Carlos III: ¿El rey del cambio climático?
El Príncipe Carlos (ahora Rey Carlos III) observa el impacto de la tala ilegal en la selva tropical de Harapan, Indonesia, 2008.
No es tanto el tono robusto y el lenguaje poco principesco lo que llama la atención: "Nos enfrentamos en este momento a los horribles efectos de la contaminación en todas sus formas cancerígenas". Sino la fecha: 19 de febrero de 1970.
Mucho antes de que Greta Thunberg (incluso antes de que naciera la madre de la activista sueca), su Alteza Real el Príncipe de Gales (su título oficial en aquella época) se dirigió a la conferencia Countryside in 1970, y no anduvo con rodeos: "Existe la creciente amenaza de la contaminación por petróleo en el mar, que casi destruye las playas y ciertamente daña decenas de miles de aves marinas".
"Hay una contaminación química, vertida en los ríos por las fábricas y plantas químicas, que obstruye los ríos con sustancias tóxicas y contribuye a la polución de los mares. Hay contaminación atmosférica por el humo y los gases que vierten las fábricas y por los gases que expulsan los incontables automóviles y aviones".
El Príncipe Carlos, de 22 años, se dirige al Comité del Campo de Gales en 1970 en la Universidad de Bangor, en el norte de Gales. Su discurso de ese día puso de manifiesto su interés y defensa por el medio ambiente, y expuso opiniones que desde entonces se han convertido en proféticas en lo que respecta al cambio climático.
Por contextualizar, en ese mismo mes, hace medio siglo, la banda musical Jackson 5 debutó en televisión, un jurado de un Tribunal Federal de Distrito absolvió a los Siete de Chicago y Black Sabbath publicó el primer álbum de heavy metal del mundo.
El Príncipe Carlos, mientras tanto, argumentaba que: "La conservación o los problemas de contaminación no deben considerarse conceptos separados de la vivienda u otros planes sociales. La palabra ecología implica la relación de un organismo con su entorno, y los humanos somos tan organismos como cualquier otro animal que a menudo tiene la desgracia de compartir esta Tierra con nosotros".
Carlos entró en el activismo ambiental muy pronto. Pronunció su primer discurso sobre el medio ambiente en 1968 (siete años antes de que el geocientífico Wallace Broecker acuñara la expresión "calentamiento global") y a lo largo de las décadas de 1970 y 1980 se convirtió con frecuencia en una voz ignorada al reclamar un enfoque equilibrado de la vida.
1957: el joven príncipe Carlos persigue a un ternero errante en una granja de Balmoral, la finca real escocesa que compró por primera vez la reina Victoria, su tatarabuela.
Poco a poco, el mundo se ha reconciliado con sus ideas, en teoría, si no en la práctica. Fue el anfitrión de una conferencia en el Royal Yacht Britannia, en el delta del río Amazonas, que preparó el terreno para la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro (Brasil), cuna de la "Conferencia de las Partes", más conocida como COP.
Dos décadas después, Carlos se dirigió a la COP de Río+20 para advertir: "Como un sonámbulo, parecemos incapaces de despertarnos al hecho de que muchas de las consecuencias catastróficas de seguir con lo de siempre se están abatiendo sobre nosotros más rápido de lo que pensamos, lo que arrastra a muchos millones de personas más a la pobreza y debilita peligrosamente la seguridad alimentaria, hídrica y energética mundial para el futuro".
Pensamiento visionario
Puede resultar tentador pensar en el nuevo rey, con sus trajes a medida de Savile Row, sus modales eduardianos y su séquito real, como ícono de una época pasada. Pero sus discursos, libros y proyectos sugieren un hombre adelantado a su tiempo. Defendió conceptos como la economía circular y el capital natural años antes de que llamaran la atención del público, y es evidente que ha seguido sus propios principios, por ejemplo, al convertir su granja a prácticas orgánicas hace más de 30 años.
"Algunas de estas ideas eran radicales y estaban literalmente adelantadas a su tiempo. Algunas se podrían reeditar hoy y estarían muy vigentes. Es difícil exagerar el papel que desempeñó en la inclusión de estos temas en la agenda", señala Tony Juniper, presidente de Natural England, miembro del Instituto de Liderazgo en Sostenibilidad de la Universidad de Cambridge y ex director ejecutivo de Amigos de la Tierra y presidente de Wildlife Trusts.
1970: El Príncipe Carlos se encuentra bajo el pico de Yr Wydffa (conocido también como Snowdon), el punto más alto del Principado de Gales, cuyo título ostentó hasta la muerte de su madre, la Reina Isabel II, en septiembre de 2022.
