¿Qué les debemos a los ex chimpancés de laboratorio?
El gobierno y los laboratorios privados criaron cientos de primates para la investigación biomédica. El gobierno y los laboratorios privados criaron cientos de primates para la investigación biomédica. Ahora bien, ¿quién debe pagar por su cuidado?.
Magic es uno de los 18 chimpancés varados en el Wildlife Waystation, un santuario en California que cerró en 2019. Los Institutos Nacionales de Salud y los laboratorios privados criaron cientos de chimpancés para la investigación médica, que finalizó en 2015. Siete años después, más de un centenar de ellos aún no han sido colocados en santuarios acreditados.
La escena detrás de la reja de alambre recuerda a un pueblo fronterizo abandonado. La maleza y las enredaderas, en lugar de haber recuperado la oficina del sheriff y la taberna, se han apoderado de jaulas oxidadas en un santuario de fauna salvaje abandonado. Un silencio espeluznante se cierne sobre unos terrenos que antes resonaban con el rugido de los leones africanos y el graznido de las aves exóticas.
"PELIGRO", dice un letrero en un recinto vacío. "LOS ANIMALES SALVAJES MUERDEN LOS DEDOS". Una lista de verificación de limpieza a medio terminar se encuentra enganchada junto a la puerta de la jaula, como si los cuidadores de los animales fueran a volver en cualquier momento.
No lo harán. El Wildlife Waystation (un santuario de animales de propiedad privada de 64,7 hectáreas, en Sylmar, California, que abrió sus puertas en 1976) cerró en agosto de 2019, asfixiado por problemas financieros de larga data, entre otras cuestiones. Su cierre dejó a más de 480 animales necesitando urgentemente nuevos hogares. Entre ellos había lobos, leones, tigres, camellos, zorros, servales, tortugas y 42 chimpancés. La mayoría de estos primates provenían de laboratorios donde habían sido utilizados para la investigación médica; algunos eran descartes de la industria del cine o mascotas entregadas por dueños que se sentían sobrepasados.
Jeff, una exmascota, es el pacificador de su grupo de cinco miembros en el Wildlife Waystation, compuesto principalmente por chimpancés del Laboratorio de Medicina Experimental y Cirugía en Primates (LEMSIP), un complejo de la Universidad de Nueva York que cerró en 1997.
En el LEMSIP, los chimpancés vivían solos en estas jaulas de aluminio, que el Wildlife Waystation ha utilizado solo para transportar a los animales durante emergencias. "No había salida", dice Anher Flores sobre las condiciones de vida de los chimpancés en el laboratorio. Flores es uno de los pocos empleados que aún cuidan a los animales restantes del santuario.
Un año después del cierre del santuario de California, las instalaciones de fauna salvaje de todo el país acogieron a la mayoría de los animales, incluyendo más de la mitad de los chimpancés. Pero 18 primates permanecieron en el limbo, la mayoría de ellos retirados del Laboratorio de Medicina Experimental y Cirugía en Primates (LEMSIP, por sus siglas en inglés), un centro de investigación privado ya desaparecido y financiado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York.
Los chimpancés no han sido utilizados en la investigación biomédica invasiva (cualquiera que cause lesiones, dolor o angustia) en laboratorios estadounidenses desde 2015. Pero qué hacer con los antiguos chimpancés de investigación, y cómo pagar su costoso cuidado de por vida.
Más de 250 chimpancés permanecen en laboratorios, e incluso algunos a los que se les ha prometido un hogar, como los 18 que ahora están en el Wildlife Waystation, enfrentan un futuro financieramente incierto. El destino no resuelto de los antiguos chimpancés de investigación revela una historia de advertencia sobre los dilemas éticos y las obligaciones hacia los animales utilizados en los estudios destinados a beneficiar a los humanos.
Los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) financian el cuidado de por vida de sus antiguos chimpancés de investigación. Hay 105 en varios laboratorios, muchos demasiado viejos y frágiles para mudarse, dicen sus dueños, y 317 entre las edades de cuatro y 61 años que viven en Chimp Haven, un santuario privado en Louisiana (Estados Unidos) que es el hogar de retiro designado para los chimpancés del gobierno. Sin embargo, más de un centenar permanecen en instituciones de investigación sin el apoyo del Gobierno federal.
Jeff posa para la cámara, descansando en el suelo y mirando por encima de su hombro.
Alimentar y cuidar a un chimpancé cautivo cuesta aproximadamente 17.000 dólares al año, según Chimp Haven. "Esto no es como cuidar a un perro o un gato", aclara Kate Thompson, miembro de la junta del Wildlife Waystation. "Es como el cuidado de un niño".
