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Encontraron un nuevo dinosaurio en Argentina: tenía los brazos más pequeños que un tiranosaurio

Según un nuevo estudio, este carnívoro de 70 millones de años acechó Sudamérica durante el Cretácico.

Una ilustración por ordenador muestra el aspecto que habría tenido el recién descubierto dinosaurio Koleken.

Ilustrado por Gabriel Diaz Yantén
Por Riley Black
Publicado 21 may 2024, 14:48 GMT-3

Todo empezó con una garra. Mientras buscaban nuevos fósiles de dinosaurio en la Formación La Colonia de Argentina, los paleontólogos se fijaron en el único hueso de un dedo de una pata que sobresalía de la antigua roca. Cuando excavaron, encontraron un nuevo dinosaurio, un carnívoro que vagó por la Patagonia prehistórica varios millones de años antes de que el impacto de un asteroide pusiera fin al Cretácico.

El nuevo dinosaurio resultó ser un carnívoro de hocico corto conocido por los expertos como abelisáurido. Diego Pol, paleontólogo del Museo Paleontológico Egidio Feruglio de Argentina, y sus colegas lo bautizaron como Koleken inakayali, en homenaje a Inakayal, un jefe fallecido del pueblo indígena tehuelche de la Patagonia oriental, y un nombre de su lengua teushen que significa “procedente de la arcilla y el agua”.

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El paleontólogo Diego Pol analiza un modelo de cráneo de Koleken, un carnívoro de finales del Cretácico descubierto recientemente.

Fotografía de Luján Agusti

Pol, explorador de National Geographic, y sus colegas descubrieron el Koleken como parte de un esfuerzo continuo por comprender la evolución de los dinosaurios antes de la extinción masiva que cambió para siempre la biodiversidad de la Tierra hace 66 millones de años.

Hasta la fecha, la mayor parte de lo que sabemos sobre los últimos días de los dinosaurios procede de una zona relativamente pequeña de Norteamérica. Hallazgos como el de Koleken, en la Patagonia, revelan cómo los dinosaurios siguieron evolucionando y prosperando varios millones de años antes de aquella extinción masiva.

Tras el descubrimiento de la primera garra, Pol y sus colegas volvieron al yacimiento con la esperanza de encontrar más. “Descubrimos que había una concreción justo debajo de la superficie de donde procedían todos estos huesos”, explica el paleontólogo, cuyo estudio se publicó esta semana en Cladistics

El equipo recogió cuidadosamente huesos del cráneo que ya se habían desprendido de la roca y estaban esparcidos por la concreción, así como diversas partes de la columna vertebral, las caderas y las extremidades del terópodo.

“Cuando preparamos la concreción en el laboratorio, descubrimos que toda la parte trasera de Koleken se conservaba perfectamente articulada”, describe Pol. Parte de la columna vertebral, las caderas y las patas completas estaban juntas, lo que indica que el dinosaurio fue enterrado y conservado antes de que el cuerpo se descompusiera y las partes se dispersaran.

Encontrar huesos de dinosaurio articulados entre sí es relativamente raro, sobre todo si se tiene en cuenta la cantidad de sedimento necesaria para enterrar y conservar un animal que podía llegar a medir más de 6 metros.

Sin embargo, no fue inmediatamente evidente que Koleken fuera un nuevo dinosaurio. Décadas antes, en 1985, los paleontólogos dieron el nombre de Carnotaurus a un famoso carnívoro de la misma formación geológica.

El “toro carnívoro” se convirtió rápidamente en una celebridad de los dinosaurios, caracterizado por los cuernos triangulares que sobresalían por encima de cada ojo. Sin embargo, Pol y sus colegas no encontraron ninguna señal de cuernos u otros rasgos característicos del Carnotaurus, lo que indicaba que los huesos del carnívoro que habían recuperado pertenecían a una especie que nadie había visto antes.

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    Técnicos estudian los fósiles de vértebras y fémur de Koleken.

    Fotografía de María Agustinho

    Brazos diminutos y una mordedura mortal

    “Los argumentos de los autores me parecen muy convincentes”, reconoce Mauricio Cerroni, paleontólogo del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, que no participó en el nuevo estudio.

    Esto se debe a que las diferencias entre las especies son claras: los huesos nasales de Koleken Carnotaurus, por ejemplo, se distinguen fácilmente entre sí, y la falta de cuernos anchos en las cejas de Koleken es otro punto que los diferencia.

