Turismo verde: la reconversión de una antigua región minera

Este territorio solía suministrar la mitad del carbón de Francia. Ahora la zona, reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, alberga rutas de senderismo, un viñedo y una pista de esquí.

Muchas de las escombreras de carbón de la región minera de Nord-Pas-de-Calais, en el norte de Francia, han sido reconvertidas para cautivar a los visitantes con atractivos culturales y naturales únicos.

Fotografía de Edouard Bride, Hans Lucas/Redux
Por Mary Winston Nicklin
Publicado 23 mar 2022, 12:23 GMT-3

Alguna vez fueron un símbolo de devastación: montañas cónicas negras que se elevan con una extraña simetría en el llano paisaje de Nord-Pas-de-Calais, en el norte de Francia. Totalmente hechos por humanos, estos terrils (traducibles como escombreras o escoriales) son el subproducto de casi tres siglos de minería del carbón en la región.

Su presencia es un recordatorio del desastre medioambiental y económico, ya que el cierre de las minas hundió una región (ya devastada por la industria) en el desempleo y la pobreza.

Cómo estas escombreras revitalizan el ecosistema

Hoy en día, las escombreras simbolizan algo más. Lo que de lejos parece negro se vuelve verde de cerca: la vegetación es tan prometedora como las iniciativas de turismo sostenible que ahora empiezan a revitalizar la economía de la región.

"Las escombreras son reductos de naturaleza en una zona muy industrializada y urbanizada", explica Frédéric Rivet, naturalista-guardián del Terril des Argales.

Debido al calor del suelo, "fomentan una biodiversidad que antes no existía, atrayendo a especies raras y las que suelen encontrarse en un hábitat marino costero, como el sapo corredor, cuyo canto de apareamiento es tan fuerte que se puede oír a (poco más de un kilómetro de) distancia".

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Un sendero se extiende a través de los escoriales en Loos en Gohelle, Francia.

Fotografía de Goncalo Lopes, Alamy Stock Photo

Cómo es el turismo sustentable en una antigua zona minera

Ahora, estos montículos reconvertidos sirven de lugar de recreo para lugareños y visitantes, con espacios naturales e incluso, el primer museo anexo del Louvre.

Los excursionistas aprecian los panoramas desde las cumbres de las escombreras más altas de Europa, mientras que los corredores se entrenan en la "escalera del infierno" del Trail Arena Terril, en Noyelles-sous-Lens.

Los ciclistas rodean el lago en el Terril des Argales en Rieulay mientras que los esquiadores se deslizan sobre una pista de esquí artificial que cubre una escombrera en Noeux-les-Mines.

En Rieulay, un viñedo cubre un montón de deshechos de minería y sus uvas Chardonnay se cosechan a mano en terrazas empinadas para producir el orgullo del pueblo: "Charbonnay", llamado así en un guiño lúdico al carbón.

Por su parte, en Loos-en-Gohelle, el antiguo emplazamiento de extracción de carbón conocido como Base 11/19 sirve actualmente de atracción turística, centro musical y centro de desarrollo sostenible.

Desde la cafetería operada por la oficina de turismo, es posible inscribirse para una variedad de actividades en las escombreras: una clase de terapia de arte, una sesión de meditación o una caminata al amanecer con desayuno.

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    Coal pits

    Esta foto de archivo (fecha desconocida) muestra varios montones de deshechos industriales de carbón de la Compañía Minera de Lens en Nord-Pas-de-Calais, Francia.

     

    Fotografía de Imágenes históricas, Alamy Stock Photo
    WWII Coal Supply

    Vagones de carbón en Lens, en octubre de 1944, esperan ser transportados a París. Tras la Segunda Guerra Mundial, el carbón ayudó a impulsar la economía de la región.

    Fotografía de AFP, Getty Images
    French Coal Miners

    Mineros salen de una mina de carbón en Douai, Francia, el 16 de noviembre de 1983. Tras casi tres siglos de explotación de carbón en la región, la última mina cerró en 1990.

    Fotografía de Alain Nogues, Sygma/Getty Images

    La reconversión laboral: de minero a guía turístico

    "Es la venganza de la naturaleza", expresa Bernard Lefrançois, un antiguo minero que guía las visitas a la Base 11/19.

    Más allá de su función como espacios naturales, las escombreras también representan un importante patrimonio industrial. Para Lefrançois, volver a su antiguo lugar de trabajo con una nueva vocación turística inspira fuertes emociones y orgullo. 

    "Siento que estoy resucitando la memoria de los mineros, sobre todo de mi padre y mi abuelo, que murieron antes de los 60 años", relata.

    "Cuando hablo del trabajo subterráneo, siempre me dan escalofríos... No puedo evitar pensar en el trabajo, el sudor, las muertes. Hay monumentos a la memoria de los soldados que murieron por Francia en todo el país; las escombreras, para mí, son los monumentos nacionales a los mineros", agrega.

    "Una idea loca"

    La cuenca minera francesa se extiende unos 75 kilómetros al oeste de la frontera belga, siguiendo las vetas de carbón que se encuentran muy por debajo de la superficie de la tierra.

    En su parte más ancha, la franja sólo mide unos 6 kilómetros. Pero en este territorio rectangular se extrajeron cerca de 2.400 millones de toneladas de carbón desde que se descubrió ese mineral en la zona en 1720 hasta el cierre de la última mina en 1990.

    De hecho, la red de túneles de la región produjo la mitad del suministro francés de 1940 a 1960, contribuyendo a la reconstrucción del país tras la Segunda Guerra Mundial. Pero los efectos en la región fueron nefastos, ya que el cierre de las minas provocó un colapso económico catastrófico.

