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¿Los alimentos ultraprocesados son tan adictivos como el cigarrillo?

La comida chatarra provoca antojos, una característica clave de la adicción. Los expertos aseguran que la industria alimentaria copió sobre los alimentos ultraprocesados las estrategias antes usadas por las grandes tabacaleras.

Los alimentos ultraprocesados, como los refrescos y las patatas fritas, están relacionados con numerosos males para la salud; pero intentar abandonarlos puede ser tan difícil como dejar de fumar.

Fotografía de Dan Kitwood Getty Images
Por Meryl Davids Landau
Publicado 20 jun 2024, 07:48 GMT-3

¿Quién no ha tenido alguna vez la sensación de arrasar con una gran bolsa de papas fritas o de comer más donas de lo previsto? Cada vez hay más pruebas de que este fenómeno no se debe a la falta de fuerza de voluntad, sino a una afección denominada adicción a los alimentos ultraprocesados.

Estos productos son adictivos para algunas personas porque desencadenan los antojos, el consumo compulsivo y otros rasgos asociados al trastorno por consumo de tabaco o alcohol. De hecho, hasta el 20% de los adultos y el 15% de los niños y adolescentes presentan signos de adicción a los alimentos ultraprocesados.

“Los alimentos ultraprocesados se elaboran en fábricas industriales (no en la cocina de la abuela) y contienen ingredientes alterados y combinados de forma que aumentan su contenido en grasa, azúcar y/o sal. También incluyen otros muchos potenciadores de sabor y sensoriales para hacerlos tan apetecibles que la gente no pueda resistirse a ellos”, explica Evan Forman, profesor de ciencias psicológicas y del cerebro en la Universidad Drexel de Filadelfia, que ha estudiado la adicción a la comida.

Estos alimentos incluyen snacks envasados, cereales de desayuno listos para consumir, la mayoría de las comidas rápidas, panes y postres producidos en masa, pescado reconstituido y productos como salchichas y palitos de pescado, gaseosas, helados y caramelos, y muchos otros productos envasados que se encuentran en los pasillos centrales de un supermercado. Se calcula que representan cerca del 60% de las calorías consumidas en Estados Unidos.

“No creo que la gente se dé cuenta de que muchas veces no está decidiendo lo que come en el sentido en que concebimos el libre albedrío”, sostiene Forman. “Estos alimentos activan de forma poderosa el sistema de recompensa de nuestro cerebro”.

Cuando tres docenas de expertos internacionales se reunieron a mediados de mayo en la Conferencia Internacional de Consenso sobre la Adicción a los Alimentos, celebrada en Londres, hallaron “pruebas suficientes” de que las personas pueden volverse adictas a los alimentos ultraprocesados y de que esto puede ocurrir con o sin otros trastornos alimentarios como los atracones (aunque las personas con estas afecciones sufren de forma desproporcionada).

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Alimentos ultraprocesados y comportamientos adictivos 

La idea de que ciertos alimentos pueden provocar comportamientos adictivos existe desde hace varias décadas, ya que estudios realizados con ratas en los años 1980 demostraron que la actividad del sistema de recompensa de la dopamina en su cerebro aumentaba sustancialmente cuando pulsaban una palanca para obtener una recompensa alimentaria. Una reacción similar, aunque no tan intensa, a cuando se autoadministraban cocaína.

Pero en la última década, con la tasa de obesidad de los estadounidenses disparándose hasta el 42% (la prevalencia de la obesidad aumentó un 100% entre 1990 y 2022 en los adultos mayores de 18 años según datos de la Organización Mundial de la Salud), los científicos empezaron a evaluar qué cambios en el entorno alimentario podrían ser los causales, y ya no se podía ignorar el impacto de la adicción a los alimentos ultraprocesados.

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la supervivencia dependía de estar lo suficientemente motivado como para salir de casa en busca de un surtido de alimentos grasos y dulces, que la evolución recompensa con sustancias químicas que nos hacen sentir bien, como la dopamina.

“En un entorno alimentario repleto de alimentos ultraprocesados, el cerebro confunde experiencias y sustancias nocivas con experiencias y sustancias que favorecen la supervivencia”, explica David Wiss, dietista titulado e investigador de la adicción a la comida en Los Ángeles, que participó en la conferencia de Londres.

Los alimentos ultraprocesados “suministran dosis anormalmente altas de una forma anormalmente rápida, a menudo en combinaciones altas de ingredientes gratificantes”, afirma Ashley Gearhardt, profesora de psicología de la Universidad de Michigan e investigadora clave en este campo.

Además de las sustancias químicas cerebrales, investigaciones recientes también implican al microbioma intestinal. Las personas con adicción a los alimentos ultraprocesados son más propensas a tener una composición microbiana similar a la de las personas con otras tendencias adictivas.

Adicción y abstinencia en alimentos ultraprocesados

El ansia es una característica clave de la adicción, y se observa fácilmente con los alimentos ultraprocesados, afirma Gearhardt. “Uno no se desvía de su camino para comprar una cabeza de brócoli, pero la gente dice: tenía antojo de una dona así que conduje 40 minutos (aunque no tenía dinero para gasolina) para comerme una caja entera en el estacionamiento, a pesar de que tengo diabetes tipo 2”, dice.

Los síntomas de abstinencia son otro componente de la adicción. Una investigación publicada en mayo, de la que Forman es coautora, encontró pruebas preliminares de síntomas de abstinencia cuando se retiran los alimentos ultraprocesados.