Juniper trabajó anteriormente para el Proyecto de Bosques Tropicales y la Unidad de Sostenibilidad Internacional de Carlos, y colaboró con el entonces príncipe en el innovador libro Harmony, que identificó una crisis de percepción en la forma en que la humanidad ve en la actualidad el mundo, al haberse desvinculado sistemáticamente de la naturaleza.
"Confiamos en la tecnología para resolver nuestros problemas y en nuestro ingenio para hacer frente a cualquier desafío cuando, en realidad, la respuesta es vernos como realmente somos: profundamente arraigados en una biosfera que se compone de innumerables interconexiones entre los elementos del mundo vivo", afirma Juniper.
Intentar reconectar a las poblaciones con la naturaleza en esta "era de la desconexión" ha sido un tema constante de la campaña de Carlos, una filosofía que al principio fue objeto de burla por parte de unos medios de comunicación que se centraban más en lo que se consideraban sus excentricidades, como hablar con las plantas.
Un "soñador anticientífico"
"En aquellos primeros días se me describió como anticuado, fuera de onda y anticientífico; un soñador en un mundo moderno", escribe Carlos de Inglaterra en Harmony.
Las fotografías en las que aparecía con faldas de hierba y guirnaldas de flores sobre la corbata y trajes perfectamente planchados mientras se reunía con tribus nativas no ayudaron mucho a su imagen, pero el hijo mayor de la reina Isabel II nunca pretendió devolver a la humanidad a la Edad de Piedra, ni negar el progreso y la ciencia. Asegura que simplemente quería corregir nuestro enfoque mecanicista.
El Aston Martin DB6 de Carlos es famoso por haber sido convertido para funcionar con vino blanco inglés caducado y suero de queso. En una entrevista con la BBC en 2021, se describió como un entusiasta de los autos "antes de que supiéramos cuáles eran los problemas". Aboga por el hidrógeno como combustible clave en el futuro.
El Príncipe Carlos se dirigió a la Conferencia sobre el Clima COP26 en Glasgow en 2021 en la ceremonia de apertura. "Solo puedo instarlos, como responsables de la toma de decisiones en el mundo, a encontrar formas prácticas de superar las diferencias para que todos podamos ponernos a trabajar, juntos, para rescatar este precioso planeta y salvar el futuro amenazado de nuestros jóvenes”, expresó.
"Ningún escáner cerebral ha logrado fotografiar un pensamiento, ni un trozo de amor, y nunca lo hará", dice, pero esto no significa que los pensamientos y el amor no existan. "Hemos llegado a funcionar con un enfoque unilateral y materialista que se define no por su carácter inclusivo, sino por su descarte de aquellas cosas que no pueden medirse en términos materiales".
Devolver un elemento filosófico a nuestra relación con la naturaleza, y aceptar que solo podemos vivir de forma sostenible al encontrar "el delicado equilibrio y la sagrada armonía del Universo", es vital para unir los vínculos entre la ciencia y la política, sostiene.
Como actual jefe de la Iglesia de Inglaterra, Carlos también es bastante ecuménico en su perspectiva. El rey británico se dice feliz de citar el Corán para identificar explícitamente un mundo natural que no encuentra separación entre la humanidad y la naturaleza "precisamente porque no hay separación entre el mundo natural y Dios", y celebra las creencias de las culturas nativas y primarias que consideran el mundo natural como una expresión de la presencia sagrada.
Considera que proteger el medio ambiente es un deber moral, y escribe en Newsweek que "si solo mantuviéramos nuestros derechos sin reconocer nuestras responsabilidades para con las generaciones futuras, entonces habríamos fracasado en actuar moralmente".
Hablar de lo que importa
Tal vez la propia naturaleza de su árbol genealógico, que se remonta a la Casa de Hannover hasta 1630, así como los siglos de propiedad de la realeza, den a Carlos una valiosa perspectiva a largo plazo.
"Adhiero a un punto de vista compartido por muchos pueblos indígenas, según el cual debemos pensar en siete generaciones para tener alguna posibilidad de dejar un mundo mejor", dijo a principios de este año. Y con frecuencia se refiere al sentido del deber que siente hacia las próximas generaciones.
"Hay millones y millones de jóvenes por los que, aunque no se den cuenta, he intentado trabajar durante los últimos 40 años. Una de las cosas que me motivó más que nada es que no quería que mis nietos o hijos me acusaran de no haber hecho las cosas que había que hacer en su momento", reflexionó en la recepción de los jefes de negociación de la COP26.
