Perú: La problemática del acceso al agua potable en asentamientos humanos en la periferia de Lima
El fotógrafo y explorador de National Geographic Musuk Nolte muestra a través de su lente la realidad que viven los habitantes de las zonas de Villa María del Triunfo y Santa Rosa, en el marco de la pandemia por COVID-19.
"Elizabeth Pariguana vive con su pequeña hija y su esposo en uno de los cerros de Villa María del Triunfo. Reciben agua una vez a la semana, aunque en temporada de invierno, han llegado a pasar mas de dos semanas sin ser reabastecidos".
Nota del editor: este trabajo cuenta con el apoyo del Fondo de Emergencia para Periodistas en el marco del COVID-19 de National Geographic Society y de Pulitzer Center.
El mundo entero le está haciendo frente a una pandemia sin precedentes. Los niveles de contagio son altos y aún se espera encontrar una vacuna que le ponga freno al COVID-19. En este contexto, las medidas aconsejadas varían según el país del que se trate; pero el distanciamiento social, el uso de tapabocas y el lavado frecuente de manos está entre las recomendaciones que más se repiten.
Musuk Nolte, fotógrafo de nacionalidad peruana-mexicana y explorador de National Geographic.
Sin embargo, en pleno 2020 y aunque según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se trata de un derecho humano, hay poblaciones en el mundo que no cuentan con un correcto acceso al agua potable y al saneamiento para poder mantener el nivel de higiene y aseo que una enfermedad como el coronavirus requiere.
En este contexto, el fotógrafo y explorador de National Geographic, Musuk Nolte, retrató cómo esta problemática está afectando a los asentamientos humanos (AAHH) que se encuentran en los extremos norte y sur de Lima: Santa Rosa y Villa María del Triunfo, respectivamente.
“Son lugares donde no hay acceso al agua y no hay desagüe. Se abastecen a través de camiones cisterna. Las personas tienen que esperar que, una vez por semana, el camión llegue para distribuir el agua, guardarla en reservorios y comenzar a dosificarla”, cuenta el explorador en una primera impresión de la difícil realidad que viven estas comunidades.
Tal como relata Nolte, Perú sufrió dos procesos migratorios muy fuertes: uno en los ‘50 y otro en los ’80. Ambos procesos han influido en la demografía de la ciudad capital y sus alrededores.
“Constantemente vuelve a llegar gente que viene a buscar nuevas oportunidades laborales o a estudiar. Y al no poder pagar un lugar más céntrico terminan construyendo precariamente estas viviendas en los cerros que son terrenos baldíos sin urbanización”, agrega el fotógrafo.
"Un poblador de 'Hijos de Nueva Esperanza' en el distrito de Villa María del Triunfo, conecta el camión cisterna con su tanque de agua a unos 25 metros de la trocha".
Hasta el momento, según el relevamiento realizado por él en la zona y a partir de entrevistas que pudo realizar a los habitantes, los camiones repartían el agua y la vendían a un costo que variaba según la ley de oferta y demanda. “A veces, no había suficiente agua para distribuir a todos, entonces el precio subía. Y se da una paradoja y es que, en estas zonas, se paga el agua más cara de Perú”, reconoce Nolte, quien además explica que en las zonas abastecidas por camiones cisterna, se abona hasta 10 veces más por metro cuadrado que en distritos con conexión directa a la red de agua. Asimismo, aclara que el costo del agua en estos AAHH se mide a partir de un contenedor de 1100 litros y puede costar un promedio de 18 soles peruanos (un poco más de 5 dólares) y llegar a unos 25 soles, en casos puntuales.
En 2015, la consultora Directo Marketing realizó un estudio en 16 distritos de la capital donde existe un mayor número de familias sin acceso al agua potable y reveló unos 1510 hogares sin acceso al recurso. Parte de sus resultados fueron publicados en la web de la Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento. Allí se indica que, en promedio, estas familias “consumen unos 3,9 metros cúbicos de agua al mes por los que pagan unos 88 soles peruanos; el precio promedio por metro cúbico alcanza los 22.56 soles” (unos 6,5 dólares). Y aquellos que recolectan agua lejos de su casa pueden tardar hasta una hora en trasladarla.
A partir del 16 marzo, cuando el coronavirus llevó a declarar el estado de emergencia en el país, el gobierno local comenzó a entregar el agua en estos asentamientos sin costo, tal como cuenta Nolte. Pero el problema del acceso de los camiones cisterna al lugar -por lo intrincado del terreno, por peleas entre barrios por quedarse con el recurso o por un paro de los transportistas que llevaban el agua a Santa Rosa-, siguió generando complicaciones.
"Jaime Huayhua vive con sus tres hijos y otro cinco familiares en una de las lomas de Santa Rosa, tiene que caminar 200 metros hasta el camino más próximo donde tiene su reservorio de agua. Antes pagaba entre 18 y 25 soles (unos 5 y 8 dólares) por tanque de agua. Jaime trabajaba cerca al centro de Lima como estibador, pero desde que empezó el estado de emergencia no ha tenido ingresos".
A la preocupación por una problemática habitual ahora se le suma la incertidumbre generada por el virus. Si bien el COVID-19 empezó a desplazarse hacia las periferias y se han evidenciado casos en Villa María del Triunfo (unos 2861) y en Santa Rosa, Nolte considera que aún no ha irrumpido en la zona con tanta fuerza por encontrarse estos asentamientos en sitios más altos y alejados, con construcciones separadas entre sí.
Sin embargo, el explorador también aclara que la zona sur de Lima empieza a estar en alerta epidemiológica a raíz de pruebas que ha realizado la sanidad pública en puntos de alto tránsito como mercados y estaciones de buses. Hasta el momento, el Departamento de Lima alcanza unos 108.000 contagiados; mientras que a nivel país, Perú supera los 183.000 infectados y los 5.000 fallecidos.
La inquietud que tienen los habitantes de estos asentamientos es qué pasara una vez que la pandemia baje su incidencia o logre ser controlada. La cuarentena les ha impedido a muchos continuar con sus trabajos, en la mayoría informales, y sus ingresos se han limitado considerablemente. Entonces, la pregunta que les queda por hacerse es cómo harán para costear su acceso al agua cuando llegue “la nueva normalidad”.
"La dificultad de la geografía y la falta de planificación y ordenamiento territorial, ha llevado a que estos asentamientos humanos se construyan de manera desordenada, sin espacios para caminos seguros y en zonas de alto riesgo".