“Hasta qué punto se podía ver el castañeo de dientes de las ratas o a personas quejándose de dolores de cabeza, fatiga e irritabilidad cuando dejaban de comer estos alimentos... eso me sorprendió”, afirma Forman.

Un estudio publicado por Gearhardt en 2022 aplicó a estos alimentos los mismos criterios utilizados en el informe de Cirugía General de Estados Unidos de 1988 para determinar si los productos del tabaco eran adictivos. Concluyó que los alimentos cumplen todos los criterios. 

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Los alimentos ultraprocesados pueden desencadenar comportamientos compulsivos, descubrió la profesora de psicología, señalando estudios en los que ratas obesas ignoraron su comida estándar y se arriesgaron a recibir descargas eléctricas para llegar a pasteles y chocolates producidos industrialmente.

Estos alimentos son lo suficientemente gratificantes como para repetir su consumo. Y producen efectos que alteran el estado de ánimo, con puntuaciones de “euforia” tras comer algunos alimentos similares a las que se producen tras la inyección de nicotina en los fumadores.

Dado que los alimentos ultraprocesados se fabrican para obtener sabores complejos, los científicos no tienen claro si todos o solo algunos de sus ingredientes tienen propiedades adictivas.

Lo que sí saben es que las empresas alimentarias aprendieron de los cigarrillos, sobre todo después de que una reconocida tabacalera adquiriera dos empresas alimentarias a finales de 1980. Los investigadores descubrieron que se transfirieron conocimientos y recursos a la empresa alimentaria, en especial en lo relativo a cómo comercializar los productos entre los grupos minoritarios.

¿Qué consecuencias trae el consumo elevado de alimentos ultraprocesados?

El elevado consumo de alimentos ultraprocesados se ha relacionado con numerosos problemas de salud, como mayor riesgo de cardiopatías, diabetes de tipo 2, obesidad, depresión, ansiedad y muerte por todas las causas. Un estudio publicado en mayo descubrió niveles más altos de colesterol y glucosa no saludables en los niños que comen más de estos alimentos.

Su consumo suele provocar un aumento de peso, probablemente porque es fácil comer más de lo que se pretende. Cuando se asignó aleatoriamente a 20 personas a dietas ultraprocesadas o no procesadas durante dos semanas y se les indicó que consumieran todo lo que quisieran, el grupo ultraprocesado comió 500 calorías más cada día.

Pero las personas delgadas también pueden volverse adictas. “Hay personas en rangos de peso considerados normales para su talla e incluso en rangos de peso por debajo de lo normal que presentan estos síntomas”, asegura Wiss, que tal vez trabajan las calorías extra en el gimnasio o que pueden no ser genéticamente propensos a aumentar de peso.

Uno de los mayores problemas es que la gente se familiariza con los sabores intensos y la sensación en la boca y se siente menos satisfecha con los alimentos integrales.

“La consecuencia real es que tenemos adolescentes que crecen y a los que las lentejas y el brócoli no les gustan nada”, reconoce Wiss.

National Geographic se puso en contacto con tres de las principales empresas alimentarias y recibió una única respuesta de parte de su grupo comercia.

“Demonizar los alimentos listos para consumir podría limitar el acceso a alimentos nutritivos y hacer que se eviten”, fue su respuesta. “Capacitar a los consumidores con información nutricional clara y preservar la elección de los consumidores para que puedan tomar las decisiones correctas para sus objetivos personales de salud debe ser prioridad en la orientación de la salud pública”. El grupo también advierte que el término ultraprocesado no tiene una definición clara y “podría llevar a confusión al consumidor”.

La clave está en la información 

Gearhardt desea una información nutricional clara, con etiquetas de advertencia obligatorias en los envases, como las que se exigen para los cigarrillos. Pero hasta que eso ocurra, los consumidores deben elegir alimentos con el menor número posible de ingredientes no naturales. También es primordial detener la comercialización de estos productos entre los niños, agrega la investigadora.

Los alimentos ultraprocesados son populares en parte por su comodidad. Se pueden comprar en máquinas expendedoras y estaciones de servicio y tomar comida rápida parece inteligente cuando no se tiene tiempo para cocinar desde cero. Por eso Gearhardt sueña con el día en que los chefs locales entreguen semanalmente platos integrales a la gente, subvencionados por las compañías de seguros médicos que actualmente pagan la factura de las enfermedades resultantes.

Cómo tratar a las personas con adicciones alimentarias graves es una cuestión abierta. Algunos apuntan a la eficacia de fármacos con GLP-1 como Ozempic, que, según los usuarios, reducen el ansia de consumir alimentos muy apetitosos. (Las inyecciones también reducen las ansias de alcohol, lo que apoya la noción de una vía común de adicción cerebral).

Las pruebas preliminares de los beneficios de un estudio del que Wiss es coautor apuntan al éxito del apoyo psicológico y educativo semanal, individual y en grupo, junto con un plan de alimentación integral.

“Esto es muy diferente de los consejos dietéticos tradicionales, en los que te decimos lo que tienes que hacer... y si no lo consigues, tienes que esforzarte más. Se trata de ofrecer un apoyo basado en el supuesto de que se trata de un trastorno cerebral que necesita una modificación constante del comportamiento, ideas y una comunidad, todo ello para apoyar la reconexión del cerebro”, comenta Wiss.

Gearhardt es optimista y cree que los peligros de la comida ultraprocesada llegarán a ser tan conocidos como los del tabaco.

“Fumar era tan común y formaba parte de la vida cotidiana que no nos dábamos cuenta de que la gente moría”, recuerda. “Creo que también despertaremos a los peligros que plantean los alimentos ultraprocesados”.

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