Alemania: la guerra en Ucrania está acelerando la transición hacia las energías renovables

Ya no se trata solo de la crisis climática: por razones de seguridad nacional, el país necesita con urgencia abandonar su dependencia del gas, el petróleo y el carbón que importa de Rusia.

Por Andrew Curry
Publicado 10 may 2022, 04:42 GMT-3
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El gobierno alemán quiere facilitar la construcción de turbinas eólicas como estas, que se construyeron el mes pasado cerca de Angermünde, a unos 64,3 kilómetros al noreste de Berlín. Las nuevas leyes para acelerar la transición a la energía renovable reducirán el impacto climático del país y su dependencia de los combustibles fósiles rusos.

Fotografía de Sean Gallup, Getty Images

Berlín, Alemania. Cuando las tropas rusas invadieron Ucrania en la madrugada del 24 de febrero, Alemania se despertó con una desagradable realidad: Rusia es su principal proveedor de energía, proporcionando más de la mitad de su suministro de gas natural y carbón y un tercio de su petróleo crudo. A cambio, Alemania envía a Rusia más de 200 millones de dólares al día, dinero que ahora ayuda a financiar una invasión que los alemanes encuentran intolerable.

El mes pasado, la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, líder del Partido Verde, que ingresó a un gobierno de coalición el otoño pasado con los socialdemócratas del primer ministro Olaf Scholz, se comprometió a dejar de comprar petróleo ruso para el final de 2022 y a desprenderse del gas natural ruso lo antes posible. A corto plazo, eso puede significar encontrar proveedores alternativos para los combustibles fósiles, incluidos los Estados Unidos.

Pero a largo plazo, la crisis solo ha reforzado la determinación de Alemania de abandonar los combustibles fósiles por completo y acelerar la Energiewende, la transición hacia la energía limpia que comenzó hace unos 30 años. El gobierno ha anunciado planes para abandonar el carbón por completo para 2030, ocho años antes del objetivo establecido por el gobierno anterior. Ahora, la meta oficial se centra en conseguir que para esa fecha límite, Alemania obtenga el 80% de su electricidad a partir de energías renovables, por encima del objetivo anterior del 65% y casi el doble de la participación del 42% que suministró este recurso en 2021.

Un paquete de legislación anunciado el mes pasado y que se espera sea aprobado este verano aumentaría los subsidios para las energías renovables y reduciría la burocracia que ha frenado este tipo de proyectos en el pasado.

“Lo que ha cambiado ahora es que todos se dan cuenta de que necesitamos aumentar la capacidad renovable aún más rápido”, dice Matthias Buck, director para Europa de Agora Energiewende, un grupo de expertos que se enfoca en la transición energética. “La guerra está dejando muy claro que si quieres controlar tu propio destino, es mejor priorizar las energías renovables y acabar con la dependencia de los combustibles fósiles”.

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Alemania no está sola: Francia, que durante mucho tiempo dependió de los reactores nucleares para el 70% de sus necesidades de energía, ha prometido un gran impulso para obtener más energías renovables. Durante su reciente campaña de reelección, el presidente francés, Emmanuel Macron, prometió que Francia sería “la primera nación importante en abandonar el gas, el petróleo y el carbón”. Austria, aún más dependiente de la energía rusa que Alemania, está invirtiendo dinero en subsidios para energías renovables. Incluso Polonia, uno de los mayores consumidores de carbón de Europa, está invirtiendo fuertemente en energía eólica marina.

En Alemania, la guerra de Ucrania ha agregado un argumento de seguridad energética a la crisis climática como una forma de convencer a la gente de la necesidad urgente de una Energiewende. “Estamos bastante avanzados, pero no tanto como deberíamos”, dice Kathrin Henneberger, una activista climática devenida en parlamentaria por el Partido Verde.

Alemania y Rusia: una dependencia poco sana

Hasta que comenzó la guerra, Alemania se apoyaba cada vez más en la energía rusa, en particular el gas natural. Es difícil eludir los recordatorios de la dependencia del gas en el país: en Berlín, las chimeneas de una central eléctrica alimentada con gas natural marcan el horizonte a menos de 3,2 kilómetros del edificio del parlamento, el Bundestag; la capital aún ilumina algunas de sus calles con 20.000 farolas de gas antiguas. Una red de tuberías de 511.000 kilómetros de largo atraviesa el país y lleva gas a casas, fábricas y centrales eléctricas.

