Esta planta desarrolla ciertos rasgos para esconderse del ser humano, su principal depredador
La pequeña planta, que solía identificarse fácilmente por su flor y hojas brillantes, ahora se ha vuelto marrón y gris en áreas donde es recolectada en exceso.
La pequeña Fritillaria delavayi produce un bulbo de flor una vez al año. Es muy buscada para su uso en la medicina tradicional, pero debido a esta alta demanda, la pequeña hierba podría estar desarrollando un mecanismo de defensa muy sofisticado.
En el suroeste de China, en lo alto de las montañas Hengduan, hoy es cada vez más difícil encontrar una Fritillaria delavayi.
La pequeña planta tiene de tres a cinco hojas de color verde brillante y un tallo corto. Una vez al año, produce una flor vistosa, en forma de tulipán y de tonos amarillos. Pero la atractiva flor amarilla y las coloridas hojas verdes de esta especie Fritillaria ahora han pasado a tener tonos grises y marrones. Los científicos creen que la planta está desarrollando cambios genéticos que producen características menos llamativas y les permiten esconderse de su principal depredador: los humanos.
En un estudio publicado en la revista Current Biology, científicos de China y el Reino Unido encontraron que en las áreas donde más se cosechaba Fritillaria delavayi, la hierba solía camuflarse.
En las regiones donde más se cosecha la especie fritillaria, las plantas suelen tener hojas, tallos y flores grises y amarronados que se camuflan con el terreno circundante.
Si bien algunas especies de plantas crecen con menor tamaño cuando se cosechan en exceso, porque se recogen sus contrapartes más grandes antes de que puedan reproducirse, esta hierba, empleada en la medicina tradicional china para tratar afecciones pulmonares como la bronquitis o la tos fuerte, puede ser el primer ejemplo de una planta amenazada que desarrolla rasgos para mimetizarse con su entorno.
Una flor muy requerida
La Fritillaria delavayi se ha recolectado y empleado en medicina durante al menos 2.000 años, pero la demanda cada vez es mayor y la oferta es cada vez más escasa. El precio de un kilogramo de bulbos de la planta, la parte de la planta que se usa con fines medicinales, es de unos 480 dólares. Cada pequeño bulbo tiene aproximadamente el tamaño de una uña; para cosechar un kilogramo se requieren más de 3500 plantas.
Algunas especies de Fritillaria pueden cultivarse, pero la delavayi crece de forma natural en montañas altas con aire frío y seco, condiciones difíciles de reproducir para los agricultores, y los consumidores piensan que las variedades silvestres son mejores, aunque no hay evidencia que lo confirme, según Yang Niu, uno de los autores del estudio.
En 2011, junto con un grupo de científicos Niu se propuso estudiar cómo se polinizaba la planta, ya que le causaba intriga el hecho de que algunas flores parecían ser masculinas un año, pero tanto masculinas como femeninas en otros. Su investigación no tuvo éxito: las plantas que marcaron como objeto de estudio fueron desenterradas y posiblemente vendidas.
Niu y sus colegas habían estudiado a otras plantas que se camuflaban para esconderse de los herbívoros, y tenían curiosidad por la hierba china, una planta colorida que, al parecer, no tiene depredadores animales. "Entonces nos dimos cuenta de que la cosecha ... podría ser una fuerza selectiva importante", dice Niu por correo electrónico.
¿Cómo funciona?
Para probar esta teoría, los investigadores primero consultaron con herbolarios locales que contaban con registros de los sitios donde había crecido la especie y las cifras de plantas recolectadas a lo largo de 6 años. Determinaron en qué áreas la cosecha había sido fuerte y el acceso era más sencillo, en comparación con aquellas áreas escondidas en terrenos rocosos y montañosos. Usando una herramienta llamada espectrómetro, que mide las longitudes de onda de la luz para determinar el color, midieron el color de las plantas en diferentes lugares y encontraron una correlación entre la cantidad de plantas que se habían arrancado en un lugar determinado y el color de la flor.
En regiones menos accesibles, y transitadas por muy pocas personas, las plantas todavía mostraban un color verde brillante y amarillo, pero en lugares donde se recolectaban bulbos en grandes cantidades, los colores se estaban tornando más apagados. Delavayi es la única especie de Fritillaria que crece a grandes alturas.