    ¿Qué hacemos ahora? En este mundo posminero, el impulso inicial fue arrasar las escombreras y plantar vegetación, cueste lo que cueste.

    "Los helicópteros sobrevolaban lanzando semillas para tapar lo que se percibía como feas colinas negras", explica Jeremie Le Sage, guía de Eden 62, organización que gestiona y protege los sitios naturales de Pas-de-Calais (entre ellos 15 escombreras).

    Al mismo tiempo, los habitantes comenzaron a reapropiarse de las montones de escombreras, utilizándolos como circuitos de motocross y lugares de fiesta.

    A principios de la década del 2000, algunos visionarios imaginaron una nueva estrategia para el futuro. Al fin y al cabo, la destrucción de los escoriales borraría una página de la historia.

    "Los mineros son tan importantes como los reyes en la historia de Francia", afirma el alcalde de Loos-en-Gohelle, Jean-François Caron. La conservación de este importante patrimonio también podría valorizarlo, dando a las escombreras una nueva finalidad y salvaguardando, al mismo tiempo, su singular biodiversidad.

    Loos-en-Gohelle Transformed

    El puente ferroviario que unía el pozo de carbón 11/19 con las escombreras de Les Jumeaux se llama ahora "corredor biológico" y es hoy un pintoresco paseo para los visitantes.

    Fotografía de Lucie Pastureau, Hans Lucas/Redux
    Revitalized Coal Pit

    La vegetación crece en una escombrera en Loos en Grohelle. El calor del suelo en los territorios rehabilitados "fomenta una biodiversidad que no existía antes", dice el naturalista y guardabosques Frédéric Rivet.

    Fotografía de Henri Martin, Alamy Stock Photo

    Turismo, identidad y biodiversidad

    "Parecía una locura hablar de turismo en un territorio industrial tan marcado social y económicamente, pero algunos políticos creyeron en ello", explica Cyrille Dailliet, de la Mission Bassin Minier, organización encargada de la reconversión de la zona.

    No todas las escombreras pueden ser reconvertidas; algunas siguen siendo peligrosas y otras es mejor dejarlas intactas como reservas naturales.

    La vigilancia aérea supervisa la combustión de algunos escoriales con cámaras de infrarrojos. Mission Bassin Minier ha buscado crear vínculos entre los terrils, principalmente, a lo largo de los ferrocarriles que alguna vez transportaron carbón, para que sirvan como corredores naturales para la fauna y vías verdes recreativas para las personas.

    En 2012, la UNESCO concedió a la cuenca minera el estatus de Patrimonio de la Humanidad, reconociéndola como un paisaje cultural vivo y en evolución que simboliza la historia industrial de Europa.

    Las infames montañas negras de la región de repente tenían la misma posición que las pirámides de Giza. Los locales de la zona, conmocionados y llenos de orgullo, perciben su región de forma diferente.

    En diciembre de ese mismo año, el largamente planeado Louvre Lens se inauguró en una antigua mina de carbón de la ciudad de Lens, con sus exuberantes jardines extendidos sobre un montón de escoria aplastada.

    Como el primer puesto de avanzada del museo más popular del mundo, el lugar trajo prestigio internacional y una gran esperanza para el futuro económico. Este año celebra su décimo aniversario con un programa repleto de actos.

    Un naciente ecosistema turístico

    El desempleo en Lens ha ido disminuyendo constantemente desde que alcanzó un máximo del 15,5% en 2009. En el primer tercio de 2021, a pesar de la pandemia, la región registró un desempleo del 9,4%.

    Las empresas turísticas del sector privado siguen ahora la gran inversión pública inicial. "Empezamos de cero y todavía estamos en las primeras fases de un enfoque estratégico para la economía del turismo que durará décadas", cuenta Dailliet.

    Así, están empezando a aparecer empresarios locales con alojamientos y experiencias creativas. En el pueblo de Bruille-lez-Marchiennes, Françoise Hennebert abrió una suite para huéspedes dentro de un vagón construido a medida llamado la Roul'hôte.

    Creado por un carpintero artesanal especializado en casas de árbol, esta morada complementa su conjunto de casas de huéspedes de ladrillo.

    Cerca de Lens, la antigua casa señorial de un ingeniero de minas (la Maison d'Ingénieur) se ha transformado en un lugar de reunión local con un restaurante y habitaciones.

    En la granja Chevrettes du Terril, situada en una antigua sede minera de Rieulay, Julien Graf y su esposa Paola se embarcaron en una aventura de agricultura sostenible que se ha convertido en una atracción turística.

    Su rebaño de cabras pasta en la antigua escombrera, conteniendo así la vegetación en su estado pionero y preservando la biodiversidad, a la vez que produce leche ecológica para queso, jabones y otros productos.

    El hermano de Julien, Olivier, dirige un animado restaurante en el lugar donde se puede probar el queso de cabra y abundantes especialidades regionales con cerveza local.

    El popular rando biquette (paseo de las cabras) permite a los visitantes acompañar a Julien en su trashumancia diaria por el escorial, escuchando sus anécdotas y admirando a las cabras.

    "Estas escombreras son emblemáticas de la región", afirma Graf, originario de Douai. "Al crecer, cuando volvíamos de un viaje y veíamos las escombreras en la carretera, sabíamos que estábamos en casa. Cada una de estas rocas ha pasado por las manos de los mineros. Si estos territorios estuvieran cubiertos de bosque, no lo recordaríamos".

    Mary Winston Nicklin es una escritora y editora independiente radicada en Francia y Estados Unidos.

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