Así es cómo puedes ser un viajero consciente y evitar el sobreturismo

El auge del turismo mundial no se detiene. ¿Qué pueden hacer los viajeros para mantener el equilibrio y contribuir a la sostenibilidad?

Por Jonathan Tourtellot
Publicado 10 jul 2024, 14:45 GMT-3
Más de siete millones de personas visitan cada año La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, en ...

Más de siete millones de personas visitan cada año La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, en el Museo del Louvre de París, Francia.

Fotografía de Pedro Fiúza, NurPhoto, Getty Images

El término "sobreturismo" (demasiados turistas) ha pasado de la jerga de la industria de viajes al uso generalizado, impulsado por puntos álgidos como Venecia, Ámsterdam y Barcelona, donde los exasperados lugareños desplegaron carteles de "turistas vuelvan a casa" en 2017. En 2024, los residentes de Barcelona han vuelto a reclamar con pancartas y hasta han lanzado agua a los visitantes.

Sobreturismo: el caso de Islandia

Un ejemplo del efecto del sobreturismo es Reikiavik. La principal calle comercial de la capital islandesa, Laugavegur, ahora pertenece al turismo. Las tiendas se anuncian en inglés, no en islandés: Icemart, Chuck Norris Grill, una tienda de regalos "Woolcano". Una única ferretería ha sobrevivido a la ola de turistificación.

El fenómeno es global y ha llegado incluso a la gélida y cara Islandia, relativamente nueva en las listas de destinos favoritos de los viajeros. Los medios de comunicación han puesto la etiqueta de turismo excesivo no solo a Reikiavik, sino a todo el país. Por eso, cuando llego después de ocho años fuera, siento aprensión. ¿Tan malo será? ¿Cómo pueden los viajeros ser parte de la solución y no del problema

Exploré Islandia por primera vez en 1973, cuando recién me graduaba. Me fascinaron los vastos paisajes, la cultura moderna con su lengua nórdica antigua y la geología volcánica. Volví una y otra vez, y mi última visita fue en 2010, justo antes del boom turístico. En 2017, el país atraía a más de dos millones de visitantes al año, seis veces su población nacional.

Puede que la Laguna Azul sea una de las atracciones más populares de Islandia, pero el ...

Puede que la Laguna Azul sea una de las atracciones más populares de Islandia, pero el autor, Jonathan Tourtellot, afirma que en realidad es el único lugar del país que no le preocupa. "Es totalmente artificial, está bien gestionado, está cerca del aeropuerto y es caro", asegura.

Fotografía de Gerardo Borbolla, Getty Images

¿Cuándo una marea que sube tan rápido se convierte en un tsunami inaceptable? Para los islandeses que no ganan dinero con esta actividad (e incluso para los que sí), el sobreturismo supone un trastorno para sus vidas y su ciudad. "El centro de Reikiavik es ahora todo hoteles y Airbnbs", dice mi amigo Ingibjörg Eliasdóttir. “El centro está fuera de control. Los precios inmobiliarios han subido tanto que los estudiantes ya no pueden permitirse vivir aquí”.

La avalancha turística habría llegado tarde o temprano. El número de viajes internacionales realizados cada año en todo el mundo ha pasado de unos 25 millones en la década de 1950, justo antes de que comenzara la era de los aviones comerciales, a 1300 millones en 2017. Se prevé que las llegadas internacionales alcancen los 3000 millones en 2050. Sin embargo, los monumentos y lugares que visitan estas personas siguen siendo del mismo tamaño.

Cuáles son las causas del sobreturismo

Las causas del auge del turismo van desde la facilidad para cruzar fronteras y el abaratamiento de las aerolíneas regionales hasta la subvención del combustible y Airbnb, que aumenta la capacidad de alojamiento de los destinos.

Sin embargo, si miramos más a fondo, encontramos tres poderosas tendencias. En primer lugar, la población de la Tierra casi se ha triplicado desde la década de 1950, cuando el turismo de masas acababa de empezar. En segundo lugar, la riqueza está creciendo. En tercer lugar, los cambios tecnológicos, desde el GPS y las redes sociales hasta los aviones de fuselaje ancho y los altísimos cruceros que transportan poblaciones del tamaño de una ciudad, han revolucionado los viajes.

Una vez me quejé con el director general de una importante compañía de cruceros de cómo cada barco arroja a miles de pasajeros a las estrechas calles medievales de Dubrovnik (Croacia). "¿No tiene la gente derecho a visitar Dubrovnik?", me respondió Tal vez, pero cuando la gente sigue llegando en grupos de 3000 personas, cambia profundamente un lugar.