Además, la construcción de nuevas viviendas para chimpancés puede costar millones de dólares, una razón clave por la que ha sido difícil para los laboratorios colocarlos en santuarios acreditados.
Los defensores del bienestar animal acusan a los NIH y a los laboratorios privados como el LEMSIP de la Universidad de Nueva York (NYU) de abdicar de su obligación de apoyar a los chimpancés que criaron.
"¿Dónde está la rendición de cuentas?", pregunta Eric Kleiman, investigador del Instituto de Bienestar Animal, un grupo de defensa sin fines de lucro con sede en Washington D.C.
El fin de la investigación biomédica en chimpancés
Estos primates son animales complejos, inteligentes y muy sociales que viven de 30 a 40 años en cautiverio, aunque se sabe que algunos alcanzan los 70. Los chimpancés comparten casi todo su ADN con los humanos, lo que los convierte en nuestros parientes vivos más cercanos del reino animal, junto con los bonobos.
Por ello, han demostrado ser útiles en algunas investigaciones biomédicas, especialmente sobre la hepatitis B y C, según el Instituto de Medicina (una rama de las Academias Nacionales de Ciencias) así como en el desarrollo de tratamientos para otras enfermedades infecciosas.
A mediados de la década de 1980, un nuevo flagelo, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) o SIDA, estaba matando a miles de personas en los Estados Unidos, y en 1986, como parte de un esfuerzo nacional para combatir la enfermedad, los NIH establecieron el Programa de Cría e Investigación de Chimpancés para garantizar un suministro confiable de estos animales.
Con el tiempo, unos 1.500 chimpancés se encontraron viviendo en cautiverio en Norteamérica, y los NIH habían gastado millones de dólares en la investigación sobre el SIDA antes de que quedara claro que, para el VIH/SIDA, los chimpancés eran malos representantes de los humanos. Mientras tanto, varias instituciones médicas privadas y universidades adquirieron chimpancés para sus propios intereses de investigación y emprendieron programas de cría en cautividad.
Anher Flores ha trabajado en el Wildlife Waystation como cuidadora durante más de 30 años. Los chimpancés parecen considerarlo como una especie de figura paterna. Aunque advierte a los visitantes que se mantengan alejados de sus recintos, se acerca, rascándose el vientre y repartiendo jugo de manzana. "No se atreven a agarrarme", dice.
Los NIH dejaron de criar chimpancés en 1995, y cinco años más tarde, el presidente Bill Clinton firmó la Ley CHIMP, en la que el gobierno acordó enviar a todos los "chimpancés de propiedad o apoyo federal que ya no fueran necesarios para la investigación" a los santuarios y pagar por su cuidado de por vida en retiro.
Quince años pasaron antes de que los NIH detuvieran toda la investigación invasiva en chimpancés (en 2015) haciendo que todos aquellos en laboratorios de investigación apoyados por sus fondos fueran elegibles para el retiro. Las instituciones se apresuraron a encontrar lugares para "tirar" a sus chimpancés, lamenta Kleiman.
El mismo año, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos (FWS, por sus siglas en inglés) incluyó a los chimpancés cautivos en el listado de animales en peligro de extinción. Esto significaba que la investigación y la experimentación podrían hacerse en chimpancés solo si la institución podía demostrar que el trabajo mejoraba la supervivencia de estos animales en la naturaleza.
No es "correcto" que la Ley CHIMP exija a los NIH que financien el cuidado de por vida de todos los chimpancés retirados de instituciones que hayan recibido, en algún momento, financiación gubernamental para su investigación, destacaron los NIH en un comunicado. No se detalló cómo determinó qué chimpancés recibían apoyo federal cuando se aprobó dicha legislación.
Sin embargo, el congresista Jim Greenwood, un republicano de Pensilvania y principal patrocinador de la Ley CHIMP, dice que se aplica a los "chimpancés de propiedad o apoyo federal", un término general que dice que los legisladores inventaron para ser lo suficientemente amplios como para incluir a los primates "que fueron subsidiados en alguna medida por el gobierno federal".
El LEMSIP de la NYU no recibió fondos de los NIH antes de su cierre en 1997, y no hay una ley federal que requiera que la NYU apoye el cuidado de sus ex chimpancés retirados. La escuela no se ha ofrecido a ayudar a cubrir los costos de los chimpancés del LEMSIP, cuenta Erika Fleury, directora de la Alianza norteamericana de Santuario de Primates.
"Tuvimos algunas personas que preguntaron: ¿Cómo es que la NYU no está contribuyendo? y mi respuesta a eso es, no sé... No tenemos la capacidad de perseguir los fondos de la NYU", a pesar de que "podría tener sentido moralmente que contribuyan".
