Llega el Año Nuevo Lunar y muchos asiáticos se preocupan por los futuros viajes
El COVID-19 alimentó la última ola de racismo hacia los asiáticos. Te mostramos cómo esto afecta al turismo mundial.
Durante mucho tiempo, Andre Goh, canadiense y descendiente chino, del Sudeste Asiático y Eurasia, ha sido consciente del sutil prejuicio. Cuando visitó las antiguas cuevas budistas en India, justo antes del confinamiento global, muchos locales lo percibieron como de origen chino y le prohibieron la entrada.
Un estudiante universitario de Singapur estaba caminando por una calle de Londres cuando escuchó a alguien gritar: "no quiero tu coronavirus en mi país". Cuando volteó, cuatro hombres lo atacaron, y le dejaron la nariz sangrando y un hueso roto cerca del ojo derecho.
Algo similar sucedió en Madrid, cuando un expatriado chino-estadounidense fue violentamente golpeado y se despertó dos días después en el hospital. Le dijo a la policía que lo único que recordaba era escuchar a alguien gritar "algo sobre el coronavirus" antes de que todo se pusiera negro.
Los incidentes como estos comenzaron hace algunos meses luego de que el nuevo coronavirus (el virus que causa la COVID-19) se registrara por primera vez en un mercado de Wuhan, China, en diciembre de 2019. Y mientras en todo el mundo las tasas de contagio siguen subiendo de nuevo debido a una nueva "supercepa" más contagiosa, estos ataques siguen sin desaparecer. Desde Estados Unidos al Reino Unido, las personas con apariencia china o asiática son objeto de agresiones racistas, alimentadas por el miedo a un virus que no conoce raza, país de origen, afiliación política o situación económica.
Aunque, en gran parte, este racismo latente ha afectado aquellos que ya viven en países no asiáticos, está provocando también que los viajantes asiáticos se sientan especialmente vulnerables en un escenario cada vez más tenso. Y es probable que las empresas de turismo también sientan el impacto, en especial cerca del Año Nuevo Lunar (conocido también en occidente como Año Nuevo Chino), que se da este año el 12 de febrero y abre la temporada de viajes más intensa en Asia.
Hace poco, el pedido del Gobierno chino de evitar los viajes "no esenciales" durante el período de vacaciones y, así prevenir un resurgimiento del coronavirus, le pone un freno significativo, si fuese necesario, a la mayor migración anual del ser humano en la Tierra. A medida que las vacunas comiencen a distribuirse más, las restricciones a los viajes se actualizarán y se comenzarán a abrir las fronteras. Cuando llegue ese día, los viajantes de ascendencia asiática tendrán que decidir si se sienten seguros viajando al exterior, ya sea por trabajo, educación u ocio.
Cada vez más incidentes racistas
Desde marzo de 2020, el centro de informes "Stop AAPI Hate" (la traducción es español sería "Detener el odio hacia personas asiáticas o del las islas del Pacífico") ha registrado un aumento de ataques en Estados Unidos. Su último informe reveló que, desde octubre de 2020, los individuos de todo el país han registrado más de 2800 incidentes (que van desde el ataque verbal y físico hasta el vandalismo). La mayoría de los afectados (33 por ciento) tenían entre 30 y 39 años, un 24 por ciento estaba entre los 40 y los 49 años, y un 19 por ciento entre los 20 y los 29.
El proyecto "I Am Not A Virus" ("No soy un virus"), que se ocupa de registrar la agresión hacia los asiáticos, arrojó un pico similar. Doce días después de su lanzamiento en primavera, el sitio cofundado por un estudiante de doctorado de Harvard, Boram Lee, registró más de 100 informes.
Kennes Lin, copresidenta de la sección de Toronto de Chinese Canadian National Council (Consejo Nacional Chino-Canadiense), señala que, para los inmigrantes recientes, el racismo vinculado al coronavirus exacerba la ya difícil transición a un nuevo país. Esto limita la capacidad que tienen "de sentir que hay opciones en la vida cuando los menosprecian, atacan o culpan de manera constante".
