Los “ojos de cachorro” evolucionaron para que los perros pudieran comunicarse con los humanos
Siglos de domesticación han reconfigurado radicalmente la anatomía de las cejas de los perros, haciendo que sus rostros sean más legibles para las personas.
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Un labrador retriever negro levanta las cejas al encontrarse con la mirada del fotógrafo.
Hay una razón por la que los llamamos “ojos de cachorro”: esas expresiones conmovedoras e inocentes de los perros pueden influir incluso en el humano más endurecido.
No es casualidad, según un estudio de 2019. Siglos de domesticación han modificado radicalmente la anatomía de las cejas de los perros, haciendo que sus rostros (y sus emociones) sean fácilmente legibles para las personas.
Cuando miran a una persona, los perros suelen levantar el músculo interno de la ceja para que sus ojos parezcan más grandes y atractivos.
“No hay pruebas de que los perros muevan este músculo (de la ceja) intencionadamente, pero crea un movimiento exagerado que para nosotros significa 'perro'”, afirma la directora del estudio, Juliane Kaminski, psicóloga de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido).
El movimiento de las cejas desempeña un papel importante en la comunicación humana, destaca Kaminiski: “Ahora lo hago cuando te hablo, aunque sé que no puedes verme”.
El estudio es un ejemplo de cómo 20 000 años de convivencia han convertido a nuestras mascotas en afinados intérpretes de las emociones humanas, posiblemente más que cualquier otra especie.
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Levantar la ceja: cómo este simple gesto evolucionó en los perros
En sus investigaciones anteriores, la directora del estudio descubrió que los perros son especialmente hábiles para entender los gestos, superando incluso a primates no humanos como los chimpancés.
Hace varios años, Kaminski comenzó a investigar la otra cara de esta relación, observando cómo las personas descifran el comportamiento de los perros. En un experimento, publicado en 2013, filmó a perros de refugios para ver si alguno de sus comportamientos estaba relacionado con la rapidez con la que el animal era adoptado.
De todos los factores que Kaminski examinó, solo uno destacó como significativo: el movimiento de las cejas del perro hacia arriba y hacia dentro.
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Al principio, “fue un resultado muy sorprendente. No esperábamos que algo tan pequeño como el movimiento de las cejas tuviera un gran efecto”, asegura la experta.
Pero quedaba una duda: si este movimiento de las cejas era exclusivo de los perros o si podía encontrarse en su antepasado, el lobo gris.
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En el estudio, publicado en la revista académica Proceedings of the National Academy of Sciences, Kaminski y sus colegas diseccionaron y analizaron los músculos faciales de seis perros (un mestizo, un labrador retriever, un sabueso, un husky siberiano, un chihuahua y un pastor alemán) y cuatro lobos grises salvajes. Todos los animales habían fallecido por muerte natural y sus cuerpos fueron donados a la ciencia.
El equipo descubrió el levator anguli oculi medialis, un músculo grande y prominente, en los seis especímenes caninos, pero estaba casi totalmente ausente en los lobos.
Kaminski y sus colegas también descubrieron que el músculo retractor anguli oculi lateralis era más pequeño y más variable en tamaño y presencia en los lobos que en los perros, con la excepción del husky siberiano, una raza canina más antigua estrechamente emparentada con el lobo.
Este músculo, que recorre el borde exterior del ojo, deja al descubierto una mayor parte del blanco del ojo, lo que hace que los perros parezcan humanos.
“Los pequeños cambios pueden tener repercusiones perceptibles cuando se trata de cambios en la anatomía”, asegura Molly Selba, estudiante de doctorado que estudia la evolución y la domesticación canina en la Universidad de Florida (Estados Unidos). “Los músculos de la expresión facial son relativamente pequeños, pero pueden tener un gran impacto en la forma en que percibimos una cara”, asegura Selba, que no participó en la investigación.
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¿Los “ojos de cachorro” son una ventaja evolutiva?
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Brian Hare, antropólogo evolutivo de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, señala que los perros y los lobos son muy similares anatómicamente, a excepción de los músculos oculares.
“Esta investigación demuestra que estos cambios morfológicos evolucionaron a medida que perros y humanos interactuaron en los últimos 20 000 años”, sostuvo por correo electrónico Hare, que tampoco participó en el estudio.
“Es casi seguro que no evolucionaron debido a la selección intencional, sino que dieron a los perros una ventaja en sus interacciones con los humanos”.
Kaminski espera examinar una mayor variedad de razas caninas, incluidas razas más antiguas y perros callejeros, para comprender con precisión cómo evolucionaron estos cambios musculares. También pretende investigar más a fondo nuestras reacciones ante los ojos de cachorro, y por qué no podemos resistirnos a dejarnos embaucar.
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