La NYU no aceptó hacer comentarios para esta historia.
La vida en un santuario fantasma
Los chimpancés, al que igual que los humanos, necesitan estimulación. Los primates del Wildlife Waystation "solían ver a mucha gente": grupos turísticos, voluntarios, trabajadores de mantenimiento, cuidadores, detalla la miembro de la junta Kate Thompson. Ahora que el personal se ha reducido a nueve, "se han aburrido".
Mientras Thompson y el cuidador Anher Flores nos muestran a mí y a la fotógrafa Annie Musselman alrededor de un recinto, ocho chimpancés nos observan atentamente y luego (alegremente, al parecer), nos escupen con agua de su boca llena. Con lo que parece un brillo diabólico en su ojo, un chimpancé hembra llamada Inky lanza un chorro de agua contra Flores, pero los otros chimpancés dejan de escupir cuando lo ven. Flores lleva 32 años cuidando animales en el santuario, desde los 17 años. "Nunca he tenido otro trabajo", dice.
El cuidador identifica a simple vista quién es quién: está el político, la diva, el alborotador, el cerebro, el solitario. Nos advierte que nos alejemos de la cerca: te agarrarán, dice, y algunos cuidadores han perdido los dedos. Pero Flores no sigue su propio consejo: rasca barrigas a través de la reja y reparte cajas de jugo de manzana. "No se atreven a agarrarme", aclara.
Los chimpancés reciben dos comidas al día, complementadas con bocadillos: batatas, tomates, cacahuetes, varias frutas, incluyendo naranjas, melocotones y jugo de manzana. El cuidador recuerda haber compartido su sándwich a la hora del almuerzo con Jeff, un chimpancé que tiene casi 50 años y es el pacificador de su grupo. Jeff, siempre tan artista, posa para Musselman, mira por encima de su hombro tumbado en el suelo.
El veterinario del LEMSIP Jim Mahoney realiza un chequeo a un chimpancé en 1996.
"¡Bang! ¡Bang!", exclama Flores. Jeff cae al suelo, haciéndose el muerto. Luego deambula hacia la cerca, gesticulando.
"¿Qué quieres? pregunta el cuidador. "¿Jugo? Ve a limpiar la jaula, ¡mira lo desordenada que está! Busca la basura".
Obedientemente, Jeff recoge las cáscaras de naranja desechadas y las cajas de jugo vacías y las desliza debajo de la cerca.
"Ok", dice Flores, cediendo. "Te daré jugo por eso".
Jeff se abraza, luego señala a Flores.
El cuidador también se abraza a sí mismo. "Amor", le dice a Jeff.
La vida de los chimpancés en el laboratorio
Una docena de jaulas de aluminio se encuentran en un recinto de leones abandonado en Wildlife Waystation. El personal las utilizó para transportar animales en casos de emergencia, como cuando un incendio forestal abrió una brecha en la propiedad en 2017, y el zoológico de Los Ángeles alojó a los chimpancés temporalmente.
Me arrastro de rodillas y asomo la cabeza dentro de una jaula. Es lo suficientemente grande como para estar de pie y darse la vuelta. En la década de 1990, cada jaula, suspendida del techo en el laboratorio LEMSIP, tenía un solo chimpancé, repasa Flores. La única vez que salieron de su confinamiento fue cuando fueron llevados a otra habitación para la experimentación médica.
¿A los chimpancés nunca los dejaron salir? Pregunto.
"No había salida", responde el cuidador.
En 1995, estalló una disputa sobre el bienestar de los chimpancés del LEMSIP entre la Universidad de Nueva York y el entonces director del laboratorio, Jan Moor-Jankowski. Después de que la universidad haya retenido los fondos solicitados para aumentar el tamaño de las jaulas, Moor-Jankowski presentó una queja sobre las jaulas ante el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) responsable de hacer cumplir la Ley de Bienestar Animal. Ese mismo año, la universidad anunció el cierre de LEMSIP.
Más de un centenar de sus chimpancés fueron transferidos a la Fundación Coulston, un centro de investigación privado en Alamogordo, Nuevo México, en 1997. Coulston, que recibió fondos federales de los NIH, utilizó a sus más de 600 chimpancés, más que cualquier otra institución en el mundo, para la toxicología y la investigación de enfermedades infecciosas.
Coulston tenía uno de los peores registros de bienestar animal de cualquier laboratorio en la historia, ahonda Kleiman. Entre 1995 y 2002, el USDA documentó numerosas violaciones de bienestar en la fundación, desde temperaturas letales en jaulas de hasta 150 hasta atención veterinaria insuficiente y procedimientos médicos fallidos como la cirugía experimental de la columna vertebral, según muestran los informes de prensa.