También está su influencia como figura. No es raro que Carlos celebre un día una mesa redonda con jefes de Estado, otro con los directores generales de los principales bancos del mundo y un tercero con ONGs, organismos internacionales y Gobiernos.
"Su labor de convocatoria de grupos de personas y entre sectores ha sido menos visible pero enormemente importante", dice Juniper. "No creo que haya nadie más en el mundo que pueda convocar a estos grupos de personas".
El príncipe desempeñó un papel importante, por ejemplo, en la mediación del acuerdo de 2009 por el que Noruega recompensa a Guyana por mantener su selva tropical intacta.
"La idea del Proyecto Bosques Tropicales era hacer que la selva valiera más viva que muerta, algo que suena muy simple pero que es muy poderoso para replantear el debate", expresa Juniper. "Los bosques se talan para generar un rendimiento económico, así que tuvimos que replantearlo para mostrar que el valor económico de estos bosques intactos es mucho mayor que cuando se liquidan para convertirlos en pastos para el ganado y en un montón de troncos. En términos de su agua, sus funciones de carbono, lo que hacen para mantener la biodiversidad, sus funciones culturales para las sociedades indígenas que todavía viven allí, todas estas cosas tienen un enorme valor. Pero está fuera del balance, así que ponerlo en la ecuación para mostrar que estamos destruyendo valor para obtener poco a cambio es muy poderoso".
Highgrove, la casa del rey Carlos en Gloucestershire, forma parte del ducado de Cornualles, una posesión de tierras que tradicionalmente heredaba el hijo mayor del monarca gobernante. A pesar de su nombre, el ducado tiene propiedades en todo el suroeste de Inglaterra y el sur de Gales. Carlos ha utilizado parte de ella para desarrollar sus intereses en la agricultura ecológica y la vida sostenible. El propio Highgrove cuenta con un alcantarillado de caña, amplios sistemas de compostaje, calefacción por biomasa y bombeo e iluminación parcial con energía solar. En 2010, Charles obtuvo el permiso de planificación para instalar paneles solares en Clarence House, su residencia londinense, catalogada de grado II.
El Príncipe Carlos en el lanzamiento del Proyecto Océano, una iniciativa de los grandes almacenes Selfridge's para concienciar sobre la sobrepesca. En una entrevista concedida a la BBC en 2021, Carlos dijo que "entendía perfectamente" la frustración de grupos como Extinction Rebellion, aunque añadió que pensaba que las tácticas de protesta eran "inútiles" si alienaban al público.
Carlos y las emisiones de carbono
Visto así, el rey Carlos es un auténtico influencer, que ejerce un importante poder blando desde un palacio y no desde una tribuna en las redes sociales. Ya en 1990, las empresas que querían obtener una Royal Warrant para los bienes o servicios suministrados a la corona tenían que demostrar un enfoque responsable de las cuestiones medioambientales y sociales.
El propio Carlos ha cultivado de forma orgánica desde 1990, ha plantado más de 24 kilómetros de setos y recibido a más de 1000 personas al año en su Granja del Ducado para enseñarles los principios y prácticas agrícolas que promueven la salud del suelo, el ganado y los productos.
También instaló paneles solares en los tejados de su antigua residencia oficial en Clarence House y en las casas privadas de Highgrove y Raymill, y ha instalado otros 424 en la Granja del Ducado, con lo que genera más de 80 000 kWh de electricidad al año, suficiente para abastecer a 20 casas de tamaño medio. Para cumplir su compromiso de emisiones cero, compra créditos de proyectos sostenibles para compensar las emisiones de carbono de su hogar y sus viajes no oficiales.
El nuevo rey parece dispuesto a someter su consumo personal al escrutinio, al encargar a la consultora de sostenibilidad Anthesis Group una auditoría independiente de su huella de carbono. El último informe sobre el carbono en el hogar de Carlos detalla que "este año, el 89% de la energía (incluidos el gas verde y la electricidad) procedió de fuentes renovables y algo menos de la mitad se generó in situ mediante paneles solares, calderas de biomasa y bombas de calor".
El propio Carlos es famoso por conducir un Aston Martin, aunque un modelo de 1960 alimentado, según él, con excedentes de vino blanco inglés y suero de leche sobrante de la fabricación de queso; técnicamente, una mezcla de bioetanol derivado de residuos y un 15% de gasolina sin plomo.
Fuera de sus actividades personales, son los viajes oficiales de Carlos los que atraen las miradas de la mayoría de sus escépticos. En combinación con los del resto de la familia real, esto tiene un coste de carbono ineludiblemente grande, además de una factura que ronda los 2.5 millones de libras (2.8 millones de euros) al año. Aunque se menciona con frecuencia la "compensación", las medidas exactas adoptadas para reducirlo son menos públicas.