El aumento de agresiones no se da solo en Norteamérica. Desde que comenzó la pandemia, ha habido una explosión de hostigamiento contra los asiáticos en todo el mundo, y esto afecta a cualquier persona que parezca china o asiática oriental, sin importar su nacionalidad o ascendencia. En el Reino Unido, los delitos motivados por el odio contra aquellos de ascendencia china o asiática oriental han aumentado en un 300 por ciento. Hasta agosto, Asian Australian Alliance ("Alianza australiana-asiática") había recibido aproximadamente 600 denuncias de incidentes. Human Rights Watch (Observación de los Derechos Humanos) informó una cantidad de casos que involucraban discriminación y xenofobia en Italia, Rusia, India y el Medio Oriente.
¿Un cambio en los viajes?
Estos incidentes están creando un ambiente tenso para los asiáticos que viajan. Antes de la pandemia, se proyectaba que el poder adquisitivo de los asiáticos-estadounidense llegaría a 1,3 trillones de dólares estadounidenses en 2022. Del mismo modo, los ciudadanos chinos estaban disfrutando de una época dorada de viajes de ocio. Un estudio de Skift en 2018 descubrió que 130 millones de turistas chinos habían viajado al exterior en 2017, más de un 6 por ciento más que en 2016, "lo que convierte a China en el mercado del turismo saliente más grande del mundo". El cuarenta y dos por ciento de estos trotamundos eran "independientes" o buscaban experiencias que no estaban atadas a sus grupos de tour.
Esto puede cambiar hoy. Helena Beard, directora de relaciones públicas y marketing de la agencia China Travel Outbound, cree que, cuando se abran las fronteras, los viajantes chinos podrían evitar lugares como Estados Unidos y Australia. Y señala que, cuando viajen, probablemente busquen algo personalizado, pequeños grupos con un conductor y un guía para supervisar la experiencia.
"Para Estados Unidos, los mensajes que ha dado la dirigencia política a un nivel alto han incluido la frase ‘el virus de China’ o han manifestado las teorías conspirativas, y todas esas cosas que se han escuchado en China y se han considerado", explica Beard. "En Australia también pasa esto y el gobierno chino publicó un ‘aviso de no viajar’... por temor a los ataques raciales. Así que creo que Estados Unidos y Australia sufrirán mucho por esto cuando las fronteras se abran".
Beard estima que también afectará a la cantidad de estudiantes asiáticos que participan de campamentos de veranos, viajes de estudio y universidades; negocios lucrativos para los países anfitriones. Antes del COVID-19, se estimaba que para el 2021 el mercado de viajes de estudio y campamentos educativos chinos iba a ser de 172,5 mil millones de yuanes (26,67 mil millones de dólares estadounidenses). En cuanto a los estudiantes universitarios, un cálculo sugiere que los estudiantes chinos que vivían en el Reino Unido poseen un promedio de 28.236 libras (38.494 dólares estadounidenses) por año para gastar en viajes, sin mencionar el valor agregado de las visitas de la familia.
El origen del racismo hacia la comunidad asiática
El racismo padecido por los asiáticos no es un fenómeno nuevo. En Estados Unidos, el sentimiento de resentimiento hacia los asiáticos se remonta, al menos, a la fiebre del oro y la promulgación de la ley Chinese Exclusion Act (Ley de exclusión China) en 1882, que prohibió la entrada al país de cualquiera que provenga de China.
Décadas más tarde, en 1942, Japón atacó Pearl Harbor, y se obligó a 120.000 japoneses-estadounidenses a ingresar a los campos de internamiento. En 1982, Ronald Ebens y Michael Nits agredieron a golpes a Vincent Chin con un bate de beisbol y lo mataron. Culpaban a los chinos-estadounidenses por la pérdida de empleos que fue causada por la mayor competencia de la creciente industria automotriz japonesa.
“El caso de Chin demostró el poder de decir ‘son todos iguales’”, escribió en el diario New York Times Frank H. Wu, exrector y decano de Hastings School of Law en University of California.
Australia registra una historia similar que se remonta a la fiebre del oro de mediados de 1800, explica Erin Wen Ai Chew, fundadora y presidenta nacional de Asian Australian Alliance, una asociación comunitaria que se ocupa de los derechos civiles de los asiáticos-australianos. "Los mineros chinos fueron linchados, discriminados racialmente y atacados de manera fatal", cuenta.