En 1995 y 1998, el USDA presentó cargos de bienestar animal contra la instalación por negligencia ya que había causado la muerte de varios chimpancés. En 2002, Coulston se quedó sin dinero después de que los NIH le retiraran la financiación y la compañía farmacéutica Charles River Laboratories se hizo cargo.
Save the Chimps, un santuario acreditado en Florida, tomó 266 de los chimpancés de Coulston; los 287 restantes se quedaron en lo que ahora es la Instalación de Primates de Alamogordo.
En el período previo al cierre del LEMSIP, James Mahoney, el veterinario del laboratorio de la NYU, que conocía la reputación de Coulston por su escaso bienestar, logró encontrar hogares en santuarios para 109 de los chimpancés del LEMSIP, según informes de prensa. Así fue como 14 de ellos llegaron al Wildlife Waystation en 1995 y 1996.
"Eran como delincuentes cuando llegaron aquí": se apropiaban de las cosas, escupían y peleaban, recuerda Flores. "Si mantienes a un niño encerrado", agrega, y de repente tienen más libertad, "hay más cosas con las que causar problemas".
Flores señala a Axil, uno de los chimpancés del LEMSIP, sentado en una esquina solo, con la cabeza apoyada en su puño negro rizado, como si estuviera meditando. El cuidador sostiene que Axil aprendió a desenrollar los eslabones de la cadena en la cerca y lideró a su grupo en cinco escapes a principios de la década de 2000. En cada ocasión, dice Flores, el personal atrajo a los chimpancés de vuelta con refrescos y galletas, y finalmente la valla quedó a prueba de Axil.
En Wildlife Waystation, los cuatro recintos de eslabones de cadena con suelo de hormigón de los chimpancés (aunque espartanos), proporcionan tanto refugio como exposición al aire fresco y a la luz solar. A diferencia del LEMSIP, donde los chimpancés vivían solos en jaulas interiores, pueden retozar, acicalarse y retirarse cuando lo necesitan.
A finales de año, todos los chimpancés del Wildlife Waystation serán transferidos a santuarios acreditados. Perder a los chimpancés es agridulce para Flores, pero él sabe que es lo mejor para ellos. "Es como enviar a tus hijos a la universidad", dice. "Van a tener lo más parecido a la libertad".
La vida en un confinamiento estrecho y estéril traumatiza a los chimpancés, según muestra la investigación. Pueden desarrollar comportamientos compulsivos o autolesivos, como arrancarse el cabello, balancearse de un lado a otro, caminar y comer sus propias heces.
En un estudio de 2008 sobre el trastorno de estrés postraumático en chimpancés de investigación, los científicos presentaron dos animales del LEMSIP como estudios de caso: Rachel era propensa a "arrebatos violentos y enojados" y autolesiones, y después de siete años en el laboratorio, Jeannie comenzó a morirse de hambre, mecerse de un lado a otro, gritar y experimentar episodios similares a convulsiones.
"Los costos del trauma causado por el laboratorio son inconmensurables", concluye el documento, dejando un "impacto psicológico de por vida".
Los problemas de dinero del Wildlife Waystation
"Tratar de colocar 2 chimpancés, o 5, o 10, era casi imposible", cuenta Kleiman sobre los desafíos que enfrentan las instituciones después de que el gobierno haya dejado de usar chimpancés para la investigación médica. "Siempre fue como, 'estamos completos, no hay espacio'".
Según Thompson, Martine Colette, quien fundó el Wildlife Waystation, nunca pudo rechazar a un animal, especialmente a los chimpancés, y no exigía que aquellos que entregaban a sus chimpancés contribuyeran a su cuidado de por vida.
"No se le debería permitir legalmente tener ese animal a menos que haya un plan completo, no puedes tirarlo", dice Thompson. "Estos no son objetos inanimados, son seres vivos".
Cuando el Wildlife Waystation cerró, el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de California y varias organizaciones sin fines de lucro llenaron el vacío financiero. Thompson y otro miembro de la junta se quedaron, ofreciendo su tiempo como voluntarios.
El departamento de vida silvestre cubre muchos gastos: servicios públicos, seguridad, alimentos, agua y necesidades de emergencia, como el momento en que se rompió el refrigerador. Ed Pert, director del departamento para la región de la costa sur, estima que todo esto suma alrededor de 80.000 dólares al mes, extraídos de los impuestos estatales.
