La mordida de un Tiranosaurio rex podría haber pulverizado un auto. Descubre cómo.
Si bien hay evidencia múltiple para respaldar el dato de la fuerza de su potente mordida, el debate ahora ronda sobre cómo lo hacía con lo que aparenta ser un cráneo apenas articulado.
La devastadora mordida de un Tiranosaurio rex podría haber pulverizado un auto, haciendo una presión de hasta seis toneladas sobre su desventurada víctima. Pero, si bien hay evidencia múltiple que respalda este cálculo acerca de la fuerza de la potente mordida del dinosaurio, el debate ahora ronda sobre cómo ejercía tanta fuerza con lo que aparenta ser un cráneo apenas articulado.
Según un nuevo modelo sobre las distintas tensiones y presiones que se ejercían dentro del cráneo de un T. rex cuando masticaba, la respuesta es que no era algo tan poco articulado. Los resultados, publicados este mes en la revista The Anatomical Record, demuestran que los huesos del cráneo del T. rex deben haber estado sujetos de manera fija y rígida para que el animal lograra tan tremenda mordida.
“El T. rex es tan solo uno de esos animales diseñados de manera muy óptima”, señala Casey Holliday, paleontólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Misuri y coautor del estudio. “Tiene todos estos músculos gigantes en su mandíbula, y utiliza la fuerza de dichos músculos sobre su presa de manera muy eficaz pues su cráneo es rígido”.
Sin espacio para maniobrar
La idea de que las articulaciones entre algunos de los huesos del cráneo de un T. rex fueran móviles ha sido algo generalizado, afirma Holliday. En parte esto se debe a la apariencia de los fósiles y, en parte, a que algunos parientes vivos de los dinosaurios, entre ellos los loros y las serpientes, tienen cráneos flexibles con huesos movibles. En particular, los reptiles tienen algunos huesos que unen la bóveda craneana con el paladar y luego llegan hasta los dientes inferiores, o la mandíbula.
“Esto es muy diferente a lo que sucede en los cráneos de los mamíferos, como los nuestros, en donde hay solo dos partes: la parte que sostiene el cerebro y la mandíbula”, indica Holliday.
Sin embargo, la idea de que el T. rex también tenía un cráneo flexible trajo aparejado un problema matemático.
“Cuando tomas una cosa así de gigante, como el cráneo de un T. rex, de 1,8 metros de largo por 1,2 metros de ancho, y que muerde con tanta fuerza… si le agregas flexibilidad, simplemente será un fracaso”, menciona Holliday.
“Querrás hacer toda la fuerza desde los músculos, y presionar sobre la presa con los dientes sin que esta se esfume a través de un manojo de articulaciones movedizas”.
Para poner la idea a prueba, Holliday y su exalumno de grado Ian Cost, ahora profesor auxiliar del Albright College en Reading, Pensilvania, crearon modelos digitales de cráneos de T. rex con paladares que podían flexionarse hacia afuera como los de los gecos, o moverse de arriba abajo como los de los loros grises. Luego, los investigadores modelaron la biomecánica de estos cráneos en acción.
El equipo descubrió que el carnívoro podría haber aplicado presión de manera más eficaz si las articulaciones del cráneo superior eran, en gran parte, móviles, si bien una pequeña dosis de flexibilidad podría haber ayudado a que el cráneo resistiera las increíbles fuerzas que se ejercían sobre sí.
“La cara y el cráneo del T. rex no tenían movimiento… esto respalda nuestra conclusión de que los huesos de la boca [del paladar] no se movían cuando el T. rex mordía a su presa”, señala Cost. Esto significa que la especie podía hacer mejor uso de toda la fuerza de sus dientes que sus antepasados o parientes con paladares móviles.
Carga pesada
“Los resultados del estudio, que se ha llevado a cabo con enorme atención al detalle, no solo demostraron que el cráneo del T. rex podía resistir mucha fuerza derivada de la mordida, sino además precisamente cómo lo hacía”, indica Laura Porro, experta en biomecánica fósil del University College London. Porro agrega que este trabajo ahora ayudará a los investigadores a determinar la flexibilidad de los cráneos de otros animales fósiles.
Eric Snively, paleobiólogo de la Oklahoma State University en Tulsa que también estudió la mecánica de la alimentación del T. rex, dice que la investigación “ayuda a responder cómo es que el T. rex podía morder con más fuerza que cualquier animal terrestre”.
Los Tiranosaurios son inusuales, agrega, porque sus dientes más fuertes son los frontales; a diferencia de otros predadores, como los cocodrilos, cuyos dientes demoledores son los de atrás.
“Sus hocicos se fusionaron con huesos que se entrelazan en el puente de la nariz pero, hasta este estudio, no entendíamos cómo funcionaba el resto del cráneo”, menciona.
“Ahora estamos logrando una imagen completa de la anatomía de su cráneo, lo que es grandioso para descifrar cómo es que el T. rex mordía con tanta fuerza como para levantar varias pickups”.