Durante décadas, casi todo el establishment político alemán creyó en la idea de que estaba bien e incluso era estratégicamente inteligente importar la mayor parte de su gas de Rusia, pero desde la invasión de Ucrania, ha sido atormentado por recriminaciones.

“Sabíamos que Putin no era un defensor de los derechos humanos. Sabíamos que estábamos llenando su cofre de guerra”, dice Henneberger. “El conocimiento estaba ahí, pero Alemania se hizo cada vez más dependiente a lo largo de los años. Ahora, de repente, la gente se dio cuenta de que era una idea terrible”.

Su partido y sus socios en el nuevo gobierno de coalición ahora están cumpliendo las promesas previas a la invasión de aumentar el apoyo a las energías renovables, en un esfuerzo encabezado por otro líder del Partido Verde, el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck. El proyecto de ley declararía que la energía renovable es “de interés público superior y sirve a la seguridad pública”, algo que puede sonar poco relevante, pero que facilitará que los proyectos renovables superen los desafíos legales y ambientales y obtengan los permisos necesarios.

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    El 6 de abril, los manifestantes se reunieron frente al edificio del parlamento alemán en Berlín para protestar contra la invasión rusa de Ucrania. Exigieron un embargo sobre los combustibles fósiles rusos, aunque por ahora Alemania sigue dependiendo en gran medida de esas importaciones, especialmente del gas natural.

    Fotografía de Annette Riedl, picture alliance, Getty Images

    El paquete legislativo también incluye incentivos más concretos. Volviendo a las raíces de la Energiewende, esta iniciativa animará a los ciudadanos una vez más a instalar plantas solares en los tejados o erigir plantas solares comunitarias. Mientras tanto, se requerirá que los nuevos edificios comerciales incluyan paneles solares. El gobierno federal también está presionando a algunos estados alemanes para que relajen las leyes que prohíben los aerogeneradores a menos de un kilómetro de los edificios existentes, lo que en este país densamente poblado ha dificultado cada vez más la ubicación de nuevas turbinas.

    Los legisladores esperan que todos estos cambios, combinados con la caída constante de los precios de las instalaciones solares y eólicas, permitan duplicar la generación de energía eólica terrestre para 2030 y cuadruplicar la energía solar. La energía eólica marina también se expandirá dramáticamente.

    (Contenido relacionado: La energía solar y su potencial para ayudar a reducir el calentamiento global)

    El problema alemán con el gas ruso

    Estos planes estaban en marcha antes de que comenzara la guerra en Ucrania, pero dependían del gas natural ruso: la idea era permitir que el país cerrara sus centrales eléctricas de carbón de altas emisiones mientras desarrollaba su sector renovable. Ese concepto ahora está siendo cuestionado.

    “El gas natural fue visto como un puente hacia el futuro de la energía limpia”, dice Buck. “Ese puente se ha roto. Eso está remodelando la discusión”. Alemania ya congeló el proceso de aprobación de un gasoducto de 11.000 millones de dólares desde Rusia llamado Nordstream 2, que estaba casi terminado cuando Rusia invadió Ucrania.

    Ahora, incluso los ambientalistas más acérrimos están debatiendo sobre la posibilidad de mantener abiertas las plantas nacionales de carbón más allá del objetivo acordado para 2030, pero solo en una crisis a corto plazo, comenta Henneberger: “Hemos tomado una decisión a largo plazo de alejarnos del carbón y eso no puede cambiar”.

    Un regreso a la energía nuclear, agrega, también está fuera de discusión. Alemania decidió hace una década, después del desastre de Fukushima en Japón, eliminar gradualmente sus plantas nucleares existentes. Las tres últimas se apagarán a finales de este año.

    Por lo tanto, la única opción de Alemania para reemplazar el gas natural ruso en los próximos años es encontrar nuevos proveedores de gas natural y presionar aún más para pasar a las energías renovables.