Thompson remarca que confía en la generosidad de algunos donantes privados, algunos de los cuales nombraron al santuario como beneficiario en sus propiedades, para pagar los salarios de los nueve cuidadores de chimpancés. Además, afirma que han vendido jaulas de transporte y otros equipos para recaudar efectivo.
"Fue la peor experiencia de mi vida", lamenta Thompson sobre el día en que la junta votó para cerrar el santuario. "Mi casa se incendió hace un par de años, eso no es nada comparado con lo que sucedió aquí". Desde entonces, ha visto cómo el Wildlife Waystation ha caído en la desesperación. "Amo este lugar tanto como a cualquier persona", pero ya no es el mejor lugar para los chimpancés, sostiene. "Ahora solo somos una celda de contención hasta que pasen a una vida mejor".
Kate Thompson, miembro de la junta del Wildlife Waystation, depende en gran medida de la generosidad de los donantes para pagar a los nueve empleados restantes del santuario abandonado. Cuando los chimpancés fueron entregados, el santuario no requería que sus antiguos dueños contribuyeran a su cuidado de por vida. "No se le debería permitir legalmente tener un animal a menos que haya un plan completo, no solo puede tirarlo", dice.
¿Quién es responsable de los chimpancés retirados de los NIH?
Hoy en día, cinco instalaciones de investigación biomédica en los Estados Unidos albergan chimpancés que alguna vez se utilizaron para la investigación que fue financiada en parte por los NIH.
Estos últimos financian el cuidado continuo de los chimpancés que viven en laboratorios y que fueron apoyados por el gobierno federal en el 2020; cualquier laboratorio que haya dejado de recibir fondos federales antes de esa fecha no está cubierto. El Centro Keeling de Medicina Comparada e Investigación y el Centro Nacional de Investigación de Primates del Suroeste, ambos de Texas, y el Alamogordo Primate Facility, en Nuevo México, albergan a más de cien chimpancés cuya atención es apoyada por los NIH.
Más de 130 chimpancés en total también viven en otros dos laboratorios: el Centro Nacional de Investigación de Primates Yerkes de la Universidad de Emory, en Georgia, y el Centro de Investigación New Iberia, propiedad de la Universidad de Louisiana en Lafayette.
Aunque los NIH invirtieron decenas de millones de dólares ayudando a Yerkes y New Iberia a hacer crecer sus programas de cría e investigación de chimpancés, el NIH se considera responsable del cuidado continuo de los chimpancés porque los fondos federales se detuvieron antes del año fiscal 2020.
En un comunicado, el NIH confirmó que no financia el cuidado de los chimpancés que permanecen en Yerkes y NIRC, pero no dio detalles sobre el razonamiento detrás de esta decisión.
"El Gobierno esencialmente creó este problema al criar estos chimpancés y luego decidió que ya no los necesitaban para la investigación", dice Ed Butler, director ejecutivo de Rise for Animals, quien se opone a la experimentación con animales y ha hecho campaña para acabar con la investigación con chimpancés. Poner fin a las pruebas fue la decisión correcta, remarca, "pero tienen que dar un paso más y liberar a todos estos animales y pagar por su cuidado."
¿Qué sigue para los chimpancés del Wildlife Waystation?
La Alianza norteamericana de santuarios de primates, ha recaudado hasta ahora más de 3.8 millones de dólares para su objetivo de 4.8 millones para encontrar nuevos hogares para los 18 chimpancés del Wildlife Waystation.
A finales de este año, 11 irán a Chimp Haven de Louisiana, y los otros siete a Save the Chimps de Florida. El dinero, en su mayoría proveniente de donaciones privadas y subvenciones de grupos ambientalistas, cubrirá el costo de construcción de nuevas viviendas y financiará su cuidado a largo plazo.
A medida que el sol se hunde en el cielo de California, Flores alimenta a los chimpancés con su cena: peras verdes, jugosos tomates rojos y más jugo de manzana, que algunos de ellos nos escupen. Perder a los chimpancés es agridulce para él. "Nunca en mis sueños más salvajes pensé que esto sucedería", revela, mirando a su alrededor los recintos vacíos y el follaje cubierto de maleza.
"Es como enviar a tus hijos a la universidad", compara, viendo a los chimpancés beber su jugo. "Es lo mejor para ellos". Flores se consuela con el hecho de que en sus nuevos hogares, podrán ver el cielo sin obstáculos en patios al aire libre. "Van a experimentar lo más parecido a la libertad".
¿Los visitarás? Pregunto.
Ni llego a terminar la pregunta. "Por supuesto", me asegura.
La National Geographic Society apoya a Observación de la Vida Silvestre, nuestro proyecto de investigación periodística centrado en los delitos y la explotación de la fauna salvaje.