Cómo un hombre hizo realidad su sueño de visitar todos los países
Las lecciones aprendidas tras viajar a 196 países incluyen el sabor que tiene la carne de un camello viejo y la razón por la que el papel higiénico es el mejor indicador económico.
Albert Podell, antiguo editor de la revista Playboy, hizo lo que todos fantaseamos pero muy pocos logran: Viajó a los 196 países de la Tierra.
Tardó 50 años. Por el camino, fue perseguido por un búfalo de agua, se rompió algunos huesos, comió alimentos raros y fue arrestado, robado y casi linchado. Pero vivió para contar la historia en un nuevo libro, "Around the World in Fifty Years: My Adventure to Every Country on Earth".
Conversando desde su hogar en Nueva York, aborda el delicado problema de qué constituye a un país, indica exactamente cuál es el mejor lugar para comer una barbacoa de ratón, explica por qué los teléfonos inteligentes están provocando que nuestros jóvenes no sean tan aventureros y nos cuenta por qué su lugar favorito sigue siendo los Estados Unidos.
Como reza el famoso dicho de Frank Zappa, “No se puede ser un país hasta tener una cerveza y una aerolínea”. No es tan sencillo, ¿verdad?
La cita de Frank Zappa también agregaba que ayuda tener armas nucleares, pero la cerveza es lo principal. [Risas]
Entonces, ¿qué es un país? La Convención sobre Derechos y Deberes de los Estados, celebrada 1933 en Montevideo, enumera cinco criterios a tener en cuenta para ser un país. Pero a lo que realmente se reduce en estos días es lo que las cinco superpotencias aceptan que es un país. Todo el mundo reconoce que todos los miembros de las Naciones Unidas, los 193 en total, son países.
La mayoría de las personas también reconocerá que Taiwán es un país, pero desafortunadamente no es miembro de las Naciones Unidas porque ha sido bloqueado por China. Kosovo también es un país, pero tampoco es miembro de las Naciones Unidas, debido a que ha sido bloqueado por Rusia. La Ciudad del Vaticano, a pesar de su pequeño tamaño y población, es un país reconocido. Sin embargo, la Santa Sede decidió que puede operar mejor desde el punto de vista diplomático si en las Naciones Unidas mantiene su condición de observador, en lugar de ejercer su membresía plena. Así que esos son los 196.
¿Es usted la única persona lo suficientemente demente como para haber hecho esto? ¿O existe el Club de los 196?
Buena pregunta. No hay ningún club. Hay un grupo autodenominado las “Las personas que más han viajado en el mundo”. Por lo general son un montón de hombres ricos con yates; que viajan hasta el archipiélago de Filipinas o Indonesia, donde hay aproximadamente 10 000 islas, y cada vez que se detienen en una isla colocan otra marca en su cinturón.
Existen otras personas que consideran un país todo lo que alguna vez ha sido un país. Pero yo solo considero como países a las entidades que son países actualmente. Por ese motivo saqué de mi lista a la URSS, a Alemania Oriental y a Vietnam del Sur.
No existe un ente internacional para organizar esto; por lo tanto, es muy difícil decir quién ha estado en todos los países. Durante varios años, he tratado de encontrar a un colega, un compañero de alma. Mi amigo, Tony Wheeler, fundador de Lonely Planet, dice que encontró a tres personas que aseguran haber estado en todos los países. Yo eliminé a otras dos personas que afirmaban lo mismo. No quiero usar la expresión “hicieron trampa”, pero se retractaron. No fueron a Somalia. Fueron hasta Hargeisa, la capital de Somalilandia, pero este no es un país reconocido.
Usted proviene de una familia de Brooklyn que nunca viajó más allá de Boston. ¿Qué sucedió ahí?
[Risas] Solo pensé que debía haber una forma de vida más interesante que el no viajar jamás. Empecé coleccionando estampillas a los seis años. Me fascinaban esos trocitos de papel coloreado y muy pronto decidí que quería uno de cada país. Me fascinaba el lugar de donde provenían estos artefactos y todos estos animales y estas culturas distintas.
Entonces, cuando tenía alrededor de ocho años, empecé a leer, ¿sabe qué cosa? National Geographic. Y me enganché con otros países. Dije, “tengo que viajar y ver todos estos lugares”.
Su vida viajando empezó con un récord mundial distinto. Cuéntenos sobre su maratónica travesía en automóvil.
Había sido editor de una revista llamada Argosy, una revista para hombres sobre aventuras, cacería y pesca. Envié escritores a todo tipo de misiones: en trineo de perros a lo largo de Groenlandia, en bicicleta desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo.
