¿Cómo pueden contribuir los habitantes de las ciudades con el cambio climático?
Las cosas que compramos, comemos y usamos tienen un gran impacto en el clima, con lo cual es hora de aprender a consumir mucho menos.
Según un nuevo informe, las ciudades pueden desempeñar un papel importante en el esfuerzo global para frenar el cambio climático. Un paso importante que se puede dar es ayudar a sus habitantes a consumir mucho menos material al cambiar la forma en que funcionan las ciudades.
Incluso las ciudades más avanzadas tienen un largo camino por recorrer para neutralizar sus emisiones de carbono, señala el informe. Eso se debe en parte a que, durante años, las ciudades han estado haciendo las matemáticas de carbono de manera incorrecta, sumando sólo los costos de carbono que ocurren dentro de los límites de la ciudad. Pero gran parte del impacto climático de los habitantes de la ciudad en realidad proviene de las cosas que comen, usan o compran, que se originan en lugares muy alejados de la ciudad, desde alimentos hasta ropa, productos electrónicos y más.
El informe sugiere que para mantener las emisiones bajo control, las ciudades deberían tratar de reducir sus emisiones de carbono al 50% en los próximos 11 años, y luego al 80% para el 2050. Y como los investigadores descubrieron que una gran parte de esas emisiones se pueden remontar a bienes de consumo, alimentos y energía producida fuera de los límites de la ciudad, una de las mejores cosas que las ciudades pueden hacer es ayudar a sus residentes a reducir el consumo.
Ese es un gran desafío, pero también una gran oportunidad, dice Mark Watts, el autor principal del informe y director ejecutivo de la red de ciudades C40, una red internacional de ciudades comprometidas a abordar los problemas climáticos.
“Reducir a la mitad las emisiones en los próximos 10 años: eso es lo que debe suceder y las ciudades lo ven”, dice. "Ahora, es hora de pasar a la siguiente etapa, porque ya estamos transitando una emergencia climática y es hora de descubrir cómo debe cambiar el gobierno para lograr ese objetivo".
El verdadero costo
Hoy en día, alrededor del 55% de todos los seres humanos viven en áreas urbanas, donde representan alrededor del 70% de todas las emisiones anuales de carbono. En el futuro, los demógrafos predicen que incluso más de la población de la Tierra probablemente se congregará en ciudades, alcanzando alrededor del 70% para el 2050. Si nada cambia, las emisiones de carbono de las ciudades están a punto de casi duplicarse para el 2050, dice el informe. Y a medida que aumentan las emisiones de carbono de las ciudades, también lo hacen las del planeta.
Durante años, muchas ciudades se vendieron como bastiones de vida eficiente y bajas en carbono. Hasta cierto punto, eso es cierto. Los barrios densamente poblados, los buenos sistemas de transporte público y los edificios ecológicos ayudan a mantener bajo control los impactos del carbono de sus habitantes. (Lee sobre cómo podrían ser las ciudades sostenibles del futuro).
Pero los habitantes de las ciudades, especialmente los de las ciudades ricas de los países desarrollados, tienden a comprar más, a volar más y a usar mucha más energía que las personas que viven en las áreas rurales. Todas las cosas que compran, desde la ropa hasta la comida, la electrónica y más, tienen sus propios costos planetarios complicados y a menudo sustanciales que no siempre son evidentes de inmediato.
Una remera, por ejemplo, podría estar hecha de algodón cultivado en la India; ser fabricada en China utilizando energía de carbón para alimentar las máquinas de coser; embalada en otro país con envases de plástico a base de petróleo; enviadas a través de los océanos en buques portacontenedores de combustibles fósiles; y entregado por camión diesel a la tienda en la que se venden.
Una evaluación real de la huella de carbono de alguien toma en cuenta la huella de carbono de estos productos "consumidos". Y cuando se suman los hábitos de consumo de los habitantes de las ciudades, resulta que los habitantes de las ciudades tienen un costo de carbono alrededor del 60% más alto de lo que sugerían los cálculos anteriores. Los habitantes de las ciudades en 96 de las ciudades más grandes del mundo sólo representan el 10% de todas las emisiones globales de carbono cada año.
