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De qué manera el miedo afecta al cerebro y al cuerpo

El cerebro no siempre distingue entre un susto y una amenaza real. Pero lo que es emocionante para algunas personas puede ser perjudicial para otras. En los días previos a Halloween, conoce cómo el miedo afecta a tu cuerpo.

Tanto si estás en peligro real como si solo estás viendo una película de miedo, tu cuerpo responde inicialmente al miedo de la misma manera. Aunque el cerebro suele averiguar la diferencia entre una amenaza real y una percibida, el estrés puede pasar factura.

Fotografía de Claudia Oberste-Hedtbleck, VISUM creative, Redux
Por Daryl Austin
Publicado 21 oct 2024, 07:48 GMT-3

Las películas de terror, las casas encantadas y asustar a nuestros amigos en esta época del año previa a Halloween suelen ser actividades inofensivas. Pero el miedo que inducen puede desencadenar el sistema de lucha o huida del organismo, liberando sustancias químicas en el cuerpo y provocando una serie de respuestas fisiológicas.

La respuesta de miedo de nuestro cuerpo es, en realidad, una herramienta fantástica para sobrevivir en situaciones de peligro, porque se activa rápidamente, nos llena de energía, aumenta nuestra concentración, fortalece nuestros músculos y nos prepara para hacer frente a lo que se nos eche encima”, explica Kenneth Carter, psicólogo clínico del Oxford College de la Universidad de Emory y autor de Buzz! Inside the Minds of Thrill-Seekers, Daredevils, and Adrenaline Junkies.

Es un mecanismo de supervivencia incorporado, “que nos acompaña desde que nuestros antepasados tuvieron que huir de los depredadores”, añade Janice Kiecolt-Glaser, directora del Instituto de Investigación de Medicina Conductual de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos.

Pero aunque ayudó a nuestros antepasados a escapar de los tigres dientes de sable y nos mantiene alejados del peligro, activar la respuesta corporal al miedo no siempre es bueno. “Si se activa demasiado a menudo con estrés constante o sustos frecuentes”, advierte Carter, “puede desgastar nuestro cuerpo”. 

He aquí lo que el miedo hace a nuestro cuerpo, cómo nuestra mente distingue entre las amenazas reales y las percibidas, y por qué algunos amantes de las emociones fuertes deberían ser más precavidos.

La respuesta del cuerpo al miedo, o respuesta de lucha o huida, comienza siempre en la amígdala, una parte del sistema límbico del cerebro que es fundamental para reconocer las amenazas y procesar las emociones. Cuando percibe una amenaza, la amígdala envía una señal de socorro a un centro de mando del cerebro conocido como hipotálamo, que indica a los sistemas nervioso y endocrino que liberen hormonas y neurotransmisores como cortisol, dopamina, noradrenalina y adrenalina.

“Los neurotransmisores los liberan las neuronas del sistema nervioso, mientras que las hormonas las liberan las glándulas suprarrenales, un par de glándulas endocrinas situadas encima de los riñones”, explica Marc Dingman, científico especializado en salud bioconductual de la Universidad Estatal de Pensilvania.

Las investigaciones demuestran que estas hormonas y neurotransmisores actúan conjuntamente para acelerar la respiración y hacer que el corazón bombee sangre rica en oxígeno más rápidamente a los músculos y órganos vitales. Esto prepara a los músculos y al cerebro para coordinar rápidamente una respuesta ante una amenaza.

En ese estado, “nuestros músculos se tensan, para que estemos preparados para la acción; nuestras pupilas se dilatan, para que podamos ver mejor; nuestra mente se agudiza, para que podamos centrarnos únicamente en la amenaza; y nuestro oído mejora, para hacernos más sensibles a los sonidos”, detalla Kiecolt-Glaser.

La liberación de adrenalina también reduce el dolor al inhibir las vías de señalización, por lo que podemos correr más o luchar más de lo que normalmente seríamos capaces de tolerar.

Aunque las hormonas del estrés desempeñan el papel más importante en estos cambios, el miedo también hace que el cuerpo libere dopamina para aumentar aún más el estado de alerta. “Esto puede contribuir a la sensación de placer, a menudo sorprendente, que algunas personas experimentan en situaciones inducidas por el miedo”, afirma Emily Hemendinger, investigadora en gestión del estrés y directora clínica del Programa Ambulatorio Intensivo del Campus Médico Anschutz de la Universidad de Colorado.