Después de tres o cuatro años dije: “Basta de estas cosas auxiliares. Debo ir hasta allá y hacerlas por mí mismo”. Así que reuní fuerzas con uno de nuestros escritores. Reclutamos a otras tres personas y formamos lo que llamé la Trans World Record Expedition. La idea era establecer un récord por el viaje ininterrumpido en automóvil más largo alrededor del mundo.
Otros viajes, en su mayoría realizados por británicos, tomaron una ruta desde París hasta Pekín. Pero la Tierra es más ancha en el Ecuador, por lo que pensamos que, si conducíamos más cerca del Ecuador, podríamos establecer un nuevo récord de distancia.
Partimos hacia Cherbourg, en Francia, viajamos hacia el sur hasta Marruecos y condujimos a lo largo de África del Norte. Permanecimos lo más cerca del Ecuador que razonablemente podíamos, a pesar de las guerras y los diversos incidentes que interfirieron.
Nos tomó mucho más tiempo de lo que pensé. Había calculado entre seis y ocho meses. Pero nos tomó 581 días y solo dos de nosotros finalizamos, mi colíder, Steve, y yo. Uno de los muchachos fue asesinado por el Vietcong en Camboya y dos personas sucumbieron a las enfermedades tropicales y tuvieron que abandonar.
Visité 72 países, pero mi esposa siempre dice que hago trampa porque agrego lugares donde solamente cambié de avión. ¿Cuál es su criterio en lo que respecta a haber “visitado” un país?
Me apena decir que hizo trampa, pero creo que, según mis estándares, probablemente lo hizo. Mis estándares son los siguientes:
1. Debe ser un país reconocido en el momento en que lo visite.
2. Debe tener una visa o ingresar de forma legal.
3. Debe obtener un sello de pasaporte.
4. y 5. Pueden ser un poco flexibles, pero considero que uno debería al menos ir hasta la capital, hospedarse por lo menos durante 24 horas y de ser posible cruzar el país en una dirección.
Debe ser una visita verdadera. Cuando uno cambia de avión, por lo general no pasa por la aduana, por lo que pienso que su esposa está en lo correcto. Eligió una mujer inteligente. [Risas]
¿Cuál es el momento más aterrador que le tocó vivir durante sus viajes?
Sin duda alguna, cuando estuve a un minuto de ser colgado en Pakistán Oriental. Mi expedición cruzó por Pakistán Oriental varias horas antes de que estallara la guerra con India en 1965. Llegamos a Dhaka, la capital de lo que en ese momento era Pakistán Oriental (actualmente Bangladesh) y escuché que los pakistaníes harían una marcha contra la Agencia de Información de los EE. UU. porque suministraron una gran cantidad de equipo militar a India.
Quería tomar unas fotografías. Había un hermoso edificio ubicado en diagonal, cruzando la calle, con amplios balcones y balaustrada donde podía ocultarme para tomar fotografías. Así que crucé la calle corriendo, subí cuatro pisos, salí al balcón y estaba a punto de tomar las fotografías cuando me agarraron dos soldados. Resultó que el edificio era el Ministerio de Defensa pakistaní. [Risas]
Me arrastraron hasta una habitación donde había alrededor de 40 trabajadores de la defensa civil diciendo: “¡Espía indio! ¡Espía indio! ¡Cuélguenlo! ¡Cuélguenlo!” Entonces, el conserje salió. Regresó con una cuerda gruesa, la hizo pasar por encima de una viga, hizo un nudo corredizo y lo colocó alrededor de mi cuello. Eso parecía ser el final.
Tiene un sistema único para clasificar a los países. Cuéntennos sobre el PPPR.
PPPR significa Podell Potty Paper Rating System (Sistema de clasificación de papel higiénico de Podell). Uno puede pasar horas examinando los estudios que emiten el Banco Mundial y el FMI. Pero descubrí que la manera más segura de conocer cuál es la clasificación de un país a nivel económico y social es ir hasta un baño público y revisar el papel higiénico.
Tengo siete niveles de clasificación, empezando con el mejor, el cual es el blanco suave. Debajo del blanco suave continúa el blanco áspero; el marrón áspero; el púrpura, el verde y otros colores; el papel periódico arrancado; y ningún tipo de papel en absoluto, solo un pequeño balde con agua.
El nivel de clasificación más bajo, que es el siete, es cuando no hay baños públicos. El único lugar al cual de manera provisoria le otorgué un nivel de clasificación siete es a mi ciudad natal, Nueva York. [Risas] En toda la ciudad, solo conozco tres baños públicos.
En los viajes uno llega a consumir platos bastante estrafalarios. Adelante, horroríceme.
Comería casi cualquier cosa, excepto las especies en peligro de extinción. En Hong Kong comí el cerebro de un mono vivo. Comí carne de camello viejo, que solo se desliza en la boca y se cubre con grasa.
