Cómo la pérdida de la Amazonía podría afectar al clima y al abastecimiento de agua en distintas partes del planeta

Un incremento en la deforestación podría llevar a la Amazonía a un momento crítico, y afectar el clima y el suministro de agua dentro y fuera de Brasil.

Por Craig Welch
Publicado 28 ago 2019, 13:54 GMT-3
En los últimos años, el ritmo en el que se está despejando la selva en la ...
En los últimos años, el ritmo en el que se está despejando la selva en la Amazonía brasileña ha aumentado; y, se espera que, durante el mandato del nuevo presidente, Jair Bolsonaro, se acelere aún más. Es usual que el bosque se queme para despejarlo y que la tierra se use para el pastoreo o la agricultura.
Fotografía de Michael Nichols, Nat Geo Image Collection

El presidente de Brasil continúa con sus grandes planes para la Amazonía, a pesar de que partes de la selva se están quemando dados los inmensos incendios forestales.

Ha estado trabajando para crear nuevas minas y pavimentar nuevos caminos. Ha impulsado la reducción de penas por talar árboles y ha prometido detener el crecimiento de una red de reservas forestales indígenas.

En enero, cuando Jair Bolsonaro, militar brasileño retirado de 63 años, tomó el mando de un país que administra 3,8 kilómetros cuadrados de la Amazonía, los peligros para la vida silvestre y las comunidades indígenas fueron objeto de un acalorado debate. Según una evaluación hecha por científicos, con los planes de Bolsonaro, las tasas de deforestación en Brasil podrían triplicarse.

Bolsonaro, líder del Partido Social Liberal de derecha, delante de la bandera brasileña el día de ...
Bolsonaro, líder del Partido Social Liberal de derecha, delante de la bandera brasileña el día de las elecciones.
Fotografía de Mauro Pimentel, AFP/Getty Images

Pero las consecuencias de las políticas de Bolsonaro también se sienten en áreas alejadas. Incluso los modestos aumentos en la deforestación podrían afectar los suministros de agua de las ciudades brasileñas y de los países vecinos, y dañar las zonas agrícolas que intenta expandir. La deforestación más masiva podría alterar los suministros de agua hasta en lugares lejanos como África y California.

Lo más perturbador es que los científicos sugieren que la Amazonía podría estar en un momento crítico. Conforme a un análisis del año pasado realizado por dos científicos de renombre, la región ha sido tan degradada que hasta un pequeño aumento en la deforestación podría hacer que el bosque comenzara una transición hacia algo parecido a una sabana arbolada. Además de destruir para siempre grandes secciones de la selva más grande el mundo, ese cambio podría liberar cantidades enormes de gases de efecto invernadero que producen el calentamiento del planeta, y que podrían acelerar la caída de lo poco de bosque que podría quedar.

"Ya estamos en una situación crítica en cuanto a cambio climático", señala Adriane Esquivel-Muelbert, brasileña que estudia los bosques tropicales en la Universidad de Leeds en el Reino Unido. Es la autora principal de un estudio publicado en noviembre que muestra que la combinación de especies de árboles a lo largo del bosque ya está cambiando en respuesta a las temperaturas en aumento.

“Si arruinamos la Amazonía, las emisiones de dióxido de carbono aumentarán de tal manera que todos lo sufriremos”, agrega.

Y, según se dice, podría suceder bastante rápido.

La selva y la lluvia

Bolsonaro, exdiputado de Río de Janeiro, derrotó ampliamente al exalcalde de São Paulo en la elección presidencial brasileña de finales del año pasado. El presidente populista es tan abiertamente hostil al orden establecido de su país que muchos lo llaman el “Trump tropical”.

Su llegada al poder se da en un momento peligroso para la Amazonía.

Desde ranas venenosas y osos hormigueros gigantes hasta titís león dorado y hormigas bala, la selva sudamericana es el bioma más rico en especies, con una vida vegetal de lo más diversa en una única hectárea. Es hogar del 10 por ciento de las especies del mundo, entre las cuales hay 2,5 millones de especies de insectos.