"La gente tiende a olvidar que la mayoría de los productos que consumimos y nuestras huellas de carbono personales se importan de otros lugares para darnos una gran vida en las ciudades modernas en las que vivimos", dice Jeroen van der Heijden, experta en clima y gobierno en Victoria University de Nueva Zelanda.
“Si realmente queremos contribuir significativamente para reducir las emisiones de carbono, debemos hacerlo mucho mejor que construir invernaderos. Tenemos que repensar cómo vivimos y lo que consumimos".
El camino por delante está pavimentado con menos cosas
Los gobiernos nacionales y las comunidades internacionales han luchado para tomar medidas significativas para abordar las emisiones de carbono. En muchos casos, las ciudades han intervenido para cumplir ese rol, desarrollando ambiciosos planes de acción climática que buscan reducir las emisiones.
Las ciudades de la red C40 se han comprometido colectivamente a limitar sus emisiones de carbono a niveles que ayudarán a evitar que el planeta se caliente a más de 1,5 grados centígrados (2,7 grados Fahrenheit), el límite superior del calentamiento que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático recientemente advirtió contra el exceso.
Para llegar allí, el informe sugiere que las ciudades pueden alentar los comportamientos en seis áreas clave: alimentos, construcción, ropa, vehículos y transporte, aviación y productos electrónicos de consumo, desde lavadoras hasta computadoras y teléfonos.
Por ejemplo, las ciudades a menudo ya son grandes compradores de alimentos; compran para las escuelas, organizaciones de la ciudad, etc. Eso significa que pueden influir en las emisiones cambiando sus prácticas de compra.
Las escuelas de Nueva York están comenzando un programa de "lunes sin carne" en el 2019 que, según la ciudad, reducirá la huella de carbono de sus ciudadanos y hará que los niños estén más sanos. Otras ciudades, como Milán, han implementado programas para ayudar a que la agricultura local prospere, reduciendo los costos de carbono del transporte de alimentos a grandes distancias.
Resulta que los habitantes de la ciudad también compran mucha ropa y el impacto del carbono de esos jeans y suéteres se acumula. Si las personas compran sólo ocho prendas de vestir nuevas al año, según el informe, podrían reducir ese impacto a la mitad.
Las ciudades también pueden tomar medidas para reducir la cantidad de energía que utilizan sus ciudadanos haciendo cosas como modificar los códigos de construcción para alentar la modernización de edificios en lugar de nuevas construcciones, priorizar las opciones de transporte con bajas emisiones de carbono que evitan que las personas compren autos o motos nuevas y configurar programas que ayuden a las personas a prolongar la vida útil de sus dispositivos electrónicos y electrodomésticos en lugar de reemplazarlos constantemente. Cada intervención que ayuda a las personas a comprar menos cosas nuevas contribuye, reduciendo las emisiones de la ciudad.
Las transformaciones tienen que suceder de una manera que se extienda desde el consumidor individual hasta los grandes actores, como las empresas de servicios públicos que sirven a una ciudad, dice Patricia Romero-Lankao, experta en ciudades y medio ambiente en el Laboratorio Nacional de Energía Renovable de Colorado.
"Sí, ciertamente debemos cambiar la forma en que usamos la energía, en que calefaccionamos las casas, pensar en nuestro sentido de comodidad, que es algo cultural como comprar ropa, todo eso", dice ella. "Pero realmente también necesitamos trabajar con las empresas de servicios públicos, las sociedades, los grandes jugadores cuyos productos estamos usando".
Pero la mayor transformación tiene que ver con una mentalidad, dice Watts, de C40. "Estamos hablando de un cambio realmente radical en los patrones de consumo", dice, avanzando hacia un mundo donde hay menos compras, menos edificios y menos desperdicios. "Pero los beneficios son realmente enormes. Evitar la crisis climática realmente significa construir una vida mucho mejor".