Ola de calor extremo en América del Sur ¿Por qué sucede?
Los especialistas en climatología lo adelantaron, los entes meteorológicos dieron aviso y ya está aquí: una ola de calor extremo se despliega sobre la región sur y parte central de América del Sur.
Días atrás, el Servicio Meteorológico de Argentina (SMN), país que espera ser testigo del foco de calor más intenso, ya informaba que las temperaturas comenzaban a subir en las provincias de Río Negro, Neuquén, Mendoza, La Pampa, oeste de Buenos Aires, San Luis, San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucumán, el este de Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Chaco y Formosa. Pero, también se espera que la onda de calor se extienda hasta la semana que viene y también afecte a Córdoba, Santa Fe, Corrientes y Misiones.
Aunque las estimaciones previas pueden luego variar, se espera que algunos de estos puntos geográficos estén alcanzando temperaturas entre 35 y 42°C. De hecho, el pasado martes 11 de enero, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya registró 41.1°C, la segunda temperatura más alta desde 1906. El récord en esta ciudad lo tiene la marca de 43.3°C que aconteció el 29 de enero de 1957.
El Instituto uruguayo de Meteorología (INUMET) también emitió un aviso de onda de calor para municipios del oeste del país que podrían tener temperaturas de hasta 42°C, entre el 11 y el 16 de enero.
Por el lado de Brasil, el Instituto Nacional de Meteorología (INMET) lanzó una alerta de peligro, con riesgo para la salud para 216 municipios de Río Grande del Sur donde, según el organismo, podría haber temperaturas de hasta 5°C por encima de la media, durante 3 a 5 días, a partir del martes 11 de enero.
¿Cómo se forma una ola de calor?
Las ondas de calor se dan cuando se alcanza una “secuencia de tres, cuatro o más días con temperaturas muy elevadas, con el detalle que las madrugadas también son cálidas, con temperaturas por encima de los 23°C", explica el climatólogo Francisco Aquino, profesor del departamento de Geografía de la Universidad Federal de Río Grande del Sur, en una entrevista para este artículo.
Las ondas de calor son eventos importantes, que generan riesgos a la salud de la población. “Ellas hacen que el ambiente se vuelva difícil, especialmente para los ancianos y los niños”, dice Aquino, “y pueden disparar problemas respiratorios, como bronquitis y asma, circulatorios y cardíacos, y causar visión borrosa y mareos”. Las actividades al aire libre son muy peligrosas.
Entre las precauciones sugeridas por el SMN para evitar la hipertermia (caracterizada por fuertes dolores de cabeza, pérdida de la conciencia, aumento abrupto de la temperatura corporal, mareos y sequedad de la piel) se encuentran: no exponerse al sol directo (especialmente al mediodía), evitar bebidas alcohólicas o muy azucaradas, reducir la actividad física, optar por frutas y verduras en lugar de ingerir mucha comida, usar ropa liviana y de color clara, permanecer en lugares ventilados o refrigerados y, lo más importante, ingerir mucho líquido. “Agua, agua y sombra”, refuerza Aquino.
Una región propensa a olas de calor
El Cono Sur del continente es un lugar propicio para la formación de fenómenos de calor extremo. “Cuando combinamos la geografía física de América del Sur (su forma, la continentalidad de la región central de Argentina, los Andes y el oeste, con días de más de 14 horas de sol), tenemos las condiciones propicias para la formación de una masa de aire caliente y seco que va a dar el tono de la onda de calor”, explica Aquino.
También contribuyen al fenómeno los vientos que vienen del oeste y se calientan a medida que descienden de la Cordillera de los Andes (lo que en Argentina recibe el nombre de viento Zonda y aumenta la sensación de calor); una sequía histórica que afecta principalmente a ese país y a zonas del Río Grande del Sur, en Brasil, desde enero de 2020; y los efectos de La Niña, un fenómeno oceánico-atmosférico caracterizado por el enfriamiento anormal en las aguas superficiales del Océano Pacífico Tropical.
Atrás de todo esto, está el cambio climático global. Datos del Servicio de Cambio Climático de Coernicus, gestionado por la Comisión Europea, muestran que los últimos siete años fueron los más calientes jamás registrados en la Tierra y el 2021 fue el quinto con la temperatura media más elevada. Esto ha aumentado la intensidad y la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos en todo el mundo, incluidas las lluvias desproporcionadamente intensas y el calor extremo.
De acuerdo con el sexto informe de evaluación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, publicado en septiembre de 2021, “es virtualmente cierto que los extremos de calor (incluyendo las ondas de calor) se volvieron más intensos y más frecuentes en todas las regiones terrestres desde la década de 1950”. El documento también afirma que “algunos extremos de calor observados en la última década serían extremadamente improbables de ocurrir sin una influencia humana en el sistema climático”.
“En el Río Grande del Sur, por ejemplo, en los años entre 1930 y 1950, las ondas de calor comenzaron en diciembre y van hasta febrero. Hoy en día, ellas inician en diciembre y continúan hasta marzo, y a veces hasta abril”, explica Aquino. “El número de días, que antes era de 3 a 5, a veces pasa de 14”. Y además, la mayoría de la población hoy vive en ciudades, generalmente cubiertas de concreto, donde la sensación térmica es muy superior a las de las zonas rurales.
Evitar lo peor
Más allá de las medidas básicas para preservar la salud durante una onda de calor, la solución a largo plazo pasa justamente por evitar que el clima en la Tierra aumente aún más. Un estudio publicado el año pasado por Nature Climate Change concluyó que el 37% de las muertes causadas por las ondas de calor entre 1991 y 2018 pueden ser atribuidas exclusivamente a los cambios climáticos. “Lo que se viene observando, ese porcentaje del 37%, va a aumentar exponencialmente”, aseguró Ana Vicedo Cabrera, autora principal de la investigación que fue entrevistada por National Geographic en julio de 2021.
“En la actual crisis climática, la deforestación cero, la preservación de los cauces de los ríos y de los bosques, tiene un enorme beneficio para el sistema climático del planeta Tierra”, defiende el profesor Francisco Aquino. “Y es más: aporte aire húmedo, de agua, que es lo que más falta”.