Según Angela R. Gover, profesora de criminología y justicia criminal de University of Colorado Denver, este racismo, arraigado en la sociedad, reafirma el clima político actual. El coautor de un estudio sobre los delitos motivados por el odio hacia los asiáticos en relación a la COVID-19 señala que, más allá de que la narrativa política actual, como el uso de "virus chino" o "kung flu" por parte del expresidente Donald Trump el año pasado, sea provocativa, el racismo histórico en Estados Unidos la consolida.
Según Chew, también han contribuido los titulares de noticias que propagan el sentimiento contra los asiáticos. En los últimos meses, la prensa sensacionalista australiana ha estado usando frases como "el virus chino y "los niños chinos en casa". "La COVID-19 es solo un síntoma del problema mayor: el racismo hacia los asiáticos en Australia", indica Chew. "Y, como en Estados Unidos, les da a aquellos que son ignorantes, que les han lavado el cerebro o que son racistas [una excusa] para actuar en relación a ese racismo, porque ser antiasiático en Australia se ha vuelto normal".
La retórica política y la representación de los medios también parecen ser factores que alimentan el racismo en el Reino Unido. Rose Simkins, directora ejecutiva de la organización benéfica Stop Hate UK, señala que su organización ha recibido varios informes de asiáticos que mencionan se han usado frases contra ellos como el "virus chino" de Trump.
"Históricamente, este grupo de la comunidad no ha sido el blanco de odio racista en el Reino Unido, así que este aumento se relaciona, sin dudas, con la pandemia de COVID-19 y los conceptos erróneos sobre su causa y procedencia, usualmente alimentados por el lenguaje utilizado en los medios que se consumen", agrega.
"Lamentablemente, asignar un chivo expiatorio a una pandemia está en la naturaleza humana", explica Leslie Hsu Oh, viajante aventurera y fotógrafa con una maestría en salud pública de Harvard. "Es por esto que, en 2015, la Organización Mundial de la Salud estableció que las enfermedades no deberían obtener su nombre en base a su ubicación o raza", añade, y hace referencia al virus H1N1 de 1918 que se denominó la "gripe española" y al ébola, en ocasiones mencionado como la "enfermedad africana".
"Mientras el COVID-19 se denomine el "virus chino" o el "virus de China", las personas tendrán el permiso de culpar u odiar a quien se vea asiático por cualquier pérdida que sufran por esta pandemia", señala.
Pensar en el futuro
Es probable que el problema no se resuelva incluso después de la aplicación de las vacunas. Gover señala que los delitos motivados por el odio estallan "en épocas de estrés social" y pueden desaparecer cuando la crisis mengua. Pero observa que los sentimientos subyacentes relacionados con el racismo hacia los asiáticos "continuarán hirviendo a fuego lento bajo la superficie mientras no exista un reconocimiento público y no se los enfrente".
Algunos líderes gubernamentales han condenado públicamente la retórica racista. En mayo pasado, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, instó a los países a "reforzar la inmunidad de nuestras sociedades contra el virus del odio" en Twitter. En septiembre, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una resolución que condenaba el sentimiento antiasiático vinculado al COVID-19.
Hace muy poco, el presidente de Estados Unidos Joe Biden firmó un decreto que condenaba el racismo hacia los asiáticos impulsado por el COVID-19. Y, en octubre, Sarah Owens, miembro del parlamento y descendiente de Asia oriental, solicitó formalmente que el gobierno del Reino Unido abordara la cuestión, y por ejemplo, colaborara con los medios para evitar el "uso excesivo y vago de imágenes de Asia oriental en los informes sobre COVID-19”. Pero estas medidas son principalmente simbólicas.
Mientras el mundo espera las vacunas en los próximos meses, una cosa sí es clara: no hay vacuna contra el odio. Los viajantes como Oh señalan que depende de los individuos dejar esto atrás y hacer lo que puedan para dar un buen ejemplo.
"Después del COVID-19, seguiré escalando hielos, haciendo rápel en cataratas, pescando con mosca, arrojándome en parapente desde acantilados y saltando desde aviones", cuenta. "Al mismo tiempo, espero cambiar la cultura que hizo que el racismo hacia los asiáticos sea aceptable".