    Se desconoce si Koleken Carnotaurus vivieron juntos. La Formación La Colonia abarca unos cinco millones de años, por lo que los dos carnívoros podrían haber sido contemporáneos o estar separados por millones de años. No obstante, el reciente descubrimiento ha proporcionado a Pol y sus colegas más información sobre la evolución de los abelisáuridos de hocico corto a finales del Cretácico.

    Estos carnívoros prosperaron por gran parte del hemisferio sur, desde el Carnotaurus en Argentina y el Rugops en Níger hasta el Majungasaurus en Madagascar, entre otros pocos puntos del globo. 

    Mientras los tiranosaurios vivían a sus anchas en Norteamérica y Eurasia, los abelisáuridos se contaban entre los carnívoros más extendidos y diversos de los continentes meridionales. Los abelisáuridos prosperaron junto a grandes dinosaurios saurópodos: el herbívoro de cuello largo Titanomachya, nombrado por Pol y sus colegas de la misma formación a principios de este año, puede haber sido presa de Koleken.

    Los abelisáuridos se encuentran entre los carnívoros más notables y fascinantes del Cretácico, con una variabilidad única en la ornamentación del cráneo, como crestas, cúpulas y cuernos”, destaca el explorador de National Geographic.

    Los carnívoros tenían un aspecto algo rechoncho en comparación con los tiranosaurios más familiares. En vida, los brazos de los abelisáuridos apenas sobresalían del cuerpo, describe Federico Agnolin, paleontólogo del museo argentino, que tampoco ha participado en la nueva investigación.

    Los abelisáuridos tenían cráneos cortos y profundos, cuellos gruesos y brazos robustos, una combinación inconfundible de rasgos que hace que los carnívoros sean reconocibles al instante.

    “Los abelisáuridos tenían unos brazos ridículos, incluso en comparación con los tiranosaurios. También poseían enormes huesos en los hombros, pero brazos extremadamente cortos con múltiples dedos pequeños, claramente inútiles en cualquier forma de captura de presas y, sin embargo, de alguna manera bastante flexibles”. “Todavía no sabemos para qué utilizaban sus extremidades anteriores”, indica el paleontólogo.

    (Lee más: Por qué el tiranosaurio rex tenía brazos cortos)

    Los lazos familiares del nuevo dinosaurio

    Más extraño aún, los abelisáuridos estaban estrechamente emparentados con otro grupo de dinosaurios del hemisferio sur llamados noasaúridos. Mientras que los abelisáuridos eran voluminosos y musculosos depredadores de emboscada, los noasáuridos eran a menudo más pequeños y larguiruchos, y preferían presas pequeñas o incluso plantas.

    “Son tan diferentes entre sí que resulta curioso que sean parientes cercanos”, comenta Pol.

    El descubrimiento de Koleken ofreció a este investigador y a sus colegas la oportunidad de examinar la historia evolutiva de ambos linajes y averiguar cómo estos dinosaurios llegaron a ser tan diferentes tras separarse de un ancestro común en el Jurásico.

    Pol y sus colegas descubrieron que los abelisáuridos como el Koleken y los noasáuridos empezaron a evolucionar rápidamente hacia planes corporales diferentes entre finales del Jurásico y principios del Cretácico. La importancia del trabajo, según Cerroni, es que da sentido al momento en que los dos grupos de dinosaurios empezaron a divergir a pesar de ser parientes tan cercanos.

    Los noasáuridos experimentaron cambios en las extremidades posteriores y el tronco, mientras que los cráneos de los abelisáuridos evolucionaban rápidamente hacia formas cortas, ornamentadas y muy carnívoras como las del Carnotaurus y el Koleken

    Los abelisáuridos también evolucionaron hacia una gran variedad de formas craneales, señala Agnolin, mientras que el resto de sus cuerpos permanecieron relativamente similares entre sí.

    Los fósiles de esta ventana temporal son todavía escasos, pero el nuevo descubrimiento ayuda a los expertos a afinar las ideas sobre dónde ir a buscar estos fósiles transicionales. “Sin duda tenemos que seguir buscando terópodos durante estos periodos”, concluye Pol, “para averiguar más sobre estos momentos clave”.

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