Tal era la diferencia, que los investigadores crearon un juego, "Spot the Plant" (Detecta la planta), para probar con qué facilidad podían encontrar plantas camufladas. Cuando se pidió a los voluntarios que identificaran la Fritillaria delavayi entre rocas y tierra, les tomó más tiempo localizar los especímenes con un color mucho menos fuerte.
“Es un artículo interesante e innovador”, expresa Matthew Rubin, biólogo evolutivo del Danforth Plant Science Center en St. Louis, Missouri, que no participó en esta investigación.
“Sabemos que durante miles de años los seres humanos han moldeado el aspecto de las plantas a través de la domesticación, la forma en que cultivamos las plantas comestibles”, añade Rubin. "En este caso la naturaleza muestra un gran ejemplo de selección mediada por humanos, que registra un cambio y relaciona de manera muy convincente ese cambio con una actividad humana amenazante, en este caso la cosecha".
Si bien es común que los humanos impulsen la adaptación de las plantas indirectamente (cambiando el medio ambiente, por ejemplo), este caso constituye una relación más rara y directa entre humanos y plantas.
Jill Anderson, bióloga de la Universidad de Georgia, considera que la conclusión del artículo es una “hipótesis tentadora”, pero sostiene que para asegurar que son los humanos los que dan lugar al desarrollo de este camuflaje, es necesario disponer de más pruebas.
Si bien los autores del artículo descartaron que los responsables de este ajuste genético sean herbívoros como los yaks, Anderson se pregunta si los cambios climáticos como la luz ultravioleta más fuerte en montañas más altas pueden haber influido en el color de la planta.
“La verdad es que podría haber otros factores que contribuyan a este cambio: el clima o la altura, o un herbívoro que se ha pasado por alto”, expresa Rubin. “Pero la relación entre la abundante cosecha y el color fue contundente: las poblaciones donde la cosecha era más fuerte, eran las que tenían tonalidades mucho más parecidas al entorno”.
Selección natural
Pero supongamos que los humanos provocan el cambio: ¿cómo es que la cosecha de estos bulbos acaba cambiando el color de la planta?
“Cuando ven una población de esta especie, las personas cosechan las plantas más visibles. Las plantas cosechadas ya no pueden contribuir a la próxima generación, mientras que las plantas camufladas pueden terminar sus ciclos de vida. Es un proceso de selección natural en estas poblaciones", explica Anderson.
Es posible que la Fritillaria delavayi haya evolucionado en un corto período de tiempo. La planta tarda cinco años en reproducirse, lo que significa que, al recogerse todas las plantas de color verde brillante, se estarían acotando las posibilidades de que transmitan sus genes de color. En una generación o dos, una población de plantas en un área de cosecha excesiva podría tener un acervo genético con ADN predominantemente gris y marrón, aunque los científicos no realizaron un análisis genético de esta planta.
Se sabe que los humanos influyen en la adaptación de otras especies. Según Anderson, el tamaño de algunos peces muy buscados, como el bacalao del Atlántico y el salmón rosado, es cada vez menor. Cuando se los captura de a montones en las redes, los más pequeños pueden escabullirse, mientras que los más grandes quedan atrapados. Con el tiempo, la población total se reduce.
“Han tomado un concepto muy discutido en los sistemas animales y lo han aplicado a las plantas. En mi experiencia, esta es la primera vez que un artículo considera de forma explícita cómo la cosecha puede influir en un rasgo clave como la coloración", dice Anderson.
Se han registrado otros ejemplos de seres humanos que influyen en los rasgos de una planta a lo largo del tiempo. El loto de las nieves, otra planta china en peligro, tiene diez centímetros menos que hace un siglo en las regiones donde suele cosecharse más. En el siglo pasado, el ginseng americano que crece en el este de los Estados Unidos también se ha vuelto más corto y ha producido hojas más pequeñas.
Niu cuenta que el gobierno chino actualmente está trabajando para que se actualice el estado de conservación de la Fritillaria delavayi, se refleje la creciente amenaza, y se puedan brindar protecciones más sólidas. No se sabe el tamaño de la población actual de la especie, pero según los estudios recientes, cada vez quedarían menos de estos ejemplares.
“El simple hecho de que se haya registrado es un gran primer comienzo”, expresa Rubin.