Presentan una nueva forma de medir la vulnerabilidad de los bosques tropicales ¿Podrá ayudar a salvarlos?
Un equipo de científicos destacados, reunido por National Geographic Society, elaboró un índice para detectar qué bosques necesitan ayuda de manera urgente.
En el noreste de la República Democrática del Congo (2019), tocones de los árboles marcan el suelo del bosque en la cuenca del Congo después de que se talaron 850 hectáreas para plantar palma aceitera. Un nuevo estudio ha establecido un índice que mide la amenaza a la que se expone cualquier bosque tropical lluvioso del mundo.
No ocurre solo en el Amazonas.
La tala y la quema también amenaza a los bosques tropicales desde Indonesia hasta América Central y desde Madagascar hasta las selvas que rodean el río Mekong. Las razones: construir ranchos, granjas y plantaciones de aceite de palma, y obtener madera o despejar áreas para la creación de carreteras y otro tipo de desarrollo humano. Desde la década de 1990, en todo el mundo, se ha talado casi el 20 por ciento de las bosques tropicales, mientras que otro 10 por ciento se ha dañado como consecuencia del cambio climático, y las resultantes temperaturas más altas, estaciones secas más largas y sequías más frecuentes.
Ahora, un análisis de un equipo de más de 50 prestigiosos científicos y conservacionistas sugiere que todo este cambio está afectando gravemente a los bosques fértiles y húmedos. En la mayoría de los rincones de los trópicos, los bosques están perdiendo su capacidad para almacenar carbono y reciclar agua y son más vulnerables al cambio drástico de lo que se pensaba. A la tasa proyectada de cambio climático y con el aumento de las actividades de uso de la tierra, los bosques pueden incluso convertirse en una fuente de carbono para la atmósfera.
Algunas áreas están cambiando más rápido que otras. Este equipo de expertos, reunido por National Geographic Society, con el apoyo de Rolex, combinó 40 años de datos satelitales con otras observaciones forestales para crear un "índice de vulnerabilidad", que los científicos planean utilizar en los próximos años para rastrear qué tramos de selva tropical necesitan ayuda con mayor urgencia. La investigación fue publicada en la revista One Earth.
Si siguen expuestas a este grado de amenaza, vastas extensiones de selva tropical podrían perder todos sus árboles, o podrían convertirse en bosques más secos, similares a una sabana. Eso acabaría con algunas de las regiones más biodiversas de la tierra y podría empeorar el cambio climático ya que las selvas tropicales intactas absorben grandes volúmenes de dióxido de carbono de la atmósfera. Si bien probablemente este cambio sucedería de forma gradual, a los científicos les preocupa que algunos bosques, particularmente el Amazonas, puedan transformarse rápidamente en algo diferente.
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“Creo que todos sentimos que las cosas andan mal”, dice Kristofer Covey, ecologista y bioquímico de Skidmore College y coautor del estudio. “El objetivo entonces es comprender qué está pasando. ¿Qué cosas están peor? ¿Y dónde y en qué medida?, y luego… ¿podemos usar esa información para tomar mejores decisiones en el futuro?".
Los expertos esperan que este enfoque pueda proporcionar un sistema de alerta temprana para dirigir los recursos de conservación, que son limitados, a los bosques en mayor riesgo.
“La sociedad debe entender que no se trata solo de deforestación”, dice el autor principal Sassan Saatchi, experto en carbono forestal del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. “La forma en que funcionan los bosques está cambiando. Desde el año 2000, aproximadamente, estamos ante un nuevo fenómeno. El impacto del cambio climático se ha acelerado”.
Exámenes físicos para los bosques tropicales
El estado de las selvas tropicales varía de un continente a otro. Los bosques africanos están sufriendo más incendios que otros lugares, mientras que el Amazonas sufre más pérdidas de agua que los bosques asiáticos. La productividad forestal está disminuyendo significativamente en toda la Amazonía, mientras que la productividad se mantiene estable en el Congo e incluso está aumentando en los bosques tropicales de China, gracias en parte a la reparación de abusos pasados y los grandes esfuerzos para replantar árboles.
La vulnerabilidad de las selvas tropicales se puede medir de muchas formas diferentes, y la investigación precedente se ha centrado en áreas pequeñas. Según Saatchi, eso ha sido confuso para los investigadores y conservacionistas que intentan priorizar la restauración forestal.
En este caso, los investigadores emplearon satélites y otros modelos y sistemas de medición para rastrear la temperatura de la tierra, la fotosíntesis y producción aérea, y los cambios en la abundancia y diversidad general de especies silvestres. También examinaron la pérdida de cobertura arbórea por deforestación e incendios, así como los cambios en la cantidad de carbono y agua que se transfieren entre las plantas y la atmósfera.
Esa vasta recopilación de datos les permitió establecer un sistema uniforme y sumamente detallado para evaluar el estado de los bosques, al igual que un médico controla el peso, la frecuencia cardíaca, la presión arterial y el colesterol de una persona para evaluar su salud en un examen físico anual.
