ciclones tropicales se desaceleran, dejan caer mucha más lluvia, y esto provoca inundaciones aún más arrasadoras.
Una nueva investigación publicada a principios de junio muestra que los ciclones tropicales (incluidos los huracanes y los tifones) recorren el planeta a un ritmo más lento que en el que lo hacían hace décadas, lo que prolonga y amplifica su efecto devastador.
Al mismo tiempo, investigaciones relacionadas publicadas el mes pasado sugieren que las temperaturas más cálidas, producto del cambio climático, harán que las tormentas sean incluso más lentas en el futuro.
Aunque el hecho de que un ciclón se traslade a una velocidad menor podría parecer algo bueno, es en realidad lo opuesto. La velocidad del viento dentro de la tormenta sigue siendo muy elevada, pero todo el sistema se mueve a una velocidad menor a lo largo de su recorrido, y esto permite que las precipitaciones devastadoras persistan durante más tiempo en las comunidades.
Si se los analiza juntos, estos dos estudios sugieren que el cambio climático ya está aumentando los peligros que representan los huracanes y tifones de muchas más maneras que lo que se creía anteriormente, y que seguirá intensificando muchos de los riesgos, especialmente la amenaza de inundaciones graves.
“Nada bueno resulta de una tormenta que se vuelve más lenta”, comenta James Kossin, del Center for Weather and Climate (Centro del Tiempo y el Clima) de la National Oceanic and Atmospheric Administration (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica) de Madison, Wisconsin, y autor del primer artículo, publicado en la revista Nature. Kossin agrega que “el cambio climático puede aumentar la marejada ciclónica. Puede aumentar la cantidad de tiempo que las estructuras quedan sometidas a vientos fuertes. Y aumenta las precipitaciones”.
Manejo de la devastación
Tras las lluvias torrenciales del huracán Harvey, que precipitaron varios metros de agua en áreas de Houston, Texas, en agosto pasado, los científicos demostraron que las temperaturas más cálidas del mar y el aire hicieron circular mayor humedad en la tormenta, que luego se precipitó como lluvia. El cambio climático aumentó la intensidad de la lluvia y la probabilidad de que haya una tormenta.
En su artículo, Kossin descubrió otra manera en que los cambios en los patrones de las tormentas están provocando una mayor devastación. Demostró que de 1949 a 2016, los ciclones tropicales de todo el mundo disminuyeron la velocidad de su movimiento en un promedio del 10 por ciento. En algunas regiones, el ritmo de esas tormentas disminuyó aún más cuando tocaban la tierra. En el Pacífico Norte occidental, la disminución alcanzó casi un tercio. Esto significa que una tormenta que de por sí podría tener más humedad tendrá tiempo de dejar caer más cantidad de agua en cada lugar.
Con la excepción de la región del océano Índico, que tiende a comportarse de manera diferente, “el resto de las regiones demuestran esta consistencia de disminución de la velocidad”, indica Kossin. “La tendencia es siempre en una misma dirección”, añade.
El trabajo de Kossin se basó en detalles de casi 70 años de tormentas, pero no hizo ningún intento por determinar la causa de esta disminución en la velocidad. Sin embargo, el cambio es precisamente lo que él y otros expertos en ciclones dijeron que se esperaría debido al cambio climático. Con las regiones polares aumentando su temperatura cada vez más rápido respecto de otras partes del mundo, se alteran los gradientes de presión y se reducen los vientos que mueven estas tormentas.
“Es el viento el que transporta los ciclones tropicales, así que tiene sentido”, comenta Kossin. “Las tormentas permanecerán ‘en su vecindario’ durante más tiempo”.
Christina Patricola, científica de la Climate and Ecosystem Sciences Division (División de Ciencias del Clima y los Ecosistemas) del Lawrence Berkeley National Laboratory (Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley) de California, se refirió al trabajo de Kossin como “importante y novedoso” y explica que para ella fue “muy convincente”.
“No me sorprendieron sus hallazgos”, indica y agrega: “Pero sí me sorprendió la magnitud de la reducción de la velocidad”.
En un editorial que acompaña el trabajo de Kossin, Patricola señala que esto plantea muchos nuevos interrogantes. Por ejemplo, si aumentó la posibilidad de que haya tormentas que se mueven excepcionalmente de manera más lenta en los últimos años, ¿eso significa que las tormentas “paralizadas” como Harvey, que pareció estar atascada en el lugar durante muchos días, también están aumentando?
Kossi tiene la esperanza de que los científicos comiencen a construir modelos que muestren qué comunidades tienen más probabilidades de enfrentarse a un mayor riesgo. Debido a que las tormentas en algunas regiones están migrando hacia los polos y ya están aumentando su intensidad, los ciclones que producen chubascos inusuales más potentes podrían representar una amenaza para lugares que generalmente no se encuentran en su paso. “Esta no es una buena combinación”, indica Kossi.
¿Aumento de inundaciones?
En el segundo estudio, publicado en la Journal of Climate, un equipo liderado por Ethan Gutmann, del National Center for Atmospheric Research (Centro Nacional de Investigación Atmosférica) de Boulder, intentó observar la manera en que 22 huracanes que azotaron durante los últimos 13 años podrían ser diferentes si se produjeran en el futuro, con un clima más cálido.
Al insertar datos sobre tormentas en modelos informáticos que representan un futuro con temperaturas de hasta cinco grados más altas, encontraron que estos ciclones se movían a un ritmo del 9 por ciento más lento y eran muchísimo más húmedos. En promedio, las precipitaciones aumentaron un 24 por ciento.
“Estamos demostrando que no solo se disminuye su velocidad, sino que además son más intensos”, comenta Gutmann. “Eso tiene graves repercusiones para las zonas con posibilidad de sufrir inundaciones y para la infraestructura urbana”, agrega.
Gutmann y Kossin adoptaron enfoques completamente diferentes: uno analizó los datos históricos; el otro usó un modelo para observar de qué manera las tormentas se comportarían en situaciones previstas de calentamiento. Y cada enfoque tiene sus límites. Ninguna tormenta de la actualidad se reproduciría exactamente de la misma manera en el futuro.
No obstante, ambos científicos explican que la importancia yace en el panorama más amplio. El hecho de que sus resultados mostraran tendencias similares debería ser un llamado de advertencia.
“Ambos nos estamos esforzando para que el trabajo avance y para agregar más evidencia”, explica Gutmann. “Y cuando se comienza a obtener cada vez más evidencia que apunta hacia la misma dirección, se confía más en las respuestas”, sentencia.