Uno de mis dos desafíos más grandes fue comer un ratón. En Malawi, se come ratón. Pero nadie en Malawi me diría dónde podía encontrar ratones asados porque lo consideran un vestigio de la época colonial cuando las personas eran tan pobres que tenían que sacarlos de sus agujeros y comérselos.
Finalmente, en mi último día, me encontré con un anciano quien, por 10 dólares [estadounidenses], aceptó llevarme al campo hasta una barbacoa donde se servían ratones enteros. Llegamos al lugar a las 4:00 p. m. El hombre que preparaba la barbacoa estaba limpiando. “No conozco sus hábitos alimenticios estadounidenses”, me increpó. “Pero en Malawi, solo comemos ratón para el almuerzo. Y ahora ya cerramos”. [Se ríe con gran estrépito]
A la generación de mi hijo, que tiene 28 años, no le atrae tanto la aventura como a nosotros. ¿Por qué cree que pasa eso? Y ¿qué cosas están perdiendo?
Muy buena pregunta. En primer lugar, obtienen una gran parte de sus aventuras en forma de videojuegos. Además, están acostumbrados a tener literalmente al mundo en la punta de sus dedos gracias a internet. Si quieren saber cómo se ve París, existen 20 o 30 cámaras web en los alrededores de París que pueden utilizar.
Creo que otro motivo por el cual no les gustan tanto las aventuras es porque hay mucha agitación en el mundo. No soy sociólogo, pero considero que sería fascinante realizar un estudio para ver por qué son tan precavidos. Esto se relaciona particularmente con los jóvenes estadounidenses. Los viajeros jóvenes que me encontré provienen de países como Nueva Zelanda, Australia, Alemania, Francia, Canadá o Gran Bretaña. A los estadounidenses les asusta explorar el mundo y ser honestos al respecto.
¿Cuáles fueron los cambios más importantes que observó en 50 años de viajes?
Los cambios más importantes que observé radican en el hecho de que es cada vez mucho más difícil hacer este tipo de viajes. Cuando viajamos alrededor del mundo entre 1965 y 1966, comentamos que para nosotros fue mucho más difícil llegar hasta China de lo que había sido para Marco Polo, a pesar de las mejores condiciones en cuanto a carreteras y del hecho que teníamos un vehículo 4 × 4.
En los siguientes 50 años, realmente empeoró. Supongamos que desean seguir mis huellas. No creo que hoy en día puedan sobrevivir en Siria o Irak debido al ISIS. No creo que puedan atravesar Afganistán. Olvídense de Yemen; los Houthis se apoderaron de Yemen. Sudán del Sur, que es el último país en haberse independizado del mundo y por el cual tenía grandes esperanzas, está yendo verdaderamente por mal camino. Somalia todavía es un lugar bastante arriesgado. El mundo se convirtió en un lugar difícil.
El otro cambio importante que noté es que la actitud de los extranjeros hacia los EE. UU. cuando por primera vez viajé al extranjero en la década de 1960 era casi adulación pura. Realmente agradecían que hubiéramos ayudado a reconstruir Europa y otros países después de la Segunda Guerra Mundial y que fuéramos el baluarte de la democracia, al contrario de la “malvada” Unión Soviética. Ahora que el “imperio del mal” ya no está entre nosotros y en lugar de ello existe una multitud de organizaciones malvadas más pequeñas, somos el chico grande de la cuadra. Y muchos países están resentidos con nosotros.
Un cambio positivo importante que noté se dio en África, donde todavía se sienten eufóricos sobre la elección y reelección del presidente Obama. Les cautiva la idea de que el rico poderoso Estados Unidos pueda elegir a un hombre negro como presidente. Eso significa que, si fueran a emigrar a los Estados Unidos y tuvieran hijos, sus hijos podrían convertirse en presidentes. También demuestra que realmente creemos en la democracia.
Estoy seguro de que es una pregunta que todo el mundo hace: ¿Cuál es su país favorito?
Si realmente lo quiere saber, mi país favorito es E.E. U.U. Tenemos algunos de los paisajes más espectaculares del mundo: las secoyas, el Parque Nacional de los Glaciares, el monte Rainier, los senderos de follaje de Nueva Inglaterra. Somos una sociedad heterogénea. En Nueva York, se pueden ver personas de todas las razas, credos y colores del mundo, todos llevándose bien.
Pero si tuviera que elegir países, por los paisajes elegiría a Nepal y Suiza. Por la comida, elegiría a Vietnam, Tailandia y Francia. Por la cultura elegiría a Francia, Inglaterra, España y Egipto.
Simon Worrall es curador de Book Talk. Síguelo en Twitter o en simonworrallauthor.com.
Artículo publicado el 1 de abril de 2015.