Las aerolíneas también pueden impulsar el tráfico intenso. La oferta de escalas gratuitas de una aerolínea pone a cientos de turistas a diario en la accesible ruta del Círculo Dorado, que incluye el lugar histórico de Thingvellir, la cascada de Gullfoss y el geotérmico Geysir. Los dos primeros son lo bastante grandes como para acoger a varios cientos de visitantes, pero el compacto Geysir muestra signos de exceso de turismo: basura, masificación y un centro comercial de atracciones turísticas justo enfrente.

Este rápido crecimiento de los viajes masivos plantea amenazas reales para los tesoros naturales y culturales. El desgaste de lugares frágiles es un problema. También lo es el trastorno cultural para la población local. Y los visitantes reciben una experiencia degradada.

La presión en favor del cambio procede menos de los turistas que de la población local y los conservacionistas. Las autoridades de Barcelona, uno de los puertos de cruceros más activos del mundo, han prometido controles más estrictos sobre el turismo de masas, el alquiler de apartamentos a corto plazo, el desarrollo hotelero y otros retos. 

Dubrovnik restringió el número de cruceros que pueden atracar. Cinque Terre, en Italia, ha puesto límites a los excursionistas. Ámsterdam se centra en técnicas de redistribución de turistas. En Asia, donde el crecimiento turístico es galopante, los gobiernos han cerrado islas enteras para permitir su recuperación, como en la sobreexplotada Boracay (Filipinas) y la sobreexplotada Koh Tachai (Tailandia). 

En Islandia, el gobierno creó un Fondo de Protección de Lugares Turísticos y Reikiavik prohibió la construcción de nuevos hoteles en el centro de la ciudad.

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    El sol bajo proyecta largas sombras, revelando la magnitud de la multitud que rodea el géiser Strokkur en Islandia.

    Fotografía de ARCTIC IMAGES, Alamy Stock Photo

    Turismo masivo: los 5 consejos para ser un viajero consciente

    Los agentes de viajes y la población local no son los únicos que pueden actuar. ¿Qué puede hacer un viajero inteligente?

    1. Adoptar una mentalidad de viaje inteligente

    Cuando llegas a un lugar, pasas a formar parte de él. Dónde vas, qué haces, cómo gastas, con quién hablas: todo marca la diferencia. Intenta salir de la burbuja turística y ve cómo viven los lugareños

    Considera cada compra como un voto. En Islandia, María Reynisdóttir, de la Oficina Nacional de Turismo, sugiere buscar el sello oficial de calidad Vakinn al comprar recuerdos o reservar alojamiento.

    2. Evita las horas punta

    Visita los museos y lugares de interés temprano, antes de que lleguen las multitudes. Evita también las temporadas altas.

    3. Alójate en casas

    Reservar una propiedad de Airbnb con un anfitrión amable puede mejorar tu estancia, pero evita a los anfitriones que venden múltiples unidades compradas solo para alquileres de corta duración. Esta práctica puede disparar el valor de las propiedades por encima de lo que los lugareños pueden permitirse.

    4. Da tu opinión

    Di lo que piensas a las autoridades turísticas. Les preocupa su reputación. Publica opiniones en Internet sobre si crees que el destino está haciendo un buen trabajo en la gestión del turismo.

    5. Explora

    La Tierra es un gran lugar, y gran parte de ella está aún poco visitada. En Islandia, en agosto de 2018, mi esposa y yo nos dirigimos al norte para ver dónde se abriría en junio de 2019 una ruta señalizada llamada ruta de la Costa Ártica. Aquí, lejos de Reikiavik y mucho más allá de los autobuses turísticos que recorren sin descanso la Ruta 1, pasamos por fiordos tocados por dedos de niebla y laderas montañosas salpicadas de cascadas.

    Poco antes de llegar al círculo polar ártico, nos detenemos en la pensión Gimbur, vacía salvo por nosotros. "A mediados de agosto termina la temporada", explica nuestra anfitriona, Sjöfn Guðmundsdóttir. Relajada en su bañera de hidromasaje, contemplando una puesta de sol persistente en el extremo sur del océano Ártico, reflexiono sobre otra cosa que me dijo: "El turismo lento es mi lema". También puede ser el tuyo.

    El periodista, investigador en turismo sostenible y conferenciante Jonathan B. Tourtellot dirige la organización sin ánimo de lucro Destination Stewardship Center.

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