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¿En qué se diferencian las amenazas reales de las percibidas? 

Nuestra respuesta biológica inmediata al miedo es la misma, tanto si nos enfrentamos a un peligro real como a algo que solo lo parece, asegura Holly Blake, catedrática de Medicina del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nottingham (Inglaterra). 

Pero el cerebro no suele tardar en reconocer la diferencia entre una amenaza real y una percibida.

La respuesta de miedo o sobresalto consta de dos fases”, detalla Denise Millstine, médica internista y directora de la Clínica de Medicina Integral Mayo Clinic de Arizona. Explica que la primera es “automática e involuntaria” y solo dura un momento. “Es el 'salto' en la casa encantada o lo que ocurre cuando alguien salta delante de ti”, dice.

En otras palabras, ese actor que lleva una máscara terrorífica y te persigue por una casa encantada con una motosierra falsa estresará inicialmente tu sistema de forma muy parecida a como lo haría un asesino real con una motosierra de verdad.

Pero casi inmediatamente después de que se produzca esta respuesta inicial de estrés, el córtex prefrontal (un área del cerebro que nos ayuda a pensar racionalmente e inhibe los impulsos) pone en marcha la segunda fase de la respuesta de miedodetectar si la amenaza es real o solo un hombre con una máscara.

En esta conexión ayuda el hipocampo, la estructura cerebral responsable de la formación y salvaguarda de los recuerdos. “El hipocampo ayuda recuperando recuerdos de experiencias pasadas en casas encantadas para apoyar el argumento de que la situación actual no pone realmente en peligro la vida”, dice Dingman. 

El miedo puede dañar el organismo, aunque el peligro no sea real.

Pero a veces el cerebro no dispone de esos recuerdos o no sabe qué es real y qué no. Piensa en un amigo que se disfraza para asustarte o en la experiencia de ver una película especialmente aterradora.

Como nuestro cerebro evolucionó en el mundo real miles de millones de años antes de que se empezaran a hacer películas, a veces identifica lo que vemos en la pantalla como real, o al menos como educativo. Así es como una película que mostraba un tiburón asesino mecánico hizo que millones de personas temieran a un tiburón real.

En estas situaciones, es posible que no se active la respuesta de lucha o huida del organismo. En su lugar, a menudo se liberan pequeñas cantidades de hormonas del estrés, lo que provoca efectos reveladores como un corazón aceleradopalmas sudorosas o una sensación de especial nerviosismo.

Aunque inofensivos y divertidos para muchas personas, “los sustos frecuentes pueden seguir siendo estresantes, incluso entre personas que creen disfrutar con ello”, sostiene Mihail Zilbermint, médico y director del programa de hospitalistas endocrinos de Johns Hopkins Medicine.

De hecho, Kiecolt-Glaser explica que cuando las hormonas del estrés se liberan con demasiada frecuencia o durante largos periodos de tiempo, “pueden agotar el organismo”. En algunas personas, destaca, “puede provocar problemas de salud como hipertensiónproblemas cardiacosdigestivos desregulación del sistema inmunitario, porque el cuerpo está constantemente en modo de ‘alerta máxima’”.

Y como se ha descubierto que la adrenalina daña el tejido cardiaco en algunas personas, los individuos con afecciones cardiacas deben tener especial cuidado. “Recomiendo evitar los sustos intencionados si se padece una arritmia cardiaca", aconseja Millstine.

Lo mismo vale para las personas con dolor de espalda crónico, “ya que las bruscas contracciones musculares que se producen con un susto pueden desencadenar espasmos musculares y agravar los síntomas”, añade.

La sobreexposición a los sustos también puede insensibilizar al miedo, lo cual, una vez más, es una importante respuesta evolutiva de supervivencia. “Las personas que disfrutan con las películas de terror o visitan casas encantadas con regularidad pueden no reaccionar con tanta intensidad ante el peligro real porque su cerebro se acostumbra a estas situaciones a través de un proceso llamado habituación”, dice Carter.

Otra consideración es que las personas con trastornos como el estrés postraumático, el trastorno obsesivo-compulsivo o el trastorno de ansiedad “pueden tener una amígdala hiperactiva que hace que su respuesta al miedo sea más dramática o les afecte más que a otros individuos”, agrega Hemendinger. A estas personas, dice, “puede beneficiarles saltarse las casas encantadas de este año”. 

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