Como parte de sus funciones oficiales en 2019, antes de la COVID, Carlos y su esposa Camilla realizaron 17 vuelos en jets privados, tres vuelos regulares y dos más en helicópteros de la Real Fuerza Aérea británica (RAF). Se dice que los jets privados emiten hasta 20 veces más CO2 por pasajero-kilómetro que un avión comercial.
Defensor de la acción
Con su llegada al trono tras la muerte de la reina, se plantea un interrogante sobre cómo el rey Carlos III mantendrá su activismo medioambiental. "No creo que cambie su opinión sobre la importancia de todo esto, pero probablemente tendrá que cambiar la forma de hacerlo", dice Juniper.
Convertido en el pilar del establishment, Carlos nunca ha tenido la libertad de agitar pancartas en las manifestaciones ni de pegarse a las autopistas para protestar, pero no ha dejado a los ministros del Gobierno británico ninguna duda sobre su posición en los asuntos que le son importantes.
Robert Jobson, autor de la biografía Charles Our Future King (Carlos, nuestro futuro rey), destaca los llamados "informes de la araña negra", cartas escritas a mano a los ministros con una letra negra y enmarañada (también conocida como spidery, de araña en español).
"Lo que escribe está dentro de los límites de la Constitución no escrita. Con esto en mente, en opinión de Carlos, es su 'deber constitucional' ... actuar de esta manera", escribió Jobson. "Llamar la atención sobre temas clave sobre los que su posición única le ha permitido recabar información, como el cambio climático, la agricultura ecológica o el empoderamiento de los jóvenes, es demostrar 'liderazgo'".
El lobbying político de Carlos (cuyo alcance se reveló tras una batalla legal de 10 años) contrasta con el de su madre, la difunta reina. En una entrevista con The Guardian, el ex primer ministro David Cameron dijo que era "totalmente correcto" que Carlos lo hiciera, y añadió: "Creo que el heredero al trono tiene perfecto derecho a interesarse por cuestiones como el medio ambiente, la preservación de la vida salvaje, su interés por el entorno construido".
El propio Carlos, en una entrevista con la BBC en vísperas de la COP26 de 2021, habló de su frustración ante este tipo de reuniones políticas ("solo hablan, el problema es conseguir que se actúe") y de su comprensión de los motivos que hay detrás de grupos como Extinction Rebellion, aunque añadió que las manifestaciones "no son útiles [cuando se hacen] de una manera que aliena a la gente".
¿Cambio de rol, cambio de punto de vista?
La "intromisión" en la política ha dado lugar a críticas contra Carlos, más recientemente por su supuesta oposición a la deportación de solicitantes de asilo del Reino Unido a Ruanda. Al fin y al cabo, no ha sido elegido para ocupar su puesto de influencia y, aunque insiste en que no es partidista, como rey probablemente tendrá aún menos oportunidades de expresar sus opiniones.
"Si te conviertes en el soberano, entonces desempeñas el papel de la manera que se espera", declaró al programa de la BBC Príncipe, hijo y heredero: Carlos a los 70 años.
El príncipe Carlos y su hijo, el príncipe Guillermo, pasean por Home Farm, en Gloucestershire, que forma parte de las tierras del Ducado de Cornualles, en 2004. Guillermo, ahora Príncipe de Gales, ha dado pasos significativos para heredar la postura de su padre sobre el medio ambiente, prestando su voz a iniciativas como el Premio Earthshot.
"Está claro que no podré hacer las mismas cosas que he hecho como heredero. Así que, por supuesto, actúas dentro de los parámetros constitucionales. Pero es una función diferente. Creo que la gente ha olvidado que ambas son muy distintas".
Pero esto no significa que su causa medioambiental vaya a morir con él; al igual que en su agricultura ecológica, parece haber preparado bien el terreno. En un documental biográfico, el príncipe Guillermo (ahora Príncipe de Gales) reveló cómo él y su hermano Enrique habían adquirido la costumbre de su padre de apagar las luces. "Tengo un serio TOC con los interruptores de la luz", dijo, y añadió que su padre les obligaba a ambos a recoger la basura.
Además, en las celebraciones del Jubileo de Platino, mientras el Príncipe Carlos utilizó su discurso para honrar a su madre, el Príncipe Guillermo, defensor del Premio Earthshot, elogió a los "ecologistas visionarios" y dijo a decenas de miles de personas en The Mall y a millones más que lo veían en casa que "la necesidad apremiante de proteger y restaurar nuestro planeta nunca ha sido más urgente".