El bosque también tiene su influencia en el ciclo del agua a escala regional e, incluso, global. La humedad que llega del océano Atlántico cae en la selva como lluvia. Esta agua es absorbida por las raíces profundas, para luego moverse por las plantas y a través de la superficie de las hojas antes de regresar a la atmósfera. Los vientos que soplan por el follaje irregular crean turbulencia, lo que permite que la atmósfera absorba más humedad.

Luego, toda esta agua se mueve como un río gigante en el cielo, cayendo como lluvia y luego evaporándose una y otra vez hasta que llega a los Andes. En definitiva, el bosque produce, al menos, la mitad de su propia lluvia.

“Una molécula de vapor de agua pude reciclarse entre cinco y siete veces antes de dejar el sistema, ya sea a través de la atmósfera o del río Amazonas”, señala Carlos Nobre, científico climático del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de San Pablo.

Pero los expertos temen que este delicado intercambio colapse. La pérdida de solo una fracción más de este bosque creador de humedad podría hacer que más lugares se sequen, lo que reduciría la lluvia aún más y se volvería un sistema que se retroalimentaría. El cambio climático, las décadas de explotación forestal y el despeje de tierras al incendiar los bosques intencionalmente ya han desatado sequías récord en 2005, 2010 y 2015-2016.

"Eso indica que el sistema está vacilando", señala  Thomas Lovejoy, profesor de la Universidad George Mason y alto miembro de United Nations Foundation, quien es considerado padrino de los estudios de biodiversidad.

Recientemente, Lovejoy y Nobre intentaron estimar cuán al límite se encontraba la Amazonía. Su proyección, publicada como editorial en Science Advances, sugiere que, en las partes más susceptibles de la selva (el sur, el este y el centro de la Amazonía), la pérdida de solo un 20 a 25 por ciento de zona de bosques podría llevar al sistema a una transición imparable hacia un ecosistema más seco parecido a una sabana.

Según los cálculos del gobierno brasileño, un 17 por ciento del sistema de la Amazonía ya se ha perdido, entre los cuales no se incluyen las partes que todavía siguen, en gran medida, sin tocar, pero deterioradas.

¿Cuán probable es el escenario que Lovejoy describe?

“No es algo que sepamos con seguridad, pero es una posibilidad. Y no una posibilidad loca y descabellada, sino una bastante real", menciona Abigail L. S. Swann, climatóloga ecológica de la Universidad de Washington que está participando en un capítulo sobre cambios abruptos en los paisajes para la nueva evaluación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático.

Aunque nadie sabe en qué momento preciso se dará el momento crítico de la Amazonía, “no tiene sentido descubrirlo efectivamente sumando para llegar a él”, indica Lovejoy.

El bosque ya está cambiando

Incluso, a medida que Bolsonaro impulsa sus nuevas políticas, la Amazonía ya está cambiando.

La estación seca se está prolongando y, en algunas regiones, la lluvia ha caído en una cuarta parte. Mientras tanto, las precipitaciones, cuando llegan, a veces lo hacen en estallidos más intensos, lo que provocó grandes inundaciones en 2009, 2012 y 2014. El sistema climático de la región está fluctuando más tempestuosamente.

En el estudio que lideró, publicado en la revista Global Change Biology con más de cien otros científicos como coautores, Esquivel-Muelbert encontró que, en los últimos 30 años, las especies de plantas más tolerantes a la sequía han aparecido en la Amazonía, mientras que las especies que emergen predominantemente en áreas húmedas están disminuyendo. Los árboles que crecen rápido y los árboles altos que tienen mejor llegada al Sol superan a las especies bajas que aman la humedad.

Otro estudio muestra que la tasa de mortalidad de los árboles está aumentando.

No es claro si todo esto es el comienzo del cambio que Lovejoy y Nobre predijeron, o es otra cosa. “Pero es importante porque las especies están comenzando a cambiar, y eso puede cambiar cómo se comporta el bosque”, afirma Esquivel-Muelbert.

¿Cómo eso modificará las interacciones entre las más de diez mil especies que hay en la selva? Todavía nadie lo sabe.

“Es una reacción en cadena de todo el sistema, y no tenemos idea de hacia dónde nos lleva”, explica Lovejoy. “Podría convertirse en un ecosistema mucho más simple, y lo que eso significa en términos de su estabilidad general es un gran interrogante”.