Y así como muchos sufren de problemas cardíacos mientras que otros tienen problemas pulmonares, todos estos bosques "padecen distintos factores de estrés en diferentes escalas de tiempo", dice la coautora Katia Fernandes, de la Universidad de Arkansas, experta en incendios y sequías en el Amazonas.
Por ejemplo, en Asia, los cambios en el uso de la tierra actualmente causan más daños que el cambio climático. En África central, por otro lado, los bosques están sufriendo una mayor pérdida de agua y mayores aumentos de temperatura que en Asia. Pero el Congo, en general, permanece prácticamente intacto por el momento. Si bien debe hacer frente a algunas consecuencias del cambio climático (muchos árboles en Gabón, por ejemplo, están produciendo menos frutos, lo que significa menos alimento para algunos animales silvestres), ha evitado la muerte generalizada de árboles y la mayor parte de la vegetación está en aumento. Los científicos sospechan que los bosques pueden haber desarrollado una gran adaptación a las seguías tras la larga historia de estrés hídrico en África.
Hasta ahora, "el Congo parece estar bien porque los humanos han talado menos, y el secado atmosférico no alcanza para dañar los árboles e incluso puede hacer que crezcan más rápido porque despeja las nubes, dejando pasar más sol”, explica Covey.
Al equipo no le sorprendió que la región con más amenazas y riesgos diferentes fuera a Amazonía.
La Amazonía sigue corriendo el mayor riesgo
“La Amazonía se considera en especial riesgo incluso cuando se la evalúa a la par de otros desafíos globales de la selva tropical”, indica Covey. "La deforestación generalizada sumada a un clima que cambia muy rápido está afectando gravemente la función del ecosistema en todo un conjunto de criterios de medición".
Con sus titíes león dorado, pájaros coloridos y avispas gigantes, la riqueza y biodiversidad del Amazonas no tiene comparación. Allí viven el 10 por ciento de las especies del mundo y más de dos millones de tipos de insectos. Sus árboles y suelos almacenan el equivalente a cuatro o cinco años de emisiones de carbono humano, y, en gran parte, el bosque genera su propio suministro de agua a medida que la humedad se mueve desde el Océano Atlántico, es absorbida por las raíces de las plantas y luego regresa a la atmósfera a través de las hojas. Una sola molécula de agua puede completar el ciclo del bosque unas cuatro o cinco veces.
Pero la deforestación, que ha ido en aumento durante el mandato del presidente brasileño Jair Bolsonaro, alcanzó un máximo de 12 años el año pasado. Los árboles de crecimiento rápido y tolerantes a la sequía le están ganando terreno a las especies bajas que prosperan en condiciones húmedas. Las lluvias caen en ráfagas muy violentas, y provocan inundaciones. Las sequías duran más y ocurren con más frecuencia: se han producido tres sequías importantes en 16 años. Los incendios son mucho más agresivos. La tasa de muerte de árboles está aumentando.
A raíz de esto, en 2017, dos investigadores concluyeron que, si no se frenaba la deforestación y la quema de combustibles fósiles, un cambio en el ciclo de humedad en determinadas partes de la Amazonía podría encender un espiral destructivo que acabaría matando millones de árboles o convirtiendo la selva en un bosque seco. Según los expertos, este punto de inflexión podría darse con la tala de apenas el 20 por ciento de la Amazonía, que es casi el porcentaje que ya se ha perdido.
Ambos investigadores, Thomas Lovejoy, profesor de la Universidad George Mason y miembro principal de la Fundación de las Naciones Unidas, y Carlos Nobre, investigador principal de la Universidad de São Paulo, son los coautores del nuevo estudio.
Saatchi sostiene que es imperativo que la deforestación se detenga, un desafío que, en sí, implica varias complicaciones. Y así y todo, lograr ese objetivo ni siquiera alcanzaría para detener el daño. Se necesita una reforestación activa. “Todavía no sabemos tanto como nos gustaría sobre cómo va a reaccionar el sistema”, dice Saatchi. O con qué rapidez. "Necesitamos restaurar estos sistemas".
Básicamente, uniendo todas estas medidas, los científicos han podido delinear un panorama mucho más claro, aunque más alarmante, en el Amazonas y en otros lugares. Y si bien sostiene lo que otros científicos han predicho, el sistema "enciende más alarmas porque es aún más confiable", dice Nate McDowell, experto en bosques y científico de la tierra del Pacific Northwest National Laboratory, que no formó parte del equipo de investigación.
“Se sabe que estas personas, especialmente los autores principales, son muy prudentes”, comenta McDowell. “Y están indicando algo muy preocupante: a medida que el planeta se calienta, algunas áreas de bosque están llegando a su punto de inflexión”.
"El sistema se está ralentizando", dice.
Sin embargo, no es demasiado tarde para cambiar de rumbo. El equipo de Saatchi espera que este análisis riguroso concientice a las personas acerca del modo fatídico en que estamos alterando estos importantes paisajes. Pero también esperan que su nueva herramienta se utilice para ayudar a monitorear más cambios y a destinar los recursos a fin de lograr una pronta recuperación.
Este trabajo fue financiado por la National Geographic Society, comprometida con visibilizar y proteger las maravillas de nuestro mundo.