¿Por qué las ballenas comen bolsas de plástico? La explicación de los especialistas
Las ballenas dentadas que bucean a gran profundidad aparecen muertas con el estómago lleno de plásticos y presas. Su sonar incorporado probablemente no pueda distinguir la diferencia. Conoce más durante el Mes de la Tierra.

Dos cachalotes adultos nadan juntos en Dominica. Estos mamíferos marinos cazan en la oscuridad y utilizan la ecolocalización para encontrar comida.
Para encontrar comida en la oscuridad, las ballenas que bucean a gran profundidad confían en su sonar incorporado, que hace rebotar las ondas sonoras en las presas potenciales para revelar su ubicación. Pero para estos cetáceos, la basura de plástico que flota en el océano también puede sonar como un delicioso calamar.
Un estudio científico sugiere que los desechos plásticos, como las bolsas de la compra, tienen “ecos” muy similares a los de los calamares, probablemente debido a una combinación de su forma, tamaño, grado de erosión y composición química, escriben los autores.
Las estimaciones varían, pero es probable que millones de toneladas métricas de plástico lleguen a los océanos del mundo cada año, lo que supone un total acumulado de decenas de billones de fragmentos de plástico.
A medida que penetra en el medio marino, también aparece en los intestinos de los mamíferos marinos en cientos de casos registrados, dañando sus tejidos estomacales y causando infecciones, asfixia y malnutrición hasta el punto de inanición. Las ballenas varadas de todo el mundo llevan decenas de kilos de basura plástica en sus estómagos, un testimonio de este problema generalizado.
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“Ciertos animales parecen casi incapaces de no comer plástico en el océano”, señala Matthew Savoca, Explorador de National Geographic y biólogo marino de la Universidad de Stanford que no participó en el estudio.
“No es porque sean estúpidos”, dice. “Es porque el plástico debe ser muy confuso en un montón de canales sensoriales diferentes”.
Para animales como las tortugas marinas, algunos estudios indican que las bolsas y películas de plástico que flotan en el agua pueden parecer simplemente similares a alimentos como medusas y calamares. Otras investigaciones han sugerido que los tiburones y los peces también pueden confundir el plástico con una presa debido a las señales visuales.
Pero esta teoría no es válida para los zifios, los cachalotes (que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera vulnerables) y otras especies que cazan por ecolocalización a miles de metros bajo la superficie, donde es imposible ver nada.
Así que los científicos se propusieron averiguar por qué también ellos ingieren tanto plástico.
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Así es como las ballenas dentadas confunden el plástico con alimento
Las ballenas dentadas, u odontocetos, que bucean a gran profundidad, hacen vibrar los labios fonadores que tienen debajo de los espiráculos para generar sonido, y luego lo proyectan a través de un órgano graso de la frente llamado melón. Cuando el sonido rebota en los objetos en la oscuridad, las grasas de las mandíbulas inferiores de las ballenas lo dirigen a sus oídos internos, lo que les permite localizar presas a varios cientos de metros de distancia.
“Comienza como un chasquido”, explica Greg Merrill, director del estudio y doctorando en mamología marina por la Universidad de Duke. Pero a medida que la ballena se concentra, los chasquidos “se vuelven realmente rápidos, hasta el punto de mezclarse y parecerse más a un zumbido”.
Para el estudio, publicado en octubre de 2024 en Marine Pollution Bulletin, Merrill y sus colegas reunieron nueve objetos de plástico: bolsas, globos y otros desechos comunes encontrados en las vísceras de ballenas de las playas de Carolina del Norte.
En mayo, desde su buque de investigación, el equipo fijó los objetos en una plataforma situada debajo del barco y los golpeó con ondas sonoras a las frecuencias que las ballenas dentadas utilizan para cazar. Repitieron el proceso con cinco cadáveres de calamar proporcionados por la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, así como con cinco picos de calamar extraídos del estómago de un cachalote varado.
El equipo comprobó que todos los objetos de plástico devuelven ecos tan intensos o más que los del calamar. El hallazgo complementa los de un estudio preliminar similar (presentado en la Conferencia Internacional de Acústica Submarina en junio, aunque aún no publicado en una revista) realizado en un tanque de agua de mar en lugar de en mar abierto.
Según el estudio de junio, los plásticos cuyos ecos coincidían más con los de los calamares eran los que se encuentran a menudo en los estómagos de las ballenas, como bolsas y películas.
Las ballenas dentadas no esperan encontrar en el agua otra cosa que no sea comida
Se desconoce si las ballenas dentadas que bucean a gran profundidad utilizan otros medios distintos de la intensidad del eco para distinguir la comida de lo que no lo es, pero los expertos lo dudan. La sensación en la boca ciertamente no es un factor.
“No mastican ni saborean como nosotros... es más como succión”, explica Laura Redaelli, estudiante de doctorado en biología marina del Centro de Ciencias Marinas y Ambientales de Madeira (Portugal) y autora principal del estudio de junio.
En cuanto les entran en la boca objetos no comestibles, dice, “es un poco tarde para que se den cuenta”.
¿Y por qué iban a darse cuenta? Antes de que existiera el plástico, señalan Redaellli y sus colegas, cualquier cosa que una ballena encontrara en las profundidades del océano y que devolviera un eco lo suficientemente fuerte era probablemente biológica, y probablemente comestible.
“No esperan ver nada en el agua que no sea comida”, dice Merrill, “así que si encuentran algo con una señal, van a ir a por ello”.
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Las soluciones que plantean los expertos para evitar que las ballenas coman plástico
Savoca, que estudia el consumo de plástico de los animales marinos, sospechaba desde hacía tiempo que el gusto de las ballenas dentadas por el plástico estaba relacionado con su sonar. Pero aun así, dice, “me sorprendió un poco la fuerza con la que el plástico imitaba a sus presas”.
Advierte que, al no poder observar a las ballenas en las profundidades oceánicas, es posible que los estudios no reflejen perfectamente cómo perciben los plásticos en la realidad. Pero cree que los investigadores hicieron un trabajo admirable al aproximarse a las condiciones reales con los medios disponibles.
Y es una investigación importante, teniendo en cuenta la creciente cantidad de basura en el océano y las consecuencias para los animales que la consumen.
“Es el peor tipo de sufrimiento”, lamenta el Explorador de National Geographic. “Sufren, se mueren de hambre, pero creen que están comiendo, así que no entienden lo que pasa”.
Según Redaelli, los fabricantes de plásticos podrían intentar modificarlos para que se parecieran menos acústicamente a sus presas, pero también reconoce que esto solo facilitaría que las ballenas se enredaran en artículos como las redes de plástico. Otra solución sería sustituir los plásticos por materiales biodegradables que se descompongan rápidamente en el océano o en el estómago de las ballenas.
Los tres expertos coinciden en la necesidad de reducir la producción de plástico. Para Savoca y Merrill, lo ideal es cambiar las políticas y desviar los flujos de residuos del océano, especialmente los artículos de un solo uso innecesarios.
“Tal vez podamos esperar que, en algún momento, (las ballenas) aprendan la diferencia” entre el plástico y la presa, afirma Redaelli. Pero hasta entonces, “cuanto más plástico sigamos introduciendo, más animales morirán”.