Si Lovejoy tiene razón y, si del calor y de la deforestación, surgen menos lluvias y una transición hacia otro tipo de paisaje, las consecuencias se sentirán por todas partes.

Reacción en cadena expansiva

En primer lugar, es imposible cuantificar el valor real de la pérdida de diversidad.  En un análisis reciente, un equipo encontró evidencia de que 381 nuevos tipos de plantas o animales habían sido descubiertos en la Amazonía en un único periodo de dos años (desde el 2014 hasta el 2015); es decir, una especie nueva cada dos días.

“Es cliché decir que la cura del cáncer podría estar en la Amazonía, pero también es un poco real”, cuenta Esquivel-Muelbert.

La humedad de la Amazonía también alimenta las lluvias de invierno que abastecen de agua a Uruguay, el norte de Argentina y Paraguay. Es posible que la reciente sequía que hizo que escaseara el agua en San Pablo, la ciudad más grande de Brasil, se viera exacerbada por los cambios en la selva.

En algunos lugares, la lluvia en la Amazonía también ayuda a darles agua a los productores de soja y los ganaderos bovinos quienes son los que están despejando el bosque. Parece que la agricultura brasileña realmente necesita de la Amazonía.

“Necesitamos el bosque para tener la lluvia necesaria para los cultivos”, indica Esquivel-Muelbert.

La deforestación masiva de la Amazonía podría cambiar el clima no solo en Sudamérica. Dado que el vapor de agua calienta el aire a medida que se condensa en lo alto del cielo para formar gotas de lluvia líquidas, una reducción significativa de la lluvia causada por la deforestación podría enfriar la atmósfera de la región. Esa alteración fría dejaría al hemisferio sur en ondas atmosféricas, generando incalculables reacciones en cadena en todo el planeta.

Por ejemplo, según un estudio de modelación, si alguna vez se llegara a deforestar la Amazonía completamente, la nieve acumulada en las montañas de Sierra Nevada(una reserva de agua fundamental para California) disminuiría a la mitad.

Y eso es sin considerar siquiera los efectos del CO2 y el clima.

Tiempo de combustión

“La Amazonía almacena una cantidad enorme de carbono”, señala Nobre.

En vez de chupar CO2 del cielo, una Amazonía deforestada podría comenzar a liberar los gases de efecto invernadero que tiene almacenados. Nobre indica que, si el 60 por ciento del bosque se convirtiera en sabana, podría desencadenar el equivalente a cinco o seis años de emisiones globales de combustible fósil. 

Michael Mann, científico climático y director del Centro de Ciencias del Sistema Terrestre de la Universidad del Estado de Pensilvania, lo llamó “otra agravante respuesta climática” cíclica: los bosques tropicales se secan y hacen que se absorba menos CO2, lo que, a su vez, crea un mayor cambio climático y seca aún más bosques.

“Dependemos bastante del funcionamiento continuo de los principales sumideros de carbono”, afirma. “Esa es una de las muchas cosas que hace que el cambio climático se convierta en un problema global”.

De hecho, la deforestación, los incendios y el cambio climático ya están trabajando sinérgicamente en la Amazonía. En los últimos años, el cambio climático ha desencadenado sequías que hicieron que los incendios forestales ardieran por más tiempo y sean más grandes. Entre 2003 y 2013, el despeje de bosques cayó un 76 por ciento, pero el aumento en incendios forestales, especialmente en la estación seca de 2015, borró la mitad del aumento de absorción de CO2.

Esa es la razón por la que Lovejoy y Nobre determinan que, contrario a la promesa de campaña de Bolsonaro, lo que la Amazonía necesita no es deforestación, sino una campaña masiva de plantación de árboles.

“Tiene sentido realizar una reforestación activa para construir ese margen de seguridad”, afirma Lovejoy. “No tiene que ser en el bosque primitivo, pero se debe hacer algo con los árboles y con las comunidades relativamente complejas”.

Esquivel-Muelbert dice que, como mínimo, Brasil debería evitar seguir despejando. Cuando se le consultó qué mensaje le enviaría al presidente de Brasil, dijo: “Por favor, no empeore las cosas”.

Esta nota fue publicada el 19 de noviembre de 2018 y actualizada el 27 de agosto de 2019.

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