    Energiewende: no se trata solo de la electricidad

    La Energiewende está muy avanzada en el sector de la electricidad, pero la guerra en Ucrania también ha puesto el foco en el trabajo que aún se necesita en otros sectores (transporte, fabricación, calefacción) para que Alemania alcance su objetivo de emisiones netas cero para 2045. Los expertos dicen que la opinión pública está cambiando, lo que quizás haga posible dar pasos más ambiciosos en el futuro cercano.

    Basta con considerar la idea de introducir un límite de velocidad en la red de Autobahn (las carreteras de Alemania no tienen límite de velocidad, ni cruces ni peajes), donde los conductores que circulan legalmente a 160,9 kilómetros por hora siguen siendo algo común. El tema es tan divisivo en Alemania (donde los automóviles son una pasión nacional) como lo es el derecho a portar armas en los Estados Unidos.

    “Antes de la guerra, los alemanes estaban 50/50 con la idea”, dice Volker Quaschning, profesor de sistemas de energía renovable en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berlín. “Ahora 2/3 dicen que es una buena idea. Lo mismo ocurre con el uso de calefacción fósil o coches diésel o la instalación de más energía eólica. Ha habido un gran cambio en la opinión pública”.

    Al mismo tiempo, señala Quaschning, a los alemanes no se les ha pedido que sacrifiquen mucho, todavía. “Decimos que nos gusta Ucrania, pero si la gasolina se ubica en 2,50 [euros] por litro, las opiniones volverán a cambiar”.

    Afortunadamente, el apoyo público a la transición energética está aumentando al mismo tiempo que bajan los costos de las energías renovables. Y mientras Alemania y otros países europeos siguen importando gas ruso, los precios van en aumento. Cambiar a otros proveedores, incluidos los Estados Unidos, significa importar gas natural en forma líquida, lo que cuesta aún más. “Incluso antes de la guerra, los precios estaban subiendo en el mercado energético europeo”, explica Simone Peter, directora de la Federación Alemana de Energías Renovables y exdirectora del Partido Verde. “El nuevo gobierno vio una gran oportunidad”.

    Mientras tanto, después de años de subsidiar las energías renovables, la electricidad eólica y solar ahora son más baratas que la energía generada con combustibles fósiles. “La tecnología es tan barata que, a nivel mundial, las energías renovables son competitivas”, dice Peter. “Los inversores se están moviendo en esa dirección, incluso los de países productores de petróleo y carbón”.

    Otras partes de la demanda energética alemana serán más difíciles de satisfacer a corto plazo. La mitad de los hogares alemanes utilizan gas natural para la calefacción. Anticipando la próxima temporada de invierno, los esfuerzos en curso para equipar las casas con bombas de calor eléctricas y aislamiento mejorado están adquiriendo una nueva urgencia. A partir de 2025, el gobierno planea exigir que los edificios utilicen principalmente energía renovable para calefacción.

    “También necesitamos una transición de calefacción”, añade Henneberger. “Eso por sí solo podría ahorrarnos mucho gas”.

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    Preparándose para el invierno

    Un corte repentino de los suministros de gas rusos, ya sea impuesto por los países de la Unión Europea como una sanción contra Rusia o por la Rusia como una forma de castigar a Europa por su apoyo a Ucrania, sería un escenario dramático. Moscú ya ha aislado a Polonia y Bulgaria.

    “Enfrentaríamos una enorme crisis social y económica si mañana se cortara la energía”, comenta Peter. “Creo que el llamado al ahorro de energía se volverá más intenso en el otoño. Cuando entiendes que un embargo de gas significaría que tu hogar se va a congelar, las cosas quedan más claras”.

    Hasta ahora, los políticos se han mostrado reacios a imponer requisitos de ahorro de energía a los votantes, como los domingos sin automóviles que se vieron en la década de 1970 o una campaña nacional para rechazar los radiadores. En una encuesta realizada por la revista alemana Der Spiegel el mes pasado, solo el 49% de las personas consultadas dijo que aceptaría hacer sacrificios para cortar el suministro de energía de Rusia, pero puede que al final no tengan otra opción.

    “Se ha demostrado que nuestra suposición de que no importa de dónde importemos nuestros combustibles fósiles es incorrecta. En retrospectiva, podemos ver que estuvo mal contar tanto con Rusia como un socio confiable para Alemania y otros países europeos en este proyecto de transición energética”, concluye Buck. “Pero siempre somos más inteligentes en retrospectiva”.

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